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Rated: GC · Book · Fanfiction · #2328963
Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.
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#1082422 added January 16, 2025 at 3:29pm
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Capítulo 72 - Un clímax cremoso
—TD, estás a punto de regresar al colegio. Tienes que empezar a acostarte y levantarte a la hora.

Una T. Ana completamente cansada sintió cómo sus párpados se volvían pesados cuando su hijo de trece años la arrastró al balcón de su apartamento. Al mirar hacia abajo, la madre se quedó sin palabras. A pesar de la maraña de cabello rojo que le cubría los ojos a ella, su hijo veía lo furiosa, harta y francamente confundida que estaba.

—TT… ¿Qué carajos…?

—Hay una explicación perfectamente razonable para esto, mamá.

La Toad de diecinueve años, con el cabello que comenzaba a asemejarse a una explosión de algodón de azúcar, igualito al de su mamá, estaba enredada en un lío de luces del árbol navideño. Lo único que impedía que cayera en picado por el balcón era que las cuerdas se habían enganchado a unos muebles pesados. Era como si esas cuerdas supiesen la vida loca que le esperaba y quisieran asegurarse de que tuviese la oportunidad de vivirla.

Una vez que la levantaron, su madre le dio una taza de chocolate caliente en la sala.



—¿Cuándo fue la última vez que dormiste, TT?

—Me encantan esas preguntas que no sé cómo contestar.

—Tropezar con nuestro árbol y casi caer al vacío es una locura. Y has estado chocando con cosas cada vez más a menudo en estos meses.

—Sólo es que estoy un poco cansada, eso es todo —murmuró, sorbiendo.

—En ese castillo te hacen trabajar como si fueras una esclava. —T. Ana frotó la cabeza de su hija—. ¿Por qué no pasas un día más aquí? Sé que tienes el vuelo reservado y ya pagado, pero…

—Me dan ganas de llorar sólo por haber desperdiciado ayer cinco monedas en una bolsa de papas fritas, mamá.

La joven madre sólo pudo suspirar mientras la chica jugaba con sus malvaviscos, negándose a mirar a ninguno de los dos miembros de su familia.

—Una vez conocí a un hombre al que llamábamos el señor Cameron. Siempre nos traía el periódico sin pedirnos ni una moneda, ni un favor, ni nada. Se entregaba por su familia, por su trabajo, por todo. Luego lo encontramos muerto.

La chica levantó la cabeza.

—Así es. No fue un complot de asesinato. Incluso feliz, su cuerpo no pudo soportar todo el trabajo que hizo. —T. Ana tragó saliva—. Y no quiero oír que mi hija se ha ido de la misma manera.

—¡Pero no puedo trabajar menos por arte de magia! —Juntó los pies—. Tengo una deuda importante que pagar, ¿sabes?

Sus ojos se abrieron de par en par cuando sintió un fuerte golpe en el hombro. T. Dani miró a su hermana con una expresión de gran desaprobación. Fue tan adorable como entristecedor para la chica, pues empezó a temblar. El Toad más joven agitó el dedo ante su cara, pronunciando y deletreando las palabras: «Deja de ser estúpida».

—No te mates por nosotros, TT. Que viniste a casa ha hecho más de lo que crees.

La muchacha, temblorosa, se ajustó los lentes y se limitó a beberse el resto de la taza mientras su madre y su hermano esperaban una respuesta. Después de salir para lavar su taza, volvió a la sala con los ojos más húmedos pero una postura más erguida.

—Puede que pase un buen tiempo antes de que vuelva a visitarlos.

—Tómate tu tiempo —le dijo T. Ana, mientras corría a abrazar a su hija. Dani se lanzó al montón, aplastando a su hermana en el proceso.

—Aún me duele el brazo izquierdo, TD…

Mientras se preparaba para su eventual vuelo de regreso a Ciudad Toad, levantó su camiseta frente al espejo. Se aplicó un poco de crema y pasó el dedo por una marca enrojecida que le cruzaba la cintura, haciendo una mueca de dolor antes de que su rostro perdiera toda emoción.

—Si la próxima vez los pies de Peach huelen a pescado podrido, mejor guarda silencio, Toadette.

