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Rated: 18+ · Book · Erotica · #2321597
Como nueva esclava de los pies de Peach, la vida de Toadette se da un giro emocionante.
#1075390 added August 17, 2024 at 11:42am
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Capítulo 38 - Pies en mis palomitas
Antes de irnos del hotel, la máquina expendedora nos retrasó dos minutos. Minh se llenó la bolsa de snacks y decidimos comprar sólo palomitas y refrescos en el cine debido a los locos precios (triple de los de Ciudad Toad). Una vez que la bolsa estuvo llena, nos dirigimos al vestíbulo.

—¿Vamos andando? —preguntó, golpeando sus chanclas contra sus talones—. Nos va a tomar un buen rato llegar al cine.

—Uso tenis. Y ya he pesado suficiente tiempo sentada en ese avión. Andar no me va a matar, créeme. —A pesar de que aceptó esta respuesta, había una razón secundaria por la que había decido ir caminando al cine. Sólo podía andar hasta cierto punto antes de que le dolieran los pies con esas sandalias tan gastadas.

Al salir del hotel, nos vimos arrojadas a un mar de gente y carros. El olor a escape caliente creaba un ambiente desagradable en la ciudad.

Ignorando cómo algunos carros circulaban peligrosamente por la acera, mi nerviosismo aumentó al ver los peligros que nos rodeaban. La gente levantaba polvo y chicles pegajosos estaban en el suelo. ¿Estarían bien los pies de Minh en esta situación? No, no, no… Los necesitaba limpios.

—¡Uy! —Un carro pasó a toda velocidad justo detrás de Minh, y el viento la lanzó al suelo. Pero rebotó como si nada. En cambio, miró hacia atrás y soltó un grito fuerte. Su sandalia izquierda había caído a la calle, esperando a que un carro la atropellara.

Y por la forma en que se agachó, iba a correr. ¡Descalza!

—Ya te la agarro —dije a toda prisa, corriendo hacia la calle descuidadamente. Al intentar recogerla, casi se me salió el corazón por la boca. Escuché delante de mí una bocina, con personas gritando desde los carros—. ¡Silencio!

Ni siquiera puedes recoger algo sin que la gente sea tan grosera. De vuelta a la acera, noté que la chancla de Minh no parecía mucho más sucia. Aún así, mejor no arriesgarse. La limpié en el interior de mi camiseta y, con un giro, se la di a su dueña.

—Gracias. —Se la deslizó en el pie con facilidad—. Sí, las calles están bien agitadas aquí, ¿no crees?

—Todo es demasiado denso.

—Tiene sus ventajas. En comparación con Ciudad Toad, las cosas importantes están cerca. ¿No ves? Ahora estamos a sólo unas cuadras del cine.

Tenía que estar atenta de todas formas. Minh y yo seguimos andando por la cuadra y, después de unos pasos, me di cuenta de que habíamos pasado junto a algo. ¿Una bolsa de basura? Qué raro. Un momento, había otra. Y otra. Y otra.

—¿Por qué hay bolsas de basura por todas partes?

—La ciudad siempre está llena de basura en las calles. Después pasa el camión de la basura y se la lleva. —Puso las manos en las caderas—. Si no te acostumbras a la suciedad, acabarás cortándote la cabeza antes del festival.

Al mirar sus pies, me entraron arcadas. Una servilleta sucia estaba debajo de su talón, aleteando por la suave brisa. Y no hizo absolutamente nada para deshacerse de ella. No, simplemente jugaba con ella.

—Je. —Por fin miró hacia abajo—. Mira eso.

Y todo empeoró a partir de ese momento. Mientras caminábamos, más oscuros se volvían sus talones. Eran de un gris muy claro, pero la suciedad se negaba a desaparecer. Eventualmente supe que tendría que fregar mucho para poder quitárselas.

—¿Cómo puedes soportar que te ensucien los pies sin enloquecer?

—¿Qué quieres decir? —respondió mientras cruzábamos la calle con otra gente.

—Tus talones están cubriéndose de polvo. ¿No te…? ¿Por qué pregunto eso? Ya sé que no te molesta. Pero ¿cómo y por qué?

—Pues hay polvo por todas partes. ¿Has visto esas cositas que vuelan cuando vas en el autobús por la mañana?

Asentí.

—Eso es polvo. Si me afectase mucho, no creo que pudiese lograr mucho en la vida.

—Pero… ¿No te sientes más cómoda al tener los pies limpios? Como cuando están suaves y no sientes esos pequeños gérmenes arrastrándose por tus plantas.

