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Lincoln tiene que ver cuál de sus hermanas—Lynn, Luan y Luan—tiene los mejores pies. |
—¿Por qué me despertaste? Lincoln dejó escapar un bostezo, intentando frotarse los ojos llenos de costras. El tranquilo sueño del muchacho terminó por culpa de su cariñosa hermana. A ella le encantaba tanto tocarlo que le tapó los ojos mientras bajaban las escaleras. —No mires —le susurró Lynn Jr. al oído—. O arruinarás la sorpresa. Aunque su cerebro aún salía del modo sueño, la vida que Lincoln llevaba en esta casa le permitía saber perfectamente adónde lo llevaba Lynn. En cuanto llegaron a la planta baja, se dirigieron hacia la derecha. Sin duda, era el salón. Con una risita, Lynn destapó los ojos de su hermano. —Aquí estamos. —¿Estás despierto, hermano? —Oye, si necesitas una descarga, te la daré. A la izquierda del sofá azul estaba sentada Luna, la tercera hermana mayor de la familia. Justo a su lado estaba Luan, la cuarta mayor, sólo un año más que Lynn. Ambas iban en pijama; Luna llevaba un camisón morado, mientras que Luan tenía un pijama amarillo más tradicional. Sin embargo, lo más notable de esta noche era la falta de pantuflas. La mayoría de los Loud rara vez recorrían la casa descalza, y Luan y Luna no eran diferentes. Pero Lincoln se encontró ante cuatro pies sobre la mesa de centro. De hecho, una mirada al suelo reveló que los calcetines de Lynn habían desaparecido. La valiente hermana le puso una mano en la espalda. —Hace un par de horas, empezamos a discutir sobre quién tiene los mejores pies. —Tú empezaste comparando nuestros pies —dijo Luna, frotándose los gigantescos pies. —¿Y? Como ellas no confían en que sea una juez justa, decidí que elegir a nuestro hermanito sería lo mejor. —Lentamente, la mano de Lynn descendió hasta el trasero de Lincoln, haciéndolo estremecerse—. Puede que un chico vea algunas cosas que las chicas no vemos, ¿no? Luan señaló al suelo. —Siéntate, Lincoln. No te quedes de pie. Jajaja, ¿entiendes? Pero en serio, no será una gran competencia si ya sabemos quién va a ser la ganadora. —¡YO! —Lynn saltó entre sus hermanas, encajando sus pies entre los de ellas. Lincoln necesitaba una toalla. La sonrisa taimada y el guiño de Lynn hicieron que se enamorara de ella diez veces más. Antes de que su erección pudiera crecer hasta el punto de destrozar sus pantalones naranjas, Lincoln se arrodilló. Ante seis pies femeninos, ¿qué iba a hacer? Los de Lynn estaban acostumbrados a estar por toda su cara, pero nunca había conseguido un primer plano de los de Luna o Luan. —Entonces, ¿qué quieren que haga? —El enfoque de Lincoln abarcó los treinta dedos de los pies. —Primero, dinos quién tiene los pies más bonitos —respondió Lynn. Inmediatamente, Lincoln empezó a ponerse como un tomate. Aunque la perspectiva de tocar todos estos pies era encantadora, tener que elegir a una hermana favorita lo hizo sudar. Los pies de las chicas crecían en el orden de sus edades; Lynn era mediana, Luan era grande y Luna era extragrande. Si tan sólo las diferencias acabaran con las tallas. Ninguno era plano, pero los pies de Luna eran los menos profundos; para sorpresa de nadie, la constante actividad deportiva de Lynn le daba el mejor arco. Evidentemente, se había desarrollado cuidadosamente para ser lo más curvilíneo posible. Luan, de nuevo, se encontraba cómodamente en el medio. —Um… —Lincoln no podía ignorar los pequeños detalles de los dedos de los pies. Todos descendían en el orden correcto, pero sus formas eran únicas. En pocas palabras, la atleta tenía los dedos más regordetes, los de la bromista eran más planos pero más delgados, y los de la melómana se curvaban hacia dentro. Se