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Rated: GC · Book · Fanfiction · #2328963
Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.
#1082780 added January 25, 2025 at 10:39am
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Capítulo 74 - Come esa suciedad
«¿En serio es tan fácil entrar en el castillo? No me sorprende que secuestren a Peach constantemente».

Sofía entró en el bullicioso vestíbulo con el teléfono de Toadette en las manos, haciendo malabares con él. A pesar de que ya eran las diez y media, el lugar estaba lleno de movimiento. La multitud no la afectó en absoluto mientras se acercaba al Toad más cercano.

—Oiga, ¿sabe dónde está Toadette? —preguntó ella.

—¿Toadette? ¿Cuándo volvió?

—¿Es éste su hogar temporal o algo así? Mire, tengo mucho sueño y estoy intentando regresarle su celular.

—¡Toadette, ponte una camisa!

—¡No me llevará mucho tiempo!

—¡Ni siquiera llevas zapatos!

—El frío del suelo sólo me obligará a correr más deprisa.

Toadette bajó rápidamente la escalera, con el cabello desordenado, mientras la gente miraba su figura sin ropa en la parte superior. De manera torpe, intentó cubrirse los pezones. El capitán Toad la perseguía, sujetando su camisa, pero de pronto se detuvo.

Los talones sudorosos de Toadette hicieron que resbalara y chocara con Sofía. Ambas Toads cayeron al suelo. Mientras Toadette gemía, sus ojos se abrieron de par en par al reconocer su teléfono.

—De nada. —Sofía la empujó a un lado, quitándose el polvo de la ropa.

—Yo… Gracias. —Toadette giró la cabeza al escuchar un sonoro «ejem». Cuando Toad colgó la camisa ante ella, se la puso despacio alrededor de los pechos.

—Sabes… No, no digo nada. —Miró fijamente a Sofía—. Vaya, vaya, mira quién tenemos aquí. El cumpleaños de Minh fue ayer, mi amor.

—Y me he tomado una semana de descanso en el trabajo—respondió ella—. Sabes, mi trabajo me adora tanto que puedo decidir mi propio horario.

—O tal vez simplemente no te extrañan cuando te vas. —Se dio la vuelta—. Si yo tuviera que lidiar contigo a diario, celebraría cada milisegundo de tu ausencia.

—Si tuvieras idea de cómo tratar a una chica, tal vez tendrías una oportunidad con esta belleza. Pero no, sigues comportándote como un verdadero tonto. Y también estás dejando escapar la chance de conquistar a Minh-Minh. Buena suerte intentando impresionar a mi prima soltera.

«Me dice mientras su prima deja que le joda el gran culo».

—Aunque tu prima no me quiere, adivina quién va a estar montándome. —Agarró el brazo inerte de Toadette—. Esta chica.

Toadette le dio una fuerte bofetada.

—¿Qué dijiste? —La voz de Sofía sonó más profunda mientras daba un paso hacia Toadette—. ¿Están saliendo? ¿De verdad son novios?

—Eso no te incumbe —dijo Toadette, con la cara roja.

—Sí, no te incumbe, Sofía —añadió Toad, poniendo las manos en las caderas de Toadette y balanceándolas—. ¿Estás celosa de que no te den verga?

Sofía cerró los puños. Su mirada rebotó entre Toad y Toadette. Respiró hondo y se dio la vuelta, saliendo a la noche nevada.

Toadette gimió, subiendo las escaleras y obligando a Toad a tener que alcanzarla.

—Parece que no se llevan bien —dijo él.

—La odio desde que la conocí.

—Vaya, ¿cuántos amigos tiene de verdad? Pero sí, esa chica es un verdadero fastidio. No podemos tener una charla sin que esté hablando de relaciones, y mientras tanto, ella cambia de novios como si fueran calcetines.

—Me imaginaba que tú serías su tipo. Tienen la misma alta opinión de sí mismos.

—Pendeja.

Cuando regresaron a la cama, Toadette entró en su celular de inmediato. Modificó el fondo de pantalla por una nueva imagen de Minh, asegurándose de que esta vez sus pies no fueran lo más destacados.

