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Rated: GC · Book · Fanfiction · #2328963
Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.
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#1083520 added February 8, 2025 at 10:00am
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Capítulo 76 - Una cálida navegación invernal
Tras una semana de estancia en la pequeña Ciudad Toad, Sofía se dispuso a regresar a su vida más lujosa. Sin embargo, no pudo evitar sonreír al ver lo bien que había ordenado la casa de su prima. En la planta baja, le dio un rápido abrazo a la Toad más joven.

—Nos vemos en mi próximo cumpleaños —le dijo Minh, con su expresión aún brillante.

—Monta algún día el Ricachón Exprés. —Sofía le frotó el sombrero.

—Y tú, Yas… —Minh abrazó a su primita, esta vez asegurándose de que sólo la besara en la mejilla para evitar una ola de saliva en su boca—. Recuerda que siempre puedes llamarme si tienes problemas.

—Como si no lo supiera —murmuró Sofía.

—Bueno, nunca nos ayuda si está reprimiendo sus emociones. ¿Me oyes, Yas?

—Sí. Adiós, Minh-Minh…

—¿Por qué suenas así? —se rió Minh, tocándole el cabello a Yasmín—. Voy a visitarlas este año como siempre.

—Si me siento loca, quizá veranearemos en este pequeño lugar. ¿Quién sabe? —Sofía agarró la mano de su hermanita—. Hasta la próxima, Minh-Minh. Oye, asegúrate de investigar a tu hombre antes de enrollarte con él, ¿me entiendes?

—Por supuesto. —La sonrisa de Minh luchaba para mantenerse.

Y salieron del edificio, con la mirada alegre de Sofía desapareciendo por un segundo.

***


Mientras las primas subían al autobús en la parte central de Ciudad Toad, Toadette subió a otro en el extremo norte, justo enfrente del castillo de la princesa. Suspiró y se acomodó en el asiento trasero. Su mente daba vueltas a las diversas aventuras que podría vivir en este viaje a la isla Lavalava.

«Probablemente esté luchando contra una Planta Piraña empapada en lava o haya conseguido congelarse en ese volcán. Pero a mí me llama la tonta».

Miró sus botas y una pequeña sonrisa se dibujó en su cara. ¿Era avaricioso esperar una recompensa por salvarle la vida a un idiota?

En ese momento su celular vibró en su bolsillo.

—Buenos días, Toadette —sonó la voz de Minh al otro lado—. Sofí y Yas acaban de salir…

—Perfecto.

Hubo un momento de silencio antes de que Minh volviera a hablar.

—¿Quieres venir?

—¿El negocio está otra vez lento en esta época? —Toadette miró por la ventanilla—. Lo siento, pero tengo que ir a rescatar a un tonto.

—¿Eh?

—¿Te acuerdas de tu amigo el capitán? Sí, se metió en un lío en la isla Lavalava. Y en vez de dejar que su tripulación se llevara todo el crédito, decidí intervenir yo.

—¿Y la princesa te deja hacerlo? ¿No será peligroso?

—Después de todas las aventuras locas que hemos vivido juntas, como los desiertos, ahogamientos y esas cosas antes de trabajar para Peach, ¿de verdad crees que me asusta un poco de lava? Es más, no tengo ganas de esperar a la primavera para disfrutar del calor.

—¿Por qué no ir allá con sus hombres entonces? Todos juntos.

—Porque… —Toadette continuó mirando sus zapatos—. Porque yo soy la protagonista de esta historia. Ups, ¡no te escucho, Minh! ¡Creo que la conexión está mala!

Colgó, riendo entre dientes. Imaginar que el capitán Toad iba a chuparle los pies por horas como regalo de agradecimiento hizo que el resto del viaje fuera una alegría. Eventualmente Toadette llegó a los muelles de Ciudad Toad. Ahí pudo ver un barco pequeño con una bandera que lo proclamaba como «exclusivo para el personal de la princesa Peach».

Pero también vio a alguien jadeando, con bocanadas de escarcha escapando de su boca.

—No tienes ninguna confianza en mí, ¿eh?