oyeron risitas y carcajadas por todo el sofá. —Linc nos mira los pies como si le diéramos un problema de cálculo. —Luna movió los dedos. —Ooh, un momento. —Luan apoyó las plantas en la superficie de la mesita—. Enséñenle los dedos. Eso hará que escoja. Por desgracia, la parte superior de los pies hizo que la elección de una ganadora en esta categoría fuera aún más difícil. Las uñas rojas de Lynn versus las negras de Luna versus las completamente naturales de Luan. El chico miró atentamente sus dedos rizados, y su atención se dirigió hacia los de Luna. —¡Luna! —él gritó, tragando saliva. Provocó los vítores de la mayor del salón y los gemidos de las demás chicas. —Ahora sé que tengo que pintarme las uñas de negro —dijo Lynn, fingiendo que aplastaba la cara de Lincoln con los deditos. —Dejaré los míos lisos. —Luan se tocó los dedos gordos. —Gracias por el cumplido, hermano. Pero quisiera saber qué te hizo elegir mis pies. No puede ser sólo por mis uñas oscuras, ¿verdad? Lincoln se rió, ahora cara a pie con Luna. —El tamaño significa que hay más que apreciar. Y es genial cómo se curvan hacia dentro tus dedos. —Le pasó el dedo por el pie, estremeciéndose, pero hipnotizado por la sensación áspera a lo largo del lateral de la planta. Provocó otra oleada de risas. Lynn hizo callar rápidamente a sus hermanas, señalando hacia arriba para recordarles que estaban jugando en medio de la noche. —Es hora de la segunda categoría —dijo Luna, acercándose unos centímetros—. ¿A quién le huelen mejor los pies? Ya sabemos que no son los de Lynn, así que puedes saltártelos. —Ya verán. Lincoln, que sepas que no hay ni una gotita de loción en nuestros pies, así que no pienses que una de nosotras te está engañando. La pura experiencia vas a tener, pero sin todo el sudor y el mal olor. Jeje, a menos que sus pantuflas huelan a mugre. —Tengo unos pies que huelen muy bien. —La sonrisa de Luan se vio respaldada por un impulso de confianza en su voz—. Díselos, Lincoln. Con los pies de su hermana revoloteando hacia él, los instintos de Lincoln se pusieron en marcha. Agarró los pies de Luan y se los empujó contra la cara. Inmediatamente, la olisqueó como si él fuera una mascota jugando con su dueño. Cualquier reacción que tuvieran las chicas cayó en saco roto, pues lo único que Lincoln oía era su respiración y el frotamiento de los pies de Luan en su cara. El olor dudó en entrar su nariz, y… No olían a nada de lo que Lincoln había esperado. Con los prolegómenos, se preguntó por qué los pies de Luan no apestaban por sus pantuflas. Pero tal vez realmente mantenía su calzado en perfecto estado. Aunque lo desconcertaba, nada le impidió disfrutar del aroma real de Luan. Asociarlo a algo era difícil debido a lo fresco pero definitivamente “Luan”. Sin embargo, tras inhalar por quinta vez, Lincoln suspiró extasiado. Cuando los dedos cubrieron su nariz más redonda, se mordió el labio, abrazando el encantador olor a pies de chica. —Vaya, vaya —se rió Luan, mirando a un lado y a otro entre sus hermanos mientras el aire corría entre sus dedos—. ¿A qué huelen? —Mmm… Huelen bien. Muy bien para ser pies, quiero decir. Dejando a su hermana con una sonrisa embarazosa, Lincoln se dirigió a Lynn. Ya sabía lo que le esperaba por sus varias noches de lamerla después del baño. Y a diferencia de Luan, Lynn ya conocía la mejor manera de conseguir que alguien le oliera los pies. En vez de dejar que Lincoln se adelantara, le pellizcó la nariz con los dedos largos y le frotó la cara con el otro pie. —¿Te gustan? —preguntó Luna, tapándose la boca—. Eres un estúpido con demasiada valentía. Lincoln soltó una risita, sintiendo accidentalmente el dedo meñique de Lynn en la boca durante