BITÁCORA ONÍRICA: Una breve perspectiva poética de los sueños más inusuales. |
BITÁCORA ONÍRICA I: IMPACTO. ¿A caso un día cualquiera?, al caminar el calor del sol sobre mi rostro me hacía apresurar el paso sobre el brillante pavimento mientras alegremente todos salían sin preocupación alguna: caminan hablando animadamente desapareciendo en el horizonte de la larga avenida, pareciera que observaba al mundo fuera de mí mismo. Al pie de la reja negra que dejaba pasar las enmarañadas ramas y hojas de la flora veraniega entre sus barrotes, sin darme cuenta, me encontré ya hablando del que será, del futuro por venir. ¡Preciosa amistad! Pensé para mí para al ver a mi interlocutora sin poder identificarla claramente, estaba frente a mí, y sin embargo no podía reconocerla... De repente, se acerco desde el horizonte a gran velocidad una figura que parecía no detenerse, miré extrañado sin lograr adivinar que era, todos corrieron agitados, sin embargo no pude más que quedarme en ese lugar, solo veía frente a mí esa mirada perdida, vidriosa, que pareciera detenerse en el tiempo mientras la fuerza y el estruendo pasaban de largo como un ráfaga de viento. Cerré los ojos al aferrarme a los débiles barrotes que se tambalearon mientras temblaba la tierra bajo mis pies, luego llegó la calma: todo se calló, todo se oscureció. BITÁCORA ONÍRICA II: LUCHA INTERIOR. Inmóvil, de pronto me vi ahí, solo entre la gente, en menos de un segundo había perdido todo el sentido de mi vida, me encontraba entonces sin saber a donde iba, sin un rumbo, sin una dirección, sin un destino. Pensé un poco en mis problemas y me acongoje al recordarlos rodeado de tanta gente que simplemente, a mi parecer, me veía morir en esa sensación de inminente desastre, de peligro, de vacío. Esa sed que se convirtió en ironía al sentir la humedad de mi rostro, con abundante líquido en mis manos me sentía sediento a sobremanera. Mirando a los otros, solo vislumbraba sus penas; llanto y dolor había a mis alrededores, y entonces callé, solo callé para terminar la discusión incesante que dentro de mí se desataba, desapareció para siempre, o al menos lo hizo todo lo que una ves fui... BITÁCORA ONÍRICA III: SOLO EN LA OSCURIDAD. Una vez más era parte de la energía en el universo, pero si mis ojos se cerraban desaparecía. “¡No quiero difuminarme, no quiero difundirme con el aire pues vuelvo a morir!”, sin embargo, levantar la mirada me estremecía pues no lograba ver nada, ya no podía sentir nada... Mi instinto me gritaba: “corre, sálvate de esta obscuridad”, pero no quise escuchar a nada, a nadie, no quise escucharme ni siquiera a mi mismo. Lentamente me levanté, mi cuerpo solo se elevaba entre el vacío, siguiendo mis ordenes desafiando toda lógica, finalmente mis pies pudieron alcanzar a tocar el suelo. Me mantuve de pie observando ese horizonte sombrío: nada, solo niebla obscura, vacío, todos habían desaparecido. El silencio me dejó escuchar una vez mas mi instinto peleando con mi consciencia, intenté eludir el bullicio que me agobiaba desde el interior, simplemente me decidí a huir de ahí…. Camino, pronto corro, pronto caigo rendido y de nuevo cierro los ojos; de nuevo estoy muerto, de nuevo solo… “¡NO!, no puedo terminar sin haber intentado una vez más”, y en un último intento volví a abrir los ojos lentamente; esperando que, al menos, en una ínfima parte hubiera logrado cambiar la oscuridad. BITÁCORA ONÍRICA IV: SOMBRAS DEL CAMINO. Cual si fuera un fantasma que viene de recónditos reinos estaba ahí, largo e imponente el camino bajo mis pies; despejado, tan solitario tan sombrío, tan temible. Al resguardo de las sombras veía como llegaba a desaparecer entre el abismo, e intentando controlar las propias imagine que emergía fuego de mis manos, casi podía sentirlo quemando desde dentro. “Tal vez a sucedido, por fin he enloquecido”... mis lágrimas cayeron dentro de la oscuridad profunda, no pude encontrarles una razón de ser, simplemente no podía sentir nada, y poco a poco comencé a seguirlas mientras el viento con su caricia las desvaneció por última vez. Caía, no dejaba de caer: esperaba que el final llegara, o al menos el súbito dolor que yacía en el interior de mi memoria extinta, pero simplemente el flujo del