—Necesito saber que vuelves a la casa de una pieza. —Minh corrió hacia Toadette, con su enorme bolso rebotando a cada paso. La atrajo hacia sí para darle un beso. Toadette trató instintivamente de apartarse, con la vergüenza llenando sus mejillas a pesar de que el lugar estaba muy vacío. Pero el amor de Minh ganó la batalla, ya que logró deslizar su lengua en la boca de Toadette, provocándole un escalofrío. Entonces Minh se apartó mientras se relamía—. Eres sabrosa…

—Y tú eres asquerosa —gimió Toadette, escupiendo como si tuviera veneno en la lengua—. Pero supongo que no sería una aventura de verdad sin ti.

—No. Y después de todo esto, definitivamente vas a necesitar un masaje en los pies.

Pero no era de ella de quien Toadette quería recibirlo.

Las chicas se embarcaron. Siendo un barco que le pertenecía a Peach, el espacio era bastante limitado. El habitáculo, excluida la cabina del capitán, era apenas del tamaño de una habitación para un bebé. En momentos como éste, Toadette y Minh se sentían afortunadas por su herencia; su estatura más baja les facilitaba moverse en el espacio pequeño, y les ahorraba la claustrofobia que podía abrumar a los humanos o a otras razas.

Toadette subió a la litera superior, y Minh se acomodaba en la inferior. En pocos minutos el barco se alejó de los muelles. Las olas heladas chocaban con él con fiereza, dejando a las Toads pocas veces un momento de quietud.

Minh se quitó la bota, considerando la posibilidad de quedarse con los calcetines puestos debido a la temperatura.

—Es un rollo no poder platicar con la gente de nuestra situación.

—¿Te refieras a tu prima irritante? No tiene por qué importarle. —Toadette colgó las piernas sobre el borde de la litera—. ¿Y qué si quiero joderte?



Oír esas palabras viniendo de Toadette nunca fue menos extraño para Minh.

—Se supone que soy la imagen de la pureza: la chica dulce e inocente de Ciudad Toad. Prácticamente me mudé aquí con esa imagen.

—Entiendo que no quieras que tu fetiche sea público, ¿pero sexo casual? Quiero decir…

—Eres una chica, Toadette. —Minh se paseó por la pequeña habitación—. Si yo fuera un chico con un gran pene, podría acostarme con diez personas y todos me verían como un héroe. Pregúntale al capitán Toad. Pero como chica, si me ven con más de un amante, de repente soy la más asquerosa de la ciudad. Voy de ser un ángel a ser un demonio.

—Oh. —Toadette se frotó la nuca—. Eso sí es un problema.

—Incluso si fuera aceptable, es un efecto dominó esperando a suceder. Ser una adicta al sexo ya es complicado, pero tener fetiches muy particulares, que son mal vistos en nuestro gigantesco reino, es… Digamos que no tengo planes de abrir esa caja de pandora.

—Ya veo. —Toadette hizo un gesto con la mano—. Al menos no tienes por qué preocuparte de que yo hable de tu estilo de vida.

Minh dejó de andar y miró el pie de su amiga.

—Increíble —se susurró.

—Teniendo en cuenta que tu prima es una bocazas, es la última persona que queremos que se entere de esto.

—Si solamente no estuviera siempre preguntándome sobre mi vida amorosa…

—Ya eres adulta. Razón de más para no decirle nada. —Toadette apretó los dedos de sus pies de nailon para que la nariz y los labios de Minh quedaran pegados bajo ellos—. Además, ¿no son las cosas más excitantes cuando se hacen en secreto?

Minh gimió, con el suave aroma de Toadette invadiendo sus fosas nasales. Entonces se echó hacia atrás y chupó sus dedos, para deleite de la Toad más joven. Toadette apretó las sábanas y se mordió el labio, dejando escapar un leve gemido.

—Puedo chupar más fuerte si quieres —susurró Minh.

