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Rated: 18+ · Fiction · Adult · #2296567
Ahora con una aliada en forma de Scootaloo, Cherish tiene acceso a doce pies dulces.
         —Por fin.

         Se envió el último archivo. Cherish había pasado la noche en vela para comprimir y mandar esos archivos a la chica que los ansiaba. Aunque tuvo suerte de que ella no lo delatara, al dárselos, aumentaba su riesgo de ser descubierto. ¿Y si alguien interceptaba mágicamente la transmisión y recibía pruebas de sus actividades?

         Pero lo hecho, hecho estaba. Reflexionar sobre hipótesis no lo salvaría de las consecuencias. El muchacho sólo podía cruzar los dedos y esperar que nadie más sospechara de él.

— UN MES DESPUÉS —


         —Es imposible que elijas un lugar mejor, ¿eh?

         —De vez en cuando, es más inteligente optar por la comodidad que por la extravagancia.

         Sweetie Belle se desplomó en su asiento. Con otro de los viajes de negocios de Rarity en marcha, estaba obligada a ir. Lástima que salir de Canterlot no la librara de su tarea. Como Rarity decidió decírselo en el último momento, Sweetie tenía la cabeza gacha, intentando escribir cuidadosamente las respuestas en la hoja.

         Pero no sólo la camioneta temblaba y bamboleaba en medio de una fuerte tormenta, sino que el volumen de la radio estaba muy alto. Aunque no llegara a los oídos de Sweetie, las distracciones se manifestaban de otra manera.

         —Mira mi pie.

         ¿Quiénes acompañaban a las hermanas blancas en este viaje? En la parte de atrás, Apple Bloom y Scootaloo flanqueaban a Sweetie a ambos lados. Una dormía como un ángel, arropada en un rincón de la camioneta. Y la otra no paraba de frotar sus dedos en la pierna de Sweetie. Delante de las chicas estaban sentadas Applejack y Rainbow Dash, sus hermanas respectivamente. Sólo estaban aquí porque Rarity deseaba ir de compras con ellas. Así que seis personas tendrían que hacinarse en una habitación con sólo dos camas. Como si Sweetie necesitara más estrés, sabiendo que se vería obligada a compartir la cama con Scootaloo violándola.

         —Por favor, no me toques —susurró, sin querer llamar la atención de las adultas—. Por favor.

         —No. —La sonrisa de Scootaloo se ensanchó. Siguió frotando con sus dedos grasientos las piernas de Sweetie, que estaban cubiertas de nailon—. Sólo te estoy masajeando. ¿Qué te pasa?

         —Estoy bien. No debes que darme uno.

         —Okey, pero sé que aceptarás otro del chico cuando lleguemos, ¿eh?

         —A diferencia de ti, él sí que sabe masajearme los pies. Y no me está tocando inapropiadamente como tú ahora.

         —Bien, te dejaré en paz, bebe.

         ¡MUAC!

         —Te quiero.

         Dejando a Sweetie con expresión de asco, Scootaloo volvió a su celular. Durante la siguiente hora del viaje, estuvo observando cómo muchos pies se empapaban de una sustancia blanca. Aunque cada video concluía de la misma manera, la aventura los hacía muy interesantes. Oír a las mujeres hablar tan despreocupadamente mientras un tipo les acariciaba los pies. Teorizar sobre cómo nunca entendían por qué la herramienta de masaje estaba tan caliente. Mientras las otras en la camioneta alquilada estaban agotadas o irritadas, Scootaloo gemía en su asiento. Si no fuera por la lluvia y la radio, todas la habrían mirado.

         Una vez dentro del edificio climatizado, las chicas se desplomaron en el suelo, esperando a que Rarity terminara los arreglos. Apple Bloom apenas recordaba el camino hasta allí.

         —No veo nada de malo en él —dijo refiriéndose al hotel—. Es un paso adelante con respecto a cualquier motel.

         —Es que está en medio de la nada. Incómodos son los sitios muy abiertos. —Sweetie colgó sus zapatos bajos, deseando que acelerara el tiempo.

         —Cierto, pero no todo es malo —dijo Scootaloo—. ¿Te duelen los pies, Apple Bloom?

         Bloom empezó a frotarse las botas.

         —Un poco acalambrados, nada más.

         —Buena respuesta. Este hotel tiene algo que te va a encantar. ¿Verdad, Sweetie?

         —Aquí viene. —Señaló a su hermana. Rarity les entregó unas pequeñas tarjetas para su habitación.

         Tras dejar las maletas en un carrito, las seis se apretujaron en la estrecha cabina del ascensor. Dos pitidos después, las puertas del tercer piso se abrieron por fin. Pero Scootaloo ya había corrido por el pasillo antes de que nadie saliera de la cabina. La chica golpeó con su tarjeta el pomo y entró cuando la luz verde le dio permiso.

         —Sí, sí, parece familiar.

         Dos camas, espacio limitado, sin duda era el mismo hotel que había visitado un mes antes. Pero su actitud excitada se transformó poco a poco en preocupación. Puede que la habitación sirviera para dos o tres personas, peo aquí se hacinaban seis huéspedes. Incluso con Rarity en una reunión mañana, ¿qué iba a hacer con Applejack y Rainbow Dash vagando por el lugar? Al fin y al cabo, nadie estaba atado con una correa.

         —Dijiste barato, pero no creía que quisieras decir baratísimo —dijo Applejack, tirando la maleta a un rincón.

         —Aun así, es mejor que quedarme en tu granja. Lo siento. —Rarity se desabrochó sus elegantes tacones—. Sólo serán tres días. Dos en realidad.

         —Todo ese espacio abierto es bueno para correr —añadió Rainbow Dash, quitándose los tenis.

         —Mañana tienes todo el día para correr a gusto. A mi hermanita le vendría bien hacer ejercicio, ¿no?

         Sweetie se detuvo a mitad de verter el refresco.

         —El ejercicio es malo. No lo necesito.

         —Oh, no tienes clase de gimnasia, lo olvidaba. —Rainbow se rió con sus amigas—. Te voy a hacer sudar tanto que podrás beber por las axilas.

         Mientras Sweetie les preparaba bebidas, quejándose de que sí estaba sana, Scootaloo rebuscó en su mochila.

         «¿Dónde las escondí? ¡Ah!»

         Un paquete de pastillas. La chica sacó cinco de su envoltorio y se acercó al mostrador. Al ver los seis vasos llenos de refresco efervescente, sonrió con satisfacción. Sweetie no podía haber elegido una bebida mejor para la ocasión. Mientras protestaba por la necesidad de hacer ejercicio, Scootaloo puso una pastilla en cada vaso, excepto en el suyo.

