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Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies. |
—¿No deberíamos dirigirnos a la convención? —le preguntó Penélope a Yasmín. —Tendrá lugar toda la noche —respondió la Toad—. Considerando que estamos en una de las ciudades más ricas y que está lejos de mi hogar, me gustaría ensuciarme las manos sin que me pase nada. Penélope no entendió muy bien a qué se refería. —Voy a conseguir dinerito extra. Y ya que estamos en esto, tú serás mi cómplice. —Ya tengo suficiente dinero. —Qué bueno por ti. Yo lo voy a hacer, vengas o no. —¿Estás diciendo que vamos a robar un banco? —Eso sería estúpido. —Yasmín señaló hacia la distancia—. Ésos son nuestros objetivos. Más allá de la franja había montones de casinos alienados. Prácticamente poseían una manzana entera. Cuando Penélope empezó a conectar las piezas del plan de Yasmín, la miró con preocupación. —Iremos a la prisión. —Nomás si nos atrapan. —Yasmín mostró su identificación—. Tengo dieciocho años, y tú eres mi primita que sólo mira. No es como si no hubiera familias mixtas de humanos y Toads por ahí —Espera. ¿Vas a participar en esos juegos de azar? —Sí. —Sabes que los casinos están arreglados, ¿verdad? —No lo están —respondió Yasmín con firmeza—. Es sólo suerte. —La semana pasada la señorita Toadette me contó cómo vio a una mujer explicándole a su esposo que nunca iba a ganar en un casino de Ciudad Champiñón debido al amaño. «No todos los adultos son genios», quiso gritar Yasmín. —¿Tienes un plan mejor? —preguntó a la humana. Penélope pensó. Podía haberle dado a Yasmín sus monedas sin problema, pero era claro que la chica buscaba algo de acción. Si no, ya le habría pedido ayuda. Pero participar en los juegos del casino no les beneficiaría, ya que la suerte no dependía de la habilidad como en la sala de juegos de Ciudad Toad. Tener diez años también significaba que Penélope habría llamado demasiado la atención. Jasmín podía confundirse con una adulta joven porque los Toads eran más pequeños, pero no se podía negar que Penélope era una niña. Mientras más lo pensaba, más tonto le parecía este plan de Yasmín. —Ay, ya entiendo. —Yasmín suspiró—. Dime que soy tonta y nos iremos a la convención. —Bueno… hay otra opción para tu plan. Penélope empujó la cabeza de Yasmín hacia un letrero de neón que parpadeaba más allá de la fila de casinos. Los ojos de la morena se abrieron de par en par. —¿Sabes lo que es un club de striptease? —exclamó. —He escuchado de ellos. Es bailar y dejar que la gente te eche monedas por tus habilidades. Es como un concurso de talentos, pero para los que son atractivos. «Vaya, está muy protegida», gimió mentalmente Yasmín. —Con ese carné falso que tienes, sólo necesitas entrar, bailar de una manera genial, y ganarás todo el dinero que quieras —se rió Penélope. —¿Y si nos…? —Yasmín recordó que en la mayoría de los clubs no se podían tomar fotos, así que su rostro no sería un problema—. Pero ¿y tú? Es imposible que te dejen entrar. —Seré tu escape si las cosas se complican. —Agarró la mochila de Yasmín. Yasmín tragó saliva. Se miró el pecho, sintiendo asco por lo que estaba a punto de hacer. ¿De verdad se atrevía a intentarlo? Sólo pensar en adultos mirándole el culo desnudo la hacía temblar. —Ni siquiera puedo entrar ahí sin que el personal se dé cuenta de que no trabajo para ellos —dijo—. Ah, bueno, parece que este plan no va a… —Escucha. —La sonrisa de Penélope se amplió aún más. Un portero Placapum estaba recargado en la pared, hablando con un miembro del equipo. —¿Dónde diablos está Lima? —Está con su padrote o algo así. Dijo que mandaría a alguien en su lugar. Yasmín sintió un escalofrío. Éste era su momento. Miró fijamente a Penélope mientras sus labios formaban un mohín. —Si me oyes gritar como una loca, más vale que te vea ahí en diez segundos. —Me verás en menos —rió Penélope—. Vamos, Yas. Muéstrales lo que te dio tu mamá. Yasmín se mordió el labio, temblando, mientras se aceraba al gorila. —Soy la sustituta de Lima —dijo, con la boca llena de saliva. —¿Uva? ¿Acaso tienes tetas de verdad? Yasmín le mostró su