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Como nueva esclava de los pies de Peach, la vida de Toadette se da un giro emocionante. |
—Pies de Malvavisco… —Minh soltó una risita, quedándose cerca detrás de mí—. No tengo un apodo para ti, pero encontraré uno. Tenía tantas ganas de metérmelos en la boca como malvaviscos. —Quiero estar en la alberca de verdad cuando terminemos con esto, Toadette. Quizá así veas mejor estos dedos míos. —Ah, qué bien. —Me detuve—. ¿Puedo admitirte algo? No tengo ningún plan. —¿Qué? —Creía que todo saldría como en una película de espías o algo así. —Me encogí de hombros con una sonrisa avergonzada. —Toadette… —Se dio una palmada en la cara—. Bueno, menos mal que estoy aquí. Sacó el teléfono. Espera. ¿Estaba usando el cerebro? Porque parecía la forma más tonta y obvia de espiar a alguien. —Mete el teléfono en tu bolsillo y mantenlo encendido. —Gimió—. Hazlo ya, deja de hacer tantas preguntas. —De verdad crees que esto va a funcionar, vaya. —Va a funcionar mientras Su Alteza o alguno de sus muchachos no se dé cuenta. Ándale, regresemos a la habitación, a un lugar más privado. Una vez dentro, Minh subió el volumen de su teléfono. Estábamos tan cerca que nuestros sombreros se rozaban. Al estar boca abajo, nada podía distraerme visualmente de la conversación. —¿Cómo nos va a ayudar si quitamos más guardias? —El capitán sonaba exasperado. —Seguirán trabajando, sólo que más repartidos por la ciudad y no directamente en el festival —dijo Peach. —Nuestro trabajo es protegerla a usted y a la gente de ese evento. Si quiere más seguridad en toda la ciudad, ¿qué tal si le recomiendo que le pida a la policía que haga su trabajo? —Tengo menos fe en ellos que en tus hombres. Con todos los problemas causados por los Scapelli, ¿cómo sabremos si no van a atacar otra área durante el festival? O peor aún, a alguien en particular. —Princesa —suspiró—, la única persona a la que querrían es esa chica tenista, y la última vez que lo comprobé, agarramos a ella primero, ¿no? —No estás pensando en todos los escenarios posibles. —¿Oyes, Minh? —La miré a ella—. ¿Vamos a un festival con menos protección? —Qué extraño. —Toads, por favor, deseo conversar a solas con su capitán. —Cuando se cerró la puerta, Peach se aclaró la garganta—. Toadette. Mis ojos se agrandaron. —¿Cómo? —preguntó el capitán—. Sí, la chica nueva. ¿Qué tiene que ver con esto? —Bueno, ha sido de gran ayuda para nuestra causa. Es una chica muy talentosa, muy útil. Y luego tomó la decisión de incendiar un edificio entero. —¿Cómo dice? —Fingió ignorancia, considerando que le había contado los hechos la misma noche en que ocurrieron—. Lo que ocurrió es ese edificio fue un accidente extraño, sin más sospechoso que la marimacha que, incluso después de que mis hombres la interrogaran, afirmó ser inocente. —La razón por la que los Scapelli señalan a ella es porque en el pasado tuvo problemas con la ley en Ciudad Champiñón; su ADN ya está en el sistema, y lo sabrían. Pero hice que nuestra gente comparase el ADN desconocido con el de todos nosotros, y encontraron dos coincidencias. —Mierda… —Tragué saliva. —¿Me está sugiriendo que Toadette fue a quemar ese edificio? —¿Ves otra posibilidad? —Puede que nosotros lo sepamos, pero los Scapelli no. Y si lo saben, ésa es aún más razón para tener a mis hombres en ese festival. —Piensa. —La voz de Peach se hizo más fuerte—. ¿Crees que no son capaces de llevar a cabo sus propias investigaciones, capitán? Nosotros, en Ciudad Toad y en algunas de las ciudades más pequeñas, estamos más acostumbrados a nuestros objetos o a la magia. Aquí, a