         —Oye, mejor que tomes tu refresco antes que yo. —Scootaloo engulló su líquido.

         —¡Mis cosas nunca están a salvo cerca de ti! —Y Sweetie tomó el vaso, bebiendo.

         —Pues sé más rápida. Hacer ejercicio te ayudaría mucho.

         Al cabo de unos minutos, todos habían bebido al menos un sorbo de su refresco. Scootaloo se lamió los labios esperando lo que se avecinaba. Dentro de un rato, podría revelar su lado desviado.

         Rainbow estiró la espalda.

         —Vaya, mis pies huelen a basura.

         —No era necesario decirlo —comentó Rarity—. Se aseguran de alertar a otros de su presencia.

         —No me habría olvidado los calcetines si no estuvieras gritando por teléfono esta mañana como si fuera una emergencia.

         —Voy descalza en este viaje —dijo Applejack mientras levantaba los pies—. Dejé las botas en la casa.

         Mientras que las plantas azules de Rainbow estaban cubiertas de sudor, las de Applejack estaban cubiertas de suciedad desde el talón hasta los dedos. Parte de ella era gruesa, pero la mayor parte era plana y quemada en el pie. Pero a diferencia de ambas, los pies de Rarity estaban tan inmaculados como los de un maniquí. La experta en moda se burló de sus amigas, mostrando sus uñas fabulosamente pintadas. Cada dedito estaba cubierto por una densa capa de color violeta, y los dos segundos dedos lucían anillos dorados.

         —Fanfarrona. —Rainbow intentó frotar sus pies contra los de Rarity—. Muy bien, así serás como nosotras.

         —Perdóname por mantener los pies limpios —se rió entre dientes, defendiéndose tanto de Applejack como de Rainbow—. Son tan malas.

         —Sólo son pies. No tienen que ser tan bonitos. —Applejack limpió la planta del pie de Rainbow.

         La relación de estas tres con los pies se reflejaba de forma similar entres sus hermanitas. Mientras que Bloom y Scootaloo no tenían ningún problema en mirar u oler unos pies sucios, Sweetie era la aguafiestas. Cuando estaban sentadas a la mesa, Scootaloo volvió a tocarla. Esta vez, la acción se produjo por debajo de la tela, ocultando sus pies a las adultas. Una Sweetie incómoda terminó lo que quedaba de su refresco, esforzándose por acabar sus deberes antes de medianoche.

         Por desgracia, el juego de Scootaloo con los pies impidió a Sweetie averiguar si “como una tormenta” era una metáfora o un símil. Aparte de las hermanas mayores, la única razón por la que Sweetie no arremetió contra Scootaloo fueron sus medias de nylon. Al menos sabía que sus pies descalzos no se ensuciarían con los mugrientos deditos de Scootaloo.

         Con un eructo fuerte, Bloom se levantó de la mesa.

         —Me voy a bañar.

         —¿Ahora? —Scootaloo también se levantó—. ¿No esperas a que termine de llover?

         —¿Tú no me hueles los pies?

         —Difícil cuando tenemos a Rainbow allí. —Saludó a su tutora con un gesto descarado—. Son casi las siete. Voy a ver qué tienen para comer, ¿okey?

         —Pero, —Bloom se encogió de hombros—, no veo por qué eso me impide bañarme.

         —Por Dios, no lo hagas hasta que vuelva. No tardaré mucho.

         ¡MUAC!

         Besar a cualquiera de sus amigas en la mejilla llenaba a Scootaloo de una oleada de emoción, sobre todo cuando las otras miraban. Le ponía especialmente cachonda ver la cara de puro asco de Sweetie. Sacó unos dólares de su mochila y se los metió en el bolsillo. Luego anunció que se iba a buscar la cena.

         —Gracias —le dijo Rarity—. Por favor, trae lo suficiente para que comamos todas, y no sólo tú.

         —Traer comida sólo para mí. Entendido, señora Rarity.

         En lugar de precipitarse al primer piso, subió las escaleras hasta el piso más alto. Allí, atravesó un pasillo de cuatro vías, y finalmente llegó a la habitación 806. Sus sandalias negras y pegajosas golpeaban más fuerte cuanto más se acercaba a la puerta.

         —Qué sorpresa tengo para ti.

         ¡Toc, toc, toc!

         Justo cuando el chico se preparaba a comprimir otro video, oyó que llamaban a su puerta. Escondiendo el portátil y celular bajo una manta, el chavo de piel de melocotón estaba dispuesto a enfrentarse a la policía. Aunque todo se acabara, al menos se había divertido jugando con los pies todo este tiempo.

         Pero al mirar por la mirilla, sus preocupaciones se esfumaron.

         —Sabes, gracias a ti, ahora me pongo nervioso cada vez que alguien viene a buscarme —dijo, dejando entrar a Scootaloo.

         —No es de extrañar cuando violas la ley. —Cerró la puerta y se puso sobre los pies en calcetín de Cherish. Tan acostumbrada a ver sólo su pene en los videos, Scootaloo había olvidado qué lindo era este chico mayor. Antes de decir una palabra más, le tocó todas las pecas de la cara como una niña curiosa y se echó a reír.

         Teniendo en cuenta su vulnerabilidad, Cherish no rechazó ninguna de las caricias de Scootaloo. Incluso cuando pasó a acariciarle los costados, tenía al chico acorralado. Todas esas pruebas de un crimen enviadas a su teléfono, y ella podía denunciarlo fácilmente en cualquier momento…

         —¿Cómo has estado? —preguntó él, recibiendo de ella una avalancha de besos húmedos.

         —Sus videos son adictivos. ¿Cuántos más tienes?

         —Quizá diez más.

         —Pues espera tener tres más al final del domingo. Pero antes… —Tumbada en su mullida cama, Scootaloo chasqueó los dedos—. Mis pies quisieran un masaje.

         Primero, Cherish les dio un rápido masaje con las monas; tocar los tiernos arcos era tan agradable como antes. Una vez terminó con eso, metió la nariz entres los deditos de Scootaloo.

         ¡Snif! Snif!

         Un poco más olorosos que la última vez. Olfateó con tanta fuerza que trocitos de suciedad se le subieron a las fosas nasales. Pero ahora que se había saciado del olor de Scootaloo, podía abrir la boca. Mmm… El pie entró como una serpiente, retorciéndose de un lado a otro hasta que la mayoría de los dedos bailaron sobre su lengua. Cuando estuvieron dentro, Cherish los chupó, gimiendo ligeramente.