—Claro…

Con una sonrisa, Minh se subió a la cama y se tumbó de lado, chupando los dedos de Toadette desde una posición más cómoda. Mientras tanto, Toadette disfrutaba del placer de ver cómo los dedos de Minh se apretaban. Parecía moverlos rítmicamente y de forma deliberada. A pesar de no tener la flexibilidad de Toadette, Minh la dejó bien impresionada con lo intensamente que podía doblar sus pies.

—Sabes… yo también puedo chuparte los dedos si quieres —ofreció Toadette, suavizando un poco su voz.

—Me alegro de que hayas dicho eso. Porque hay algo que quería preguntarte.

—¿Cómo?

Minh besó el dedo gordo y se acercó a Toadette. Le acarició la cara mientras los cuatro pies se tocaron.

—Desde Ciudad Champiñón, cada vez te sientes más cómoda con los pies. Te comiste las palomitas que tenía entre los dedos, me adoraste en la sala de juegos, intentaste comerte un malvavisco que estaba bajo mi pie, no tuviste problema en chupármelos para que pudiera producir más leche para el festival, y te la pasaste bien cuando le lamí los pies a ti y a tu familia durante el festival.

Toadette parpadeó lentamente. Pero Minh la cortó antes de que pudiera responder.

—También recuerdo que mencionaste que te encantaban mis pies antes de que te envenenaran. Al principio pensé que era el veneno el que te hacía perder la cabeza, pero… —Su voz se hizo más profunda—. Y sería mentira si afirmara que el fondo de pantalla de tu celular no me dio curiosidad.

—Esto es un montón de acumulación, pero sinceramente no sé qué quieres decir.

—Ya te dije que, si sigues con todo esto de los pies, te vas a meter más en la madriguera del conejo.

Tiró de Toadette más cerca, con sus pelvis y sombreros ahora presionando uno contra el otro. Toadette dejó escapar un suave gemido cuando Minh le aplicó presión en los pies.

—¿Te he echado una maldición, bebe?

Lentamente Toadette sacudió la cabeza. Sin embargo, lo único que provocó fue una amplia sonrisa de Minh, que inmediatamente se lanzó a por otro beso.

—Lo entiendo —dijo, acariciando el rostro de Toadette—. No fue fácil para mí aceptar que formaba parte de mí.

—Acabo de decirte que no —respondió Toadette con confusión.

—Pero tu cuerpo me dice que sí. —Las manos de Minh se encontraron en la ingle de su amiga, hurgando en sus pantalones para descubrir si había humedad. Su sonrisa se hizo más intensa cuando sus dedos hallaron una mancha de los calzones de Toadette.

Más que segura de sus sospechas, Minh se quitó los calcetines y volvió a su posición cerca de los pies empapados de Toadette.

—Si quieres chupar mis dedos deliciosos, hazlo ya. —Los abrió en abanico—. Chúpalos.

La respiración de Toadette se entrecortó. Pero su corazón latía con fuerza contra su pecho. Sus puños se curvaron, sus labios temblaron, y sus ojos se cerraron. Todo se tensó.

Un sonido húmedo fue seguido por una serie de ruidos viscosos.

Toadette se metió en la boca los dedos de Minh, esta vez sin filtro para sus gemidos. Dejó escapar un leve gemido mientras los chupaba con todas sus fuerzas. La risa de Minh sólo la animó a chupar con más poder.

—Jeje. ¿Tan difícil era? —gimió la florista mientras lamía las plantas de su amiga.

Toadette babeó los dedos más pequeños. Fue entonces cuando se dio cuenta del origen del sabor que estaba probando. No era sólo el sudor del esprint de Minh hasta los muelles; la más leve capa de suciedad adornaba las plantas y los dedos. La suciedad ya había hecho vomitar a Toadette, pero este pequeño detalle intensificó su hambre y la hizo lamer con más ganas. El rico sabor la atraía a los pies como las abejas a néctar.

La sensación de que le lamieran los pies al mismo tiempo la hizo estremecerse. Una vez más le trajo recuerdos de la situación de la caja de juguetes, sólo que aún mejor sin la serie de descargas eléctricas.