esta escoria le encanta usar armas de fuego. Aunque puede que no caigamos de un solo disparo, una bala bien dirigida al cerebro de una débil Toad garantiza una muerte escalofriante. Adiós a la querida Toadette. El capitán Toad se quedó callado. —Me va a llevar tiempo recolocar a todos. —Haz lo que debas. Ya sabes que no queremos perderla… Corté la llamada. Tomé la almohada más cercana y grité con todas mis fuerzas por lo que pareció una eternidad. Cuando la solté, mi corazón seguía latiendo desbocado. —Podría ser peor —dijo Minh. —Dime, ¿cómo? —Dijo que podrían descubrir que eres tú. Y teniendo en cuenta que nuestra gente peinó el lugar, combinado con lo bien que quemó ese edificio T. Dani, ¿qué posibilidades hay de que encuentren tu ADN? Era más que eso lo que me preocupaba. Cuando nos colamos en el edificio de los Scapelli, el de las afueras de la ciudad, encontramos esos papeles que hablaban de sustancias químicas. Había un dibujo de una corona muy parecida a la de Peach, justo al lado de un emblema con las letras «PT». Seguía sin saber qué significaban esas letras, pero que hubiera una corona de Peach no era lo único que me molestaba. Había mencionado que había más dibujos, y los había. Había un pequeño boceto de Peach dándole la mano a otra persona, dibujado en un estilo caricaturesco. Tal vez sólo fuera una broma sobre cómo planeaban hacer que se sometiera a ellos después de lo que hicieran, pero había otra posibilidad, aunque improbable. —Creo que estás perdiendo la cabeza. —Minh sacudió la cabeza—. ¿Qué dices? —Sólo digo que es posible. —No si tienes cerebro. ¿La princesa trabajando con los Scapelli? ¿Qué ganaría con eso? —No lo sé. —Sí, no lo sabes, porque es una locura. Yo creería que trabaja con Bowser antes que con estos tipos. Y si tiene a esos guardias repartidos por la ciudad para detener a los Scapelli, es que no quiere que te vayas. Como dijiste, te necesita a ti. —Claro, lo siento. Es que ya no lo sé… Llamaron a la puerta. Ni siquiera tuve que asomarme para saber a quién arrastraría dentro. —¿¡Qué me está pasando!? —pregunté, sacudiéndolo. —Cálmate. —Me agarró por los hombros—. Aún tengo que investigar algunas cosas. Pero haré que presten atención a todas las calles que rodean el Festival de las Estrellas. —¿Y TD? ¿O mi madre? Si los Scapelli encuentren mi ADN, entonces… —Tranquila. Para ellos, tú serías el verdadero peligro: esa doña nadie impredecible de fuera de la ciudad que logra arruinar sus operaciones. —Me apretó más fuerte—. Vine aquí contigo y no me iré sin ti, Toadette. ¿Me entiendes? Asentí lentamente, aún con la respiración entrecortada. Me miró de arriba a abajo. Aún llevaba puesto el traje de baño, y parecía que, después de unos segundos, se estaba emocionando al ver más de mi piel desnuda. Pero no me tocaba por todas partes, sino que retrocedía. —Ahora dedico el día entero a arreglar este lío. Oye, T. Minh, ¿vas a ayudarla a relajarse? —Vamos al agua, Toadette. —Agarró una toalla—. Todo saldrá bien mañana. Antes de entrar en la piscina, Minh tomó un flotador para sentarse. Yo ya tenía los pies sumergidos en el agua, y me tomó un momento acostumbrarme a la temperatura más fresca mientras bajaba los escalones. Después de unos segundos, todo estaba bien. Entonces sentí un gran chapoteo en la espalda, junto con algo sólido. Acabábamos de entrar en el agua y ya estaba intentando volverme loca. Minh se separó y apretó los dedos, dejándome ver el azul brillante que tenían. La humedad hacía que el esmalte resaltara aún más. —Ni siquiera piensas en nadar, ¿eh? —le pregunté. —A veces soy perezosa. —Bueno, no me