«Eso fue demasiado descuidado, Toadette», se dijo.

Toadette se acurrucó más en sus mantas, aferrando su teléfono durante toda la noche. Sin embargo, a la mañana siguiente, se despertó antes que Toad.

—Despierta, dormilón —le susurró. Lo único que recibió a cambio fue una floja bofetada—. Está bien.

«¿Me vas a levantar de esta cama? Como si tal cosa», pensó Toad.

De repente una sonrisa comenzó a formarse en su rostro. Su cuerpo reaccionó con un sobresalto y estiró las piernas. Un grito de sorpresa salió de su boca al experimentar las cosquillas en los pies. Riendo a carcajadas, Toad se vio envuelto en un ataque de tos debido a la sequedad en su boca.

—¿Qué estás haciendo? ¡Ajajaja!

—Aquí están tus energías.

—¡Suéltame, tonta!

—No puedo. —Entonces Toadette le deslizó el dedo entre los dedos de los pies, haciendo que los ojos de Toad se abrieran.

Toad se lanzó hacia delante, arrojándole una almohada a la cabeza con todas sus ganas. Pero en lugar de darle, él se desplomó sobre el colchón, retorciéndose mientras Toadette se deslizaba de sus pies a sus muslos. Con una sonrisa juguetona, continuó haciéndole cosquillas, subiendo por sus costados y metiéndose justo debajo de sus brazos. Verlo tan vulnerable le hizo desear torturarlo sin fin.

—Eres… ¡Joder! —Resopló al sentir los dedos de ella en su estómago—. ¡Los dos tenemos trabajo que hacer, estúpida! ¡Jajaja! ¡Para!

—Y el trabajo se afronta mejor con una actitud positiva, ¿no? —Siguió encima de él durante unos treinta segundos, dándole tiempo para recuperar el aliento.

En cuanto Toad se liberó, le dio a ella una fuerte bofetada en la cara. Por un lado, le dolió muchísimo. Por otro, el corazón de Toadette se aceleraba ahora que había conseguido su pequeña venganza por lo ocurrido la noche anterior.

—Nos vemos en una semana —dijo Toad, estirando el cuello.

—¿Adónde vas?

—A la isla Lavalava.

—No sería mi primera opción para pasar el rato, pero…

—El invierno es la época perfecta para buscar tesoros. Menos competición. —Cuando él dijo esto, Toadette inclinó la cabeza como un pájaro. Toad gimió, ajustándose unos lentes que no existían y su insignia de profesor—. No sólo me dedico a proteger a la princesa. ¿Llevas casi medio año aquí y nunca te has dado cuenta de que soy cazador de tesoros?

—Perdóname. No es como si estuvieras cazando oro en Ciudad Champiñón.

—Bueno, no siempre se paga muy bien, pero a mí me divierte. —Abrió la puerta y saludó—. Adiós.

Toadette se apresuró y le dio un picotazo en los labios.

—Todavía tengo que acostumbrarme a esta atención tuya —dijo Toad, acariciándole la cara.

—Lo mismo digo. —Toadette se acercó más a él, cerró la puerta y sintió que le temblaban los labios cuando se inclinó para darle otro beso. Éste la calentó tanto que retrocedió un poco, estremeciéndose.

El capitán Toad, tan seguro de sí mismo, le lanzó un último besito.

—No te mates trabajando, tontita.

—No te mates tú haciendo una estupidez —respondió ella, saltando hacia su armario con los cachetes vibrantes.

***


—Minh-Minh, se supone que eres la mejor amiga de esa chica. Su única amiga.

—Eso no significa que conozca todos los detalles de su vida personal.

Mientras Minh esperaba a que los clientes entraran en su tienda, se concentraba en las flores de su invernadero. Sus dedos oscuros contrastaban con las manos limpias de Sofía. No obstante, fue Sofía quien dejó sus huellas por toda la residencia, ya que tocaba todas las superficies mientras seguía hablando. Incluso las paredes de cristal fueron tocadas, lo que hizo que Minh exhalara un suspiro en silencio.