Minh sintió una oleada de energía que no había sentido desde que le reveló a Toadette su gusto por los pies. La idea de que ambas chicas compartían ahora un secreto travieso, que en el caso de Toadette era culpa de Minh, la motivó a darlo todo adorando los pies de Toadette. En cuanto terminó de mojar las plantas y chupar los dedos, comenzó a lamer la parte superior de los pies como un animal.

Los pies de Toadette empezaron a temblar.

—Ah… —Se echó hacia atrás al sentir que iba a venirse. Su concha palpitaba y tenía espasmos, con sus jugos filtrándose a través de sus calzones y manchando sus pantalones—. ¡Ay, carajo!

—No tardaste mucho —dijo Minh con una risita. Pasó la lengua entre los dedos de Toadette—. ¿Te gusta?

La única respuesta de Toadette fue un gemido suave. Mantuvo los pies mojados de Minh justo frente a su cara, simplemente admirando su forma regordeta. Mientras caía de su subidón de dopamina, sus ojos se perdían en el techo, y respiraba con dificultad.

«Va a ser tan divertido», pensó Minh, dándole un último beso al pie de Toadette antes de dejarse caer al suelo.

Mientras celebraba en su mente el triunfo de haber llevado a Toadette al lado oscuro, Minh miró por la ventanilla y se fijó en las nubes grises. Las chicas estaban tan entretenidas que ni se dieron cuenta de la tormenta que las rodeaba. La lluvia por sí sola no habría molestado mucho a Minh, pero se enfrentaban a algo más que agua. Caía el granizo, transformando las aguas ya agitadas en un desmadre de olas y explosiones acuáticas. Los impactos contra el barco eran tan intensos que parecía que alguien lo estaba golpeando sin parar.

—¡Dios! —Minh agarró con fuerza el somier mientras el barco se inclinaba peligrosamente hacia un lado—. Más vale que el capitán Toad aprecie que nos juguemos la vida por él.

Toadette permaneció en silencio.

—Oye, con todas las locuras que nos pueden estar esperando, sería justo que le pidieras una recompensa después de que lo encontremos —sugirió Minh—. Tal vez…

—Ya quiero que haga exactamente lo que estás pensando —murmuró Toadette. Aún era incapaz de procesar el hecho de que Minh conociera su secreto. Tardó más de diez años en descubrir que Minh estaba enamorada de sus pies, y ahora Minh tardó menos de un solo año. Una señal de vergüenza, si es que alguna vez la hubo, para la chica rosa.

—Ah, me gusta como suena eso. Quiero ver a quién más puedo adoctrinar en la religión del fetichismo de pies.

—Buena suerte haciendo que le guste a él. Es testarudo.

—¿Me estás diciendo que se lo contaste a él antes que a mí?

—Él… —La vergüenza de Toadette se duplicó—. Se enteró el mismo mes que lo obtuve.

—Te estaba dando el beneficio de la duda. Pero si quieres que no se entere tanta gente, sería bueno que te diera algunos consejos para que lo ocultes cuando estés en público—. Minh se miró la planta de los pies—. Tú y Toad son los únicos que me han pillado.

—Ni idea de cómo no te han pillado más. Como toda la gente con la que te has acostado.

—¿Quién dijo que todos y cada uno de ellos no tienen ni idea?

—¿Qué dices? ¿Los chantajeaste o algo así?

—Prefiero llamarlo «negociar». Así funciona el mundo, Toadette. Le pago a Juan Pérez y hago que prometa que no le cuente a nadie cómo me acosté con él, y yo no le digo a toda la ciudad cómo me pidió que la atara su cosita como un globo.

—Ah, ésa sería la forma más inteligente de… ¿Qué carajos acabas de decir?

—Jejeje. Y tienen el descaro de decir que gustarle los pies es lo más extraño. —Minh mostró sus dientes brillantes—. No te preocupes. Su pene volvió a funcionar con normalidad en unas dos semanas.

El resto del viaje siguió siendo agitado, incluso cuando caía la noche y las chicas intentaban conciliar el sueño. La litera temblaba cada vez que el granizo golpeaba el barco. Toadette, exhausta, suspiró, deseando poder bloquear el ruido y quedarse dormida. Mientras tanto, Minh simplemente miraba fijamente en la oscuridad del cuarto.

