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Rated: 18+ · Book · Erotica · #2321597
Como nueva esclava de los pies de Peach, la vida de Toadette se da un giro emocionante.
#1073579 added July 5, 2024 at 3:12pm
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Capítulo 63 - Me gusta que me huelan los pies
—Toadette, nos dio una orden.

—Lo dijiste tú misma: nunca he sido buena siguiendo los consejos de los demás.

Nos sentamos en el hueco de la escalera para tener una conversación más extensa. Por suerte, a diferencia de las del apartamento, estas escaleras no nos dejaron los pies sucios como si hubiéramos estado trabajando en una mina de carbón. Aunque el olor de mis pies (no demasiado apestosos por el momento) me dio un poco de escalofrío. La variedad satisfactoria. Je… Casi me tenía insensible a lo que Minh me estaba contando en realidad.



—Como dice, nomás son dos días. No es como si no pudieras regresar otra vez a Ciudad Champiñón. Y te prometo que los vas a ver en festival porque, pues, he estado aquí.

—¿Cuál es el gran riesgo?

—Perder tu trabajo.

—Soy demasiado valiosa para ella. No puede despedirme, al menos por ahora.

—Pues volver a provocar a los Scapelli. —Minh me puso una mano en el hombro—. Me da gusto que te alegre volver a estar cerca de tu mamá y tu hermano, pero ambos nos metieron en este problema. Si él hubiera aceptado no cobrar, y si tu mamá no te hubiera enviado allí a quemarlos… A estas alturas, no vale la pena arriesgarse.

—¿Y qué pasa con TD? Quiero decir, ya está en el hotel con nosotras.

—Es un chico grande. Puede regresar a casa caminando esta noche, y tú sólo tienes que contarle lo que pasa.

—Bueno, miremos el lado positivo. —Continué bajando—. Según el tonto y las palabras de Su Alteza, Daisy debería venir a recoger a la chica del tenis este martes. Así que al menos hicimos algo bueno.

Una vez en los pisos inferiores, empezamos a buscar a los chicos. Por supuesto, debería haber esperado que estuvieran en una zona perfectamente adecuada para gente de su edad: una sala de juegos. Una sala de juegos parecía bastante fuera de lugar considerando la lujosa decoración del hotel, pero probablemente por eso estaba en un nivel inferior. Había mucho ruido, olía a sudor y, bueno, al menos aquí abajo no íbamos a pelear con otros.

Aunque las luces que parpadeaban rápidamente me hicieron tropezar.

—¿Se encuentra bien, señorita? —Penélope me apuntó a la cara con una pistola de juguete—. Parece mareada.

—Tráeme a mi hermano, por favor.

En el vestíbulo del ascensor, con las manos pegajosas hundidas continuamente en un cubo de algodón de azúcar, TD escuchaba atentamente mientras Minh y yo le explicábamos nuestra situación actual.

—Bueno, eso sin duda va a decepcionar a mamá.

—Creo que lo entenderá —dije. Decir cosas bonitas sobre ella me parecía tan extraño—. Definitivamente se arrepentirá de haberme enviado a ese edificio.

—Oye, si Peach dice que tienen que quedarse aquí, ¿por qué yo no?

—¿Eh?

—Quiero decir, no traje ropa ni nada, pero ahora usamos más o menos la misma talla, TT. Me voy a casa el lunes, pero por hoy, me quedo contigo.

—Bueno, sé mi huésped —dije con una sonrisa.

—¿Estás segura de que Su Alteza no va a tener ningún problema con esto? —preguntó Minh.

—Si lo tiene, puede hablarlo conmigo.

Y lo decía en serio. A Peach le convenía no enfadarme más, a menos que realmente quisiera que saliera a relucir mi lado malo. Tampoco tenía intención de quedarme encerrada en esta sala de juegos con TD. No, durante las horas siguientes hicimos cosas que, siendo honesta, ninguna chica de diecinueve años que trabaja para la princesa tiene por qué hacer. Como celebrar otra carrera a pie, pero esta vez dentro del propio hotel. Eh, Peach dijo que no podía salir del recinto. No escuché ninguna regla sobre no divertirse en absoluto.

—¡No puedes alcanzarme! —exclamó TD, saltando sobre un carrito de equipaje.

—¡Pensé que ya había demostrado que te equivocabas!

¿Qué es más difícil que correr por toda la ciudad? Subir hasta la cima del hotel, especialmente porque salíamos por las escaleras cada vez que alguien las bloqueaba. La regla constante: no usar ascensores. Y por si no lo sabías, a pesar de que el chico tenía ventaja en terreno plano, yo ya había alcanzado el último piso un buen minuto antes que él.