***


Dentro de la tienda de Minh, Toadette dejó caer su maleta al suelo y se deshizo de sus capas de invierno. Primero se quitó el abrigo, luego los pantalones y, al final, las botas. Sus calcetines peludos se quedaron adheridos a sus pies.

—Te ves muy anciana —jadeó Minh, señalando los lentes de Toadette—. Quiero decir, de una manera adorable. Como una abuelita.

—Mi montura anterior se rompió. Agradezcámosle a nuestra querida princesa.

—Entonces —empezó Minh, cerrando las persianas de las ventanas—, ¿cómo te va?

—Lo siento.

—No tienes por qué disculparte.

—Sí que lo tengo. —Toadette se apoyó en el mostrador—. Lo mínimo que debía hacer era responder a tus mensajes. No dejarte a oscuras todo este tiempo.

—Toadette, lo entiendo.

—Pero… —Se interrumpió cuando Minh le cubría la boca con su palma gruesa.

—Lo único que deberías lamentar es tratarme como si no pudiera sobrevivir sin ti. —Comenzó a desabrocharse la chaqueta, se dejó caer al suelo y puso su pie derecho delante de la cara. Mientras jugueteaba con la bota, Toadette la observaba con confusión. Eso fue hasta que apareció una lluvia de glaseado de pastel, y Minh se olisqueó lentamente el pie.

«El fetiche por los pies que estaba desarrollando ha desaparecido», pensó Toadette. «Espera, espera… ¿Por qué hay pastel en su…?».

Sus pensamientos se interrumpieron cuando vio que Minh se lamía desde el talón hasta los dedos. Ella dio un segundo lametón largo y baboso, esta vez con la lengua entre los deditos. Sus ojos marrones se encontraron con los morados de Toadette, y sus gemidos se hicieron más fuertes mientras se comía el pie.

—¿Sabes cuánto esfuerzo me ha llevado hacer sudar este pie? —preguntó Minh.

—Podrías haber esperado a que subiera un poco la temperatura.

—Me moriría de aburrimiento. —Se olisqueó bajo los dedos, suspirando—. ¡Ay, qué rico!

Cada inhalación profunda de Minh era correspondida con una exhalación agitada. Entre lametón y lametón, se olfateaba el pie como si fuera la rosa más fresca del mundo. Y lo único que podía hacer Toadette era mirar cómo su amiga adoraba sus dedos sudorosos. Sin embargo, mientras que ver esto la habría repugnado de niña y excitado hace cuatro meses, ahora se encontraba en un estado neutro. Los sucios dedos de Minh no la hicieron salir corriendo, pero tampoco la atrajeron.

Dejó escapar un suspiro derrotado, incapaz aún de admitir ante Minh el hecho de que le gustaban sus pies en cierto punto. Pero Minh se dio cuenta de que Toadette tenía algo en mente, a juzgar por la forma en que sus dedos de las manos se crisparon.

—¿Quieres lamerlo? —preguntó en broma, separando los dedos.

—Estoy bien. —La voz de Toadette apenas era un susurro—. Me alegra ver que tus piernas funcionan.

—Te dije que sólo serían unas semanas. ¿Cómo está tu brazo?

—Dolorido… Todavía está débil, pero puedo moverlo.

—Deben de habértelo dañado mucho si todavía te duele.

Toadette asintió y siguió observando cómo Minh se chupaba los dedos. Cuanto más la observaba, más curiosidad sentía.

—Sabes, teniendo en cuenta que es tu cumpleaños —dijo lento—, podría lamerte esto del otro pie. Sólo si…

Minh se puso boca debajo de inmediato, levantando los pies. Su pie derecho ya estaba empapado de su propia saliva, mientras que el izquierdo permanecía apretado en esa bota. Frunció los labios y chasqueó los dedos para llamar a Toadette.

—Me encantaría —gimió—. No están tan apestosos como los tuyos, pero ahora mismo están muy húmedos. ¿Seguro que quieres chupármelos?

—Te lo mereces. —Toadette se encogió de hombros.

—Jejeje. Me alegro de tenerte de vuelta…

—Pensaba que hubieras tenido más acción en mi ausencia, considerando… ¿O no ha servido de nada él?

