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Que esta dominación sirva de ejemplo de por qué no hay que enojar a cierta coneja. |
• Versión en Archive of Our Own • Copias y la cubierta en MEGA • Read in English La lluvia caía a raudales alrededor de este motel rústico. El lugar no era la primera elección de Vanilla, de 22 años, pero sin trabajo a la vista y con un amigo tan tacaño, éste era el mejor arreglo que podían acordar. Un pedacito de paz en medio de la nada. A la coneja floridana, totalmente ordinaria, le costó llegar a su habitación. No sólo estaba en el primer piso, en un lugar que no tenía ni idea de lo que eran los ascensores, sino que además Vanilla usaba chanclas. Y cualquiera que haya intentado caminar bajo la lluvia con ellas sabe que es la receta perfecta para romperse el culo. —A la mierda —suspiró, quitándoselas con cuidado—. No está tan lejos. Subió las escaleras con dificultad y con las plantas de sus pies frías por el suelo áspero. En cuanto estampó la tarjeta de acceso contra la puerta, entró molesta y arrojó la maleta al suelo. Allí, recostado en una de las dos camas, estaba su supuesto amigo. —Hola —dijo él, usando su teléfono con despreocupación. —No puedo creer que pensara que el otoño era mi estación menos favorita. —Vanilla se apretó la abundante melena pelirroja como una esponja antes de andar al baño para secarse—. ¡Los veranos de Florida son lo peor! —Tienen sus ventajas. —Los ojos de Jacker se centraron en las chanclas negras Roxy que Vanilla había tirado al suelo. Mientras ella se encerraba en el baño, el bufón de piel pálida salió de la cama y agarró una. Cuando su mano tocó la suave goma de la sandalia, se quedó boquiabierto. El rugido del trueno lo devolvió a la realidad, recordándole que era la lluvia la responsable del estado del zapato. Sin embargo, su mente juguetona se aventuró, imaginando a Vanilla corriendo kilómetros hasta este motel, sus chanclas chirriando a cada paso. Y en lugar de ser la lluvia la causante de la humedad, era el sudor de sus plantas el que deformaba el calzado. Una sonrisa traviesa apareció en su cara. Se moría por darle un buen olfateo a esta chancla, para inhalar la esencia de Vanilla. Snif… Snif… La zona de los dedos sólo tenía una pizca de su esencia, pero aceleró su corazón. Su pene también sintió un estímulo mientras seguía inhalando. Jadeando, la olisqueó por última vez antes de volver a la cama, justo a tiempo para ver salir a Vanilla. Llevaba una camiseta roja limpia y seguía vistiendo sus leggings negros. —¿No vas a bañarte? —preguntó él. —Eso puede esperar. —Se acercó a su maleta—. Ahora, ¿vamos a jugar o sólo vas a jugar Yu-Gi-Oh por milésima vez en línea? —Mientras haya traído mi arma perfecta, estoy listo. —Es increíble que haya aguantado tanto tiempo —comentó mientras miraba su control índigo de GameCube. La goma de la palanca de control ya no estaba; el cable estaba tan rasgado que era un misterio cómo seguía funcionando—. Sabía que te gustaba la mierda desde que te conocí, considerando que éste es tu favorito. —Jeje… —Y puso una cara espeluznante que hizo que Vanilla le arrojara el grueso control. Desde pequeña, a Vanilla siempre le había dado bien seguir los juegos modernos, pero al llegar a la adolescencia le costaba adaptarse. Frecuentemente volvía a sus consolas más viejas. Si el PlayStation 2 no hubiera sido su favorito, el Wii que llevaba hoy habría tomado ese lugar. Y aunque no le tenía mucho cariño al GameCube, la posibilidad de jugar sus títulos perfectamente en el Wii era sin duda una ventaja para la máquina más joven. —El Wii tiene casi 20 años, Dios mío —susurró, levantando la pierna mientras jugueteaba con las anticuadas entradas del televisor analógico. —Envejecer no tiene por qué ser malo —dijo Jacker, mirándole las plantas de los pies. Vanilla no sabía si seguir pensando en la crisis de su vida universitaria o agradecerle el cumplido. No era la primera vez