—Por fin —solté una risita mientras le pellizcaba las mejillas—. Vamos, pensé que no podría seguirte el ritmo.

—¿No ibas a retarme con esas sandalias puestas?

—Definitivamente no. —Colgué los zapatos antes su cara—. No sería una carrera justa si mis zapatos me frenan, ¿entiendes?

—Supongo que tenemos suerte de que no usas tenis hoy —dijo, pisándome los dedos—. No quiero quedarme encerrado en una cámara fétida esta noche.

—Si llego antes que tú a la piscina, te haré dormir con ellos en la cara.

—¡No lo harás!

—¿Ah? —Sonreí—. Mírame.

Así comenzó un frenético descenso hasta la planta baja, en el que ambos optamos por escaleras separadas. Si hubiera podido bajar unos cuantos pisos de un salto, lo habría adelantado fácilmente. Para cuando mis dedos tocaron el frío vestíbulo, estaba empapada hasta los huesos, con el aspecto de alguien que ya se hubiera metido en la piscina.

—¡Te veo! —Sí, él estaba aquí. De ninguna manera iba a dejar que me ganara. A este ritmo, empezaba a dolerme la respiración, pero sabía que podría descansar en cuanto llegara al agua.

Corriendo, corriendo… ¡Afuera! Sólo un poco más. Rayos, ¡una valla! TD ya la había saltado y, mientras tanto, yo luchaba por simplemente tirarme por encima de ella.

Hizo falta que una familia la abriera para que yo entrase y cayera de rodillas.

—Parece que podré vivir un día más —celebró, de espaldas como una estrella de mar.

—Gasté toda mi energía para llegar arriba, tonto. —Me acerqué a él, moviendo su cabeza para que la gente no lo pisoteara al intentar entrar en el agua—. Oye, de verdad, tienes pinta de ser un atleta.

—Me interesa más el fútbol que correr en pista.

—Mientras puedas regatear un balón a esa velocidad, serás un chico imparable.

Cuando se puso el Sol y entramos en mi habitación, lo primero que hice fue quitarme la camiseta. Tenía que prepararme para un buen baño, ya que no sólo olía a sudor, sino también a cloro. TD no dejaba de mirarme todo el tiempo, pero probablemente era porque habíamos corrido el equivalente a tres kilómetros en vertical. El sudor extra me hacía lucir como un dónut glaseado.

—¿Quieres bañarte antes que yo? —pregunté, chasqueando los dedos.

—¿T. Minh dónde está?

—¿Quién sabe? Es mayorcita; hace lo que quiere.

—Te lo pregunto por una razón. —Siguió mirándome fijamente, de nuevo, sobre todo el pecho—. No quiero que lo sepa.

—¿Que no sepa qué? —Levanté una ceja—. Sé que no tuvimos la carrera más profesional y quizás hemos molestado a algunos, pero…

—¿Me haces una paja?

Y con esas cuatro palabras, sentí que había descendido a un nivel más profundo del infierno. El silencio envolvió todo a nuestro alrededor de repente. Me apresuré a mirar por la puerta para ver si Minh o alguien conocido se encontraba cerca. Hasta ese momento, todo bien. Ahora me encontré mirando directo a TD.

—¿Estás loco?

—La locura no se puede diagnosticar, TT.

—TD, no voy a… En primer lugar, no deberías saber nada de esas cosas. En segundo lugar, soy tu hermana.

—Lo sé. —Se lamió los labios—. Y sé que va a sonar raro, pero estás muy buena.

Ahora me sonrojaba muchísimo más. ¿De verdad me estaba diciendo estas cosas?

—Qué inapropiado es esto, ay…

—Está bien mientras nadie lo sepa. —Me puso una mano en la cara, con una sonrisa—. Además, aún se me debe, tomando en cuenta nuestra situación. Quiero esto como compensación.

Negué con la cabeza.

Él había pasado de acariciarme la cara a guiar mi mano hacia el bulto de sus pantalones, dejándome helada. Estaba flexionando activamente su pene, de modo que podía sentir cómo palpitaba.

Pensemos… TD ya no tenía un chantaje sobre mí. El secreto ya había salido a la luz. No había forma de que volviera a colaborar con los Scapelli, y ahora sabía que Tina era su chica objetivo, no yo. Nada me obligaba a hacerlo.