—Uno, la verdad es que no hubiera sido nada divertido con él chupándome los pies, ya que es tan miedoso. —Suspiró—. Además, todo el incidente acabó con mi apetito sexual. Sólo he tenido una vez con él desde entonces, y nadie más ha estado conmigo.

—Sorprendente. —Toadette tiró de la bota izquierda de Minh, y la vergüenza le pintó la cara al ver el pie expuesto.

Jadeó al ver lo reluciente que estaba el pie de Minh. La suciedad era de esperar, pero que el pie tuviera una capa tan brillante de sudor indicaba que había estado trabajando mucho más de lo que había imaginado Toadette. Su sorpresa creció aún más cuando percibió el olor del pie.

Por muy bien que soportara su propio olor, inhalar el de otra persona podía hacerle toser. Se tapó la nariz, haciendo una mueca infantil.

—¿Por qué no usas calcetines?

—No estabas aquí y necesitaba un poco de sudor para jugar. —Se rió entre dientes—. ¡Que pueden oler mis pies sin ni siquiera acercarse es bien chido!

«Más bien preocupante…», pensó Toadette.

El primer error de Toadette fue ofrecerse voluntaria para adorar los pies de Minh. Ahora su mejor amiga no la dejaría en paz hasta que siguiera adelante. Minh ya comenzaba a mover los dedos de manera insistente, manteniendo la mirada de Toadette fija en su pie. Sin embargo, lo que no sabía era que, a pesar de la repugnancia de Toadette por el olor desagradable, su corazón empezaba a latir más deprisa.

Sin pensarlo, lamió el arco del pie de Minh, presionando su nariz contra el talón.

El gemido de Minh al apretar los dedos de los pies fue melódico.

Toadette se metió entonces dos de los dedos de Minh en la boca, chupándolos como si fueran un chupón. El sabor salado era más de lo que esperaba, pero esta vez no se complementaba con la suciedad de las chanclas de Minh. En cambio, estaba mezclado con la dulzura del pastel, que enmascaraba un poco el sabor picante.

Sintió un poco de celos de que Minh pudiera gemir tan libremente, mientras tanto, los pocos gemidos que ella tenía se le quedaban grabados en la mente.

«¿Soy yo o se ha vuelto más pesada? Es como si sus pies fueran más fuertes que antes», se preguntó.

Los dedos de Minh se movían juguetonamente en la boca de Toadette, como si intentaran arrancarle un gemido profundo. Pero Toadette sólo respondió lamiéndolos con más intensidad, frunciendo el ceño por el sabor agrio. No se podía exagerar el tamaño del pie de Minh, ya que Toadette no era famosa por tener la boca más grande de Ciudad Toad. Y además de notar cómo su amiga engordaba unos kilos, sus pies parecían más gruesos que hace unos meses. Era como comparar una hamburguesa de doble carne con una de triple carne.

Agarró con fuerza las piernas de Minh, chupando lentamente los dedos mientras su amiga se retorcía de alegría.

—Un momento. —Toadette dio un lametón más—. Sabe como si la boca de otra persona hubiera estado aquí.

—Ni idea de lo que hablas —respondió Minh con una sonrisa curvada.

Toadette rodó los ojos y siguió lamiendo el pie de su amiga. Para mantener el interés, se aseguró de dar lametón tras lametón a la planta de Minh, e incluso pasó la lengua por el talón hasta que la chica más gruesa soltó un chillido.

—Esa lengua —ronroneó—. Veo que Su Alteza te está entrenando bien.

—Aún me ve como una principiante. Pero enfocarse en cada parte del pie es mejor, ¿no?

—Depende de la persona. A mí me encanta que me acaricien cada parte del pie.

Toadette besó la parte superior del pie izquierdo de Minh, luego los tobillos y después los cinco dedos individualmente. El pie derecho simplemente descansó sobre su pecho, con los dedos extendidos sobre sus pechos aplastados.

Apretó los dientes mientras Minh le apretaba los dedos.

—Ahora que lo pienso, ¿qué onda con tus uñas, Toadette? ¿Dónde quedaron los colores?

—Recuerdo haber dicho que prefería que tú te encargues de mis pedicuras a partir de ahora.