un segundo. El olor, una vez más, era simplemente único de Lynn y complicado de detallar. Pero contenía una pizca de amargura que no tenía Luan. Aun así, el fetichista de pies agradecía todas las formas de olor de Lynn, por lo que este elemento no le restaba puntos de olor. Al mismo tiempo, sus pies no eran explícitos superiores a los de Luan en este aspecto. Simplemente olían diferente. Era como comparar manzanas verdes y rojas. Finalmente, los pies de Luna eclipsaron la cabeza de Lincoln. Su talón colgaba por debajo de su barbilla y los dedos sobresalían por encima de su esponjoso pelo. —Están un poco calientes —él gimió, empezando a olerlos. —¿Lo están? —Deslizó los pies arriba y abajo por la cara de Lincoln—. Debe de ser por las pantuflas. —Ah… También son tan suaves. Ustedes se cuidan mucho los pies. El calor de Luna hacía que sus pies se distinguieran un poco más de los de las otras. No sólo eso, sino que su olor era notablemente más fresco. Si los de Luan o Lynn olían como los típicos pies de adolescente, los de Luna eran como los típicos pies con una pizca de loción. Era como si le hubieran quemado crema en las plantas de los pies de forma permanente. Sorprendentemente, incluso llegaba hasta los dedos grandes. Cuanto más olisqueaba Lincoln, más percibía ese leve olor a coco mezclado con el olor natural de los pies. Al retroceder, sintió que los tres olores se mezclaban en uno solo por toda la cara. Las hermanas se pusieron tensas. ¿Quién ganaría? —Lynn es la mejor —dijo Lincoln. —Ajaja, sabía que podía confiar en que harías lo correcto. —Rápidamente frotó sus pies descalzos en las mejillas de cada una de sus hermanas, riendo—. Sí, sí, sientan esa victoria en toda la cara. Muac, muac. —No me hagas vomitar en tu pie —advirtió Luan. Y Lynn se detuvo de inmediato. —Los pies de Lynn y Luan huelen más o menos igual. Pero los de Lynn superan a los de ella por poco. —Lincoln miró a Luna—. Tus pies también huelen bien, Luna, así que no te sientas mal. —Pues, con todos esos gemidos, creía que ibas a elegirme a mí. —¿Qué hacemos ahora? Luan bostezó, estirando los dedos de los pies hacia atrás. —Tenemos que ver quién tiene los pies más sabrosos. —¿Los más sabrosos? Lincoln puso las manos sobre su erección. En respuesta, Lynn acercó los pies a su cara. La belleza pecosa los agitó de un lado a otro, esperando a que la lengua del chico hiciera contacto. —A ver… Para jugar limpio, es mejor que lamas cada uno de nuestros pies por un minuto. —No creo que tengas suerte por segunda vez, hermana —intervino Luna. —Mírame. Luan casi se había resbalado del sofá de lo inclinada que estaba. Saber que Lincoln estaba dispuesto a lamer todo el buffet de pies sí era material digno de comedia en sí mismo. Lentamente, Lincoln masajeó con la lengua el talón izquierdo de Lynn. Cuando llegó a la mitad del pie, las otras hermanas empezaron a reírse. Pero al chico ya le daba igual. Sin previo aviso, dobló la velocidad y se metió en la boca muchos de los flacos dedos de Lynn. Mientras tanto, su pene bailaba rítmicamente contra su ropa interior, mandando un torrente de placer a su cerebro. Cubrir los dedos de Lynn con su saliva era siempre un honor de la máxima magnitud. Y Lincoln nunca deseó decepcionarla, sobre todo ahora que muchos otros ojos estaban puestos en él. Chupó los dedos. A diferencia de ocasiones anteriores, no lo hizo con una fuerza ligera o incluso suave. No, el chico sorbió con entusiasmo los dedos de Lynn hasta que la presión le hizo un cosquilleo en la columna vertebral. —¡Guau! —Se tapó la boca para calmarse—. ¿Estás intentando comerte mi esmalte? —Está lamiendo profundamente —dijo Luan, asombrada ante el descuidado espectáculo. Tras