des una patada accidental por tu pereza, porfa. —Me alejé para evitar sonrojarme. Aun así, me preguntaba qué olor tendrían sus pies esta mañana. Antes de despedir a TD, se puso chanclas, y ambas estábamos descalzas desde entonces. Hmm… No sería normal ni apropiado preguntarle si podía olerle los pies, sobre todo con tanta gente adinerada alrededor. Y lo más importante, gente a la que vería en el castillo. La única forma sería acercar mi nariz a sus pies, pero acababa de decirle que no quería estar cerca de ellos… —¿Estás bien? —preguntó. —Perdida en mis pensamientos. —Pues sal de ahí. Si el capitán Toad dice que va a hacer cualquier cosa para mantenerte a salvo, significa que realmente… —Realmente quiere cogerme. —Lo aceptaría como un regalo extra. ¿Sexo y protección gratis? ¡Qué padre! —Como si conociera el significado de «protección». Obviamente quiere zambullirse en mí sin ella. —Espera un momento. Zambullir… Acababa de encontrar la forma de olerla. Me sumergí en el agua, nadando suavemente, y en seis segundos salí con dos pies mojados rozándome la cara. Al respirar, hice una mueca de asco y retrocedí. Minh no pudo contener la risa y estuvo a punto de caer al agua. —¿¡Qué fue eso!? —Puedes que estés en lo correcto cuando dices que aún estoy nerviosa —dije, limpiándome los labios—. No suelo quedarme sin aliento tan rápido bajo en agua. Sus pies aún desprendían un poco de su aroma natural, a pesar de estar cubiertos por el olor a cloro. Ese olor en particular, por más leve que fuera, era asombroso. Me alegría de que hubiera decidido no usar loción esta mañana, y aún más me alegría que sus pies se mantuvieran limpios durante nuestro paseo por el hotel. Mmm… Quería volver a olerlos. —Si tan sólo pudiera hacer algo para que te sientas mejor —se lamentó, bebiendo. —Ahora no quiero que tú resuelvas todos mis problemas. —Bueno, ¿por qué no intentas aguantar la respiración más tiempo ahora? Seis segundos son muy pocos. No dudaría en volver a intentarlo. Esta vez, me sumergí bajo el agua por unos veinte segundos, simplemente sentada en el fondo de la piscina. Cuando volví a la superficie, Minh sonrió mientras yo inhalaba más del aroma de sus pies. —Uf, ¿por qué no se me ocurrió hacer esto contigo cuando éramos niñas? —Probablemente porque te habría roto la cara. —Habría valido la pena. Es una manera muy lista de salirte con la tuya oliendo los pies de alguien, ¿no crees? —Me hacía sentir tan expuesta—. ¿Huelen bien hoy? —Bueno… —Nadé hacia atrás—. No me desmayo. No, voy más lejos y aún no estoy inconsciente. —Punto hecho. Me encantaría tener unos pies naturalmente apestosos como los tuyos. —No creo que quisieras eso. Quiero decir, los convierte en buenas armas, pero lo único que acabarías haciendo es que todo el mundo sufriera en cuanto te quitaras los zapatos. —Sí, eso lo sabes muy bien. —Que te den. —Oye, me encantaban esos tiempos. Aunque llevaras calcetines, tus pies siempre tenían ese olor a queso viejo. Mmm… Todos querían huir, pero yo solamente quería oler esos hermosos deditos tuyos. —¿Así? —Aprovechando el momento, hundí la nariz entre sus dedos húmedos y fríos, emitiendo esos resoplidos de cerdo lo más alto posible. De repente, hubo un gran chapoteo y el flotador se volteó. Minh estuvo perdida por cinco segundos antes de levantarse y escupir agua, con el cabello pegado en la frente. —Ni siquiera trataba de llamar la atención de nadie —se río—. Ten cuidado, Toadette. ¡Eres mía! Se lanzó sobre mí con un grito, haciéndome volcar. Estaba completamente boca abajo, incapaz de moverme bien mientras el agua pesaba sobre mí. Y entonces sentí un