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Rated: GC · Book · Fanfiction · #2328963
Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.
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#1079841 added January 16, 2025 at 2:47pm
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Capítulo 71 - Minh cumple 20 años
—Toadette no es suya de tocar.

El viento de las afueras de Ciudad Escalofrío picó la piel de la princesa Peach como agujas heladas. Clavó los ojos en los dos hombres que tenía delante. Uno era de estatura baja y llevaba un traje dorado que apenas lograba abrocharse, mientras que el otro, un hombre más alto y delgado, se presentó envuelto en un fabuloso atuendo morado. Ambos permanecían inmóviles en contraste con la temblorosa princesa.

—Sangre por sangre —dijo el hombre del traje violeta.

—No les pedí que trajeran a sus hombres al festival —replicó Peach, bajando la voz—. Lo único que necesitaban era un solo Bill Bonzai y algunas pruebas preparadas para poder asumir la culpa.

—Ah, pero mencionaste que querías una escena —se rió el hombre de amarillo—. ¡Vaya escena que creamos!

—Así es, querida. Si hubieras dejado que ese niño se fuera, no tendríamos la venganza en mente.

—Tal vez… —Peach apretó la garganta—. Pero era mi elección. Y si ustedes intentan matar a Toadette, me aseguraré de que los tribunales dicten una sentencia mucho más dura para sus hombres. Créanme, hay castigos peores que siete años tras las rejas por el daño que han causado.

—Espera, espera. ¿De verdad nos estás amenazando? —El hombre más bajo soltó una carcajada, casi cayéndose—. ¿Y eso va a funcionar cómo? Tú también estabas metida en esto, y tenemos cómo probarlo.

—Mi rastro está cubierto. —Peach esbozó una sonrisa—. Es una lástima que sus huellas estén por todo este plan. Y eso ignorando colaboraciones anteriores, como pueden suponer.

—Ay… Eres una mujer confusa —espetó el tipo más alto, encendiendo un puro—. ¿Cuál era el objetivo de este ataque simulado, mi querida Peach? ¿Lo hiciste por diversión?

—No se les pase por la cabeza otro ataque. Éste era necesario, pero si llega a haber otro bajo mi vigilancia, no dudaré en hacer que los juzguen.

Los hombres compartieron una mirada. Entonces la princesa giró sobre sí misma y desapareció en la ventisca, dejando a los dos carcajeando hasta que no pudieron respirar.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó el hombre más bajo.

—El único problema es que tenemos que saber por dónde empezar. —Exhaló el humo—. Si ya no hay más cordialidad con esa mujer, ¿qué te parece si ponemos en marcha el Plan E de una vez?

—¡Las grandes mentes piensan igual! Me interesa este poder etéreo desde hace demasiado tiempo.

***




~ 9 de enero de 2012 ~


El Reino Champiñón estaba cubierto por una densa capa de nieve. Mientras que en Ciudad Escalofrío esto era un placer, para las regiones más cálidas resultaba ser un verdadero dolor de cabeza. La gente que normalmente usaría la ropa más mínima se encontraba bien abrigada.

La florista del centro de Ciudad Toad no era diferente. Se despertó justo cuando el Sol comenzaba a iluminar su habitación. Vestida de pies a cabeza con un pijama, se calzó sus pantuflas peludas y se frotó las manos para entrar en calor. Luego tomó su teléfono metálico, echando un vistazo a los mensajes alegres que llenaban la pantalla.

—Ya no puedo ni pretender que todavía soy una adolescente —susurró, dirigiéndose a su chaqueta de invierno.

Después de dejarse los dientes limpios, se preparó un desayuno sencillo. El beicon y los huevos le hicieron agua la boca, aunque decidió servir porciones pequeñas. Mientras disfrutaba de su comida caliente, llamó a uno de los muchos amigos que estaban intentando hablar con ella.

—Eres algo loco, ¿lo sabes? —suspiró ella.

—Te he creado puro arte.

—Editando fotos de tu pene para formar un veinte. Sin duda es original.

—Sabes, hubiera adivinado que Toadette era la mayor —se rió el capitán Toad.

—Una diferencia de dos meses apenas es una diferencia.

—¿Tú sabes que esa chica sigue jugando al escondite conmigo? Cada vez que trato de mirarla, vuelve a salir del castillo. ¿Dónde podría estar ahora?

—Tienes cerebro.