—¿En serio? —Minh continuó moviendo los dedos mientras pensaba—. ¡Claro! Ah, pues me encargaré de eso siempre que lo desees. Sabes que estoy más que lista para darle a tus pies el tratamiento de lujo.

El cuerpo de Toadette tembló.

—¿Quisieras chuparme los pies?

—Sí.

—¿Olerlos?

—Claro. —Las piernas de Minh se cerraron—. Más fácil nombrar lo que no quiero hacer con ellos.

—Entonces ¿por qué no los limpias con tu boca antes de que nos bañemos?

—¡Vaya! Es como si quisieras que me viniese o algo así. —Minh se dio la vuelta, pero antes de que pudiera arrancarle los calcetines a Toadette de los pies, la Toad con los lentes saltó hacia atrás. Puso un dedo delante de Minh.

«Quizá tú eres la cumpleañera, pero vamos a hacer las cosas a mi manera».

Toadette subió las escaleras y entró en el baño de Minh, donde finalmente dejó que sus calzones cayeran al suelo. Cuando Minh la alcanzó, se puso nerviosa al ver las nalgas desnudas de Toadette mirándola a la cara. Y entonces, cuando Toadette se dio la vuelta, Minh no pudo evitar tragar saliva al ver el vello rosa sobre su vagina. Toadette se limitó a lamerse los labios, llamando a Minh con las manos.

Minh cerró inmediatamente la puerta y se detuvo a los pies de Toadette. Toadette se dejó caer en el borde de la tina, sonriendo con satisfacción mientras ponía los pies sobre el sombrero blanco de Minh.

—Ah… Me duelen mucho las plantas de los pies —gimió Toadette, golpeando ahora con los talones la cabeza de Minh—. Voy a limpiarme toda esa pelusa sucia de calcetín en tu sombrero. ¿Te gusta?

La única respuesta de Minh fue un leve gemido.

—Tú… —Toadette tardó tres intentos en decir esta frase—. ¿Quieres ser una buena chica para mí?

—Sí.

—Ejem, espero cierta formalidad si tanto deseas estos pies.

—¡Ah! —Minh se aclaró la garganta—. Sí, quiero ser una chica fantástica para usted.

—Entonces, como mi recién designada esclava, deberás adorar mis pies hasta que cada gota de sudor y sal se desvanezca como por arte de magia —anunció Toadette con un aire de teatralidad—. La princesa Toadette exige que le demuestres tu devoción a sus pies.

Y ahora no sólo se aceleró el corazón de Toadette. Minh jadeaba como un animal, sonriendo mientras se desnudaba lentamente. Las mejillas de Toadette se encendieron al ver la forma regordeta y curvilínea de su amiga en su totalidad. Una vez que Minh estuvo de nuevo en el suelo, Toadette le puso el pie derecho en la cara, y el calcetín húmedo provocó una carcajada de Minh.

—Y mientras adoras mis pies, te vas a venir por mí. ¿Has entendido?

—Absolutamente, señorita. —Minh chupó primero su mano antes de dirigir su boca al pie en calcetín de Toadette. Mientras daba el primer lametón a lo largo de la tela, se acarició el interior de los muslos.

Puede que un calcetín no proporcionara la misma experiencia que lamer un pie en carne viva, pero la espera sólo hizo que la excitación de Minh aumentara aún más. Aún no se había tocado la vagina, sino que se acariciaba el resto del cuerpo mientras lamía y olfateaba la tela húmeda.

—Quítamelo —ordenó Toadette. Minh lo hizo y soltó un chillido de placer.

La planta del pie de Toadette siempre había despertado un anhelo especial en la florista, con su piel pálida adornada por un suave rubor rosado que la hacía lucir irresistible. Los pies de Minh eran carnosos y a menudo cubiertos de tierra. En contraste, los de Toadette eran finos y delicados, mostrando su elemento asqueroso sólo cuando se trataba del olor.

Pero era esa delgadez lo que hacía que Minh salivara ante los pies de su amiga. La esbeltez de los dedos de Toadette permitía que Minh se deleitara al deslizar su lengua o su nariz entre ellos. Además, los arcos atléticos de Toadette ofrecían el apoyo perfecto para el rostro de Minh, algo que recordaría cuando empezase a olisquear el pie descalzo.