—¿Cuánto tiempo llevan saliendo Toadette y ese imbécil de Toad?

—Como ya te dije, no tengo idea. —Minh cubrió un girasol—. Sólo se han visto por un mes.

—¿Un mes? ¿En qué mundo estamos? Toadette decide que va a perder su virginidad, ¿y realmente recibió ese honor? ¿Y el tipo con el que se está acostando le gusta de verdad? Supongo que tonto y boba van de la mano como el queso y los nachos, pero aún así, ¿por qué ella? —Miró a su prima que estaba callada—. ¿Te da celos?

Minh enarcó una ceja, negando rápidamente con la cabeza.

—Pero… —Sofía tomó aire—. Tanto tú como yo merecemos tener hombres en nuestras vidas mucho más que esa tonta. Tienes veinte años.

—Es demasiado pronto para preocuparme por formar una familia. —Se limpió bajó la manguera.

—Pero todavía puedes conseguir un novio.

—Estoy bien.

—¿Estás segura?

Minh se mordió el labio y arrugó la cara. Una vez hubo terminado de lavarse, se volvió hacia Sofía con una suave sonrisa.

—Sí estás insinuando que necesito sexo para ser feliz, afortunadamente estás muy equivocada.

—Sólo pienso en el hecho de que no has encontrado a alguien que te satisfaga. No es que queramos que seas una zorra, pero me encantaría saber que he podido ayudar a mi primita a lograr por fin…

—Ya basta. —Minh le puso un dedo en los labios a Sofía y luego señaló a Yasmín—. Dejemos de hablar de sexo. Por favor, actúa con profesionalidad.

La florista corrió hacia el mostrador, temblando. Mientras se metía las manos en los bolsillos, rezaba para que entrara un cliente y no tuviera que dar vueltas hablando de su estilo de vida poco puro. Sus plegarias fueron escuchadas cuando vio una cara conocida.

—Buenos días, señorita T. Minh —dijo la joven Penélope, con dos guardias del castillo a su lado. La muchacha de pelo amarillo se sacudió la nieve de la chaqueta.

—Mira quién está aquí. ¿En qué puedo ayudarte?

—Ah, bueno, mamá… —La voz de Penélope se apagó al escuchar pasos—. La princesa Peach solicita verla. Se trata de la señorita Toadette.

—Esa chica es cada vez más inútil. —Sofía saltó detrás del mostrador, mirando fijamente a Penélope. —¿Y a quién tenemos aquí?

—Una chica que vive en el castillo y a la que le encanta hacerse pasar por nuestra princesa —intervino Minh—. Penélope, ésta es mi prima Sofía. Sofí, Penélope.

—Mucho gusto. —Penélope sonrió.

—Y ésa es su hermana Yasmín —añadió Minh, señalando a la chica desplomada cerca de una de las macetas. Los ojos de Yasmín volvieron a su libro antes de que Penélope pudiera siquiera mirarla. Minh soltó una risita—. Es tímida.

—Es un cómic muy genial de Pokémon —dijo Penélope, con la esperanza de hacer reaccionar a Yasmín. Simplemente se encogió de hombros cuando no ocurrió nada—. De todos modos, señorita, Peach la necesita ahí de inmediato.

—¿Ahora mismo? Eso será un problema.

—No, no lo será.

—Sofí, no vas a encargarte de mi tienda en mi lugar.

—Ya tengo bastante experiencia lidiando con la gente. —Empujó a Minh sobre el mostrador—. También parece que hoy es un día tranquilo.

Minh repasó una lista de comprobación en su mente.

«Piensa… La familia ya sabe que tengo juguetes sexuales, así que no importará si Sofía los encuentra. Mis zapatos de la princesa Daisy no deberían levantar sospechas. Y mi computadora… Jeje, que se divierte tratando de encontrar la contraseña de esa máquina».

—Entonces cuento contigo para que lo hagas lo mejor que puedas. —Besó a su prima y empezó a ponerse la ropa de invierno—. Si te confundes sobre qué flor es cada una…

—Esta tabla de aquí es más sencillo que los menús que tenemos en el tren.

