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Rated: GC · Fiction · Erotica · #2330542
Sora se divierte una noche con los pies dormidos de Selphie.




—Lo que aprendimos de esta noche es que realmente necesitas estudiar más, Sora.

—Voy a estar bien.

Sora había invitado a Selphie a su casa para que le ayudara a estudiar. Aunque Selphie parecía muy despreocupada, sus excelentes notas avergonzaban a las de Sora. Los chicos, que tenían catorce años, llevaban tres horas metidos en las matemáticas, y Selphie se frotaba los ojos, dispuesta a irse a casa.

—Puedes quedarte si quieres —dijo Sora, agarrándola del brazo.

—Como si a tu mamá le pareciera bien.

—No le importará. —Sonrió satisfecho—. Pero si quieres andar en la oscuridad, adelante.

Sin pijama, Selphie tuvo que ponerse la ropa de Sora. Era un milagro que tuvieran una talla parecida, aunque muchos de los pantalones de Sora le quedaban un poco holgados. Y como ella no tenía ropa interior, provocó algunas risitas de Sora al verla tener que estar sujetándose constantemente los pantalones.

Sin embargo, la visión más interesante venía de debajo de los pantalones.

Selphie era diferente de la otra amiga cercana de Sora porque le gustaba enseñar sus pies. Siempre que salían de la escuela, mostraba con orgullo los pies desnudos en sus sandalias duras. Nunca se pintaba las uñas, y solía dejar que le crecieran más que a las demás chicas.

Mientras Sora la observaba pasear por su pequeña casa, su corazón se llenaba de alegría. La planta de sus pies atraía polvo, arena y suciedad, además de sudar un poco por el calor.

Una vez terminada la cena, Sora la invitó a su cama.

—No, no, no. Puedo dormir en el sofá de abajo —insistió ella—. Tendría que lavarme los pies…

—No es necesario. —Sora mulló una almohada—. Créeme, podrían estar completamente negros.

—Estás bromando. —Selphie se miró los dedos, moviéndolos.

Entonces Sora llevó a Selphie a su cama, tumbándola con ternura, como si fueran una pareja. Selphie soltó una risita al sentir el contacto inesperado, y su respiración se hizo más ligera cuando Sora se inclinó hacia ella. Cuando ella sintió sus suaves labios en su mejilla, se sorprendió y jadeó. Pero en lugar de decir algo, Sora simplemente apagó las luces y se metió en la cama. Dejó escapar un suave gemido cuando sus pies tocaron los de Selphie. La chica de cabello castaño intentó mover los suyos, preocupada por estar molestando a Sora. Pero, para su sorpresa, sólo consiguió que Sora la persiguiera. Los dedos de él se entrelazaron con los de ella al sentir su aliento contra su cara.

—Buenas noches, Selphie —susurró.

—Buenas… Buenas noches. —Un suave rubor llenó su cara al sentir el pecho de Sora contra el suyo.

***


Dos horas después de que Selphie hubiera caído en un sueño profundo, Sora miraba su rostro con atención.

Sus rasgos de muñeca lo hipnotizaron. Sin poder evitarlo, Sora se inclinó y apretó los labios contra los suyos. Cuando intentó introducir la lengua en su boca, escuchó un suave suspiro y se detuvo. Sin embargo, gimió, tragando el poco de saliva de Selphie que le quedaba en los labios.

«Mmm… Espero que mis pies no hayan robado a los tuyos toda la suciedad…», pensó él.

Se puso de puntillas hasta el final de la cama y levantó lentamente las sábanas para ver los pies de Selphie. Su forma le produjo un cálido estremecimiento.

Aunque los pies de Selphie no eran carnosos como los de Kairi, su curvatura lo compensaba. Sus arcos eran increíbles, y sus delicados dedos tenían una cualidad que hacía latir más rápido el corazón de Sora. No pudo evitar soltar una risita, como si fuera su cumpleaños.

Para rematar este regalo fantástico, sus pies estaban cubiertos de una ligera capa de suciedad. Tras horas de dar vueltas en la cama, se mezclaba perfectamente con su sudor, creando una bella capa gris de mugre. Era el toque perfecto para añadir un poquito de sabor, sin llegar a ser tan oscura que Sora necesitase agua.

Aún no había tocado sus pies, y su pene ya se movía en su estado duro.

Olfateó la planta de los pies con un suspiro.

—Ah… Vaya, vaya…

Con cada olfateo, su sonrisa se hacía más amplia. Había algo peculiar en el aroma de los pies de Selphie. Aunque había un ligero toque de crema, el olor era predominantemente natural. No se sabía que sus pies apestaran como los de Sora, pero aun así tenían un aroma suficiente para ser percibidos a corta distancia. Si él podía percibirlos a centímetros de distancia, entonces necesitaba ver cómo sería si se sumergía en ellos.

El adolescente apoyó la nariz bajo los deditos de Selphie y olió con fuerza. Sus dedos se movieron por el viento.