carné. —Soy una estudiante a punto de cumplir diecinueve. —Su corazón se aceleraba mientras el gorila la examinó de arriba abajo. —Más te vale ser tan buena o mejor que la que te mandó. Desde la distancia, Penélope se reía como la niña excitable que era. —Creo que podría bailar estupendamente si me dejaran… *** Cuanto más se adentraba en el club, más se aceleraba el corazón de Yasmín. ¿Cómo iba a excitar a los hombres su cuerpo feo? A nadie le gustaba por su aspecto. No podía creer lo contrario. La guiaron hasta la trastienda, donde sólo disponía de unos minutos para prepararse. ¿Por dónde empezar? No tenía tiempo de maquillarse, le daba miedo ponerse tacones altos y lo único que tenía para adornarse eran esas pequeñas pezoneras. Una vez en uno de los muchos escenarios, la música y las alocadas luces abrumaron a Yasmín. Los numerosos ojos que observaban a la chica mientras salía la intimidaban, pero había otra razón por la que se moría de vergüenza: su falta de habilidades para el baile. Puede que Sofía tuviera talento, e incluso la difunta madre de la chica sabía muchos movimientos, pero Yasmín era una completa aficionada. Podía mover el cuerpo, pero ¿podría hacerlo atractivo de verdad? Además, su cuerpo más plano la hacía de inmediato menos atractiva en comparación con las mujeres más curvilíneas que bailaban. Justo a su derecho había una dama Koopa quitándose el caparazón. A la izquierda una humana con la figura de un reloj de arena. Y aquí estaba Yas, una Toad sucia y diminuta. «Hmm… Piensa, Yas». Empezó a imaginarse lo que les habría gustado ver a los chicos de su escuela. Con vergüenza comenzó a mover las caderas. Se movía tan despacio que el ritmo de la música se le escapaba. Entonces la muchacha arqueó la espalda y dejó que su cabello oscuro cayera por encima de sus hombros como serpentinas de ébano. Tras realizar este movimiento, oyó una mayor cantidad de ruido a su alrededor. ¿Más observadores? Sus brazos se elevaron por encima de su cabeza, mostrando su abdomen y cintura. Al mover las caderas con mayor energía, tratando de seguir el vibrante ritmo de la música, se dio cuenta de que los hombres se entusiasmaban más. Le lanzaban gritos, silbidos y, lo más importante, le tiraban monedas amarillas. «Mamá siempre decía que no esperes dinero si no le das todo». Yasmín levantó la pierna, haciendo que su sandalia diera golpecitos en su talón. Este pequeño gesto captó la atención de todos. Aumentó el compás, dejando que la sandalia se balanceara de manera burlona hasta que la lanzó al aire, logrando atraparla a duras penas. Instantes después, tenía en sus manos las dos sandalias llenas de tierra. Cuando las dejó caer al suelo, se quitó el suéter morado, dejando al descubierto el collar y dos pezoneras negras. Las suaves serpentinas del extremo se agitaban con sus movimientos. Su baile era cada vez más erótico y cada vez parecía más una profesional. Claro, seguiría cometiendo errores, pero podían ignorarse gracias a lo adorable que era su sonrisa. Bueno, a la gente no parecía importarle. Si ella misma mirara en un espejo… Mientras sus caderas se movían al ritmo, los pants se deslizaban cada vez más por sus piernas, ahora más holgados. Pronto llegaron a sus pies, y ella se los quitó de un tirón, dejando a la multitud ver sus piernas al desnudo. La chica deslizó los dedos por sus pechos, haciéndose cosquillas en los pezones. Tras apretarlos, se pavoneó hacia delante con una mano en la cadera. Entonces comenzó a soplar besos exagerados a su público, con su saliva creando una lluvia. Al menos uno de los hombres golpeó el aire con el puño cuando las gotas golpearon sus lentes, y recompensó a la seta con una moneda de zafiro. «¡Inesperado pero apreciado!». Se echó el pelo hacia atrás y se pasó las manos por el cuerpo mientras se convertía en una bailarina del vientre improvisada por un instante. Se giró, ofreciendo a los hombres una mirada a su trasero. Mientras agarraba las monedas que tenía alrededor de los pies, movió las nalgas sudorosas de un lado a otro, mirando por encima del hombro. Otra oleada de confusión la invadió al ver cómo los hombres