—Bueno, es obvio que harás lo mejor que puedas ahora —rió Minh.

Una vez que Penélope y ella salieron al frío exterior, un pesado suspiro escapó de los labios de Minh.

—Para que lo entiendas, mi familia no sabe ni puede enterarse de lo mío con los pies. Y tampoco de mis actividades que no son para niños, salvo lo del autoplacer.

—¿Querrían saberlo? Es como, bueno, le gustan los pies. Gran cosa. Usted sigue siendo la persona más dulce que he conocido.

—Pero vivimos en el Reino Champiñón, donde los actos adultos en general se consideran degenerados, y que me gusten los pies es una de las cosas más espeluznantes para ellos. —Se secó el sudor de la frente—. Está bien. ¿En qué estoy ayudando a Toadette?

—A usted le parecen bien los pies sucios, ¿verdad?

—Por supuesto. Esa textura arenosa es maravillosa. Deberías mirar mis pies durante la primavera, porque se ensucian mucho y… Dios mío.

***


—¿Por qué cada vez que noto un avance en ti, hay algo más que sufre?

Toadette ignoró las críticas constantes de Peach. Las palabras que antes la roían eran como hormiguitas: molestas pero fáciles de tratar. Aunque el gran peso que oprimía su sombrero la llevó a soltar varios gruñidos. Saber que había suciedad manchándola no mejoraba las cosas.

—Sólo tengo un poco de tierra en los pies —suspiró Peach.

«Un poco de tierra sigue siendo tierra», pensó Toadette.

Lo que la molestaba más era que había una mesita en perfecto estado en la que Peach podía descansar los pies. Pero Toadette se veía obligada a actuar como si el mueble de la realeza, sin más opción que contemplar la chimenea mientras Peach esperaba pacientemente en esta biblioteca.



Toadette se sentía avergonzada al saber que Minh iba a eclipsarla hoy. Pero no era algo sin precedentes. Cuando se trataba de las extrañas solicitudes de Peach relacionadas con los pies, Minh tenía una habilidad innata para lidiar con ellas. Había cultivado su raro fetiche por los pies durante gran parte de su vida, mientras que Toadette apenas llevaba un mes singular apreciándolos.

Al escuchar el chirrido de la puerta al abrirse, su cuerpo se tensó de inmediato.

—Mamá, aquí está. —Penélope guió a Minh a la ubicación de Peach y Toadette.

La florista sintió que la invadía una oleada de vergüenza al notar la mirada culpable de Toadette. Aunque ya la había visto antes a los pies de Peach, ser utilizada como reposapiés era un nuevo nivel de humillación. Aun así, Minh dejó a un lado sus propios sentimientos y se arrodilló ante su santa princesa.

—¿En qué puedo ayudarla hoy, alteza?

—A tu amiga todavía le cuesta la simple tarea de quitarme la mugre de los pies. —Peach movió los dedos—. No lo pasa nada cuando están sudorosos, pero en el momento en que se ensucian un poquito, pasa de ser una heroína a una cobarde. De hecho, ha empeorado.

—¿Entonces usted quiere que le enseñe cómo lo haría yo?

—Así es.

—Como diga. —Minh se quitó el abrigo—. Vaya, Toadette, ¿acaso no te he dicho que la suciedad no debe asustarte?

Toadette rodó los ojos y se alejó.

Minh entonces se metió los guantes en los bolsillos y se agarró a los pies de Peach. Una oleada de calor le recorrió el cuerpo al presionar sus pulgares contra las gigantescas plantas. El grosor de los pies de Peach le recordaba a amasar pasta blanda. La llenaba de emoción volver a conectar con los pies de la realeza, pues su mirada permanecía fija en esos dedos tan maravillosos.

Para ella la suciedad no era nada aterrador. Los pies de Peach tenían una ligera capa de polvo, como la que uno acumularía al andar descalzo por los suelos más polvorientos de su casa.

—¿Estás prestando atención, Toadette? —preguntó Minh.

—Desafortunadamente —murmuró.