—¿Cómo? —Hizo una pausa—. ¿Todavía vuelve a esa ciudad?

—Mientras Su Alteza se lo permita, aprovechará la oportunidad. —Poniendo la llamada en manos libres, Minh intentó ponerse los calcetines—. T. Dani tardará mucho tiempo en poder volver a hablar. Tener a su hermana más presente en su vida tiene que estar ayudándolo.

—Qué suerte tiene —se burló.

Minh cerró la cremallera de sus botas de invierno y finalmente se puso el abrigo antes de asomarse al invernadero para ver el clima. Los pocos trozos de nieve que caían del cielo le sacaron una sonrisita mientras contemplaba los cálidos colores del amanecer.

—¿Puedo asumir que habrá una fiesta de cumpleaños? —preguntó Toad.

—Según mi mamá, nunca se es demasiado mayor para un cumpleaños.

—¿Y Toadette?

—¿Qué tiene que ver con esto? Está ocupada. Quiero que ayude a su hermanito.

—Seguro que se alegra de que se lo pierda, de verdad.

—¿Qué dijiste? —Minh acercó el teléfono.

—Si yo estuviera arruinado y sin plata para comprar regalos, también me iría. Sobre todo si estoy trabajando en el castillo. Eso es más vergonzoso, con un toque de decepción.

—Oye, no está huyendo, sino trabajando. Y no es que esté pidiendo regalos a nadie. Que siga siendo mi amiga ya es suficiente regalo.

—Hubiera supuesto que el mejor regalo serían sus asquerosas armas en tu boca.

—¿Asquerosas armas? —Minh se quedó mirando al espacio, recordando cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que estuvo con su mejor amiga. Aquella noche fue el detonante de la agitada agenda de Toadette, la noche en que sus labios se encontraron en un breve momento de paz—. Tengo que prepararme…

—Que tengas un cumpleaños muy feliz. —El capitán Toad metió su teléfono en su bolsillo y se colocó unos auriculares sobre su enorme sombrero—. Ay, estoy seguro de que esos Scapelli no están haciendo nada importante después de meses de silencio, pero que me caiga un rayo si dejo que Peach se queje conmigo.

Horas después…


—Claro, mamá, ya voy para allá —respondió Minh, hablando rapidísimo con su madre mientras caminaba por las callas cubiertas de nieve—. No trabajo en mis cumpleaños, así que no tengo nada más planeado para hoy.

—Todavía estamos organizando todo para ti —le dijo su madre, con un montón de voces de fondo—. Aguanta hasta el mediodía.

—¡Me estoy helando!

—Pues entonces no debiste nacer cuatro meses tarde. Podríamos haberte dado un cumpleaños en otoño, pero no, estabas desesperada por quedarte dentro de mí.

—¿Y qué harás si me dirijo a la casa ahora?

—Haré que limpies todas las secuelas de la fiesta. ¿Qué te parece?

Minh apretó el puño y su cara se puso roja contra el fondo blanco.

—¡Voy a las doce en punto!

—Será mejor que llegues con el estómago vacío —rió su madre, poniendo fin a la llamada.

Aunque iba abrigada, Minh seguía temblando mientras subía hacia la zona alta de la ciudad. Al menos podría saludar a los vecinos de Ciudad Toad para pasar el rato. El pequeño tamaño de la ciudad hacía que todos se conocieran. Además, muchos la reconocían a Minh por su floristería. Era difícil no identificar esa voz tan cantarina.

—Ya sé que está ahí, Merlón.

—¡Merlón está fuera!

—Buenos días a usted también. —Cuanto más caminaba, más se calentaba su cuerpo. Sus pies, en particular, estaban calientes, envueltos en dos gruesas capas de calcetines que le brindaban comodidad. Junto a sus botas amplias, los pies estaban prácticamente cocidos. A pesar de eso, era una sensación que dibujaba una sonrisa boba a la Toad.

«Me quedaría asombrada si hoy no me olieran los pies. Pero es posible, ya que los calcetines sólo absorberán todo mi sudor. Ojalá que apesten un poquito».

Mientras andaba hacia el norte, el gran castillo permanecía a su vista. Había pasado una eternidad desde la última vez que atravesó esa barrera azul.

«Toadette…», pensó.

Aunque le habría encantado decir que el aroma único de Toadette aún vivía en su mente, los cuatro meses sin verla hicieron que se desvaneciera por completo.