Aunque el calcetín había eliminado la mayor parte del olor, el aroma natural de Toadette hizo que Minh recordara el increíble hedor que producía su amiga. Soltó un profundo gemido, jugueteando finalmente con su vagina.

—Bésalos —le dijo Toadette—. Bésalos, chica.

—Ya los estoy besando —gimió Minh, besuqueándolos.

Tanto el pie con calcetín como el pie desnudo regalaron a Minh dos olores únicos. Alternó sus besos entre ambos durante un minuto antes de retirar el calcetín. Su expresión se iluminó en un instante, y los dedos enroscados de Toadette sólo sirvieron para endurecerle los pezones.

La vergüenza de Toadette era mayúscula, sobre todo al contemplar las uñas de sus pies sin recortar ni pintar. Ver a Minh masturbarse con sus pies no dejaba de ser incómodo.

«Lo hago por ti», se recordó Toadette.

—Déjame ver tu lengua.

Minh respiraba entrecortadamente. Lamió con fervor la parte superior de los pies de Toadette antes de babear la parte inferior como una perra. Cada centímetro de las plantas de Toadette se iba cubriendo con su saliva, haciéndolas brillar aún más entre las luces del baño.

El sabor de los pies no era tan fuerte como podría haber sido si Toadette hubiera estado más activa ese día. Sin embargo, el ligero sudor transformaba un sabor que podría haber sido seco y poco interesante en algo sutilmente salado. Como era habitual, Minh descubrió que obtenía los mejores sabores al explorar entre los dedos. Casi siempre era entre esos deditos flexibles donde se encontraba la verdadera esencia de un pie. Y al estirar la lengua hacia delante y atrás, hizo que las piernas de Toadette temblaran.

—Me siento tan apreciada —suspiró la Toad más joven, cerrando los ojos.

«Sería la mejor sensación del mundo si mis pies no me hicieran tantas cosquillas. Al menos Minh los lame despacio».

Mientras ligeros gemidos escapaban de sus labios, fuertes gemidos salían de los de Minh.

Lamió las bolas de los pies de Toadette, aspirando felizmente el aroma de los dedos. Abajo, sus dedos se movían en círculos enérgicos sobre su clítoris. Se presionaba toda la concha con las palmas, y el corazón le latía a mil por hora. El mero hecho de inhalar el olor de Toadette aumentaba las probabilidades de que Minh tuviera un orgasmo precoz, y ella lo sabía. Por la forma en que respondía su cuerpo, era imposible que pudiera chupar los pies de Toadette durante mucho tiempo sin reventar.

—Muy bien —gimió Toadette, lamiéndose los dientes—. Chupa los dedos…

Minh gimió, con los ojos llenos de agua mientras se masajeaba a mayor velocidad. Los largos dedos de Toadette le llenaron la boca, apretándose lentamente en su interior hasta que se plegaron contra sus dientes y su lengua. Al volver a saborearlos, la respiración de Minh se aceleró.

—¿Te gusta chuparlos?

—Sepárelos, por favor —suplicó Minh—. ¡Por favor, separe los dedos para mí, princesa Toadette!

—Mira eso —se rió Toadette, asombrada de lo adicta que era Minh a chupar las zonas intermedias de los dedos—. La valiente T. Minh se encuentra completamente a merced de los pies sudorosos de la poderosa e imponente Toadette.

Minh pasó la lengua repetidamente entre el dedo gordo y el segundo de Toadette, mirándola a los ojos varias veces mientras sentía que le llegaba el orgasmo.

—Será mejor que limpies esas bolsitas de sal —susurró Toadette, soplándole un beso a Minh—. Límpialos como la chica sucia que realmente eres. ¿Quién es una sucia Toad limpiapiés? Tú la eres.

Minh cerró los ojos. Le goteaba saliva por la boca mientras bajaba los pies de Toadette hasta su concha. Toadette se quedó boquiabierta al sentir los pliegues de su amiga y al escuchar cuánta energía abandonaba el cuerpo de Minh. La chica se retorció en el suelo durante veinte segundos, jodiendo violentamente los pies empapados de Toadette. Sólo cuando la oleada de placer alcanzó su crescendo, volvió a abrir los ojos, lanzando una leve carcajada a Toadette mientras seguía frotándose la vagina con los pies.