—Jeje. —Minh olisqueó el pie izquierdo de Peach y sonrió como una tonta mientras se apartaba—. Hoy me encanta muchísimo su aroma, alteza. Muy cremoso con un toque de tierra.

—Oh, qué amable eres.

—Ahora bien, lamer un pie sucio no es diferente de lamer uno limpio, Toadette. Mírame. —Dio una lamida en el mismo pie y se relamió—. ¡Qué rico!

Toadette se tapó la boca.

—Es mejor que lamer un pie limpio sin sabor. —Minh se dedicó a darle un lametón más intenso, enfocándose en acariciar con su lengua la bola del pie de Peach. Siguió observando el cuerpo de Toadette mientras lamía, soltando gemidos suaves.

Al final Toadette se dio cuenta de que Minh estaba fijando la mirada en sus pies de nailon, así que intentó esconderlos detrás de sí. Esto hizo reír a Minh, especialmente después de ya haber probado los pies de Toadette la noche anterior, y se metió los dedos de Peach en la boca, sacándolos uno a uno. La amante de los pies sacó entonces toda su lengua, que había tomado un color grisáceo. Pequeños pedacitos de pelos y mugre como pulpa se quedaron pegados a ella, y se los tragó con un sonido de inmensa satisfacción.

—No es como si pudieras enfermar por esto —explicó—. Ya has tenido los pies sucios en la boca, así que tu sistema inmunológico está más que listo para esto.

Esto hizo que Toadette recordara cuando la obligaron a chupar los dedos de Minh durante su aventura en la caja de juguetes. Vio con asco y ligera curiosidad cómo la lengua de Minh se deslizaba alegremente sobre la sucia planta de Peach.

—Vamos —animó Minh, agarrando la cara de Toadette—. ¿Estás lista?

La chica llevó a Toadette hacia el pie derecho de Peach, introduciéndole los dedos de la realeza en la boca. Toadette tuvo arcadas al chuparlos, intentando apartar a Minh de ella. Pero cuando Minh lo notó, puso más peso sobre ella para mantenerla en su lugar. Peach se rió, moviendo los dedos sucios dentro de la boca de su esclava.

—Me gusta cómo te encargas de las cosas, T. Minh.

—Muchas gracias, alteza. —Minh empujó a Toadette más profundamente.

Los dedos de Peach estaban matando las papilas gustativas de Toadette, desde el polvo rancio hasta su fuerte agarre en la lengua. A la muchacha se le humedecían los ojos, pero, sin posibilidad de alivio, lo único que le quedaba por hacer era chuparlos. Y, a diferencia de los dedos de Minh, los de Peach le obstruían la boca con creces. Eran tan grandes que incluso meter tres dedos en la boca de Toadette era complicado, por no hablar de cuatro o cinco. Como el dedo gordo era casi tan grande como la propia lengua de Toadette, tenía sentido por qué le daba arcadas. La suciedad sólo empeoraba las cosas.

—Más fuerte —exigió Peach, apretando la lengua de Toadette entre sus dedos.

Minh esperó cinco minutos antes de tirar de la cabeza de Toadette hacia atrás, dejando que su amiga jadeara en busca de aire. Ver el gris de sus labios la hizo aplaudir.

—No es tan horrible —cantó, abriendo la mandíbula de Toadette—. Saca la lengua.

Todo el polvo que rodaba sobre la lengua de Toadette no hacía más que lastrarla. Ni siquiera intentando tragarlo consiguió sacárselo todo de la boca, así que tuvo que redoblar su esfuerzo. Mientras tanto, Minh la había soltado y ahora volvía a lamer el pie derecho de Peach. Sus gemidos superaban a los de Toadette.

«Podría hacer esto todo el día», se dijo, enterrando la cara en la planta del pie.

Para Peach, era evidente cuánto más talento tenía Minh para apreciar sus pies. Desde la forma en que le chupaba los dedos hasta cómo le besaba los talones, sus acciones demostraban más amor y energía que las de Toadette. Era como si los puestos de las chicas debieran haberse intercambiado, con Toadette regentando una simple floristería y Minh siendo su leal esclava de los pies.