viento en las plantas y una nariz en los dedos. Estaba desesperada por reírme, pero no podía. El agarre de ella se hacía cada vez más fuerte, así que me impedía que me defendiera. ¡AAH! ¡Me olisqueaba entre los dedos! Con una potente patada, la alejé de mí, por fin capaz de respirar. Nos recompusimos, salpicándonos agua agresivamente. —35 segundos, no está mal. Los tuyos huelen bastante limpios dado tu historial. —Los haría apestar para torturarte, pero eso tendría el efecto contrario. —Arrebaté su flotador, poniendo mis piernas sobre él e inclinándome hacia atrás. Suspiré mientras movía mis largos dedos delante de ella. No dejé de burlarme de ella. Minh intentaba evitar mirarme los pies entre tanta gente, pero mientras más me acercaba, más se retorcía. Lamiéndome los labios, agarré una de sus trenzas entre los dedos, dándole un tirón. Su cuerpo se pasó de pálido a sonrosado, y con el tiempo se retiró al borde de la piscina. Subió a uno de los escalones, con el agua cayéndole por detrás como una cascada. Con una tímida sonrisa, se cubrió la ingle. O tal vez la presionaba. En cualquier caso, no me impidió asegurarme de que tuviera una vista constante de mis pies durante el resto del tiempo que pasamos aquí. Mientras subíamos a nuestras habitaciones, mojando el suelo en el camino, insistió en que nos acostáramos temprano. —Mañana quiero tener toda mi energía al cien por ciento. —No te vayas a dormir demasiado pronto. —¿Por qué no? Porque tenía planes para ella esta noche que requerirían que estuviera despierta. Me di una ducha de vapor mientras ella se hundía en su baño burbujeante. Cuando yo salí, mi piel estaba tan seca como un pollo cocido, y ella ya estaba en pijama, usando su teléfono. Perfecto. Antes de irme, tomé algo. Algo que ella había traído sin que yo lo supiera y que casi nos mató. —Voy a buscar algo de comer —dije, poniendo una mano en el pomo de la puerta. —Oye, que sea algo pequeño. Aparte de energía, vamos a querer mucho espacio en el estómago para el festival. —Como digas. Si me hubiera prestado atención, habría notado que otra vez andaba descalza. Y por eso no me preocupé por ponerme crema. Sin nada que protegiera mis pies del suelo, la suciedad de los caminos del Hotel Reino Champiñón se pegaba a mis plantas como por arte de magia. Me sentí un poco avergonzada mientras caminaba así y con una camiseta y unos shorts. Comparado con ir en traje de baño, esto era mucho más chocante. Pero, aun así, seguí caminando con cierta confianza. Después de todo, el día anterior había perseguido a mi hermano descalza y nadie dijo nada. Pero ¿qué habrían estado pensando de mí? ¿Me considerarían una rareza? ¿Inmadura? ¿Mis pies eran más feos que los de un duende? Éstos eran los pensamientos que me rondaban por la cabeza mientras arrastraba los pies por el cemento áspero. Mis pies estaban casi quemados cuando saqué a relucir estas malolientes armas. Mis zapatos bajos. Si ya olían mal, añadir algo de suciedad a la ecuación no mejoraría las cosas. Así que me los puse y continué caminando. Concretamente, caminé por donde siempre me alcanzaría el Sol. Incluso con esta temperatura más fresca, podía sentir lentamente cómo mis pies se mojaban cada vez más. El cielo estaba lleno de tonos naranjas y rojos cuando comencé, pero después de varios minutos, se volvió de un morado intenso. Con un plato de macarrones con queso en mis manos, estaba lista para subir. Sólo tenía que hacer una cosa antes de irme… Puaj… Un poco más… Ya. Me daba asco simplemente caminar hacia el ascensor. Mis pies estaban tan viscosos que podrían ser de un alienígena. —Regresé —canté, dejando caer un solo plato sobre la mesa. Minh enarcó una ceja, viendo cómo me acercaba una silla y traía el plato hacia mí. —¿Dónde está la mía? —¿Tu qué? —Mi comida. —Guardó el teléfono—. ¿Te olvidaste? —A ver… —Golpeé lentamente con los dedos—. Tu comida, tu comida… Mientras más pensaba, más se tensaban los músculos de Minh. Ahora fruncía el ceño. —Uf, está bien, la busco yo misma. —Se levantó, rodeando los ojos. —Si esperabas un poco, te iba a dar tu comida. —He esperado bastante. Como te dije, intento dormir temprano. —Quizá no estás buscando lo suficiente. Ladeó la cabeza. No podía mover los dedos con más fuerza. Ahora era imposible ignorar el ruido. Cuando Minh vio por fin mis pies con esos zapatos tan apretados, se quedó boquiabierta. Sabía que pudo ver el queso que rezumaba por los pequeños huecos entre mis dedos. Su respiración si hizo más pesada, le temblaban las manos y le flaqueaban las piernas. —Vamos, chica. —Me señalé los pies—. Disfruta de la comida. Corrió hacia mí, apartando su cabello hacia atrás y agarrando mi pie derecho. Como la adicta que era, empezó a oler mi pie. El olor agrio la hizo soltar un gemido suave. Mientras besaba apasionadamente mis dos pies, su nariz cosquilleante me hizo reír a carcajadas. Cualquiera diría que era un pájaro buscando semillas en el suelo. —Dios, Toadette… Sentí cómo su lengua recorría delicadamente la parte superior de mi pie derecho, provocando que me mordiera el labio. Las cosquillas me invadían, pero no quería que detuviera. Quería que mis pies se empaparan por completo con su boca. Sí, Minh, ¡lámeme! No sólo se fijaba en mis pies, sino también en mis zapatos. Estaba tan obsesionada con los pies que ni siquiera pensé que también le gustaran los zapatos. En ese sentido, no podía identificarme con ella. De todos modos, mantener el exterior de mis zapatos limpio era lo mejor, así que apreciaba que se tomara la molestia de lamerlos. Chasqueando los dedos, volví a sacar el talón del zapato. Minh limpiaba con tanto esmero, recorriendo con la lengua cada centímetro de mi talón. Lo chupó, tratando de meterse en la boca todo lo que pudo. Considerando lo amplia que podía abrir su boca, por supuesto casi se lo tragó por completo. Mientras lamía y sorbía el queso, incluso rozó ligeramente mi talón con los dientes. Jeje… Me hacía incluso más cosquillas que cuando usaba la lengua. —Qué relajante… —susurré suavemente, pero mi comentario quedó definitivamente ensordecido por sus lamidas babosas. Ahora me lamía las partes visibles de la planta. Ah… Tenía la combinación perfecta de sabores de pies para ella. Un poco de polvo, un poco de sudor natural, todo mezclado con dos boles de macarrones con queso. Para cuando Minh terminara de adorar mis pies, su cena sabría mejor que si la hubiera hecho un chef profesional. Sin previo aviso, me sacó los pies de los zapatos, jadeando salvajemente. Mientras me lamía desde el talón derecho hasta la mitad del pie, su lengua se arremolinó alrededor de mis dedos hasta que por fin se llevó el grande a la boca. Luego chupó el resto, recogiendo el queso, los macarrones y todo lo que se había metido en mis zapatos. Sonreía como una tonta mientras movía la cabeza arriba y abajo sobre mis pies. Cada vez que quería chillar, apretaba los dedos para dejar salir el placer. Hmm… Junto con su disposición a lamerme los zapatos, el hecho de que adorara con tanta pasión la parte superior de mis pies me demostró que aún había kilómetros de distancia entre los extremos de nuestros fetiches. Hasta ahora, sólo me habían gustado por las plantas, el sabor y los olores no tan