que alguien comentaba sobre sus pies. Sabiendo que Jacker sentía más afinidad por sus plantas que por sus dedos largos, empujó lentamente el pie antes de retraerlo. Esa simple acción encendió una chispa en el cuerpo de Jacker, y Vanilla pudo escuchar con sus oídos grandes cómo sus jeans se estiraban. —Sabes —dijo ella, intentando calmarse—, ojalá estuviéramos jugando el Mario Kart bueno. —Lo hacemos. —¿En serio? ¿Un juego con gravedad de la luna, objetos molestos y donde tu kart se desliza más que mis sandalias en un día lluvioso? Si eso es lo que se considera un buen juego, entonces estamos jugando un título perfecto. —Hazte bueno. —Oh, soy bastante buena —se rió—. He estado practicando sólo para ti. Cómo el control favorito de Jacker tenía un cable, se retorció hasta los pies de la cama. Mientras tanto, Vanilla disfrutaba de su vida sin cables con su querido Classic Controller, así que saltó a la cama. Sus piernas colgaban de ella mientras abría el Canal Homebrew. El glotón no pudo resistirse a echar otro vistazo a sus pies. Especialmente desde un ángulo lateral. La curva de su arco era tan pronunciada que podía imaginarse su cara descansando cómodamente en ella. Entonces se crispó su nariz. —Mmm… ¿Qué has estado cocinando? —preguntó, relamiéndose los labios. —Esta mañana me puse unos tenis, eso es todo. —¿Tenis? —Sus ojos se abrieron de par en par—. Sin calcetines, ¿verdad? —Claro. —Vaya. Písame, por favor. —Pretendo de todas formas hacer esto más interesante. —Enroscó los dedos mientras aparecía la pantalla de título del juego—. ¿Qué tal si hacemos dos o tres copas, y si tengo más victorias al final, me frotarás los pies? —Espera, ¿no irás a por los míos? ¿O darme algo más exigente? —Estoy agotada. Ahora, ¿qué quieres si ganas? ¿Qué no quería Jacker? Los pies de Vanilla eran unos de sus favoritos en el mundo, sólo por las imágenes de Internet. Quería besarlos, lamerlos y definitivamente olerlos lo más intensamente posible. Pero mientras pensaba, se dio cuenta de que no era necesario limitarse a una sola acción. —Cuando gane, quiero que me obligues a adorar tus pies. —La dominación no es mi fuerte. —Claro que sí —dijo, tocándole la parte superior de los pies—. Claro que sí. Con Vanilla utilizando todo el conocimiento que tenía del juego de 2003, las pistas más sencillas de la Copa Champiñón fueron pan comido. Terminaba constantemente en las dos primeras posiciones, mientras que Jacker luchaba por colarse entre los cuatro primeros. —Creía que este traste era tu favorito —se burló Vanilla—. ¿No deberías estar ganándome? —Hace años que no lo juego. Era sólo un calentamiento. La Copa Flor fue intensa. La cantidad de tráfico del Puente Champiñón, junto con lo resbaloso de los controles de Double Dash, hizo que Vanilla maldijera mientras trataba de mantener el primer lugar. Estaba en la última posición, y sólo recibí objetos inútiles para tirar. Pero ahí estaba Jacker, llegando a la cima sin esfuerzo. Y a pesar del rendimiento superior de Vanilla en las otras tres pistas, la ventaja que Jacker había conseguido antes le aseguró la victoria. —Estoy deseando chuparlos —susurró a los pies, lanzándoles un beso. —Están más interesados en que los masajees, así que no te hagas ilusiones. —A ver qué dice Tierra Sorbete sobre eso. —Y con esa única frase, Jacker había provocado que los nervios de Vanilla se pusieran rígidos. La primera pista de la Copa Estrella tenía unos efectos visuales helados muy hipnotizantes. Pero cada vez que Vanilla se encontraba corriendo allí, estaba dispuesta a destrozar su control. La falta de fricción y el excesivo balanceo de la parte trasera del kart la hacían chocar contra los obstáculos una y otra vez. —Maldita sea —gruñó, dando una patada a Jacker en la nuca. Era la tercera vez que la golpeaba un Caparazón rojo en una sola vuelta—. ¡Y no puedes mirar hacia atrás! ¡Este sistema de objetos apesta! —Bueno, quizá sea un defecto. —¿Quizá? —Quizá