—¿Por qué no los dos? A veces me gustan los pies limpios. Los besaría cada día si fueran mi única opción. Pero si esperas que me muera por un poquito de polvo, entonces tienes que ser realista. —Frotó su pie sucio en la pernera de mi pantalón—. Trabajo en un jardín, así que ensuciarme es parte del trabajo.

—Si lo dices… —Era la mejor respuesta que podía obtener. Presionarla más no conseguiría nada. Por desgracia, tendría que aceptar que los pies de Minh estarían un poco más sucios de lo que quería.

—¡Órale, mira eso! —Minh me señaló un fotomatón pequeño. Por ahora no había cola—. ¿Qué tal si nos echamos unas fotos?

Miré a mi derecha y vi un enorme centro comercial, con colores llamativos y largas escaleras mecánicas que indicaban que el cine estaba cerca. Aunque estaba ansiosa por ver la película, sabía que necesitaba tiempo para prepararme. Así que, con una sonrisa, seguí a Minh hasta el fotomatón.

—Nunca usé uno de estos —dije, viéndola presionar rápidamente los botones de la pantalla. Puaj, apestaba como el culo sudado de un Pianta aquí.

—Es fácil. —Seleccionó una opción para cuatro fotos, e inmediatamente después, una gran cuenta atrás se extendió por la pantalla. Veinte segundos por cada foto—. ¿Te quitas un zapato?

—¿Por qué?

—Quiero lamerte los deditos en la última. Sería…

Antes de terminar, señaló la pantalla y sonrió. Me apresuré a hacer lo mismo, adoptando una sonrisa más casual.

¡FLASH!

—Ahora bien, —continuó una vez que la luz blanca abandonó nuestros ojos—, sería gracioso verme a mí misma con tu pie en mi boca.

Sin saber de qué otra forma reaccionar, asentí. Joder, era el momento perfecto para experimentar con tener también su dedo en mi boca. ¿Por qué no se lo pedía? Si iba a chuparme el dedo del pie, ¿sería sospechoso que yo chupara el suyo al mismo tiempo? Por la razón que fuera, permanecí en silencio mientras ella me desabrochaba el tenis y me tiraba del calcetín.

—Me va a gustar mucho.

—Oh, espera. —Sin tiempo que perder, nos jalé pecho con pecho. Nuestras mejillas se aplastaron la una contra la otra mientras luchábamos por sonreír.

¡FLASH!

—Pongamos mala cara para ésta —dijo.

—Puedo intentarlo.

¡FLASH!

Llegó el momento de la gran foto. Acerqué el pie derecho a su cara, curvando ligeramente los dedos. Mientras nuestra ventana de tiempo se reducía, Minh me dio un besito en la planta, un besito chirriante. Considerando que hoy ya le había metido los pies en la boca dos veces, debía de ser su día de suerte.

Su cara estaba más cerca de la cámara y, respirando hondo, introdujo su lengua entre mis dedos como un gusano. Justo antes del flash, me estremecí.

¡FLASH!

Y afortunadamente, el sonido tapó el pequeño gemido que escapó de mis labios.

Tomó su tiempo para explorar ese punto cremoso entre mis dedos, tardando diez segundos en retirar la lengua. Como si acabara una comida de lujo, se chasqueó los labios y me regaló una sonrisa tierna.

—Gracias.

—Veamos cómo son —dije rápido. Necesitaba salir de ese espacio antes de que se me pusiera la cara roja.

Al sacar las fotos, nos fijamos en la de abajo. En la que una chica sexualmente confundida lamía los pies de otra chica muy confundida. Minh pidió dos tiras, quedándose una para ella mientras yo conseguía el resto. Había algo surrealista en ver a alguien lamiéndome los pies. Obviamente, lo había visto antes, pero nunca mi propia reacción.

—¿Siempre parezco tan perturbada? —pregunté, fijándome en mis cejas horizontales.

—¿Siempre me parezco tonta cuando estoy cerca de tus pies?

—Te ves muy linda.

—Oye, si sigues llamándome linda, tendré que lamértela esta noche. Linda.

—¡Qué asco! —La empujé de nuevo en el fotomatón, oyendo los ecos de la risa de una loca—. Alguien tiene que enseñarte a tener una mentalidad inocente.

—Jejeje, nunca va a pasar. —Se rió durante todo el camino hasta el cine—. Dime, ¿qué es lo que miraremos?