desagradables. Un leve hedor haría que me sonrojara, pero si fuera muy apestoso, me marearía. Además, definitivamente no quería suciedad en la boca. Minh, en cambio, era una auténtica entusiasta de los pies. Desde la forma en que lamía con fervor entre mis dedos, hasta la forma en que llegaba a limpiarme los tobillos, era increíble. Aunque no podía comprender estos elementos de ella, podía sentarme y sonreír mientras me trataba bien. —Chúpame otra vez los dedos —le dije con voz tierna. —¡Mmm! —Obedeció, oliendo mi otro pie mientras chupaba los dedos más pequeños—. No me merezco esto. —Sí te lo mereces. Y ya sabes por qué. —Moví los dedos en su boca—. Me alegro de no haber venido a esta ciudad sin ti. Minh metió mis dedos sudorosos en mi boca, retorciéndolos tan adentro que la bola quedó firmemente atrapada dentro. Al mismo tiempo, me apretaba el talón con los dedos. —¡Oh! —Probablemente fue el gemido más vergonzoso que podría haber soltado, pero sólo se hizo más fuerte cuando la saliva de Minh llovió entre mis dedos. —Ahora el otro —soltó una risita, chupando ese pie a una velocidad aún más lenta. Cuando lo tuvo en la boca por medio minuto, lo retiró lentamente y besó el dedo gordo suavemente—. Mmm… Son tan deliciosos. Se dio un momento para recuperar el aliento, aunque sabes que no podía hacerlo sin seguir teniendo mis pies en la cara. Los tenía asfixiándola, mientras me masajeaba las pantorrillas. Podía ver por qué a Daisy, y ahora a Peach, les encantaba la idea de recibir este tratamiento a diario. —Quizá quieras empezar a comer antes de que tu comida se enfríe. —¿Una lamida más? —No. —Esperé un segundo y sonreí—. Dos. Una por pie. ¡Slurp! ¡Slurp! Joder… Y se tomó su tiempo con las últimas lamidas… Más despacio era mejor, algo que tendría que memorizar. De rodillas, Minh se comió sus macarrones dentro de mis zapatos apestosos. Qué apropiado que una comida con queso fuera maloliente, ¿eh? No le molestaba en absoluto, ni siquiera con los pocos restos de suciedad que podrían haber arruinado la cena. De hecho, mientras más cerca estaba de las plantillas sucias, más suaves se volvían sus gemidos. —Te prometo que los limpiaré lo mejor que pueda, Toadette. —Gracias. —Puse mis pies sobre su sombrero mientras hacía esto, comiéndome mi propia cena—. Si no te importa, ¿podrías lamerme la suela de los zapatos cuando termines? Me encantaría volver a Ciudad Toad con ellos como recién salidos de fábrica. —¿Tienes que pedírmelo siquiera? Terminé mi plato bastante rápido, pero Minh claramente estaba saboreando su comida. Una rareza, pues normalmente se la comía sin pensar. Pero en la hora que le tomó comerse los macarrones, yo ya me había cepillado los dientes y me había metido en la cama, con los pies aún húmedos por su saliva. Sí, era asqueroso. Pero cuando ella llegara, iba a poder sonreír de lo bien que lo había hecho. Ver su reflejo en mis pies sería perfecto. —Muy bien, Toadette, tus zapatos se van a ver bien limpios —gimió, tropezando borracha en la cama. —Tal vez te deje limpiarlos regularmente. —Estas son las veces en las que deseo que no dijeras «tal vez». —Cuando por fin miró mis pies junto a su cabeza, se rió—. Saqué todo ese queso de ahí… Había un poquito hasta en las uñas, lo creas o no. —Bueno, ¿era picante? —Si no te hiciera la pedicura, me comería tus sucias uñas llenas de queso. Eh… Eso podía esperar mucho tiempo, pero aun así me sentí halagada. Y me sentí aún más halagada cuando la chica empezó a besarme los pies de nuevo. —Buenas noches, Pies de Malvavisco —me reí, plantándole un beso en el dedo gordo. —Dulces sueños, Pies Apestosos. |