Mientras pensaba en los pies de su amiga, no pudo evitar fijarse en sus propias botas. Toadette era conocida por tener unos pies que podían generar un tornado de hedor. En cambio, Minh tenía que hacer un gran esfuerzo para que los suyos desprendieran siquiera un ligero aroma desagradable. Su mente comenzó a trabajar a mil por hora mientras movía sus dedos de los pies.

—Por favor, no quiero ampollas.

Minh apretó los dientes al sentir el aire helado en sus pies, y las uñas, de un rosa intenso, casi se astillaron por el frío. Pero pronto volvió a calzarse las botas. ¿Y los calcetines? En los bolsillos.

Caminaba por la ciudad. Mejor dicho, se movía a paso rápido. Poco a poco, los dedos de sus pies se iban humedeciendo en esas botas tan apretadas. Para la mayoría, esa sensación sería repugnante. Pero era para Minh una extraña fuente de placer. La forma en que sus dedos se deslizaban unos contra otros como si estuvieran engrasados con aceite… Era tan desagradable como placentero para la Toad, como demostraba su amplia sonrisa.

A mediodía, la chica jadeaba, desesperada por hallar un lugar cálido donde relajarse para que el sudor no provocara más escalofríos.

—¡Mamá, papá! —Llamó con fuerza a la puerta—. Nueve grados bajo cero afuera. En español, eso significa: ¡déjenme entrar, por favor!

Sin paciencia, simplemente giró el pomo.

—¡Feliz cumpleaños!

Minh saltó hacia atrás, saludada por una casa repleta de primos, tíos, abuelos, su mascota Chomp Cadena y los dos padres que la crearon. Aunque su cuerpo aún le dolía, logró esbozar una sonrisa para todos.

—Me alegro de ver… ¡Ay! —Se rió nerviosamente mientras su mano estaba en la boca de la mascota energética—. No cambie nunca, Bestia.

—Acércate —le dijo su abuela, tirando del largo pelo de la joven—. ¿Cómo es que tienes veinte años y aún pareces una niñita de preescolar?

—¿La has visto? —Su madre la tomó, apretándola en un fuerte abrazo—. Siempre ha sido una niña de corazón.

Cada miembro de la familia tomó su turno para burlarse de la florista y, al final, la cabeza de Minh daba vueltas. Pero quedaba un pariente esperando su turno: la única Toad de la fiesta que no tenía el pelo negro ni castaño.

—¿Vas a darme un beso o tengo que hacerlo yo? —La joven de cabellos morados se acercó a su prima y unió sus labios—. Vamos, Minh-Minh, no puedes ser tan lenta ahora que eres adulta.

—Creo que soy muy rápida, Sofí.

La Toad mayor soltó un suspiro, mirando al cielo como si pensara: «Eres una mentirosa». Su piel morena contrastaba con la palidez de Minh. A ambos lados de su sombrero, que tenía un corazón rosa en el medio, le salían coletas violetas. Justo cuando su expresión de fastidio empezaba a parecer permanente, se iluminó con una sonrisa cálida y estalló en carcajadas. De repente tiró de su prima pequeña en un abrazo apretado.

—Cálmate, tonta. No te querría de otra manera.

—El sentimiento… es… mutuo… —Minh se zafó de su abrazo.

—Hola, Minh-Minh…

Los ojos de Minh se pusieron en una chica bajita que había a su derecha.

—Ah, ¡sabía que faltaba alguien!

La niña tenía la piel color moca, igual que Sofía, con unos ojos marrones bien angulosos y un cabello negro que se escapaba de un sombrero con manchas rosas. Minh la podía identificar a lo lejos sólo por el sombrero, en el que la mancha más delantera tenía un recorte en forma de flor.

Esta niña acortó la distancia que la separaba de Minh.

Entonces tomó la cara de Minh con sus manos y le dio un beso jugoso en los labios. Minh abrió bien los ojos al sentir la lengua de su prima menor moviéndose contra su boca. Se apartó de un salto, haciendo que la saliva de la niña cayera por su mejilla.

Sofía empujó a la pequeña de once años hacia atrás, tratando de limpiar la baba que había en la cara de Minh.

—Le sigo diciendo a Yas que en cualquier momento le van a dar una cachetada si no para con lo de la lengua cuando nos besa —dijo, mirando a su hermanita.