—¿Quizá este Metroid Prime? No, hemos visto demasiadas películas de acción hoy. Quiero algo menos intenso.

—Esta película de Ice Climbers puede ser calma. Creo.

—¿Una peli sobre escaladores de hielo? No suena relajante, pero si es lo que te interesa, vamos a verla.

Nos llevó veinte minutos obtener nuestras dos entradas en la taquilla. Después, al entrar en la sala más grande, nos formamos en la fila para comprar unas palomitas con mantequilla. Qué delicia… Si pudiera vivir en un cine, no me molestaría en absoluto tener el olor a palomitas por todas partes. Observé los pies de Minh mientras disfrutaba de este ambiente tan agradable. Hmm…

—¿Tengo algo en el pie?

—Pensé que vi un escarabajo. Quizá alguien se encogió con un Mini Champiñón.

¿Podría darse prisa esta fila? Cielos, al menos en Ciudad Toad entrarías y saldrías con tus refrescos sobrevalorados. Además de los veinte minutos que pasamos sacando entradas, llevábamos otros 23 en esta cola. Y la película empezaba en diez minutos. Cuando por fin pudimos hablar con alguien, golpeé el mostrador con la palma de la mano.

—Cubo grande. Palomitas con extra de mantequilla. Dos bebidas grandes.

Nos dieron la comida en unos minutos. Ahora querían meternos prisa. Qué servicio estupendo. Por fin, entregamos nuestras entradas a una señora, y luego subimos por una rampa a un pasillo alargado. Como yo me encargaba de las palomitas, Minh abrió la puerta de nuestra habitación.

—Gracias —dije, echando una breve mirada a su brillante rostro antes de que desapareciera la iluminación. Las luces no volvieron hasta que nos adentramos más en el cine. Maldita sea, este lugar era enorme. ¿Cuántas personas podía albergar? ¿Cientos? Por desgracia, para nuestra no sorpresa, la mayoría de los asientos estaban ocupados.

—¿Qué Goombas con daño cerebral se sientan delante? —pregunté—. El ángulo es una mierda.

—¿Quién sabe? Sígueme. —Me tiró hacia un asiento en la parte trasera izquierda del cine.

Se sentó en el asiento y se recostó hacia atrás. Ésa era la otra cosa notable de este lugar. El espacio entre los asientos era más amplio de lo que había imaginado. Por lo general, hay alrededor de 30 centímetros de espacio para caminar. Pero este lugar tenía casi medio metro entre los asientos. Aunque parezca una diferencia mínima, era importante por una razón.

¡WHIRR!

—Ah… Mis pies… —Minh se inclinó hacia atrás, sus pies elevándose sobre un sillón reclinable. No había chanclas mugrientes a la vista; probablemente se las había quitado.

Había demasiadas cosas en las que fijarme… La luz de la pantalla iluminaba los bordes de sus pies, así que mis ojos se posaron en ellos de inmediato. Después de esa primera descarga de adrenalina, también busqué el botón para reclinar el asiento. ¿Las salas de cine tenían esa opción aquí? ¿Quién lo diría?

El tiempo que tardé en encontrar la función fue trivial porque estuvimos viendo montones de tráileres. Ya sabes, el periodo aburrido que ninguna persona estable disfruta en un teatro. Al menos este aburrido relleno me dio tiempo extra para admirar sus pies.

Espera, ¿dije «admirar»? Analizar. Analizaba sus pies. Su pedicura azul seguía llamándome la atención, y el pequeño tamaño de sus pies facilitaría frotarlos… Ella debería estar agradecida por haber sido bendecida con unos pies que se ajustaban al tamaño de su cuerpo, a diferencia de los míos. Comparada con Minh, parecía un pingüino de pies largos. Sus pies más anchos y carnosos encajaban perfectamente con la forma de su cuerpo.

—Sube el calor si tienes frío —aconsejó, girando un dial antes de tomar un bocado del cubo de palomitas. Después de tragar, tomó la pajita y bebió para calmar su sed.

—No te acabes antes de que empiece la peli —le dije—. Apuesto a que los recambios en este sitio no son gratis.

—Ay, estás aprendiendo.

Cuando el logo rojo apareció en la pantalla, por fin intenté agarrar el cubo. Y… Otra mano me tocó. Minh actuó como si nada pasara, limitándose a mover sus dedos contra los míos. Mientras tanto, el sudor corría por mi frente y caía sobre mi camiseta. Tomé unas palomitas y me las metí en la boca, saliendo de esa situación antes de que las cosas fueran a más.