—¿La he satisfecho, princesa? —Minh dio otro lametón al pie derecho.

El ojo de Toadette se crispó.

«¿Debería sorprenderte que te haya lamido los pies, Toadette? No, sobre todo porque ha estado halagándolos desde mucho antes de que tú entraras en la adolescencia. Pero…».

—Estoy más que satisfecha —respondió Toadette, bajando para acariciar el sombrero de Minh—. Bueno, se acabó el juego de princesas. Hiciste un gran trabajo en recordarme lo loca que estás con esta mierda del fetiche.

—Jeje… Cuanto más espero, más caliente me pongo.

Las chicas se metieron a la ducha al mismo tiempo, y Minh aprovechó para seguir acariciando el cuerpo de Toadette. Mientras le enjabonaba cada parte, se aseguró de tocar cualquier lugar que pudiera hacerla gemir, desde las tetas hasta el culo.

Al principio, Toadette sintió un escalofrío, pero recordó que ya no necesitaba ocultar que Minh la excitaba. Su fetiche por los pies seguía siendo un secreto para ella, pero fue Toadette quien besó a Minh la noche del Festival de las Estrellas en 2011. Más tarde, en el hospital, le confesó a Minh que quería ser su mejor amiga con derecho a roce, o con beneficios, así que tenía que acostumbrarse a que la tocara.

—Vámonos —Minh hizo espacio suficiente para que Toadette se uniera a ella en la cama.

—Guau. —Toadette parpadeó—. ¿Por una vez duermes del lado correcto?

Minh había vivido toda su existencia con la cabeza en el lado incorrecto de la cama, donde usualmente se ubicarían los pies. No obstante, en ese lado no había almohadas.

—Desde que te marchaste, he estado practicando para dormir de una manera un poquito más normal. —Se quitó el sombrero—. Quería que volvieras sin preocuparte de tener que dormir con mis pies en tu cara. Era lo mínimo que podía hacer.

—Ah…

—¿Quieres que lo revierta? Entiendo si no quieres oler mi aliento cuando…

—Está bien —dijo Toadette, quitándose los lentes—. Extraño tu cara.

Se acomodó en la cama, esperando con paciencia a que Minh apagara las luces. La florista se subió el pijama amplio, bostezó y apagó el interruptor. Cuando la habitación se sumió en la oscuridad, Toadette sintió que Minh se movía bajo las sábanas, y el dulce aroma a canela llenó el aire. Respiró profundo y se inclinó hacia adelante.

En un abrir y cerrar de ojos, sus labios se encontraron en un beso.

Toadette no tenía intención de soltar a Minh, apoyando una mano en su muslo mientras disfrutaba de ese momento con su amiga. Minh emitió un suave gemido, pero pronto se dejó llevar por el beso. Su lengua no se aventuró en la boca de Toadette, consciente del desagrado que eso le causaba. Sin embargo, acariciar el rostro de Toadette resultaba lo suficientemente seductor para ella.

Pasaron minutos antes de que Minh se separase, lamiéndose los labios. Toadette se desplomó sobre la almohada y sonrió.

—Buenas noches —jadeó.

—Lo mismo digo. —Bajo las sábanas, Minh arrastró los pies hasta que rozaron los de Toadette.

***


Cuando Minh abrió los ojos, Toadette ya había saltado de la cama y se estaba poniendo su ropa de trabajo profesional. De hecho, había pasado de completar su atuendo a rebuscar en la cocina de Minh en menos de dos minutos.

—Tranquila, Toadette —soltó una risita—. No hay prisa.

—Deseo que mi trabajo no fuera tan estricto. —Toadette devoró tres tostadas—. No te imaginas lo que he tenido que…

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!

—¡Minh-Minh!

A Toadette se le heló la sangre.

—Ya voy. No rompas mi puerta ahora —gritó Minh.

—Sé que no vas a dejar entrar a esa chica.

—Toadette, es mi prima.

—Sí, cada psicópata es primo de alguien.

—Oye, ya nos levantamos —gimió Minh, con las manos en las caderas—. Más te vale comportarte.

—No prometo nada.