sea un mal elemento. Pero a mí me gusta que no puedas ser una cobarde y aguantar un plátano toda la carrera. —Sacó la lengua—. Hace que el juego necesite mucho más de tus habilidades, aunque entiendo que eso te moleste. —Cómo te atreves… Después de que Jacker se alzara con la victoria en Tierra Sorbete, saltaron a Ciudad Champiñón. Vanilla rara vez jugaba en esta pista cuando era niña, y eso se reflejaba en que estaba constantemente confundida sobre dónde girar. El tráfico no hizo más que aumentar el caos, mientras que Jacker salió ileso. El Circuito Yoshi fue el siguiente en llegar. Inmediatamente, Vanilla golpeó otro kart para robar un objeto a un jugador de la computadora. En cuanto vio lo que tenía, soltó una carcajada. La coneja se aferró a este objeto vibrante hasta la segunda vuelta, cuando Jacker se encontró en cabeza y cerca de una de las curvas más cerradas. El sudor le resbalaba por la frente. Si no hallaba una Superestrella muy pronto… —Vamos, vamos. —Su ruleta de objetos se paró en un Plátano, y Vanilla lanzó su arma de destrucción—. ¡Maldito Caparazón azul! —Se llama un Caparazón de picos, cabrón. —Vanilla tiró de su pelo gris oscuro con los dedos, tirando con más fuerza al ver que su kart saltaba por los aires. Esta estrategia hizo que Jacker quedara en séptimo lugar frente al primer puesto de Vanilla. Las puntuaciones estaban muy igualadas, y si ella ganaba la siguiente carrera, lo superaría definitivamente. Y para el temor de Jacker, Vanilla conocía la Montaña DK a la perfección. Cada segundo de esta carrera estaba lleno de tensión. Los dos estaban siempre enzarzados, y Vanilla aprovechaba la pantalla de Jacker para anticipar si le lanzaría algo. Ella lo ganó en la primera vuelta, y él apenas logró pasarla en la segunda. Al entrar en la vuelta final, dejaron atrás a los demás corredores, y fue al tomar la penúltima curva cuando Jacker comenzó a rezar más rápido que cuando era un niño con su cura. «Por favor, Dios, permíteme adorar sus pies. No puedo esperar un día. ¡Los necesito ya!». Y como si este ser ficticio tuviera poderes reales, Vanilla dio un salto desde el desvencijado puente, chillando mientras Jacker celebraba. Comenzó la música de la victoria, y Vanilla yació con un gemido de frustración. —¡Odio este juego y su estúpida física sin gravedad! —Me encanta este juego y su estúpida física. —Jacker pinchó la planta de Vanilla—. Sabes, si en su día hubieras tenido más amigos, tal vez ahora serías una experta en este juego. Vanilla se quedó paralizada, con un tic en el ojo. —Sí, con amigos y familia, la pasaba bien. Mientras tanto, tú estabas ahí sentada, jugando solita casi toda tu vida. Es una lástima, ¿no? Ah. Vanilla se puso de pie al instante, tomó al bufón del cuello y lo lanzó contra la pared. —Te lo habría dejado fácil, pero no, te estás poniendo muy engreído. «¡Sí! ¡Deja que el odio fluya en ti!», pensó Jacker. Era raro ver a Vanilla tan enojada, pero Jacker se dio cuenta por la intensidad que mostraba que había cruzado una línea. Vanilla le dio una patada hacia un lado, y sus pasos resonaron como los de un elefante al llegar a su cabeza. Con el pie derecho en el aire, Jacker tuvo un segundo para reaccionar. —Y por cierto, yo no elegí mi infancia. —La mujer le aplastó la cara bajo el pie. Al principio, Jacker sintió un fuerte dolor. Era como si Vanilla le hubiera roto la cara. Sin embargo, este dolor se convertía gradualmente en placer a medida que se asfixiaba bajo el poderoso pie. Era como estar cubierto con una manta, sólo que esta manta tenía un olor especial. Vanilla, efectivamente, había llevado puestas sus tenis esa mañana. Jacker no estaba seguro de si eran los infames Nike negros o los blancos que olían a queso, pero estaba obvio que ese olor venía de un par bien usado. Era demasiado fuerte e inconfundible para ser de unos zapatos recién adquiridos. Y cuando Vanilla apretó sus dedos contra su frente, un gemido