TD sólo quería una paja. De su hermana mayor. Puaj… Y aun así, a estas alturas, había chupado un pene asqueroso sólo para escapar de una pieza. Y cuanto más seguía tocándome el chico…

—Detente. —Saqué el celular y envié un mensaje de texto. En cuanto recibí la respuesta, le agarré la mano—. No más de 30 minutos.

Su sonrisa se multiplicó por diez.

Nos encerré en el baño y me miré en el espejo mientras asimilaba la realidad de lo que estaba a punto de experimentar. Aún estaba vestida, excepto por la falta de camiseta. Pero antes incluso de darme la vuelta, ya veía el pene más oscuro de TD saliendo de sus jeans. Me lanzó un beso y lo único que pude hacer fue suspirar profundamente.

—Si voy a seguir con esto, establezco algunas reglas, ¿entendido?

—Claro —dijo, ya tocándose.

—Primero, nada de besos en la boca. Segundo, no te chuparé la verga.

—Sí, sí, entiendo. Pero me encantaría que me la chuparas…

—Tercero… —Me miré los dedos de los pies, mordiéndome el labio. Luego, tragándome el miedo que me quedaba, lo miré a los ojos—. Olerás mis pies mientras lo hago.

—¿Eh? —Su verga empezó a ponerse flácida—. TT, ¿por qué me torturas así?

—Por favor, mis pies no huelen tan mal hoy, te lo prometo. Y además, considerando que lo que suceda aquí se queda aquí, déjame contarte un secretito. —Me acerqué más, frotándole el sombrero—. Me gusta que me huelan los pies. Me excita mucho.

Su ojo se estremeció, pero seguía sonriendo mientras lo besaba en la mejilla.

—Sabes, pensaba que T. Minh se habría convertido en una loca de los pies, ya que está bien orgullosa de sus pies sucios. Puaj.

—¿Ahora te parezco peor? —pregunté, sin dejar de besarlo.

—Quiero decir, es raro y desagradable, pero… —Con un gemido, se agarró la verga—. Yo soy el que le pide a mi hermana guapísima que me haga venir en sus manos suaves, así que soy mucho más asqueroso de lo que tú podrías ser nunca.

Con una risita, tiré de él hacia el suelo y lo tumbé boca arriba. Muy bien, Toadette, quedan 27 minutos. Intenta disfrutar de esto al máximo.

—¿Podemos empezar al menos sin tus pies en mi cara?

—De acuerdo. —Tomé su verga con las manos, tanteándola—. Hmm… Este… ¿Bonita verga?

—Siento que no sea tan grande.

—Tampoco lo es mi pecho. Los dos tenemos que trabajar con lo que tenemos.

La verga de TD no era tan corta como para que no pudiera agarrarla, pero seguía siendo considerablemente pequeña, incluso en estado de erección. Aunque el tamaño la hacía bastante bonita, todo sea dicho. Además, no era como si no hubiera visto su pene antes. Después de todo, era yo quien le cambiaba los pañales cuando era un bebé. Sólo que esta vez tenía vello marrón.

Mantuvo los ojos cerrados por los primeros segundos, y sólo dejó escapar suaves gemidos. Pero entonces hice flotar lentamente mis pies sobre su cara. Se tomaron su dulce tiempo para aterrizar, permitiéndole que se adaptara al olor que tuviera hoy.

Ah… Su aliento en mis plantas fue suficiente para hacerme reír.

—¿Te molesta su olor? —pregunté, moviendo los dedos.

—Huelen un poco, pero no tanto como esperaba.

—Oh… —Hice un leve mohín—. Ah, bueno. Supongo que es mejor para ti.

Subí y bajé la verga con mi mano izquierda, la menos hábil, y flexioné los dedos mientras TD seguía olfateándolos. Dios, esto era tan extraño y, al mismo tiempo, el miedo a que nos atraparan lo hacía más excitante. Latía mi corazón más rápido que en nuestra carrera, y mientras más goteaba la verguita de TD, más deseaba tener mi propio orgasmo. O al menos un poco de placer en esa zona. Después de todo, eran 30 minutos de pura picardía que nos llevaríamos a la tumba.

—No me canso de sentir tu nariz en mis dedos —canté, empezando a frotarme a través de los jeans.

—¿Así? —TD olfateó—. ¿O así? ¿O tal vez así?