—¿Qué te gusta de mis pies, Toadette?

—Ay, y estaba a punto de dormirme…

—Ups.

—A ver… —Toadette soltó un largo bostezo—. Son tan carnosos, grandes, esponjosos… Son como almohadas.

—Qué interesante. Pues todo lo que a mí me gusta de tus pies es lo contrario de lo que has dicho. Ojalá los tuviera tan delgados y largos como tú.

—Prefiero tener un poco de carnosidad que sentirme como un esqueleto.

—Mejor prepárate, Toadette, porque quiero descubrir todo lo que te excita. Quizá un poco de acción con mis zapatos; la palabra «shoeplay» lo describe muy bien.

—No tengo ni idea qué significa. Mira, son bonitos. Lo digo en serio. No sabes lo incómodo que se siente decirte todo esto, pero…

—Y tú no sabes cuánto me emociona esto. Es como si tuviera a mi propia alumna a la que debo entrenar. Va a ser genial, Toadette. Vas a salir sabiendo un millón de cositas que jamás hubieras sabido si… ¿Toadette?

Los ronquidos más suaves llenaron la litera de arriba mientras Toadette se recostaba de lado. Minh sonrió, tirando de las mantas sobre su busto.

—Buenas noches, mi amor.

***


—Señoritas, hemos llegado a su destino.

Minh se frotó los ojos y se movió un poco. En cuanto Toadette tocó el suelo, la florista la vio inmediatamente. Se centró intensamente en su mejor amiga, asegurándose de captar lo que Toadette estaba mirando. En este caso, Toadette había fijado su atención en los pies de Minh, que seguían cubiertos por calcetines, por dos segundos.

—Para que lo sepas, no voy a chuparte el veneno de los pies si te muerde un Arbusto M. —advirtió Toadette.

—Lo escucho, capitán Toad.

—Ahora… —Toadette sacó la mano por la ventanilla—. Podemos usar sandalias, pero yo elijo lo seguro y me quedo con mis zapatos bajos. Ya sabes, los apestosos.

—Una elección deliciosa. —Minh sacó unas chanclas de su bolso—. Pies malolientes pueden ser fantásticos, pero no cuando están demasiado apretados y encerrados.

Toadette se rió ligeramente al ver los pies de Minh. Cuando volvió a mirarle la cara, Minh le lanzó una sonrisa pícara y comenzó a mover los dedos. Toadette sintió un cosquilleo en el estómago.

—¿Te sientes lista para esta misión? —le preguntó Minh.

—Claro. —Toadette se ajustó los lentes—. Sólo son pies. No pensaré en tocarlos ni nada cuando nuestra prioridad es rescatar al idiota.

—Cuidado. Recuerdo haber cometido muchos errores porque dejaba que los pies me distrajeran, sobre todo en cuarto. Uf, ese primer año en el que descubrí mi amor por los pies fue un desmadre.

—Menos mal que tengo diecinueve años y no nueve. —Toadette salió a la suave hierba, dejando que el leve calor de la isla Lavalava adornara su cuerpo—. Busquemos a nuestro querido Toady.

—¿Toady?

—Sí, Toady. ¿Acaso crees que voy a llamarlo Toad todo el tiempo?

—Así lo llama su mamá —se rió Minh—. Eso lo va a irritar. Entonces definitivamente deberías hacerlo.

----------

Nota del autor:
¡Finalmente Toadette ya no tiene que esconder su fetiche de Minh!

Pensé mucho en esta decisión. La verdad, cuando los borradores finales del arco empezaron a surgir, esperaba que Toadette mantuviera su fetiche en secreto hasta el final. Aunque podría haber sido interesante verla ocultándoselo a Minh durante su etapa de amigas con derecho a roce, sentí que ya habíamos visto suficiente de eso en el segundo arco.

Y ahora se abre muchas posibilidades para lo que Toadette puede hacerle a los pies de su amiga.
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