La verga de Sora se erizó. Durante los siguientes minutos, el chico disfrutó lentamente del aroma de los pies de Selphie. Se acariciaba todas las zonas de sí mismo, desde la cara hasta los muslos, pero nunca se tocaba la erección. Esto le producía un cosquilleo satisfactorio que no provocaría una eyaculación precoz. Después de todo, los planes de Sora para los pies de Selphie iban mucho más allá de unas gotas de esperma.

«¿Quién iba a decir que sus pies podían oler tan bien?».

Le plantó un besito en el dedo gordo.

Los pies de Selphie tenían una textura áspera que llamó la atención de Sora. Aunque eran ásperos, había una calidez que lo mantenía bajo su hechizo. En todo caso, la aspereza no hacía sino mejorar la experiencia para sus labios. Pasar del talón seco a la bola callosa de su pie fue toda una aventura para el joven Sora, y le dejó la cara roja.

«Sí pudieras abrir la boca, te haría esto».

Y le metió la lengua entre los dedos, moviéndola arriba y abajo repetidamente.

Fue entonces cuando empezó a masajearse bien el pene. Se bajó los pantalones y acarició su miembro mientras saboreaba las plantas dormidas de Selphie.

Sus pies eran más salados de lo que esperaba, pero su sabor exquisito lo mantuvo enganchado. Sora gemía ligeramente mientras olía y chupaba sus pies.

—Ñyn…

Él se detuvo, agachándose bajo la cama. No sabía si Selphie lo había pillado o no. Pero sí sabía que algo se movía en la cama. Tras medio minuto de tensión, por fin se paró, sólo para ver que ella simplemente se había puesto de lado.

Volvió a subirse a la cama, y su cara encajó perfectamente en los arcos de Selphie. Siguió sorbiendo y chupando sus plantas. Cuando sintió que sus dedos se retorcían en su boca, no pudo evitar soltar una risita de satisfacción. Era como si estuvieran suplicando que los chupase con más fuerza, y así lo hizo. Los chupaba con tanta fuerza que creía que estaba ablandando las uñas endurecidas de Selphie.

Mientras la daba un baño de saliva en los pies, Sora golpeaba su pene con el doble de fuerza. Era obvio que meterse entre los dedos de Selphie le producía un subidón de adrenalina. Ya fuera por el sabor salado o por el aroma mágico, esas bolsas de sal hacían que su pene se emocionase.

—Hace… cosquillas… —Ésas eran las primeras palabras que Selphie había murmurado en toda la noche mientras dormía, pero Sora no la había oído. Estaba sordo de tanto escucharse lamerle hambriento los grandes pies.

«Qué pies tan increíbles tienes…».

Pasándole la lengua por el talón, comió Sora cada granito crujiente de arena de su paseo descalzo por su casa.

Cuando tuvo los pies de Selphie completamente empapados y arrugados, decidió rodarla boca abajo. Luego elevó con cuidado sus pies y los puso sobre su regazo. Los deditos volvieron a crisparse, esta vez provocándole un cosquilleo en el pene. Sora entonces agarró sus pies por los arcos y los apretó contra su pene lentamente. La sensación áspera y húmeda de ellos deslizándose contra su pene carnoso era surrealista.

Se mordió el labio, ruborizándose más al observar las hermosas plantas de Selphie atrapando su pene.

Selphie dejó escapar otro gemido, moviendo los dedos por dos segundos. Pero al escucharla murmurar tan suavemente, Sora se dio cuenta de que lo único que significaba era que estaba muy profunda en el país de los sueños. Tal vez soñaba que le daban un masaje en los pies, sin saber de que estaba recibiendo uno en la vida real.

«¿Te gusta que te jode los pies, Selphie? Puedo hacerlo más fuerte».

Con cada empujón llegaba una nueva sacudida de energía de Sora. Y se traducía en su gemido más fuerte de toda la noche.

Echó la cabeza hacia atrás y roció su semen por todas las plantas cremosas de Selphie. La sustancia pegajosa goteó sobre las sábanas. Para su sorpresa, algunos chorros salieron disparados tan lejos que aterrizaron en el cabello y la nuca de Selphie.

«¡Más despacio, Sora! Ay… ¡No puedo! ¡Qué bien me sienten sus pies!».

Los chorretones de semen sólo servían para lubricarlo más mientras practicaba sexo con sus pies. Pero cuando su pene se volvió muy sensible, levantó cuidadosamente los pies de Selphie. La lujuria permanecía en sus ojos, y comenzó a chuparle el semen de los pies. Era tan espesa como el pegamento, sobre todo entre los dedos, pero él estaba lo bastante atento como para no perderse ni una gotita. Si antes pensaba que sus pies estaban salados, al lamer su sustancia de sus pies, su lengua tenía demasiada sal.

Tras tragarse el semen, lamió lo que quedaba de las sábanas, y luego usó las manos para retirarlo del pelo y nuca de Selphie. Sora se aseó en el baño y volvió a meterse en la cama para mirar a Selphie una vez más.

—Me encantan tus pies —susurró, besándola en la boca. Luego cerró los ojos.

—No me digas…
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