tiempo parecía no permitírmelo. Exhausto dejé de luchar, me quise quedar flotando por siempre en este invisible lecho febril, bajo el rocío de la noche, bajo el manto de las sobras, solo, nada más solo. BITÁCORA ONÍRICA V: ENTRE LA LUZ. Una sensación de calidez expulsó el frío de mis helados huesos, abrí los ojos: flotaba en un haz de luz desde lo más profundo de la oscuridad en el cielo, hasta la tierra que yacía lejana. Parecía que el abismo se abriera ante aquella luz cegadora revelando un nuevo mundo, un nuevo y completo horizonte. Me hundía lentamente, “¿Importa?, quizás no”... estaba embelesado siguiendo el vaivén de las burbujas a mi al rededor, “¿de donde vienen?, ¿como es que salen burbujas de un rayo de luz?. tan luminoso, tan azul, tan místico...”. Un fuerte sonido que hasta ese momento había sido desconocido para mi interrumpió mis pensamientos, “¿que pasa?, quiero verlo? realmente quiero dejar esta sensación?” finalmente no pude evitar seguir ese fiero instinto de exploración, y traté de incorporarme, más sin embargo me fue imposible dejar de pensar en mi situación actual: “es como flotar en gelatina, parece que bailara resonando con el universo”. Por fin dejo de divagar para abrir los ojos a mi entorno nuevamente; a mi al rededor hay mas que solo un rayo de luz, “al parecer son los rayos de luz encendiéndose”, aparece otro, y otro mas, sin embargo vacíos y fugaces. Mientras sigo observando, de golpe cambia el ambiente, y de repente, la luz me empuja hacia abajo a gran velocidad, quiero tomar aire para gritar pero es inútil, el aire es denso y pesado, y es cuando me doy cuenta; ¡no he estado respirando todo el tiempo! solo aumenta mi desesperación al no conseguir hacerlo, jadeante termino en el fío suelo “Al menos, ya puedo respirar...” siento como se desvanece todo a mi al rededor, o soy yo quizás el que se desvanece. BITÁCORA ONÍRICA VI: CANCIÓN DE LAS DUNAS. Ante mi solamente la tierra arenosa crepitando bajo mis pesados pasos, inmenso paraje desolado de aires turbios, con cielos oscuros y cristalinos bajo un paisaje submarino, a lo lejos la inmensa luna llena en todo su esplendor sumergiéndose desde el cielo, de tal grandeza y brillo que casi podía tocarse, me dirigí hacia ella pues era todo lo que podía ver en la interminable planicie de arena blanca. Al caminar mis pasos se detenían a escuchar cada grano de arena que chocaba contra mis pies, y así, escuchando su canción de agonía continué mi marcha. El murmullo de la canción de aquellos granos de arena continuó guiándome en mi camino, nunca intenté responder a sus lamentos, jamás me pregunte cual sería el dolor detrás de aquellos versos ininteligibles, simplemente me limite seguir mis pasos guiados por el sonido de su canción. Me corroía desde dentro un terrible sentimiento de culpa “no quisiera pisarlos” pensaba mirándolos fijamente esperando su aprobación, pero solo continuaban con su lamento. De pronto el silencio volvió a reinar, y al cesar su canto de elegía me encontré de nuevo solo en el silencio de las dunas frente a un gran muro de piedra, nada detrás nada cerca, solo sus viejas y oxidadas puertas. BITÁCORA ONÍRICA VII: PUERTA ABIERTA. Con trabajo intente abrir las grandes y oxidadas puertas, sin mucha esperanza clamé por ayuda a mis sombras proyectadas sobre la arena, así subí de a poco la enmohecida aldaba, y sin necesidad de más las pesadas puertas cayeron a mis pies; se levanto entonces una ola de polvo cubierta de espuma blanca que enmudeció a esos pocos granos de arena que aún susurraban en el anonimato, tras su paso aquella neblina me dejó entre ver entonces el pie de unas largas y empinadas escaleras con los bordes gastados y ennegrecidos por el polvo, solas en la oscuridad, eternas entre la blancura de la arena, tan solo reflejando de cuando en cuando de manera desdeñosa una ínfima parte de luz de luna en sus paredes. No pude más que atravesar el umbral, pues tras las piedras la arena cobijaba al horizonte llevándose los esbozos de vida. Con una lágrima de la luna me llené de valor y con una concha de sirena atrapé mi luz sin saber si bastaría para ver en la oscuridad, suspiré mientras mis pasos torpes comenzaron a bajar adentrándome en la roca, jugando con la oscuridad. |