—Sí… —Me sentí tan bien al no tener que aguantarme tanto tiempo—. Huélelos…

No sólo me gustó tenerlos olidos, sino también tocados. En esto no me opuse en absoluto a TD. Podía mover mis pies como quisiera, tanto para aumentar la presión sobre su cara como para reducirla. Pero cuando sus dedos jugaron con los dedos de mis pies, prácticamente le supliqué que pasara al siguiente nivel.

—Bésalos, TD.

—Ojalá estuviera besando tus labios ahorita —gimió, riéndose ligeramente.

—¿Los quieres?

—Sí… Quiero chuparte las chichis… Como cuando era joven…

—¿A qué esperas? —Me desabroché el sostén—. Descansa.

Y ahora TD estaba completamente concentrado en mis senos, succionando la leche con sabor a fresa como si fuera su bebida favorita. Ah… Y a diferencia del capitán Toad que le precedió, lo hacía de una manera que aún me resultaba placentera a mí, acariciando mis costados mientras aumentaba su dosis de calcio. Jeje, qué adorable se veía cuando pasaba la lengua por mis pezones.

—¿Quieres chupar los míos? —me preguntó—. No creo que la leche sea tan buena como la tuya, pero…

Ya veríamos. Mis labios envolvieron su tetilla derecha y trabajaban lento para extraer su leche. Me costó unos cuantos tirones, pero cuando por fin empezó a chorrear… Bueno, la leche definitivamente no era tan única como la mía, pero no era raro que los Toads macho acabaran teniendo formas de leche más regulares. En esencia, sabía a leche de vaca, pero con una textura acuosa, y también con una pizca de azúcar añadida. No tardé mucho en adivinar por qué.

—Deliciosa… —gemí, lamiéndome los labios.

—Gracias —soltó una risita.

—Mmm… Vuelve a olerme los pies —susurré tiernamente, plantándole un beso muy cerca de sus deliciosos labios. Eso fue lo más cerca que iba a estar, y a estas alturas, su cara estaba totalmente roja—. Ay, sí, TD, sigue oliendo esos pies apestosos…

—Ni siquiera apestan tanto, TT.

—Silencio. Quiero imaginar que lo son —jadeé—. Chúpame los deditos…

—Guau, tienes un fetiche por los pies en toda regla, ¿eh?

—Me sorprende que conozcas el término científico.

—Tengo trece, TT. No soy estúpido. —Se metió mi dedo gordo en la boca—. Sabes, me acabo de acordar que estábamos corriendo junto a la alberca y tú andabas descalza. Seguro que ahora estoy saboreando todo tipo de gérmenes.

—¿Saben bien?

—Para ser gérmenes. —Se encogió de hombros, levantando ligeramente el pulgar.

—Muy bien.

—Si te sirve de algo, también sigo pensando que tus pies son bonitos, con las uñas negras.

—Me voy a morir de tantos cumplidos —me reí.

Si pudiera seguir lamiéndome los pies así —empezando por los talones y subiendo hasta los dedos—, me alegraría la noche. Cada vez que su lengua llegaba a mis dedos, yo los curvaba, empujándolos más hacia su cara para que no tuviera más remedio que respirar mi maravilloso aroma de pies.

Su pene estaba tan mojado que empezó a resbalar de mi agarre. Entonces lo agarré firmemente con la mano derecha y, como una máquina, tiré agresivamente de él hacia arriba y hacia abajo.

—Ah… TT… —Me lamió los arcos sudorosos con una risita—. TT…

Escucharlo gemir ni nombre así era tan malo y a la vez tan caliente. Risueña, acaricié sus testículos, dejando que mis dedos bailaban sobre ellos antes de darles un buen apretón. Era como tocar un instrumento; mi mano derecha tenía el mango, mientras que la izquierda se encargaba de las pelotas.

Pero era muy difícil concentrarse en la verga y los huevos de mi hermanito cuando tenía todo mi pie derecho en la boca. Sí, se ensanchó tanto sólo para que cupieran todos mis dedos salados. Y cuando acabó por escupirme el pie, deslicé lentamente los húmedos dedos por su barbilla, preparándome para metérselos de nuevo. Una segunda vez, una tercera, una cuarta. Entonces dejé que mis dos pies descansaran sobre su cara, mientras él los agarraba y empezaba a olerlos con más fuerza.

Mirando sus propios pies, curvaba los dedos cada vez que yo bajaba la mano por su pene. Qué preciosidad, TD. Con todo este líquido preseminal, podría ir aún más rápido sobre su verga.

—¡TT! Me voy a venir…

—¿Sí? —Apreté los dedos, asegurándome de que su cara seguía atrapada bajo esa capa de arrugas—. ¿Vas a venirte, TD? ¿Te vas a venir por los pies grandes y malolientes de tu querida hermana? ¿Los pies de TT?