—¡Toadette!

¡TOC!

—Mejor que agarres a esa idiota antes de que realmente te destroce la puerta.

Minh le dio a su amiga un par de segundos para que se calmara antes de que la tensión comenzase a aumentar. Tan pronto como Toadette escuchó esa nueva voz que venía del interior del edificio, soltó un suspiro, tratando engullir lo que le quedaba del desayuno.

—La neta es que no tengo ganas de soltar lana para que me hagan las uñas, así que te encargo a ti que te asegures de que quedan chidas y… —Cuando Sofía entró en la cocina del piso de arriba, su cara de felicidad se transformó en una de malhumor—. Hola, Toadette.

Toadette no se molestó en mirar a la chica de piel morena. Sólo se limpió la cara y trató de esquivar a las primas. Hasta que Sofía la agarró del brazo.

—Oye, acabo de saludarte.

—Hola, amiga. Tengo que irme. —Toadette alzó la nariz y siguió su camino, sin darse cuenta de que se había saltado un escalón. Chillando, fue bajando de golpe por cada escalón de madera hasta dar con el recodo—. ¡Carajo! ¡Tuve que aterrizar en este brazo!

—Eso te pasa por ser tal maleducada —dijo Sofía con una risita—. Y luego te preguntas por qué nunca has tenido un hombre como yo.

—¿En qué número de novios estamos este mes? ¿Treinta? ¿Trescientos? Porque ya se me olvidó.

—Sigue siendo más amor del que tú has tenido nunca.

—Debería haberme traído las tijeras. La coleta derecha nunca la corté, ¿verdad?

—¿Qué? —La sonrisa de Sofía desapareció—. Yo que tú tendría cuidado con lo que digo.

—Ya no somos niñas —gruñó Minh, mientras ayudaba a Toadette a levantarse—. Llevan años en esto y ya cansa.

—Está bien. —Toadette casi le arranca la mano a Sofía—. Me alegra mucho ver que alguien no ha acabado contigo después de escucharte hablar todo el día. Ahora, por favor, déjame ir a trabajar antes de que mi jefa acaba conmigo.

—Eres tan… —Sofía sonrió con malicia—. ¿Un trabajo de oficina? Porque nunca te he visto con algo que no parezca sacado de una tienda de segunda mano en esos barrios marginados de Ciudad Champiñón.

—No. Algo que requiera más esfuerzo que calcular números.

Al girarse para bajar, Toadette chocó con otra cara. La chica más pequeña se movió de inmediato, con la mirada más fija en las paredes que en el rostro de alguien en particular.

—No te angusties, Yas. Sigue siendo Toadette —dijo Minh—. Puede que parezca una viejecita, pero también está a punto de cumplir los veinte.

Yasmín saludó a Toadette con la mano un segundo antes de seguir subiendo las escaleras, ocultándose tras el cuerpo de Minh. En respuesta, Toadette soltó un sonoro gemido.

—Oye, recuerdo bien que eras igual cuando eras más chiquita. ¿No fue necesario que te amenazara en la clase de educación física para que al fin me hablaras? —Entonces Minh suspiró, frotando la carita de Yasmín—. Yas, ¿no quieres decirle algo de una vez?

Jazmín negó rápidamente con la cabeza, provocando que Sofía se echara a reír.

—No te culpo, Yas. —Chochó los cinco con su hermanita—. No te culpo ni un poquito.

—No estoy molesta contigo, Yasmín —aclaró Toadette, ajustándose la chaqueta. Finalmente bajó todas las escaleras—. No te preocupes. Estoy a punto de encontrarme con una niña que no va a parar de hablarme.

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Nota del autor:
Los que esperaban que empezaran la acción con los pies, su deseo se ha cumplido. Me es difícil escribir capítulos de pura acción sexual, ya que son como las escenas de lucha: gran parte de una historia se compone de diálogo. Pero trato de no alargar las cosas sólo para llegar a cierta duración.

Hay algo muy satisfactorio en el hecho de que Toadette pueda satisfacer a Minh sin tantas complicaciones. Sí, sigue sin revelar lo que siente por los pies, pero incluso el hecho de que le excite dejar que su amiga se venga es un gran paso adelante, ¿no creen?
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