         —Aquí está la cosa —empezó Scootaloo, separando los dedos pegajosos para el chico. —Somos seis en esta estadía, y aquí estaremos hasta el domingo. Así que tendrás que dividir los masajes en partes. A menos que tengas seis vendas por ahí.

         —¿Y eso cómo va a funcionar?

         —El sábado puedes volver a darnos masajes en los pies a Sweetie y a mí. También tenemos a nuestra amiga. Creo que te va a gustar. Pues mañana podrás cogerte a tres pares de pies si tienes suerte.

         Los ojos de Cherish se abrieron de par en par. Dos ya era sobrepasar los límites, pero tres era el máximo absoluto. Al menos ya tenía cuatro vendas, puesto que venían en un paquete, aunque aún tendría que mantener la precaución. ¿Y si esta nueva chica era más lista que Sweetie? Si era capaz de reconocer la sustancia viscosa que le echaría en los pies, iría directamente a la policía.

         —Suena muy bien —dijo, escupiendo los dedos de Scootaloo para lamerle las plantas sudorosas—. Pero prefiero no arriesgarme. Hay demasiadas chicas.

         —Yo me encargo. Créeme, soy como la hermana mayor del grupo. Y en cuanto al domingo, nuestras hermanas mayores estarán de compras todo el día. Van a volver por la noche, creo, y ya te puedes imaginar lo mucho que les dolerán los pies. Jeje, a la hermana Sweetie le encanta usar de los zapatos de tacón.

         El chico se tragó el sudor.

         —¿Y tus amigas?

         —Pues voy a…

         Se quedó helada. Si Rarity, Applejack y Rainbow volvían por la noche, ¿adónde irían las chicas más jóvenes? Si fuera el día, no sería un problema. Pero por la noche, se quedarían atrapadas en el hotel.

         —Me lo pensaré. Gracias, ahora va a ser un poco más difícil para mí.

         —Bueno, al menos me parece bien masajear a tres chicas a la vez.

         —Dime, te encanta lamer los pies, ¿verdad? —Scootaloo movió los dedos de los pies ante la cara del chico, haciendo que le lamiera el lateral de pie. Luego, cuando le mordisqueó el dedo gordo, ella saltó de éxtasis. Scootaloo se hundió más en las almohadas y gimió. Pero no podía abandonar la misión.

         ¡SLAP! ¡SLAP! ¡SLAP!

         Su pie mojado llamó la atención de Cherish.

         —Sí, saben bien. Los tuyos son deliciosos.

         —Je. Por si fallan los planes del domingo, ahora tienes la oportunidad de adorar cinco pares de pies seguidos. Cinco.

         —Ése es un atajo fantástico para perder mi trabajo. Una de ellas me denunciaría.

         —No, no, no. Tal vez puse algo en sus bebidas para que se duerman. Algo que he hecho antes con éxito una o dos veces.

         Cherish se mordió el labio. Si decía la verdad, entonces él tendría acceso a no menos de diez pies. Doce si Scootaloo se incluía a sí misma. Antes de poder decir algo, la chica le hizo callar con el dedo gordo.

         —Tienes dos horas. Eh, que sea una para aumentar nuestras posibilidades de escapar.

         Le besó el dedo y retrocedió.

         —¿El reloj está corriendo?

         —¿Soy un ángel o qué? —Scootaloo se río.

         De vuelta a la habitación de las chicas, cada una estaba durmiendo. Las adultas estaban hacinadas en una cama, Sweetie estaba extendida como un pulpo, y Bloom moría en el suelo. Ver a las hembras drogadas hizo sonreír a Scootaloo, sobre todo porque sus ojos rebotaban de un par de pies a otro. Mientras tanto, Cherish se rascaba la cabeza.

         —Ustedes saben que tenemos habitaciones más grandes, ¿verdad?

         —No fue mi decisión. No me lo digas a mí. —Scootaloo le arrebató el celular, buscando algo donde ponerlo—. A algunas personas les encanta ser tacañas siempre que pueden. Yo incluida.

         Antes de encontrar un sitio donde poner el celular, preguntó a Cherish con qué chica quería jugar primero.

         Se puso un dedo en la barbilla. Por mucho que deseara probar las plantas de Sweetie, quizá dejar lo mejor para el final hubiera sido más inteligente. Las adultas también podían esperar. Era más probable que los somníferos los mantuvieran inconscientes un poco más, y de todos modos a los adultos no les gustaba despertarse. Así que sólo le quedaba una opción.

         —Es linda —dijo, señalando a la chica de piel amarilla.

         —Apple Bloom. ¿Por qué sabía que te decantarías por ella?

         En el suelo, una oleada de hedor golpeó a los dos en la cara. Los calcetines a rayas de Bloom estaban más sucios que un cerdo y olían como una bolsa de papas con vinagre rancio. Si uno se fijara sólo en sus botas, tendría la impresión de que sus calcetines estarían igual de limpios.

         Scootaloo dejó el celular sobre una silla, empezó a grabar, e inmediatamente hundió la nariz en el pie izquierdo de Bloom.

         ¡SNIF!

         —Oh yeah… Mmm… —Siguió oliendo, dejando a Cherish boquiabierto—. ¿Vas a unirte, estúpido?

         —Lo siento. Es que no esperaba que participaras.

         —Si me gusta que jueguen con mis pies, es lógico que me guste jugar con los de otros.

         Mientras Scootaloo olía y lamía el pie en calcetín de Bloom, Cherish le agarró el derecho. Unas manchas oscuras cubrían la tela roja y blanca, haciéndole creer que tenía los pies secos. Rápidamente, la realidad demostró lo contrario, ya que la zona bajo sus dedos estaba húmeda. Era como si no se hubiera secado del todo los pies. Afortunadamente para Bloom, y más para Cherish, el sudor era de agradecer.

         Puesto que el hedor ya estaba en el aire, ¿de qué servía seguir oliendo sus pies? Cherish deseaba saborear sus pies, y por eso sacó la lengua.

         Slurp… Slurp…

         —Es la primera vez que lamo un calcetín —dijo, sintiendo los pelitos en su lengua.

         —¿Qué piensas? —Scootaloo chupó los dedos de su amiga, gimiendo.

         —Bueno, para ser un calcetín… —Cherish asintió, levantando el pulgar. Aunque el calcetín de Bloom no era una comida bien cocinada, algo en sus propiedades agradaba a Cherish. Tenía la cantidad justa de sal, el punto justo de picante. Era un aperitivo perfecto para el verdadero plato que les esperaba a estos adolescentes.