se tocaban. No obstante, se rió, pues los Placaplumes se divirtieron mucho sacándolos del club. Le dieron un empujón a un Toad con tal fuerza que pareció volar. «¿Para qué sirve un club de striptease si puedes ver fotos de mujeres desnudas gratis? Y masturbarte en paz». El cuerpo de Yasmín pensaba más rápido que su mente, así que se agachó y ofreció a los hombres una visión aún más cercana de su redonda grupa. Entre las luces parpadeantes, pudo ver varias erecciones a través de los pantalones de los hombres. Luego se levantó de un salto y se agarró al poste, levantando la pierna para mostrar su inesperada flexibilidad. Temió que se escuchara un gemido colectivo al ver la suciedad en la planta del pie, pero, para su alivio, la energía del público no desapareció. En vez de eso, sólo se fijaron en el delicado pedazo de tela que evitaba que quedara completamente al descubierto. Yasmín giró alrededor del poste, golpeándose accidentalmente el trasero contra él una vez. Esto le valió aún más monedas por la visión del poste atrapado entre sus nalgas. Luego corrió hasta el final del escenario y bajó, contoneando las caderas tan cerca de los hombres que podían olerla. En un edificio con tantos ambientadores, apenas se notaba que Yasmín olía como si no se hubiera bañado en días. Tras veinte minutos de estar en constante movimiento, había ganado más de cien monedas. Puede que no fuera una fortuna, pero sí era suficiente para comprar unos almuerzos adicionales en la escuela. Se apresuró hacia la parte de atrás y metió las monedas en el bolsillo de sus pants. Justo cuando terminaba de guardarlas, se le acercó un hombre. —Fue una actuación fenomenal, Uva —se rió entre dientes—. Tienes el cuerpo de una alumna de la preparatoria, pero los movimientos de una profesional. —Muchas gracias. —Ahora, alguien quiere verte en una de las habitaciones privadas. Cinco minutos. —Oh. —Justo cuando Yasmín creía que todo había llegado a su fin, se dio cuenta de que no podía salir cuando le diera la gana. Se esperaba que estuviera en acción toda la noche. Pero eso no iba con sus planes de ir a la convención. Ahora se encontraba atrapada. Si la pillaban a escondidas y querían ver su identificación de nuevo, su vida en esta ciudad estaría acabada. Se dirigió de puntillas a la sala privada, sintiendo un nudo en la garganta. Dentro estaba sentado un tipo Pianta (Forestano) con lentes de sol. Se acariciaba la nariz. Apenas Yasmín cruzó la puerta, se cerraron las cortinas tras ella. —Sólo un baile privado, nena. Durante los primeros cuatro minutos. —Sonaba mucho más suave de lo que ella esperaba. A pesar de que Yasmín sentía sus piernas más cansadas que nunca (su cuerpo no estaba acostumbrado a tanto ejercicio), mantuvo una actitud positiva, sonriendo y exhibiendo su figura delgada y color café ante el adulto. —Apuesto a que tus pies están bien mojados —comentó él. —¿Qué dijiste? —Dije que apostaría a que tus pies están un poco sudorosos por todo ese movimiento que has hecho —continuó—. ¿Te importa si los olfateo? Te echo un poco más. —Este… —A ella se le caía la baba. Recordó la plática que tuvieron Minh y Sofía sobre ciertas personas a las que les gustaban los pies. Quizá este hombre fuera una de ellas. Pero ¿por qué sus pies? No se le ocurría ninguna razón. Era evidente para cualquiera con un poco de sentido común que los pies de Yasmín eran un asco. Era de los peores en la familia cuando se trataba de cuidar sus pies. En este momento sólo lucían decentes gracias a la pedicura, pero en una o dos semanas volverían a estar tan feos como siempre. A pesar de lo raro que era que ese hombre le pidiera oler sus pies, no iba a dejar pasar la oportunidad de ganar dinero extra y fácil. —Van a oler mal… —Perfecto —rió él, haciéndola ponerse boca arriba para que pudiera alcanzar su cara con los pies. Su gran nariz hizo que ella se estremeciera, y la sensación de cosquilleo aumentó cuando olfateó por primera vez. Yasmín apretó los dientes. Sólo pensar que la nariz de alguien más tocara sus pies sudados le resultaba insoportable. El hombre alternaba cuidadosamente las inhalaciones entre