—Je, no te preocupes… —Minh tragó accidentalmente su saliva mezclada—. Sólo está emocionada por verme.

—Vaya, te encanta andar agitando esa varita de positividad por todos lados, ¿eh? Jeje, te enseñé bien.



—¡Ya basta de los besos! —gritó Minh, mirando a los demás—. ¿Dónde está mi piñata?

Si Minh hubiera nacido en una de las estaciones más calurosas, sus cumpleaños habrían sido pura diversión en la alberca, como lo vivieron muchos de sus parientes. Pero, aunque no podía meter sus pies en el agua, siempre se la pasaba en grande intentando romper su piñata. Y vaya si era gigantesca, tanto que podía guardar casi cien dulces. Aun así, su familia siempre se aseguraba de que no fuera sencillo abrirla.

—Puedo hacer esto todo el día —chilló ella, golpeando a ciegas a alguien en la cara con su bate—. Lo siento, ¡pero tienes que apartarte de mi camino!

—Tienes que ser más rápida si quieres golpearla, mija —animó su mamá.

Al escuchar los gritos de ánimo de su familia, Minh tomó aire y lo intentó de nuevo. El bate impactó la piñata, pero el papel no se rompió. Siguió bateando una y otra vez, sudando aún más.

Con un último golpe, la piñata estalló y una lluvia de dulces cayó al suelo. Minh se quitó la venda de los ojos y vio a sus primos pequeños correteando como hormigas, recogiendo con avidez todos los caramelos y chocolates destinados a la cumpleañera. Bueno, todos menos una. Yasmín se quedó con los parientes mayores, con los ojos calvados en Minh, pero sin lograr nunca un contacto visual real.

«Tienes que aprender a jugar más con tus primos, Yas», pensó Minh.

—No puedo más —exclamó un primo, llenándose los bolsillos con los dulces que caían.

—Tengo una barra picante —dijo una de las niñas.

—Y les doy diez segundos para que salgan corriendo antes de que les quite lo que es mío. —Minh mostró los dientes como un Chomp Cadena, casi rompiéndose el culo por culpa de la mascota que se le atravesó. Al recuperar el equilibrio, rugió y persiguió a sus primos gritones por toda la casa.

—Minh-Minh, ¿te vas a quitar las botas aquí dentro? —le preguntó su madre.

—¡Aún tengo los pies un poco fríos!

—No es una pregunta seria.

Poco sabía su madre que Minh no sólo estaba disfrutando de la emoción de jugar con sus parientes más jóvenes, sino también de la sensación resbaladiza de sus pies con esas botas. Era como si estuvieran llenas de un milímetro de agua.

«Está bien, quizá estén lo bastante húmedos como para que no importe».

El entretenimiento continuó, con las huellas vaporosas de Minh manchando el piso mientras jugaba a los monstruos. Las horas se le iban volando mientras saltaba de una actividad a otra con su familia. Entre jugar al pillapilla con sus primos y bailar con su padre, se sentía más viva que en los últimos meses. Aun así, las gotas de sudor en su frente evidenciaban lo cansada que estaba. Era como si hubiera corrido una maratón. Pero a pesar de su fatiga, le esperaba una última tradición, y se acercó a ella con gracia.

—Este año el pastel es grandísimo —susurró, sin poder creer lo que veía al contemplar la imponente estructura. Las capas de glaseado blanco contrastaban con los adornos rojos.

—Este año eres una chica grandísima —respondió su papá, ya con las manos en su espalda. Antes de que pudiera reaccionar, le dio a Minh un pequeño empujón.

Pero no esperaba nadie que Minh volara tan lejos. Sus pies resbalosos la llevaban a hundirse más que sólo la cara en el postre. Batallando con el espeso mar de glaseado, logró finalmente sacar la cabeza y respirar. La cumpleañera fue recibida con un estruendoso aplauso y con la boca llena de pastel de fresa.

—¿Estás llorando? —preguntó su mamá, riendo mientras sacaba una foto.

—Es tan dulce…

—¡Te has vuelto más ligera! No creí que volaras tanto. —Silbó su papá—. Muy bien, los niños comen primero.

«Si solamente hubiera vuelto más ligera… No debería comer esto, pero si es mi gran día…».

Minh agarró un buen pedazo de pastel y se lo metió en la boca, masticando con ganas. Pero mientras comía, de repente sintió algo húmedo en la planta de los pies.