«Por otra parte, Toadette es mucho más capaz cuando se trata de actividades no relacionadas con los pies. Así que diría que las estrellas se alinearon perfectamente».

Minh movió la cabeza arriba y abajo sobre el meñique de Peach, y un cálido rastro de saliva quedó entre éste y sus labios cuando terminó. Para satisfacción de la Toad, en el dedo no quedaba ni rastro de gris. De hecho, gran parte del pie brillaba de limpieza.

Cuando comprobó los progresos de Toadette, se dio cuenta de que el pie izquierdo de Peach seguía lleno de polvo. Aunque estaba más limpio que hace unos minutos, no podía compararse con el estado brillante del derecho.

—Con toda tu lengua —le recordó Minh, acariciando ligeramente sus trenzas.

—¡Ya uso toda la lengua!

—Bastante mal.

—Tiene razón, Toadette. —Peach pellizcó la nariz de Toadette con sus dedos—. Demuéstrale a mis pies que no eres sólo una bebé.

«Me encantaría meterte mis sucios pies por la garganta, Peach».

Toadette extendió completamente la lengua y sorbió a lo largo del arco de Peach.

Yendo de arriba abajo, el polvo se extendía aún más por el pie. Pero el hecho de que Toadette tragara con más frecuencia y lamiera con más fuerza (sobre todo entre los dedos) hizo que el tinte oscuro se fuera aclarando poco a poco. Mientras tanto, la boca de Toadette se ennegrecía cada vez más, y se esforzaba por ignorar ese sonido viscoso en la garganta que era una advertencia.

«No vomites, Toadette. No le ensucies más el pie».

Cuando el dedo gordo salió de su boca, el centro mostraba más blanco y rojo que gris. Pero Toadette aún tenía que pulir por completo los otros dedos, así como toda la planta del pie de Peach.

Dobló los lentes y acercó la cara al pie mojado y sucio. Sorprendiendo tanto a Minh como a Peach, la incómoda esclava aplastó su lengua contra la planta del pie, estirándola al máximo. Luego, como si fuera una fregona, bajó por el pie hasta que sintió cómo su lengua se curvaba alrededor del talón. Una vez ahí, subió hasta los dedos, dejándolos totalmente babosos mientras succionaba el contenido de esas hendiduras intermedias. Mientras Peach observaba con perplejidad, el nuevo reto de Minh consistía en no tocarse a sí misma. Cuanto más escuchaba los sorbidos de Toadette, más ganas tenía de presionarse la ingle.

Toadette estuvo lamiendo el pie de Peach durante un minuto seguido, emitiendo un ruido incómodo cada vez que la princesa apretaba los dedos. No sólo ejercía presión sobre la cara de Toadette, sino que las arrugas que se formaban hacían el recorrido menos cómodo para su lengua. En lugar de atravesar una superficie lisa, tuvo que cruzar arrugas sucias que sólo dejaban al descubierto más salitre.

Después de dos minutos más de estar atrapada bajo el pie, retrocedió lentamente. Los lados de su cabeza lucían normales, pero la zona central hizo que Minh se riera tanto que le entró hipo. Parecía como si Toadette hubiera tomado un marcador negro y se lo hubiese manchado por todas partes.

—Eso sí que es un pie limpio —animó la florista, señalando el brillante pie izquierdo.

Peach acercó ambos a su regazo para verlos. Se quedó mirando el pie derecho (el que Minh lamió) durante un rato más, y luego dejó los dos en el suelo. Sus labios rojos formaron una sonrisa.

—Sobresaliente. —Flexionó los dedos que estaban empapados de saliva—. Te recomiendo que dejes que tu amiga te enseñe más sobre la adoración de los pies, Toadette. Sus habilidades son las que deberías aspirar a tener tú.

«Porque mi habilidad para lamer pies es lo que determina mi valía».

—Pueden macharse —ordenó Peach, echando la cabeza hacia atrás—. Muchas gracias, T. Minh, por tus servicios.

—De nada, mi princesa.