         Scootaloo tiró del calcetín izquierdo con los dientes, y Cherish, que no quería dejarse adelantar por ella, hizo lo mismo. Con un largo estirón…

         ¡POP!

         Los calcetines se desprendieron, introduciendo otro golpe de calor en la habitación. Scootaloo se tapó la nariz, riendo entre dientes mientras se ahogaba para respirar aire puro.

         —Vaya, se me olvidaba lo mal que pueden ser sus pies. Y me da un poco de envidia que puedan ponerse peor que los míos. ¿Es raro?

         Los pies de Bloom tenían un suave rubor que brillaba tenuemente contra las luces de las lámparas. Como complemento del tono cálido de su piel, tenía una capa roja de esmalte en los diez dedos. Aunque sus pies producían una nube apestosa, quizás eran los más pequeños que Cherish había visto en este hotel. De las chicas, los pies de Scootaloo eran gigantes, los de Sweetie eran normales, y los de Bloom eran como los de una niña pequeña. Eh, un poco más grandes que eso.

         —Probablemente tenga los pies más bonitos de ustedes tres —dijo, haciéndole cosquillas al pie de Scootaloo.

         —Hmm… ¿Pero los míos son los más sexys en tu opinión?

         —Sí. Tienes unos pies dignos de modelo, en serio.

         Se puso una mano en la mejilla.

         —Ay. Entonces estarías contento de poder chuparlos todo el fin de semana, ¿eh? Calientes y sudorosos.

         —Lo estoy. —Puso el pie de Bloom contra su cara—. Pero centrémonos en ella primero.

         La textura suave y húmeda era hipnotizante. Y cuando el suficiente sudor se había deslizado por la cara de Cherish, abrió la boca. De arriba abajo, luego de vuelta a los dedos… Tras repetirlo dos veces, su lengua se deslizó por la planta de Bloom. Puede que no fueran un reino de mugre como los de Scootaloo, pero seguían dejando a Cherish una sensación mantecosa. Para su diversión, los ríos de sudor hacían que lamer fuera más fácil. Con poca resistencia, el chico pasó a lamerle entre los dedos sudorosos. Buscando el sudor restante, sus ojos se abrieron al sentir una piscina de la salada sustancia.

         —Mmm… Sabe mejor que el agua de este lugar.

         Scootaloo soltó una risita.

         —¿Qué te gusta de sus pies hasta ahora?

         —Apestan. Están sudorosos —gimió, haciendo reír más a Scootaloo.

         —Me alegro de que no seas un cobarde al que sólo le gustan los pies limpios. A ti te gustan de lo más asquerosos que hay. Mi tipo de hombre eres.

         —Los pies de todo tipo son especiales para mí.

         Dio besos individuales a la parte superior del pie antes de chuparle el dedo gordo. Luego, como por instinto, se metió los otros en la boca. Y vaya vaya, encajaban bien. Cuando los sacó, vio a Scootaloo lamiendo por debajo del arco de Bloom. Hizo lo mismo, observando cómo los pies de la chica estaban bien curvados.

         Comparados con los de Scootaloo, los arcos de Bloom no podían comprarse. Sin embargo, sus pies distaban mucho de ser planos.

         Cherish bajó por el pie, donde pudo chupar el talón durante un rato. Al igual que los dedos, le cabía en la boca como una fruta perfecta. Y era igual de jugoso. Pies tan jugosos como una manzana, pero tan rancios como un pez. Creó una experiencia interesante.

         —Termino —dijo, jadeando y limpiando la planta del pie con su mano—. Sus pies van a dejarme inconsciente.

         Scootaloo sacó la lengua de entre los deditos de su amiga.

         —Guau… Quizás necesites un descanso para refrescarte después de toda esta peste. Te recomendaría los pies de Rarity. Es la hermana mayor de Sweetie y la razón por la que estamos aquí otra vez.

         Junto con recolocar el celular, ella tiró de él hacia la cama de adultas. Rarity estaba tumbada en el centro, con Applejack a la izquierda y Rainbow Dash a la derecha. A diferencia de Bloom, todas dormían descalzas.

         —Sus pies se parecen a los de Sweetie Belle —comentó Cherish refiriéndose a Rarity.

         Su descripción no estaba muy lejos de la verdad. Los pies de Rarity eran como los de Sweetie si hubieran madurado. En lugar de un tamaño media, estaban a punto de eclipsar el pelo de Cherish. En lugar de no tener arrugas, se podían distinguir algunas bajo el arco. Por último, al igual que muchas mujeres, era ilegal ir sin algún tipo de joya. En el caso de Rarity, un anillo dorado le envolvía el segundo dedo, dándole a su pie derecho un toque extra de la elegancia. O la pretenciosidad.

         —Es muy exigente con la limpieza —dijo Scootaloo, olisqueando el pie de la adulta—. Si encuentra un mechón de pelo en sus pies, creerás que está dispuesta a matar a alguien.

         —Entonces asegurémonos de secarlos antes de irnos. Parece que los pies de todas son únicos aquí.

         —No somos las mismas personas. ¿Qué esperabas? Eso es lo que hace que los pies sean interesantes.

         Como una perra sin correa, Scootaloo empezó a lamerle el pie de Rarity. Su volumen era tan alto que la gente de los pasillos acabaría oyéndola, lo que hizo que Cherish le diera un golpecito en los hombros.

         —Estamos intentando que no nos pillen, ¿verdad?

         —Sólo pensarán que estamos practicando sexo sucio. No te preocupes. Haz ruido.

         —Eh… —Cherish siguió el ejemplo de Scootaloo, aunque se aseguró de mantener su volumen al mínimo. Frotó ligeramente con la lengua los largos dedos de Rarity. Tenían un sabor sencillo, pero su suavidad era encantadora. Al igual que hermanita, Rarity tenía unas plantas muy blandas. Tenían un poco más de firmeza, probablemente debido a su edad. En cualquier caso, la sensación hizo que Cherish se quedara en esa zona durante un minuto. Adelante y atrás.

         Tras mojar los dedos por segunda vez, se los metió en la boca.

         —Chúpalos. Chúpalos —le animó Scootaloo, tomando el celular para hacerle zoom en la cara—. ¿Te ponen cachondo?

         —Sí —susurró, metiendo la lengua entre los dedos dormidos de Rarity antes de viajar hasta el talón. Cuanto más le mojaba el pie, más duro se ponía. Más que cuando aspiró el aroma del pie de Bloom. A pesar de no tener ningún sabor especial, el pie de Rarity lo tenía enganchado.