«¿Será que están sudando más?», se preguntó.

Entonces reconoció esa sensación que conocía demasiado bien: una boca. El aliento, los dientes, la lengua… todos hicieron que se le encendieran las alarmas en la cabeza. Al levantar la mirada, se dio cuenta de que sus primos más pequeños se estaban turnando para lamerle el pastel de los pies, mientras los adultos se reían.

En un instante, Minh pasó de estar felizmente tranquila a estar completamente horrorizada.

«Esconde tu calentura», se ordenó.

Comió a paso de tortuga. Si hacía algo estúpido, esa escena ya incómoda se iba a convertir en el momento más embarazoso de su vida. No podía soltar ni un gemido, no podía decirle a sus primos lo bien que se sentía que le chuparan los pies, y definitivamente no podía excitarse mientras estaba sentada en un pastel del que iban a comer todos los demás.

Sin embargo, las lenguas le hacían cosquillas. Minh se mordió el interior del labio para no reírse, pero tampoco era que tuviera los pies llenos de callos endurecidos para protegerse.

—Es como masa de galletas —comentó una de las chicas, lamiendo a lo largo de su arco.

Minh comenzó a tener recuerdos de varias ocasiones en las que le habían hecho cosquillas. Recordó su risa pura de niña, cuando las cosquillas eran sólo un juego inocente. Con el tiempo, se transformaron en algo más travieso, y se entregó a ese placer varias veces en secreto durante la secundaria y la preparatoria. Ahora, en su vida adulta, tenía sus aventuras con Toadette para recordar…

La florista había tenido los pies atacados en un desierto, había sido sometida a torturas de cosquillas por unos Shy Guys amenazadores, y casi había acabado con varias Pirañas Sépticas (Pochas)… Peor la imagen de Toadette haciéndole cosquillas en los pies para despertarla una mañana era la más caliente de todas: una escena tan íntima que la hizo sonrojar como el pastel vibrante sobre el que yacía.

—Me da mucho gusto que tus pies sólo hayan rozado los bordes de este pastel. —Sofía devolvió a Minh a la realidad, llevándose un trozo del postre a su plato—. Huelen horrible.

—¿De veras? —La voz de Minh sonaba quebrada al escuchar eso.

—¿No puedes percibir tus propios…? Sí, apestan. Todos aquí lo huelen, ¿verdad?

—Mi hija es tan trabajadora como tú, Sofí —comentó el papá de Minh.

—Por favor. Yo paso todo el día lidiando con gente adinerada en un tren ocupado. Es diez veces más trabajo que vender flores a… personas que no tienen el privilegio de ser ricas.

Minh todavía estaba asimilando que Sofía pudiera percibir el olor que emanaba de sus pies. La cara de asco de su prima le provocó a Minh una satisfacción gigantesca, y una sonrisa inquietante se dibujó en su rostro.

—¿Qué? —Sofía le lanzó una mirada fulminante a la chica cubierta de pastel.

—¿Sabes una cosa? Si a los niños no los molestan mis pies, tú pareces estar un poco débil en este momento, prima.

—¿Me estás diciendo que lama tus asquerosos pies, Minh-Minh?

—No te digo que hagas nada.

De repente, Yasmín levantó una mano, como si estuviera en clase. Se agachó sonrojada ante el pie derecho de Minh, cerrando los ojos. El dedo gordo desapareció entre sus labios, y luego empezaron a desaparecer los demás. La pequeña los chupó sorprendentemente fuerte, con la cabeza moviéndose arriba y abajo muy rítmicamente.

La lengua de la chica, ahora cubierta de glaseado, la extendió para lamer la planta del pie. Tras unos segundos de lamidas babosas, Yasmín se levantó y desapareció de nuevo en el rincón en el que estaba tan cómoda sentada.

—Hmm, mira eso. Hasta Yas tiene más valor que tú, Sofí —le dijo Minh.

Sofía observó la habitación, sintiendo la mirada de todos sobre ella. Negó con la cabeza, sin poder creerlo, mientras apartaba a uno de los primos para agarrar el pie izquierdo de Minh. Aunque se había lamido gran parte del pastel, dejando varios regueros de saliva en la planta, aún quedaba un buen pedazo atrapado entre su dedo gordo y el segundo. Sofía levantó la cabeza y tomó una profunda bocanada de aire.