Rayos. Aunque era agradable ver así los pies de Minh gracias a los sillones reclinables, ¿cómo iba a acercarme a ellos ahora? Mi plan original era dejar caer palomitas y tirarme al suelo para recuperarlas. Mientras estaba abajo, tocaría sus pies como una araña reptante, fingiendo que las palomitas estaban cerca de ella. Quizá fuera estúpido en retrospectiva, pero era algo. Ahora tenía que cambiar de rumbo para analizar sus pies más a fondo.

Piensa, Toadette. Nadie te verá en este teatro por lo tenues que son las luces, incluso con los colores vibrantes de la película. Hmm…

Rápidamente, agarré más palomitas y dejé caer algunas al suelo.

—Las tengo —pronuncié, dándole a Minh un golpecito en el hombro.

Me deslicé y escudriñé lento el suelo. No en busca de las palomitas, sino de algo más significativo. Dos cosas, de hecho. Aunque los personajes de la peli parecían estar tramando algo travieso, o quizá sólo estaban rompiendo hielo, sonreí al pensar en las cosas traviesas que iba a hacer.

Las escondí cuidadosamente en mi camisa y le susurré rápido a Minh: «Baño». Lo última que necesitaba era que sospechara de mi ausencia.

Sintiendo un cosquilleo en la ingle, salí corriendo de la habitación hasta que pude encerrarme en un cubículo. Vaya, estas chanclas rosas eran mugrientas. Eran el equivalente a mis zapatos bajos. Al menos las mías conservaron su color rosa puro a lo largo de los años, a pesar de todas las pruebas y tribulaciones. Incluso con vientos abrasadores y desiertos abrasadores, su aspecto era excelente. Mientras tanto, las chanclas de Minh sólo oscurecieron con el tiempo.

¡SNIF! ¡SNIF! ¡SNIF!

Sin embargo, en beneficio de destrozar sus sandalias quedó claro de inmediato. Capturaban la esencia pura de mi amiga. Su olor corporal terroso, la huella precisa quemada e incluso el calor que irradiaba su presencia.

¿Qué estaba pasando dentro de mis pantalones?

No debería haberme sentido tan ligera y flotante, ¿verdad? Pero gemí tan fuerte que tuve que pellizcarme para dejar de hacerlo. ¿Y si entraba una niña y me oía? O peor aún, la propia Toad. Tomando precauciones adicionales, froté la nariz en sus chanclas, aspirando el olor de sus pies en silencio. No, el olor no estaba limpio como quería. Sin embargo, no podía pararme. ¿Por qué? ¿Qué había en el olor de sus pies que hacía difícil resistirse? Para empezar, nunca debería haber olido sus pies, y mecho menos sus chanclas.

Pero allí estaba, olisqueándolas en un cuarto de baño estrecho. Lo último que querría hacer cualquier mujer en su sano juicio.

Entonces mi lengua salió de mi boca y lamió con fuerza. Un grano de palomitas perdido en la correa bajó por mi garganta, provocando una sonrisa en mi cara.

—Esto está muy mal —murmuré, frotándome el zapato contra la parte inferior de la cara. Retrocedí que me quedé mirando el calzado rosa. ¿Me sentiría sucia si pillara de Minh oliendo mis zapatos al azar? Sí. Como sabes, arremetí contra ella la primera vez que descubrí su obsesión hace casi un mes. Entonces ¿cómo me atrevía a estar haciendo esto ahora?

¡Mala chica! Tenía que para antes de que me desabrochara los jeans.

De vuelta al teatro, su asiento estaba fuera de su modo reclinable, lo que la hacía sentarse correctamente erguida. Cuando entré en mi asiento, deslicé lento sus zapatos por el suelo, pateándolos bajo sus pies. Uf. Al menos podía empezar a librarme de parte de la culpa. Con los ojos fijos en la pantalla, tomé las palomitas de su… su regazo.

No hizo ningún esfuerzo por apartar mi mano de su entrepierna. Me aparté al instante.

—¿Y las palomitas?

Señaló al suelo. Estaban al lado de sus pies colgantes. Espera, ¿al lado? No, tenía los pies dentro de las palomitas. ¿Lo hizo a propósito? ¿Se dio cuenta de que me llevé sus chanclas?

—Fue un accidente —respondió, entre caramelo y caramelo.

Accidente o no, me ayudaba. Porque ahora tenía una excusa aún mejor para acercarme a sus pies.