         Se acercó para plantar besos en la parte superior de ambos pies. Las plantas recibieron un tratamiento similar, teniendo besos hasta que Cherish se detuvo en los talones. Allí, se tomó el tiempo de olerlos.

         …No se manifestó nada relacionado con los pies. Sin embargo, al menos había un agradable olor a loción. Al notarlo, hizo que Scootaloo pusiera los ojos en blanco.

         —¿Qué gracias tiene oler los pies si huelen a productos todo el rato? —Señaló a Applejack—. Sé que ella no tiene nada en los pies. ¿Quieres probarlos?

         Cherish olió las plantas de Rarity durante unos segundos más, y luego asintió. Una vez que le dio un último beso a cada pie, se dirigió a la adulta naranja.

         —Guau.

         Los pies de Applejack eran gigantescos, probablemente los más grandes de la habitación. Tan grande que empequeñecieron la cabeza de Cherish a pasos agigantados. Además, tenían más arrugas que Rarity. Todo esto habría sido intimidante por sí solo, pero la cereza encima era la pesada suciedad horneada en las plantas. Una mezcla de mugre marrón y negra dejaba los pies sucios sin remedio.

         Cherish agarró su estómago. ¿Sería capaz de manejar esto? Cuando miró a Scootaloo, ella se relamió lentamente.

         —No me digas que no puedes con esto.

         —Es sólo que… Es mucha suciedad.

         —Jejeje. Suena bien para mí. Tal vez te dé el honor de lamerlos a los dos.

         —¿Qué?

         Sin previo aviso, Scootaloo agarró la cabeza del chico y lo empujó hacia la planta derecha de Applejack. El arco se curvó perfectamente sobre él, y como tenía los ojos muy abiertos, pudo inspeccionar aún más de cerca la tarea que le esperaba.

         Los pies no sólo estaban manchados de mugre, sino que también había muchos trocitos de arena adheridos a sus plantas. Y cuanto más se miraba, más se descubría. Gran parte de la arena estaba entre sus enormes dedos. Aunque sería horrible para cualquiera, Cherish sabía de primera mano lo limpio que era el hotel. Por eso, le temblaban los labios ante la idea de que esta suciedad entrara en su boca.

         Sin embargo, Scootaloo se negó a dejarlo ir. Sus brazos tenían fuerza que era más que impresionante. Así que Cherish tendría dificultades para escapar de los pies de Applejack.

         —Tienes que lamer —dijo, haciendo ruidos sordos.

         —No creo que pueda manejar esto—. Trató de retroceder, recibiendo un empujón hacia adelante en represalia.

         —Pues podemos olvidarnos de jugar con los pies de Sweetie.

         —…Bien.

         La cantidad de valor necesaria para seguir con esto podría pesar un barco. Pero perder la oportunidad de probar los pies de Sweetie, posiblemente la única oportunidad, no era una opción para Cherish.

         Puso la lengua en el talón de Applejack. Después ascendió lentamente por el gran pie. Aunque la suciedad no se hizo notar al principio, solo tomó dos pulgadas para que su sabor manchara la lengua de Cherish. ¿Salado? No, agrio. Nunca habría adivinado Cherish que la mugre podía tener un sabor tan agrio como un caramelo de limón, y aún más misterios lo esperaban.

         Scootaloo se rió durante todo el ascenso.

         —Se ve delicioso allí abajo.

         Si el talón y la planta media del pie estaban agrios, entonces la mitad superior era Ciudad Salada. Cherish inicialmente sonrió que su predicción se cumpliera. Sin embargo, una avalancha de mugre que le cayó en la boca convirtió esa sonrisa en un ceño fruncido. Arriba, Scootaloo estaba moviendo los dedos de las adultas, obligando a la suciedad a llover. Y para su consternación, la boca de Cherish no era lo bastante ancha para almacenar todo este barro.

         Tenía que irse de una forma u otra. La mugre negruzca comenzó a filtrarse por sus labios.

         ¡GLUP!

         La cara del muchacho se sonrojó. Pero logró alcanzar con éxito los dedos, ahora barriendo su lengua hacia adelante y atrás debajo de ellos.

         —Chitón. —Scootaloo lo detuvo, haciendo que Cherish se quedara quieto con la lengua entre los dedos secos de Applejack.

         El corazón de él explotó al escuchar el murmullo de Applejack. Justo a su lado, las pupilas de Scootaloo se encogieron y una serie de excusas empezó a fluir por su mente. Inesperadamente, Applejack se puso de lado y continuó murmurando.

         —¿Qué te pasa? —susurró Scootaloo, notando que Cherish se tapaba la boca.

         —Mmm… ¡Mmm!

         —¿Qué?

         ¿Cómo le iba a decir Cherish que volvía a tener la boca llena? El retorcimiento de Applejack había hecho que una masa de mugre más espesa se acumulara en su lengua. Y a diferencia de la mugre común, ésta estaba abrasadoramente caliente. Era como si Applejack decidiera mojar la mugre gruesa de sus dedos en salsa picante y Cherish, como una idiota, se la comió como cena.

         —Tienes algo en la boca. Traga ya. —Scootaloo le soltó la cabeza, rezando para que no sucediera un desastre en los pies de Applejack.

         Moviéndola en la boca, Cherish intentó tragar esa mugre horrible. Cinco veces después, se agarró a los hombros de Scootaloo, intentando decirle la dificultad. La chica se quedó incrédula, aunque sabía cómo acabar con esto en silencio.

         —Vamos. —Cerrando los labios, abrió la boca de Cherish con su lengua. Bajó la mugre. Como avena caliente, bajó por la garganta de Scootaloo, dejando un regusto acre al retirarse.

         —Eso fue mala —comentó el chico, secándose los labios.

         —Pero ahora su pie está mucho más limpio. Chúpalo hasta que esté reluciente, ¿okey?

         —Y si no lo hago, sus pies están fuera de los límites, ¿verdad? —preguntó, refiriéndose a Sweetie.

         Scootaloo asintió, moviéndose para vigilar la cara de Applejack. Pero Cherish volvió a agacharse bajo su pie, metiéndose el talón en la boca. Si no fuera tan carnoso, se lo habría metido después del tercer intento. Por fortuna, lamer este pie era ahora como saborear el de Rarity. Su sabor descendía en singularidad, pero al menos la lengua de Cherish no se sentía violada.

         Sobre todo al pasar entre los dedos, gimió como debía. Explorar las zonas estrechas hizo que se ruborizara aún más. Cuanto más lamía, más se tocaba ligeramente a través de los pantalones.