dejarle los dedos del pie izquierdo llenos de saliva, Lincoln se centró en el derecho. Esta vez, lamió principalmente a lo largo de la planta cremosa de Lynn. Lo malo de tener los pies limpios era que tampoco había una buena forma de describir su sabor. Una vez hacienda círculos alrededor del talón, Lincoln sintió que los pies de Lynn podían estar un poco salados, pero hasta eso era una exageración. No obstante, chupar los pies de su hermana mayor seguía proporcionándole mucho placer. Ojalá tuvieran un sabor más singular. —Se acabó el tiempo. —Lynn utilizó los pies para guiar a Lincoln hacia Luna. —Je, estos deditos no van a chuparse solos, hermano. Abre la boca. Como si la ropa interior de Lincoln no estuviera ya manchada de líquido preeyaculatorio, la voz ronca de Luna burlándose de él lo hizo gemir. Sin vacilar, le dio largos lametones en ambos pies. Ahora su grandeza lo bendecía de verdad, pues llegar a los dedos era una aventura muy larga. A través de las largas planicies de las plantas había un sabor con personalidad, a diferencia del de Lynn. Los pies de Luna sabían un poco agrios. Nada extremo, desde luego no como los pies de Lynn en un día caluroso. Pero era como si se hubiera frotado caramelo de limón por las plantas antes de esta competicioncita. Hizo que Lincoln frunciera los labios, pero al igual que un limón, había una dulzura que lo hacía volver. Y, en general, se mezclaba mejor con el sabor natural de sus pies, que seguía siendo bastante normal. Este sabor agrio se manifestaba mucho cuando Lincoln babeaba entre los dedos de Luna. El calor adicional le daba un toque encantador. Antes de chuparle el dedo gordo, flexionó ahora los músculos de la ingle con más esfuerzo. Por repugnante que fuera hacerlo delante de tres de sus hermanas, dos de las cuales nunca habían hecho algo sucio con él, necesitaba alivio. Quería venirse delante de ellas. Luna soltó una risita cuando Lincoln se metió en la boca los dedos enroscados. —Deben de estar deliciosos, ¿eh? —Súper deliciosos, sí… Mientras se reían a carcajadas, Lincoln empezó a frotar los pies de Luan y Lynn. Un poco descuidado, ya que sólo podía trabajar con una mano, pero Luan arrulló por las cosquillas. —Qué sensación tan interesante —comentó, cruzando los pies entre los de Lynn para que ambas estuvieran más cerca de Lincoln. El pie derecho de Luan estaba justo al lado del de Lynn, y el izquierdo también junto al de la atleta. La transición era perfecta. Lincoln presionó inmediatamente sus labios contra la bola del pie derecho de Luan. —¡Lincoln! —Ella apretó el puño—-. ¡Me haces cosquillas! El muchacho continuó chupando la bola de la chica durante unos segundos. Pero en cuanto su lengua tocó la planta de Luan, sus ojos se abrieron de par en par. Su sabor destacaba sobre el de las otras de forma importante. Al igual que Luna, el pie no sabía al 100% como el de Lynn. Pero no se parecía a ningún dulce. Más bien, este sabor era mucho más rico en sal y especias. Para Lincoln, resultó chocante porque los pies de Luan no estaban calientes; tenía los pies más fríos, y sólo la saliva del chico les daba calor. Pero cualesquiera que fueran los elementos divinos que se habían derretido en los pies de Luan, creaban una delicia adictiva. Lincoln sacó toda lengua, arrastrándola del talón a los pies mientras Luan se reía. Si Lynn no hubiera estado allí para calmarla, la bromista habría acabado pateando a Lincoln y dejándole una huella gigante en la cara. Luna se dio cuenta de lo profunda que se había vuelto la respiración de Lincoln. —Oye, no te ahogues. ¿Un desafío? Lincoln aprovechó para meterse en la boca tantos dedos de Luan como pudo. Uno, dos, tres, y… ¡NUEVE! Con los pies apilados