—¡Sí, sí!

—¡Mmm-hmm!

—Te diré una cosa, hermanito. —Me mordí el labio—. Si logras meterte los diez dedos de mis pies en la boca, te daré una lenta lamida desde los huevos hasta la punta de la verga.

—¿En serio? —Sin previo aviso, el chico se metió mi pie izquierdo en la boca. Mientras flexionaba los dedos, sentí que se movía apilando el derecho encima y, en cuestión de segundos, se había metido mis diez jugosos dedos en su pequeña boquita. No sólo lo consiguió, sino que mi hermanito no era tan tonto como para olvidarse de chuparlos. Era tan rítmico y viscoso y…

Muy bien, Toadette, una sola lamida.

Dudé un momento. Pero sabía que TD estaba a punto de llegar a su límite, y no quería que me cayera un chorro de su semen en la boca. Así que empecé. A pesar de que sus pelotas olían extraño, sus feromonas masculinas me llevaron a lamer desde sus huevos hasta su pene erecto. Estaba salado, especialmente con el líquido preseminal actuando como lubricante. Al mover la lengua hacia la punta de su pene con rapidez, TD soltó un gemido y levantó las piernas.

Solté un gemido largo y sensual, sólo para ver la expresión de su cara.

Parecía perdido en el éxtasis, casi incapaz de pronunciar palabras. Entonces emitió un chillido. Aparté la cara de su verga y se la agarré.

—¡Ay, mierda, TD!

Con mis dedos abiertos en su boca, vi sorprendida cómo un nuevo chorro de semen salpicaba mi mano como una fuente. No pude evitar reír. Ahora los dedos de sus pies retorcían a ultrarrápida velocidad mientras jadeaba ruidosamente. Vaya… Su semen era tan pegajoso y seguía saliendo en grandes cantidades.

—TT… —Dejó escapar un último gemido—. Te… Joder…

—Oye, que te metas en la ducha —le dije, dándole golpecitos en las mejillas con los pies mojados—. Creo que nos hemos pasado de 30 minutos.

Cuando TD se duchaba y yo me lavaba en el lavabo, aprendí algo importante. No es recomendable mezclar semen con agua. Se vuelve extraño y de cierta forma más pegajosa, lo creas o no. Tuve que usar una de las toallas del hotel para limpiármelo, y la dejé en el suelo cerca de la ducha para que Minh no sospechara.

—Ya regresé, amigos —anunció al encontrarnos a TD y a mí viendo la tele en el suelo—. Estoy pensando en que nos traigan pizza, ¿qué opinan?

—Estupendo —dijo TD.

—¿Qué han hecho ustedes? Bueno, aparte de molestar a todos con sus carreras.

—Vimos la tele, eso es todo —dije—. ¿Te gustó el masaje corporal?

—Claro que sí —gimió, quitándose las chanclas—. Ahora me siento muy renovada. Y me sentiré aún más renovada cuando me dé un baño de burbujas.

Cuando ella entró en el baño, TD siguió frotando su cabeza contra mi cuerpo, gimiendo. Profundamente confusa por lo que acababa de hacerle, lo único que pude hacer fue quedarme sentada.

Al final, después de comer una pizza y escuchar sobre el detalladísimo masaje corporal de Minh, nos metimos en la cama.

Pero me encontré con una nueva sorpresa. TD se había puesto en la misma posición que Minh, con la cabeza justo donde debían ir mis pies. Vi que incluso ella se quedó un poco desconcertada al verlo así.

—¿Qué onda? —le preguntó a él.

—No entiendo tu forma de dormir, y nunca lo he entendido —dijo. Me puso las manos en los pies, haciéndome estremecer—. Pero si debo tener la cabeza cerca de los pies asquerosos de una de ustedes, elijo los de TT sobre los tuyos.

—No seas malo. —Minh le sacudió la nariz—. Los míos huelen a fresco.

—Por lo que sé, podrían ser lombrices que se esconden bajo las uñas de tus pies. Te quiero y todo eso, pero ya sabes, tengo que cuidar de mí mismo.

—Ay, Toadette. —Rodó sobre su espalda—. Siento mucho que ahora tengas que aguantar cuatro pies cerca de tu cabeza.

—No pasa nada. —Le agarré el dedo meñique, sonriendo satisfecha.