         Puede que el pie fuera áspero al tacto, pero esta propiedad despertaba la curiosidad del chico más que las otras. Fue un viaje interesante por el pie de Applejack. Mientras que un viaje por el de Apple Bloom era como manejar por una carretera nueva, viajar por el de Applejack era una auténtica experiencia campestre. Baches y surcos a cada paso, una sequedad que representaba el aire abrasador, y la partícula ocasional que entraba en su boca como un insecto. Al igual que un verdadero viaje por carretera, comenzó doloroso, y luego se alivió al continuar el trayecto.

         —Mmm… Esto no está mal… —murmuró, besando el dedo gordo.

         —Sabía que entrarías en razón. ¿A qué pies calificarías como los mejores hasta ahora?

         Cherish se lo pensó. Cada una de las chicas tenía cualidades especiales.

         —Pues…

         —Espera, dejemos esa pregunta para el final. —Scootaloo arrastró al chico lejos de la belleza de pies grandes—. Todavía te queda una adulta antes de llegar a la chica especial.

         El contrate entre los pies de Applejack y los de Rainbow Dash no podía ser mayor. Lo creas o no, se única gran similitud era su enorme tamaño. Pues si los pies de Applejack eran de lo más áridos, los de Rainbow representaban otro tipo de clima caluroso. Sus pies estaban tan clientes que el sudor goteaba de ellos sin fin.

         —¿Sabes cuando tienes una botella de agua llena y está toda fría? Luego la dejas en la encimera y sigue goteando por alguna razón. —Cherish dejó que su dedo desapareciera en la masa de la planta azul de Rainbow.

         Scootaloo, en un arranque de energía, frotó su cabeza contra el pie empapado de Rainbow. Y con un largo gemido, la chica naranja comenzó a sorber los dedos pintados de su guardiana. A menos que sintiera un movimiento en la boca, no se atrevería a separarse de este pie.

         —Sus pies tienen dos configuraciones —jadeó—. Hay limpio y luego hay súper ultra hiper cósmicamente sudorosos. Hoy es tu día de suerte.

         ¡SLURP!

         Siguiendo el ejemplo de Scootaloo, Cherish se dirigió instantáneamente a los dedos de los pies de Rainbow. Primero rastreó con avidez el sudor acumulado entre ellos. Sus ojos se abrieron enormes al notar lo rica y abundante que era la sustancia salada. Durante minutos, jugó con el sudor alrededor de los dedos y dentro de su boca. Era cuatro veces más sabroso que el de Bloom, y contenía un agradable toque de dulzor, además de ese amargor. Cuando llegó el momento de tragarlo, una punzada de culpabilidad golpeó al muchacho.

         —Ojalá lo saboreara más tiempo. —Su lengua danzó por cada dedo, permitiéndole acceder más a este líquido mágico.

         A su lado, Scootaloo se besaba con la poderosa planta del pie de la atleta. Giró la cabeza de un lado a otro, viendo cuán profundamente podía plantar un beso a Rainbow. Después de enfocarse en los dedos, descendió hasta la bola del pie. Lo chupó como un caramelo caliente, considerándose afortunada de que nunca se le encogiera en la boca.

         Los arcos de Rainbow eran de los mejores de la habitación, otro rasgo que compartía con Applejack. Se curvaban un poco diferente, pero ambos pies eran capaces de cubrir cómodamente las caras de Cherish y Scootaloo.

         —No tiene ni idea de que le he chupado los dedos antes. —Scootaloo tomó la mano de Cherish—. Pillarla durmiendo antes de bañarse es raro, pero chido.

         —Sus zapatos deben oler fatal.

         Estar tan cerca de los pies de Rainbow hizo que por fin percibiera el olor. Sin duda, era más fuerte que el olor de Bloom. Casi demasiado fuerte, ya que Cherish sentía como si su nariz estuviera a punto de saltar. Pero para Scootaloo…

         ¡SNIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIF!

         —Diablos… —Su ojo se crispó—. ¿Alguna vez te viniste por oler los zapatos de alguien?

         —No. Me daría demasiado miedo que me pillaran.

         —Jeje, cobarde. Yo he olido unos zapatos y calcetines. Déjame decirte que los de Rainbow son los que más rápido me han hecho venirme. Eso te dará una idea de lo buenos que son.

         —Huelen a vinagre sucio —comentó, rozando con la nariz los suaves pies de la corredora. Por muy asqueroso que fuera el olor, hizo que la verga de Cherish se pusiera más tiesa que un edificio. Siguió tocándose, esperando el momento en que pudiera liberar todas sus buenas emociones. Pero antes de eso, una idea especial surgió en su cabeza. Cuando Scootaloo le agarró la mano, centró toda su atención en ella.

         —¿Qué estás haciendo? —ella le preguntó, observando cómo Cherish se subía lentamente a la cama.

         El chico tuvo mucho cuidado de no aterrizar sobre una de sus piernas. Tras colocar la boca en la parte superior del pie de Rainbow, sonrió.

         —Lamamos juntos.

         Scootaloo se detuvo y se dirigió al mismo pie lamido, sacando la lengua tan rápido como pudo. En segundos, Cherish y ella compartieron uno de los besos adolescentes más incómodos que jamás se hayan dado. Mientras sus lenguas luchaban, los dedos de Rainbow sirvieron de barrera. Así que no sólo probaron lo que tenían para comer temprano, sino que pudieron experimentar al unísono el placer de los dedos malolientes de Rainbow.

         Cuando Scootaloo chupaba el dedo gordo, Cherish empujaba sus labios contra los de ella. Y si Cherish pasaba la lengua por la parte superior de los dedos, Scootaloo le hacía cosquillas en la parte inferior de la lengua al pasar entre los deditos.

         Todo esto hizo arder la verga de Cherish. Deseaba tanto llegar al orgasmo que Cherish no hizo ningún esfuerzo por ocultar su frotamiento.

         —¡Vaya, vaya! —Scootaloo se puso un dedo en el labio, viéndolo masturbarse ante sus propios ojos—. Qué caliente, ver tu cara mientas lo haces esta vez. Pero quizá quieras guardar tu semen para más tarde. ¿Sabes lo que digo?

         —Tienes razón. —Dio otro lametón por el pie de Rainbow, y Scootaloo estaba justo al otro lado—. Es curioso. Cuando nos conocimos, al principio te tomé por una atleta tonta.

         —Jeje, ¿estás diciendo que soy lista?

         Cherish asintió y le dijo:
—Y linda.

         —Pues muchas gracias. —Intentó cubrirse las mejillas Scootaloo, pero Cherish vio el rubor que brillaba.