escalofriante escapó de su boca. El tufo bien podría haber sido su propio oxígeno. Su humedad había sido absorbida por las toallas, pero la transpiración anterior daba a sus pies otra cualidad superior: la suavidad. A pesar de lo devastador que debería haber sido que le pisotearan la cara, fue como si le golpearan con una almohada. Era firme pero acogedor. Había ignorado la historia de la vida de Vanilla, sólo inmerso en la experiencia de estar atrapado bajo su enorme pie. —Ignórame todo lo que quieras. —Vanilla levantó el pie, dejando al descubierto su cara de enfado—. Haré que me prestes atención. Lo tomó del cabello y lo llevó hasta la cama, donde se sentó. Una vez en la posición correcta, empujó su cara en su pie. En específico, le pellizcó la nariz entre los dedos. Esto era mágico. Jacker sólo soltó una risita ante la sensación de calor que se apoderó de él. Luego, cuando fue a aspirarlo correctamente… —¿Qué te pasa? —Vanilla apretó con más fuerza, usando la otra mano para mantener su boca sellada. Que ella lo mirara a los ojos alarmó a Jacker. A Vanilla nunca le había agradado mirar a los ojos, ni siquiera a su propia familia. Pero ahí estaba, observando a este bromista mientras su respiración se detenía. Pasaron 40 segundos, y justo cuando pensaba que iba a caer desmayado, de repente sintió cómo el aire volvía a llenar sus pulmones. Aunque sólo entraba por su boca, lo que hacía que inhalara las pequeñas partículas de suciedad que quedaban en la planta del pie de Vanilla. Cada inhalación sabía a mugre. —No, no, no —cantó ella, abofeteándolo repetidamente—. Sé un hombre. Jacker volvió a su pie. Sus gemidos iniciales de placer se transformaron en sonidos de incomodidad mientras sólo respiraba el sudor del pie. El olor avinagrado que antes lo había convertido en un aroma verdaderamente infernal del que no podía liberarse. Ella le presionó la nariz con tanta fuerza que sólo podía inhalar pequeñas cantidades de aire, lo que hizo que su cuerpo comenzara a moverse con desesperación. —Saca la lengua —le ordenó. Cuando él no obedeció, ella tomó cartas en el asunto. Le metió los dedos en la boca, uno a uno—. Veamos cuánto te excita esto. El control de Jacker disminuyó, pues eran los pies los que asumieron el control. Los dedos se movían y retorcían, y su instinto de pellizcar persistía mientras atrapaban su lengua entre ellos. Si hubiera una palabra para describir el sabor de los pies de Vanilla, sería «acre»: una palabra que puede representar tanto lo bueno como lo malo. Sus dedos eran increíblemente acres. Y el sudor que soltaban no era nada de ignorar. Al apretar los dedos, sus jugos inundaron la boca de Jacker, su lengua funcionando como esponja. Y aunque la situación seguía siendo incómoda, la sensación de placer empezó a regresar, al menos por dentro. Independientemente de las circunstancias, era un honor poder saborear los nutrientes que secretaban los pies celestiales de Vanilla. Mientras tanto, seguía mirando a su amiga a la cara, como si imaginara que era su lengua la que bailaba con la suya, en lugar de los dedos. Cualquiera de las dos situaciones le habría parecido bien, pero con los ojos cerrados, se encontró poniendo toda su energía en chupar con intensidad esos dedos. Como si fueran los dulces más deliciosos. Y después de todo, su erección le instaba a disfrutar. —No hay mucho que me haga enojar de verdad —gimió Vanilla, sacando los dedos de la boca de Jacker para frotárselos en la cara—. Felicidades. Jacker esbozó una leve sonrisa al sentir el sudor de ella y su saliva manchándole la cara. —Si necesitas tanto para mostrar alguna emoción de verdad, no me extraña que tuvieras problemas. «¡Golpéame otra vez! ¡Te desafío!». La fuerza de Vanilla dejó a Jacker encorvado. Y esta vez no fue su pie el que lo atacó. Su mano vibró en lo más profundo de su estómago antes de que el bufón recibiera una patada giratoria. Entonces le golpeó el pecho con el pie. Abrió su