Cuando se acercó la medianoche y no pudimos mantenernos despiertos, la habitación se quedó a oscuras y oí los ronquidos de Minh a los 20 minutos. ¿Pero iba a adorar sus pies esta noche? Hmm… Volvían a estar limpios, pero al mismo tiempo, pasaban tantas cosas por mi mente que me costaban concentrarme.

—Uy… —Jadeé, sintiendo algo viscoso entre los dedos de mis pies. Me incorporé y me quedé boquiabierta.

TD me estaba lamiendo los pies. Los lamía justo cuando estaban cerca de la cara de Minh. ¿Y si le había oído?

—Ahora me toca a mí hacer que te vengas, ¿okey? —Me miró a los ojos.

Entonces levantó dos dedos de su mano y los movió. Mientras él volvía a chuparme los pies, yo me limitaba a mirar al oscuro techo sin aliento. Mi vida seguía volviéndose cada vez más extraña, ahora con mi hermano pequeño chupándome los dedos de los pies e instándome a…

A la mierda. Era una oportunidad única en la vida. Mientras me adoraba los pies, me cubrí las manos de saliva y moví lentamente mis caderas, deslizándome los calzones.

Sería silencioso el orgasmo, pero sería ruidoso mi amor.

— LUNES: 1 día antes del festival —


—Nos vemos en el festival, T. Dani. —Minh abrazó al chico en el vestíbulo del hotel.

Cuando TD me abrazó esta vez, noté que trataba de frotar su entrepierna contra mí. Vaya, vaya, seguía cachondo por mí, ¿eh? Pero no permitiría que nuestras interacciones sucias se prolongaran hasta el nuevo día. Quizás estaría un poco triste, pero al final comprendería que esto era lo mejor.

—No le causes problemas a nadie —le dije.

—Lo haré, TT. Tú sigue usando calcetines o chanclas o lo que sea, y tampoco le vas a causar problemas a nadie.

Dijo el chico que se vino mientras olía mis deliciosos pies.

Después de que se fue del hotel, Minh y yo nos relajamos en la piscina, tomando el sol en traje de baño. Hoy no estaba tan caliente como para quemarnos la piel.

—¿Ya tienes pensado qué te vas a poner para el festival? —me preguntó.

—Aparte de los tacones que me dio Daisy, ni idea. —Crucé los pies por los tobillos—. Quiero decir, ¿debería ir elegante o informal? Me dijiste que habría muchos juegos.

—Si no vas a jugar con el agua, vístete elegante. Si quieres mojarte, informal.

—Creo que entonces apostaré por ir elegante. Quiero cambiar un poco las cosas.

—Ay, me voy a mojar los pies ahí, pero voy a usar esos zapatos bajos que nos ganamos de manera legal en la sala de juegos.

—Ah. —Hice una pausa—. Sí, más te vale usarlos teniendo en cuenta por lo que habíamos pasado.

—Jeje, ustedes lamiéndome los pies para ayudarme a ganar esos puntos. Pero funcionó.

—Los pies también funcionaron para ayudarte a dirigir ese avión. Los pies… —Me lamí los labios, echando una breve mirada a los dedos de Minh.

—Sigue siendo una locura cómo eso… ¿Alteza?

Peach nos ignoró a ambas, acompañada por el capitán Toad y varios soldados Toad. El agua goteaba por detrás de la princesa, y el capitán se esforzaba por seguir sus largas zancadas.

—Alteza, con todo respeto, esto no tiene sentido. Debe informarme de lo que está pasando, ¡ahora mismo!

—¿Va todo bien? —le pregunté, haciéndole un gesto con el pie.

—Muy bien. —Se marchó furioso, persiguiendo a la princesa—. ¡Oiga, alteza!

—Espero que esto no tenga nada que ver con el…

—Vamos a averiguarlo —dije, levantándome de mi asiento.

—Ni de broma. No nos meteremos en problemas por escuchar a escondidas, Toadette.

—Estoy de acuerdo. Por eso no nos van a pillar.

—¿De verdad es tan importante?

—Uf, no lo sé. Pero si ese tipo tiene esa cara de pánico, quiero saber qué está pasando antes de cualquier anuncio que haga la princesa. Adelantémonos esta vez, especialmente si tiene algo que ver con el Festival de las Estrellas.

—Ay, a los dos les encantan los problemas. —Se quitó el polvo de los pies y acabó sonriendo, poniéndose de pie junto a mí—. Pero en este caso, tienes razón. Veamos qué pasa.

—Vamos, Pies de Malvavisco —dije, tirando juguetonamente del pelo de Minh.
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