         En ese momento, los dos habían pasado al menos 40 minutos jugando con varios pies dormidos. Los de Bloom estaban regularmente sudorosos, y sus calcetines condimentaban las cosas; los de Rarity estaban limpios y bonitos; los de Applejack estaban sucios; y los de Rainbow estaban muy sudorosos y apestosos. Jadeando, Scootaloo lanzó una mirada a Cherish.

         —¿Crees que estás listo para la final?

         —Por supuesto que sí. —Cherish le dio a la adolescente un gran beso húmedo en los labios. Tras sacar su lengua de la boca sonriente de Scootaloo, se acercó con confianza al último desafío.

         Sweetie Belle dormía como un ángel, acaparando una cama para ella sola. Tenía las piernas tan abiertas que era como si quisiera que dos personas le lamieran los pies. Cherish le tocaría el pie derecho y Scootaloo jugaría con el izquierdo.

         —Es apropiado que lleves medias de nylon —dijo Cherish—. Teniendo en cuenta que empezamos con una chica que también llevaba los pies tapados.

         —Odio estas cosas. Siempre me queman las piernas cuando las llevo.

         —Aunque son bonitas de ver. A las chicas parece gustarles la incomodidad si les hace más atractivas.

         Scootaloo levantó el dedo, pero se cortó rápidamente.

         —Aceptaré el calor extra si significa lo que creo que significa—. Posicionando la nariz bajo los dedos de Sweetie, Cherish inhaló por seis segundos ininterrumpidos.

         El aire caliente tenía un toque de todo. En primer lugar, se manifestó el olor natural de los pies de Sweetie, para satisfacción de Cherish. En segundo lugar, percibió el material del nylon mezclado con el olor. Ambos ingredientes ya formarían un aroma embriagadoramente adictivo, pero el suave sudor lo convirtió en una delicia. Toma dos buenos olores, mézclalos con uno raro y puede pasar cualquier cosa.

         Cherish olió los cuatro lados del pie, dándole a la belleza la adoración que se merecían. Pronto, el inocente pie se cubrió de suaves besos.

         —Sabes —gimió Scootaloo, saltando sobre la cama—, no pudiste lamerme durante tanto tiempo.

         —¿Eso qué tiene que ver?

         Al mirar lo que estaba ocurriendo, al chico le sangró la nariz. Los pies de Sweetie se acercaron unos a otros, y entrecruzando los blancos había unos anaranjados. Al igual que cuando Cherish les dio su último masaje a las chicas, sus pies estaban agrupados y listos para ser violados. Sólo que esta vez no tenía nada que ocultar a Scootaloo. La adolescente movió repetidamente sus dedos pegajosos, contando los segundos que tardaría Cherish en abrir la boca de nuevo.

         —A ver. —Lamió los dedos de nylon de Sweetie, retrayéndose inmediatamente—. Puaj, hay que quitárselos.

         Arrastrando los pies entre la masa de piernas sudorosas, Cherish se agarró a la tela oscura y empezó a tirar. Al principio funcionó, pero al cabo de unos segundos, luchó con las medias. A diferencia de los calcetines más sueltos de Bloom, éstas se pegaban a Sweetie como la pega.

         —Te tengo. —Scootaloo, de la forma menos profesional, desgarró las medias de Sweetie como una gata—. Y ahora…

         Mientras volvía a escupir en la boca de Sweetie, Cherish se quedó asombrado ante el rubor de las plantas. Estaban más sudorosas que en la primera visita de Sweetie, aunque a diferencia de Bloom y Rainbow, éste era un sudor muy ligero. Al poner su mano contra el pie, Cherish no tenía una palma empapada en agua salada. Más bien, era como si Sweetie simplemente se hubiera mojado los pies y no hubiera terminado de secárselos. Aunque, al igual que su hermana, se había pintado con cariño las uñas.

         Y como no tenía que preocuparse por le suciedad, el chico podía lamer entres esos dedos en paz. Eran un objetivo fascinante. Arriba y abajo, Cherish empapó de sudor su lengua, acariciando los pies de Scootaloo mientras adoraba a su amiga.

         —Ooh… Eso me gusta. —Scootaloo se rió mientras Cherish le rascaba y olfateaba las plantas de los pies.

         Los pies de Scootaloo incuestionablemente apestaban peor que los de Sweetie, pero con el tiempo sus pies se tocaron tanto que no pudo distinguir el hedor de unos pies de otros. Respirando hondo, Cherish enterró la cara en el océano de pies cremosos.

         No sólo los dedos de Scootaloo seguían enroscándose contra su cara, sino que la presión de los pies de Sweetie le obligó a gemir. Por mucho que Cherish adorara los de Scootaloo, lamer los de Sweetie consecutivamente lo excitaba el doble. Quizá fuera porque los pies de Sweetie eran más bonitos, mientras que los de Scootaloo eran más sexys. Algo en lo bonito hacía que a Cherish le diera un vuelco el corazón. Se negó a parar en las plantas, chupando ahora los delicados deditos de Sweetie.

         La pobre muchacha no se daba cuenta de que le lamían los labios y los dedos a la vez.

         Sus dedos cabían en la boca de Cherish como un racimo de uvas jugosas. Esta vez, tuvo la paciencia suficiente para saborear el momento. Sorbió suficiente sudor para reemplazar la saliva de su boca, y todo el tiempo, el pie invertido de Scootaloo le acarició la barbilla.

         —Quiero venirme —susurró Cherish.

         —Lo harás pronto. Ten paciencia.

         Tras posarle el dedo gordo en el labio, Scootaloo introdujo los dedos en la boca de Cherish. Uno a uno, los viscosos dedos se colaron en su interior, descansando sobre los de Sweetie. Y ni un solo dedo quedó fuera de la boca del chico.

         —Mmm… —El peso de los dedos le aprisionó la lengua, impregnándola de su encantador sabor. Como si los de Sweetie no fueran deliciosos por sí solos, darles un toque extra de Scootaloo hizo que Cherish se sintiera pura felicidad. De algún modo, como si poseyera magia, Scootaloo introdujo aún más su pie en la garganta del chico. Pronto, la única parte visible era todo lo que había debajo de la bola de su pie. Y al mismo tiempo, los dedos de Sweetie se enroscaron contra sus dientes.

         El olor a pies se hacía más intenso cuanto más hundía Scootaloo el pie, con el talón sobresaliendo como para burlarse del muchacho. Mientras se besaba con su inconsciente amiga, esta traviesa chica continuaba moviendo sus carnosos dedos en la boca de Cherish.

         —¿Te encantan mis dedos apestosos?