—Los odio a todos —se quejó, sintiendo cómo se le arrugaba la nariz.

Su lengua apuntó a la delicia entre los dedos empapados de su prima, haciendo que Minh estallara en carcajadas. Los instintos naturales de la florista entraron en acción y metió varios dedos en la boca de Sofía hasta que la mayor los chupó sin querer. Cuanto más tiempo permanecían en su boca, más verde se le ponía la cara a Sofía.

Se apresuró a escupir el pie, y después engulló el gran trozo de pastel. En medio de los aplausos y las risas que la rodeaban, se estremeció. Luego, con una mueca, extendió la lengua, mostrando un pelo largo y rizado que debía quitarse.

—Está bien, eres muy fuerte, Sofí. —Minh se levantó rápidamente, frotándose los pies en el pastel y estrujándose los dedos antes de salir—. Voy a quitarme esto de los pies, así que espérenme.

Pero cuando entró en la cocina, donde permanecían sus botas, lo primero que hizo fue meterse los pies directamente en ellas. No se lavó nada, y volvió al salón para darle una palmadita en la espalda a su prima.

—Sólo diversión y juegos —se rió entre dientes, besando a Sofí otra vez en los labios—. Siempre has sido muy dura.

—Así es, y que no se te olvide.

Cuando la tarde se hizo noche, Minh se preparaba para volver a casa. Se quedó un rato más para ayudar a lavar los platos, tarareando una melodía mientras su padre la grababa.

—No te preocupes. El año que viene te compraremos algo más que un bolso nuevo.

—He recibido tanto de ustedes que ya no necesito nada más. —Minh se dio la vuelta, luciendo su nuevo bolso en el hombro—. Gracias otra vez por esto, pero no dudes en ir a lo barato y comprarme una tarjeta el año que viene.

—Eres una niña muy especial, déjame decirte.

—Y estoy orgullosa de serla.

—Supongo que Toadette sigue ocupada, ¿eh? Como no había llegado.

Minh asintió, con la atención puesta ahora en fregar los mostradores. Vio cómo su rostro pasaba de alegre a neutro a través de los reflejos.

—Ni idea de cuándo va a volver —confesó.

—Imaginar que la mamá de esa chava la dio por muerta todo este tiempo… Es una locura cómo lograron montar una treta así por seis años. No es normal que mi hija lleve una mentira tan pesada por tanto tiempo.

—No es que pretendí divertirme haciéndolo, papá. Sólo lo hice por su bien.

—Cuatro meses es lo más que llevan separadas. ¿Cómo te encuentras?

—Me… —Minh torció lentamente el cuello—. Me he partido de risa mientras mis primos me lamían los… el cuerpo.

—Entendido.

—Oye, tío. —Sofia entró en la cocina—. ¿Les importa que Yas y yo nos quedemos aquí una semana, o me van a hacer gastar dinero en una posada?

—Bueno, no es que ir a una posada te deje sin dinero —le respondió—. Pero si Minh-Minh quiere darles su cuarto, claro.

—No es como si estuviera viviendo aquí ahora mismo —dijo Minh, acercándose a Sofía—. ¿Les va bien?

—Eh, tengo que hacer horas extras después de esta semana, pero sí, estamos bien.

—¿Y Yas? —La cara de Minh se puso más seria—. ¿Está bien?

—¿Por qué hablas de ella como si acabara de morir o algo así?

—Sólo estoy diciendo… Es el tercer año después de lo de sus papás, y estamos lidiando con una niña especial. —Minh miró a su alrededor, asegurándose de que la niña no estuviera cerca—. Después del drama del primer año, no quiero que le pase nada malo.

—Lástima. Después de todo, ha venido a Ciudad Toad.

Minh se quedó parada con cara de confusión.

—Te estoy chingando —se rió Sofía, dándole un golpe en el hombro a Minh—. Te digo en serio: ya hemos pasado esa horrible fase. Yas ya no es peligro para ella misma.

—Que así siga —suspiró Minh, limpiándose el sudor de la frente—. Deberían venir a visitarme a mi tienda, ya que están en la ciudad y todo eso.

—Lo haremos. Porque tengo que asegurarme de que mi prima fantástica está preparada para su primer novio.

—¿Novio? —Los ojos de Minh se abrieron de par en par, y entonces se retrocedió—. Sofí, no tenemos que hablar de eso.