Me puse a cuatro patas y saqué uno de sus pies del cubo. Tenía los dedos tan cerca de mis labios que me tentaba chuparlos, pero fui lo suficiente fuerte como para ignorarlos. Saqué el otro pie y me metí más comida en la boca. Menos mal que no podía ver las palomitas en detalles, de lo contrario habría vomitado al ver la suciedad que las cubría. También tenían un sabor parecido…

Ahora debería llevar este cubo a mi asiento.

Y justo cuando lo intentaba, una cálida sorpresa me abofeteó los labios. Vaya, ¡a la mierda! Me metí su pie en la boca y chupé sus dedos. Ahora el sabor cambió a algo más amargo, pero la mantequilla y el aceite multiplicaron por diez este acto. No me hagas hablar de la mantequilla que se coló bajo las uñas de sus pies.

¿Sabes qué? Mejor disfrutar ahora y preocuparme de dar explicaciones más tarde.

Cuando me cansé de sus gruesos dedos, decidí chuparle la planta del pie. Parecía absorber tanto sabor a palomitas como los dedos, por lo que me atrajo como una gata a la hierba gatera. Bajé con naturalidad por su planta, y luego me detuve en el talón. Chupar, lamer, pasó lo mismo.

Hacer esto en el cine me hacía sentir la más avergonzada del planeta. Mientras lamía entre los dedos de mi amiga, mi mano se deslizó dentro de mis jeans. Jeje, nadie escuchó el sonido de la cremallera sobre los gritos de enojo de los personajes de la película. Sin siquiera mojarlos, mis dedos emprendieron lentamente un viaje al interior de mi vagina.

El rubor no podía ser más rojo.

Mi lengua no fue la única que recibió algo especial. Había algo tan relajante en sentir los pies suaves como la seda empujando contra mis mejillas. Vaya, el hecho de que fueran suaves era algo que había que celebrar teniendo en cuenta la suciedad de la ciudad.

Mi respiración se agitó cuando sus dos pies atraparon mi nariz entre sus dedos. ¡Qué olor! Era más fuerte que el de las sandalias y aún así no apestaba. Sin embargo, tenía más carácter que cuando estaba en el avión. Y mientras aspiraba sus pies, aceleré el movimiento circular de mi pulgar sobre mi clítoris. Ah…

—Me… Me gusta… —Ahora era el momento de volver a chupar sus anchos talones.

—Señorita, ¿qué está haciendo?

Debía de ser algún diálogo de la película. Porque miré a mi alrededor y no vi a nadie mirándome. Así que seguí jugando conmigo misma y lamiendo las deliciosas plantas de Minh.

—Señorita.

No. La ignoraba. Los pies eran demasiado interesantes para prestar atención a cualquier trama que ocurriera con estos escaladores de hielo.

¡Ay! ¿Quién me tocó? Estuve a punto de arrancarle el dedo meñique a Minh antes de levantar la vista. Para mi horror, una niña me miraba fijamente. Pelo negro, ojos brillantes, podría haber sido una Lakitu. No podía tener más de nueve años con esa voz y ese porte. Y en ese momento, ese espantoso momento, mis dedos estaban en la caverna de placer.

Saqué lento la mano de los pantalones y miré a Minh. Ahora ella me miraba a mí. Mierda… ¿Pero podía ver mis manos? ¿Me pilló masturbándome?

Le hice un gesto a la mocosa Lakitu para que prestara atención a la película, y luego volví a arrastrarme hasta mi asiento. Qué pena. Podría haber tenido un orgasmo, algo de lo que carecía desde hacía años. Por otra parte, esta niña me ahorró la vergüenza de volver a casa con los pantalones mojados.

La película continuó por otros 60 minutos. Y para mi sorpresa, no resultó ser tan aburrida como esperaba. La chica, Nana, era tan adorable en todas las escenas; mi corazón se rompió como papel mojado cuando pensó que Popo había muerto. Cuando aparecieron los créditos, sabía que algunas personas se sentarían a esperar hasta el final. Querían descubrir si esos dos eran hermanos o amigos. Pero Minh y yo ya habíamos salido del cine, y quizás fue lo mejor. Porque si resultaban ser hermanos después de ese beso, mi calificación bajaría de un 7/10 a un 5/10.

—Creo que cada vez se me da más fácil aguantar las lágrimas en estas películas —dijo Minh, sosteniendo aún el cubo de palomitas medio lleno.

