A man meets his replacement (spanish) |
Durante 28 largos años había trabajado en la misma compañía. Ahí se desvanecieron mis ilusiones, mi salud, mi vida. Sólo restaban dos años, dos años más. Pero tuvo que aparecer él. Lo vi por primera vez al entrar a la oficina. Camino a mi cubículo pasé a su lado sin realmente tomarlo en cuenta: De tez grisácea y anatomía compacta, como él ya habían muchos, y nunca me habían interesado. Apenas llegué al cubículo recibí un mensaje de mi jefe. “Necesito que vengas inmediatamente” enunciaba. Al atravesar el largo pasillo camino a su oficina, volví a verlo, recargado contra la escueta pared, arrogante, indiferente. “Tengo una mala noticia”, fue lo que escuché de mi jefe apenas entré a su oficina. Con la mirada en el vacío, golpeando las yemas de sus dedos nerviosamente, me lo dijo sin rodeos: “Lo siento, hoy es tu último día”. Al escuchar sus palabras sentí que se ofuscaba mi mente. Buscaba razones, buscaba salidas, pero no encontraba nada. “¿Por qué?”, grité sin percatarme. “¿Cómo pueden remplazarme? Yo sé todo de esta compañía”, dije. “También tu reemplazo”, respondió. Su respuesta no tenía sentido, ¿Cómo era posible que alguien supiera tanto como yo? “Sabrá lo que quieras, pero no tiene mi experiencia”, exclamé. “Te equivocas, sus decisiones son mucho más sólidas que las tuyas” exclamó, como si conociera ya la respuesta a todas mis preguntas. “Lo siento, pero es mucho mejor que tú en todos sentidos, y es además mucho más económico”, agregó. Al borde de la desesperación, con la angustia de ser un viejo que no sabe hacer otra cosa apretándome desde adentro, rogué: “Por favor, puedo trabajar más horas al día”. Él tan solo añadió “No es suficiente. Hagas lo que hagas, no es suficiente”. Enseguida lo vi de nuevo. Al principio no comprendía, pero la realidad me golpeó súbitamente. “No es posible. No puede estar pasando esto, es denigrante” dije a punto de romper en llanto. “Lo sé, pero no puedo hacer nada al respecto. Este mundo ya no es nuestro” contestó. En ese instante recibió un mensaje de su propio jefe. “Necesito que vengas inmediatamente” enunciaba. Su rostro palideció súbitamente. Tembloroso, levantó la vista y me dijo con una voz doliente: “No podemos hacer nada. Al final, todos seremos reemplazados”. |