boca de par en par. Sin decir nada, comenzó a introducirle el pie izquierdo. Pero pronto se volvió mucho más agresiva, convirtiéndose en una batalla mientras gruñía y empujaba su pie grande hacia la garganta de Jacker. Con la boca de Jacker tan pequeña, la presión era abrumadora. Era una presión aún más fuerte que cuando le pellizcaba la lengua entre los dedos. Las emociones de Jacker eran como un metrónomo, rebotando entre el dolor y el placer. Las paredes de su boca se estiraban cada vez más y su respiración se aceleraba con dificultad. A este ritmo, era como si Vanilla quisiera llegar hasta el fondo de su garganta, sólo para rasparla con el dedo gordo del pie. «Más profundo… Más profundo…», pensó. Sus ojos se volvían grandes. Contra todo lo que se esperaba, los dedos de Vanilla le provocaron arcadas. Ella miraba como si no le importaba nada mientras su pie asfixiaba al macho que tenía debajo. La garganta de Jacker comenzó a retorcerse y golpeó el suelo, dejando claro a Vanilla que lo tenía donde lo quería. Tan contenta con sus resultados, enroscó los dedos en señal de satisfacción. Pasó un minuto antes de que mostrara clemencia. Jacker tuvo un segundo para respirar, sólo para que el pie volviera a hundirse en su boca. —Será mejor que te lo tragues —dijo ella con cierta aspereza, sintiendo por fin que sus dedos tocaban la parte posterior de su garganta. Jacker gimió, pataleando y agitándose, pero esto sólo provocó que Vanilla abriera más los dedos. Y entonces, de un tirón, Jacker le arrancó el pie y rodó de lado, escupiendo. «Empieza a ser demasiado…». Sin embargo, giró sobre su espalda, sin dejar de mirar a la coneja molesta. Cuando él sintió que le empujaba las piernas, abriéndolo como a una estrella de mar, se dio cuenta. —¡No! El pie de Vanilla se estrelló contra la frágil verga y los huevos de Jacker. Una sacudida de fuerza recorrió sus genitales, provocándole un escalofrío mientras soltaba un lento gemido. Con el ceño fruncido, Vanilla giró el pie, ejerciendo una presión diez veces mayor que cuando le asfixió la cara. Y con todo su peso cayendo sobre él, el cuerpo de Jacker empezó a sufrir espasmos. Empezó a jadear rápidamente. Un líquido pegajoso se filtró a través de su ropa interior, salpicándolo cuando Vanilla estranguló la pierna de su pene palpitante con los dedos. —Estoy esperando algún tipo de disculpa. Una señal de arrepentimiento. No tengo toda la noche —se quejó Vanilla, usando ahora el otro pie para pisotearlo. —¡Lo siento! —chilló, apretando los dientes. Su talón siguió aplastándole las pelotas, y las oleadas de placer y dolor alcanzaron su punto máximo. La cara de Jacker se llenó de pura agonía, y empezaron a brotar lágrimas. Y, sin embargo, en el fondo, saltaba como un niño emocionado. Cuando Vanilla se separó por fin de su cuerpo, le dio una última patada en la cabeza. —Esta noche dormiré en mi propia cama. —Agarró su pijama y con elegancia se fue al baño. Los pasos húmedos de Vanilla fueron como música para los oídos de Jacker antes de que cerrara la puerta. Puede que su cuerpo palpitara, pero su única respuesta fue una ligera risita. —Me gusta cuando te enojas… —Se arrastró lentamente hasta sus chanclas, apretando los labios contra la goma empapada. Cuando su ropa interior se llenó de una segunda ronda de semen, dejó escapar un gemido de satisfacción—. Y decías que no sabías dominar. Je. Mentirosa. -------------------- Notas del autor: Vanilla es el nombre de mi avatar. Puede que necesite un nombre un poco más específico, ya que de momento es muy básico. Les recuerdo que ante todo soy artista, así que si quieren más ilustraciones, mis galerías están aquí: https://www.pixiv.net/users/40768940 https://vanillasoftart.newgrounds.com/ https://mega.nz/folder/lD1SAJQD#c2o2H4dbU5RecZ3Tdycb4w Jacker le pertenece al artista TheJesterMime, y sus perfiles están aquí: https://www.deviantart.com/thejestermime https://www.pixiv.net/users/4839631 |