uno encima del otro, fue lo mejor que pudo conseguir. Quizás uno de los meñiques estuviera solo, pero los otros estaban de fiesta en su boca. Retorciéndose como gusanos, hicieron que sus uñas más afiladas adornaran su lengua y las paredes de su boca. Luan sonaba como un ratón chillón mientras le empapaba los pies. Sus carcajadas fueron tan fuertes que asustaron un poco a Lincoln. Pero cuando él sobresaltó, su lengua se atrapó entre los dedos salados y ricos de Luan. Miró a su hermana mayor a los ojos. Ella tenía un dedo en los labios. Incluso en el salón oscuro, brillaban sus preciosos frenillos mientras jadeaba. Todo el tiempo, flexionaba los dedos de los pies en la boca de Lincoln sin parar. Le besaban las encías, se deslizaban entre los dientes y le aplastaban la lengua… La mancha en su ropa interior se hizo más grande. Chupándole los dedos, gimió y se tacó al tiempo que eyaculaba en presencia de Lynn, Luna y Luan. Por muy mal que le sentara hacer algo así la inocente Luan, se sentía demasiado bien. Nueve chorros pegajosos y calientes después, le soltó los dedos babosos de la boca. Luan se agarró el pecho, con aspecto agotado. —Ay… Lincoln… Lynn frotó sus plantas contra las de sus hermanas, haciéndolas cada vez más babosas. Luan estaba demasiado risueña para preocuparse lo más mínimo, pero Luna retiró las suyas al cabo de un rato. Ella se centró en su hermanito, que empezaba a parecer cansado. —¿Y quién gana esta ronda, Linc? —Luan… No hay duda… Luan se abanicó. —¿En serio? ¿Te gustan mis pies? —Pues… No los quiero salir con ellos ni nada de eso. Pero saben de lo más especial. Lynn y Luna, los suyos son un poco regulares ahora. Pero ninguna de ustedes sabe mal. —¡Si esto hubiera sido un concurso con los pies sudorosos, habría ganado inmediatamente! —Lynn se echó hacia atrás, jadeando—. Pero parece que no tenemos una ganadora absoluta, ¿eh? Cada una de nosotras ganó una categoría. —Quizás necesitemos otra ronda —sugirió Luna—. Como quién tiene menos cosquillas o quién tiene los pies más fuertes. —O quién tiene los pies más rápidos para llevarse a la cama. Todos los ojos estaban puestos ahora en la señora de la casa. La aparición de Rita Loud asustó a las chicas, pero horrorizó absolutamente a Lincoln. Torció el cuerpo para evitar que ella viera la tenue mancha que se filtraba hasta los pantalones. —Buenas noches, Mamá —dijo Lynn, poniéndose en pie—. Hemos resuelto la discusión de antes. —Eso es bueno. Ahora vete a la cama. —Se dio la vuelta—. Todos ustedes tienen escuela mañana. Antes de subir, Lincoln detuvo a las chicas. Primero besó la parte superior de los pies de Lynn y luego le dio las buenas noches. Ella sonrió satisfecha, le abrazó y luego subió volando las escalares. Ahora le dio a Luna un tratamiento similar, sólo que se detuvo un poco más en el dedo gordo de su pie. Luna le frotó el pelo, y ahora sólo quedaba Luan. Mientras él le besaba los pies, ella seguía intentando quitarse el rubor de la cara. —Me aseguraré de que mis pies sepan lo mejor a partir de ahora, Lincoln. ¿Realmente te gustan? —Como dije: tienen un sabor especial. —Le dio una larga lamida en la parte superior de los pies—. No seas nerviosa. Ella lo abrazó y él se lo devolvió. Pero a diferencia de con Lynn y Luna, esta vez Lincoln hizo el esfuerzo de besarla. Sólo un pequeño picotazo en la mejilla, pero Luan seguía gimiendo. Frotó su suave pie contra el de su hermanito por un segundo. Y antes de subir, volvió a mirarlo. —M-M-Me gustaba la sensación cuando me estabas lamiendo a mí… Eh, olvida que dije eso, ¿de acuerdo? Nos vemos por la mañana. —Y se fue. Lincoln jadeó. —Quisiera volver a lamerte, Luan… —susurró Lincoln antes de salir del salón. |