—Lo sé, lo sé, es una sensación aterradora. Pero eres adulta, Minh-Minh. Y yo soy la experta en amor ideal mientras navegas por este momento muy difícil. Vamos a encontrarte a alguien con quien ligar para toda la vida.

«Lo dice la chica que ha tenido 50 novios en diez años».

Justo cuando Minh se dio la vuelta, sintió un tirón en el hombro. La niña más pequeña la hizo callar antes de que pudiera hablar, y la arrastró hasta la puerta principal. Una vez que quedaron solas, dejó escapar un suspiro de alivio.

—Ya sabes que normalmente no soy fan de hacer tarjetas y esas cosas, pero tú eres demasiado especial como para que no haga algo —anunció, y su saliva aterrizó en el abrigo de Minh. Tras entregarle la tarjeta, sonrió sólo un poquito—. Me puedes agradecer luego.

—Oh, Yas… —Minh se quedó boquiabierta mientras leía el texto. Bueno, mejor dicho, intentaba leerlo—. Vaya, tu letra nunca deja de impresionarme.

«Me siento muy afortunada de haber leído tantas redacciones en la escuela», pensó.

El texto se complementaba con dibujos coloridos de Minh, corazones y flores.

Bienvenido a los veinte, mi prima favorita. Sé que no debería tener favoritos, pero la verdad es que tú eres la mejor. Perdona si esto es un poco extraño, pero sólo quería que supieras cuánto te quiero.


En la parte de debajo de la tarjeta había otra barrita de chocolate. Pero ésta no era sólo un poco picante como las de la piñata; tenía tanto picante que podía hacerle arder la lengua a Minh si no tenía cuidado, lo que le sacó una buena sonrisa.

—Cualquiera pensaría que somos dragones, de lo mucho que nos gusta el fuego en la boca —rió entre dientes mientras guardaba la tarjeta en su bolsillo—. Gracias, Yasmín.

Yasmín se acercó un poco más, rodeando con sus manos la cintura de Minh y atrayéndola hacia sí. Minh le acarició el cabello con suavidad. Su expresión se tornó más seria poco a poco. Justo cuando iba a preguntarle algo a Yasmín, jadeó. Las manos más pequeñas de la chica habían acabado en el trasero de Minh, apretándolo con fuerza. Nerviosa, Minh se echó hacia atrás.

—Recuerda, Yas, no está bien que te agarres así a otros. Es…

—Fue un accidente. Y estoy bien, si tanto quieres saberlo. —Yasmín se subió las mangas del suéter para mostrar sus brazos limpios—. La próxima vez, pídeme a mí y no a Sofí.

—Estoy orgullosa de ti. Trae esa actitud positiva a mi tienda mañana, ¿me escuchas?

El camino de vuelta a su tienda vio el cielo con una hermosa mezcla de colores del atardecer. Los violetas y los naranjas iluminaban el horizonte de Ciudad Toad mientras Minh saludaba más a los transeúntes. Y dentro de sus botas de invierno, el pastel seguía aplastándose y mezclándose con las plantillas vaporizadas. Cuando el glaseado empezó a rezumar entre los dedos, sintió un escalofrío.

Al acercarse a la entrada de su tienda, vio a alguien sentado junto a la puerta con una capucha sobre la cabeza.

—¿Puedo ayudarla? —preguntó, suavizando la voz—. Lo siento, pero mi tienda está cerrada hoy.

—Guau, ojalá tuviera tan buen aspecto como tú en este momento.

Minh se quedó paralizada. La figura se puso en pie y se retiró la capucha para revelar la Toad de sombrero rosa que había amado desde que eran niñas.

—Feliz cumpleaños, Minh.

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Nota del autor:
Me alegro de que estén aquí para este nuevo arco. No suelo pedir mucho, pero sólo como recordatorio, una forma buena de mostrar su aprecio sería reseñar la historia o darme un mensaje. Más fácil en AO3, pero la versión en español no está completa ahí en este momento.

Saben, me imagino el pastel de cumpleaños con el aspecto del jefe de Super Mario RPG, el que Costarugo (Booster) se come de un trago. Mientas que Sofía es mi nombre para un personaje de Paper Mario, Yasmín es original. Es un poco extraño que la franquicia no tenga muchos niños.

Díganme: ¿les resulta raro no tener a Toadette como protagonista de un capítulo? A mí se me hizo raro escribirlo.
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