         —Mmm-hmm…

         —¿Y los pies de Sweetie? ¿Los que son como malvaviscos?

         —¡Mmm! ¡Mmm-hmm! —Justo en ese momento, la uña del dedo gordo de Scootaloo hizo cosquillas en la garganta de Cherish. Y así, en un reguero de saliva, expulsó ambos pies de su cuerpo.

         —Se siente tan bien… —Scootaloo curvó los dedos con tanta fuerza que se formó una pared de arrugas—. Mmm, veamos si 20 dedos pueden…

         —No, no, jeje. Creo que eso va a hacer que definitivamente me venga ahorita.

         —¿Terminamos?

         Cherish asintió, dando un sorbo extra a cada uno de los cuatro pies antes de retroceder.

         Mirando al otro lado de la habitación, su sonrisa se hizo cada vez más amplia. Esto no era algo para tratar casualmente. Cherish logró lamer los pies de seis chicas, una experiencia que probablemente nunca volvería a vivir. Y como bonificación, pudo experimentar los tres sabores: limpio, sucio y sudoroso. Todos se fusionaron en su lengua y, lo mejor de todo, quedó grababa para que lo repitiera una y otra vez.

         —Oh, creo que olvidaste mover mi celular —dijo Cherish, viendo que el celular se había quedado dirigido hacia las tres adultas.

         ¡POP!

         Al terminar el beso con Sweetie, Scootaloo dejó escapar una risa incómoda.

         —No te preocupes. —Cherish le dio una palmada en el trasero—. Cuatro de seis es más que suficiente, y al menos puedo escuchar al resto.

         —Mañana tendrás más imágenes de los pies de Sweetie y yo. Te lo prometo, cariño.

— 30 MINUTOS DESPUÉS —


         Apple Bloom se frotó los ojos, gimiendo por el dolor de haber estado tumbada en el suelo tanto tiempo. Pero, ¿por qué había estado durmiendo? Lo último que recordaba la muchacha era haber bebido, esperado a que Scootaloo les trajera comida y nada más.

         —El viaje debe de haberme cansado —murmuró, poniéndose de pie—. ¿Eh?

         Como si sus calcetines que no estuvieran en sus pies no fueran sospechosos, levantó una ceja ante las uñas desconchadas. Después de todo, habían estado perfectamente intactas esa mañana.

         —¿Te levantas ahora? —Su hermana mayor estaba estirando la espalda, igual que el resto de las adultas. Mientras tanto, Sweetie Belle seguía durmiendo de lado. Sin embargo, sus medias de nylon estaban hechas jirones por todo el colchón.

         —No soy loca. Sé que alguien estuvo aquí —dijo Rarity, corriendo por la habitación para ver si robaban algo—. No es casualidad que todas nos durmiéramos a la misma hora.

         —No, que alguna alimaña me diera claramente un lametón en el pie, ÉSO me dice que tenemos un asqueroso aquí. —Applejack levantó sus gigantescos pies a la luz, mostrándoles a ellas una planta limpia y otra sucia—. Cuando lo vea, dejaré que vuelva a verme los pies. Cinco sucios dedos en su culo.

         —Apostaría dinero a que nadie lo lamió. —Rainbow se quitó la camiseta y abrió la puerta del baño—. Me suena más a una broma que no salió bien.

         —¿Las bromas no tienen que ser divertidas?

         —No me preguntes a mí. A algunas personas les hace gracia cualquier cosa, incluso mirar los pies. Apple Bloom era así, pero luego creció.

         —¡Hola, chicas! ¡Su salvadora ha regresado!

         Todas las miradas estaban puestas en Scootaloo, que golpeaba los pies con sus chanclas mientras dejaba una bolsa sobre el mostrador. Tenía un símbolo de aspecto elegante y el vapor ya sustituía al olor de los pies malolientes de Rainbow.

         —Comida oriental. Uf, me tenían esperando para siempre, ustedes no tienen ni idea.

         No se dijo ni una palabra.

         —¿Qué pasa?

         —¿Estabas jugando con nuestros pies o algo raro? —preguntó Applejack, dándole a la chica un primer plano de sus plantas contrastadas.

         La más joven se rascó la cabeza.

         —Eh… Estuve fuera todo el tiempo. ¿Qué es lo que me estás preguntando?

         —No mientas. —Inmediatamente, Rainbow corrió hacia Scootaloo y la agarró por la muñeca—. Tú sabes mejor.

         Parpadeando rápidamente, Scootaloo soltó una risita. Y dijo:
—Está bien. Escuchen, tuve que regresar porque dejé mi celular aquí, y todas estaban durmiendo. Noté que hacía calor, así que por eso dejé que las piernas de Sweetie respiraran por ahí. De todas formas, tiene muchas de repuesto. Y, Applejack, estaba intentando limpiarte los pies para que no ensuciaras las sábanas. Es todo. Tuve que salir temprano porque quería asegurarme de que el restaurante no cerrara.

         —¿Y mis calcetines? —Bloom se puso las manos en las caderas.

         —Lo mismo que Sweetie Belle. Tus pies apestan mucho, Apple Bloom. Necesitaban algo de aire.

         —Ya habría pasado si me dejaras bañarme…

         —Mira, la caminata fue larga. Cuanto más esperen, más se enfriará la comida. Hay arroz, hay fideos…

         Esa noche, cuando todas tenían el estómago lleno, las luces de la habitación se apagaron. Sin embargo, a medianoche, Scootaloo siguió jugando con su celular. Repitió el video y se relamió al ver a Cherish lamer el pie de Applejack. Y adelantándose al momento con Rainbow, la chica se puso una mano en la ingle.

         En su propia habitación, Cherish pasó horas resistiendo el impulso de masturbarse con este metraje. Los pies de Rarity en particular eran tentadores, ya que se parecían a los de Sweetie a la perfección.

         —Pronto —susurró, bostezando.

         —Guau.

         Después de que Scootaloo fuera al baño, los ojos de otra persona pusieron vidriosos al ver cómo lamía unos pies. En concreto, los propios pies de esta chica aparecían en un video, con Scootaloo chupándole los dedos. Y en cuanto se quitó los calcetines, no hubo ninguna duda. Nadie podía confundir esos diminutos dedos. Aparte de eso, había muchas miniaturas en las que aparecían pies descalzos sobre una cama.

         Apple Bloom, mordiéndose un dedo, tomó el celular y empezó a examinar el video. Tras ver suficientes pies, dejó el aparato de Scootaloo en su posición anterior.

         —Ya veo —susurró con una sonrisa.
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