Toadette guió a Minh hasta la planta baja del castillo. Cuando llegaron al jardín, se aseguró de que nadie las estuviera observando, y corrió hacia el puente más cercano, donde expulsó la suciedad de su estómago al río.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Minh, acercándose rápidamente.

—La suciedad no es sana —gimió Toadette. —No importa cuántas veces me digas que sí.

—Sólo necesitas acostumbrarte un poco más.

—Tengo serias dudas al respecto.

—Si tuvieras mis papilas gustativas, estarías disfrutando ahorita. —Minh hizo ruidos desagradables con los labios mientras se acercaba a Toadette—. Lo que acabo de comer fue mi almuerzo.

—¡Qué asco!

—Es como el regaliz negro. Los que lo odian lo detestan absolutamente, pero los que lo adoran saborean cada oportunidad que tienen de comerlo. —Se quitó una bota, sintiendo el frío en sus dedos—. Si me hubieran avisado, me hubiera lavado los pies, pero mira esto.

Su pie tenía una suciedad diferente a la de Peach. Era mucho más mojada, con una textura que recordaba a una acuarela goteando. Se subió a la barandilla del puente y movió el pie cerca de la cara de Toadette, riéndose.

—Puede que te parezca repugnante, pero si no fuera mi propio pie, se me haría agua la boca.

Toadette observó el pie de Minh por más de diez segundos, sin decir una palabra ni mover un solo músculo. No fue hasta que Minh hizo un gesto con los dedos que reaccionó.

—Respeto tu preferencia increíblemente asquerosa, Minh.

—Ojalá más personas fueran tan abiertas —suspiró, acercando el pie a Toadette.

Y así, los ojos de Toadette volvieron a clavarse en el pie de Minh. Sólo que ahora sus mejillas estaban cambiando de color, perdiendo su tinte verde y entrando en la zona roja. Las pequeñas bocanadas de aire frío que salían de sus labios eran cada vez más pequeñas.

Minh abrió los regordetes dedos y sonrió lentamente cuando el sonido del sudor al chapotear sacó a Toadette de su trance.

—¿Qué? —Toadette parpadeó rápidamente, apartando la mirada antes de volver a echar un vistazo al pie de Minh—. Ya te entendí. No hace falta que me enseñes el pie, ¿me escuchas?

—Hmm… Por supuesto. —Minh volvió a calzarse la bota despreocupadamente y abrazó a Toadette—. Me encantaría frotar esos preciosos pies de nailon, pero tengo mis responsabilidades y todo eso.

—Ah.

Minh salió corriendo por el castillo, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en el pecho. Era raro que se moviera con tanta velocidad, sobre todo con el calor tan extremo, pero sus pies no pararon hasta que alcanzó las puertas del castillo. Al regresar al centro de Ciudad Toad, se dirigió a su tienda, recordando las expresiones de Toadette que acababa de ver. No obstante, se tomó un momento para calmarse antes de entrar.

—Aquí estoy —gritó—. ¿Sofí?

Al ver a Yasmín detrás del mostrador durante el horario comercial, Minh se puso seria.

—Más vale que no esté…

—Intenté detenerla —dijo rotundamente la niña.

Minh dejó de brincar y subió las escaleras con rapidez, llamando a su prima por segunda vez. No recibió respuesta. Abrió de golpe la puerta de su habitación y entró.

—¡Minh-Minh! Oye, ¿cuál es la contraseña de tu computadora? —Sofía se levantó al instante de la silla, haciendo espacio para la dueña—. Es que quiero hacer una búsqueda básica en Internet, y mi teléfono se está cargando, así que…

Minh se limitó a negar con la cabeza, soltando un suspiro.

—¿Qué tal si utilizas una cuenta de invitado?

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Nota del autor:
Ha llegado la primera vez que lamen los pies sucios este arco. A algunos les parece asqueroso, pero a mí me encantan la textura y el sabor que la tierra natural y la mugre pueden otorgar a las plantas de los pies. Es ese pequeño detalle lo que me haría querer a Minh como novia más que a Toadette. Acepten la suciedad, gente.
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