—Bueno, no puedo decir que haya visto una lágrima, así que buen trabajo.

—Mira, este… ¿Te gustaba lamerme los pies ahí abajo? Lamías más que comías.

—Sólo quería toda la mantequilla que tus pies robaron de las palomitas.

—Pero ¿te gustó lamer mis pies? —Su voz se hizo más fuerte.

—¡No! ¿Estás loca? —Inmediatamente, mi voz se suavizó y adquirió un tono más grave—. Es simplemente que no lo odié.

—Déjame decirte que me gustó mucho.

Al menos no parecía sospechar por qué le había probado los pies, aunque fuera por una razón tan extraña como desear mantequilla.

Cuando volvimos al hotel, el cielo de atardecer se transformó en noche mientras la temperatura bajaba afuera. Finalmente, entramos en el baño, lo primero que debe hacer cualquier chica cuando está en un sitio nuevo. Los ojos de Minh se abrieron de par en par al encenderse las luces, y yo asentí con la cabeza en señal de aprobación. Aunque nuestra habitación era más pequeña que la mía en el castillo, este baño era de diez estrellas. Lo mejor era que teníamos una bañera y una ducha separadas; sin tener que esperar, nos podíamos bañar apenas llegamos.

Como no quería exponer todo mi cuerpo, elegí la ducha protegida con cristal. Era lo bastante borrosa como para censurar mis partes íntimas, aunque, por desgracia, también significaba que no podía ver a Minh. Para cuando me enjaboné, ella ya se había desnudado en la habitación y había llenado la bañera de agua.

Frotándome los pies mientras sentaba en la ducha (cállate, pues ya sé que es ridículo), me di cuenta de que había una pregunta sin respuesta.

—Nunca me explicaste por qué tus pies estaban matando nuestras palomitas.

—Bueno, eso lo hago normalmente cuando estoy sola para calentarme los pies. Dije que fue un accidente porque olvidé que estabas conmigo. Lo siento, pero tardaste mucho en ir al baño.

—Ésa es la respuesta más Minh que podría haber obtenido. —Era difícil saber si mentía sin verle la cara. Pero ésa nunca había sido una buena habilidad suya—. ¿Con qué frecuencia vas sola al cine?

—Mucho más de lo que voy con amigos. —Y así empezó un silencio incómodo—. Es broma. Bueno, un poco. Mira, salgo mucho, ya sea con amigos o sola.

Qué estúpida fui por preocuparme. Por supuesto, Minh tenía muchos más amigos que yo, así que sus posibilidades de sentirse sola eran mínimas.

—Ojalá tengan el enjuague bucal más rico aquí —dije mientras estiraba mis piernas—. No quiero despertarme oliendo como si acabara de chuparte los pies con sabor a palomitas.

—Mis pies podían estar mucho más sucios. Cuando estabas en el baño, de hecho, los froté contra tu asiento para limpiarlos un poco. No pensé que los chuparías, pero qué suerte tuviste, ¿eh?

—Sí…

47 minutos más tarde, unos minutos después de que Minh se hubiera secado, dejé que la pared de vapor saliera de la ducha. Refresqué la boca y me dirigí a la cama. Ella ya estaba tumbada en su posición habitual, por supuesto.

Lo mejor era poder dormir con sus pies junto a mi cara. Así no podía llamarme rarita por mirarlos cuando estaban sobre mis almohadas. Y ahora que volvían a estar limpios, cualquier reparo que tuviera con los gérmenes se evaporaba.

—¿Has disfrutado de tu primer día en Ciudad Champiñón? —preguntó, mullendo las almohadas de su lado.

—Diría que sí.

—Me pregunto qué nos hará hacer Su Alteza mañana. Si tiene algo planeado.

—¿Si tiene algo planeado? Sabemos que sí. Podría revocarme el título de «esclava de pies», porque soy su especial chica de los recados. Y niñera. Podría hacerme fontanera y yo no… ¿Me acabas de besar el pie?

—Jeje. Sólo un besito de buenas noches. Estoy bien cansada y todo eso —bostezó.

—Lo mismo digo. —Me levanté de la cama para apagar todas las luces. Y una vez en la oscuridad y bajo las pesadas mantas, busqué uno de los pies de Minh. Allí estaba, suave y blandito, un poco porque acababa de salir de un baño humeante.

—Mmm… —Cuando le planté un beso húmedo en el dedo gordo del pie, su risita puso fin a la noche con una buena nota—. Buenas noches, Minh.
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