sus pies, posicionando su nariz justo debajo de los dedos para absorber la mayor parte del aroma. Sin saber si debía seguir moviéndose, Yasmín movió los dedos. Al hacerlo, él soltó un gemido profundo. La chica se quedó atónita, pues él comenzó a olisquear con aún más pasión. Nunca la parecería bien seducir a un adulto, sobre todo con algo tan asqueroso como unos pies. Sin embargo, no era como si él estuviera en lo malo. No había un cartel gigante sobre la cabeza de Yasmín que dijera que era una niña de sexto grado que ni siquiera debería haber comprendido del todo el concepto de excitar a una persona. —Huelen como si hubieran sido bendecidos por el cielo —exclamó, dándole veinte monedas azules más, que hacían un total de cien—. Gracias. —De nada —dijo con una sonrisa incómoda. Una vez fuera de la habitación, se frotó los pies contra la alfombra. —Uva, te están pidiendo que regreses al escenario —la llamó una voz. «Maldición. No puedo quedarme aquí toda la noche. ¿Por qué no seguí mi propio plan desde el principio?», se preguntó. *** Afuera Penélope esperó con paciencia en un banco a que Yasmín saliera. Si alguien le preguntara por qué estaba sola, diría que estaba esperando a que su mamá saliera del trabajo para llevarla a la Gran Convención de Geeks. Pero con los brazos temblándole, empezó a arrepentirse de no haber salido de casa con ropa más abrigada. —Espero que se esté divirtiendo ahí dentro. —Se lo pensó un poco más—. Bueno, no demasiado, o se olvidará de la convención. Pero Yasmín parecía tan lista. Claro que su plan de ir a un casino no hubiera funcionado, pero fuera de eso, no había nada en su comportamiento que indicara que era tonta. Tal vez sólo era demasiado ambiciosa o aún le faltaba adaptarse a la vida en este mundo. Penélope sonrió. No era común salir con una chica que se actuara como ella. Decidió que leería lo que pudiera para pasar el rato, recordando lo que Yasmín había dicho sobre lo mal que se les da a los jugadores leer. —Internet gratis. Se venden pulseras y tobilleras. Uva. Programe sus citas en… Un escalofrío le recorrió la espalda. Una mujer se acercaba al club, y la palabra «Uva» estaba estampada en la parte de atrás de su chaqueta. «¡No, no, no! Yas, ¡sal de ahí!», quiso gritar. La única manera en que Penélope podía entrar a ese lugar era colándose entre el gorila que estaba hablando con Uva. —¡Ah! —Sus plegarias fueron escuchadas, ya que tanto el gorila como Uva se dirigieron al interior. Pero eso sólo podía significar una cosa—. ¡Es hora de que Súper Penélope acuda al rescate! *** Yasmín siguió danzando en el escenario, pero la falta de agua le estaba pasando factura; ni siquiera sus lentes podían ayudarla a ver con claridad. Las luces de colores empezaban a marearla, y cada movimiento que hacía alrededor de la barra le provocaba náuseas. Empezó a recoger monedas con los dedos de los pies para dejarlas caer en sus manos, y el público estalló en aplausos debido a lo mucho que se contorsionaba su cuerpo con este acto. Mientras mostraba su trasero y lo agitaba de arriba abajo, cerró los ojos. «No vomites, Yas. Uno, dos, tres…». Abrió los ojos y miró hacia atrás, sólo para encontrarse con el gorila de afuera mirándola. —Ay, chingados. Yasmín no lo pensó ni un segundo y lanzó un beso a la multitud antes de salir corriendo con todas sus energías. Se puso la ropa a toda prisa, sólo sosteniendo las sandalias, y buscó una salida que no fuera la principal. Pero su vista estaba tan nublada que no lograba distinguir entre las señales de salida y las que la llevarían de regreso a la zona principal. —¡Está en la parte de atrás! —gritó alguien por encima de la música del club—. ¿Qué diablos está pasando? Jadeando, Yasmín se acercó a la puerta abierta. Extendió la pierna y el gorila tropezó con ella. Pero el impacto le dolió un montón, ya que él era mucho más grande. Frotándose la espinilla, se dirigió hacia la entrada. —¡No! —Chocó con otro gorila. Inmediatamente le golpeó en el pecho con su sandalia dura. No le hizo mella y, antes de que pudiera escapar, la agarró por los hombros. Ahora ella chillaba con todas sus fuerzas—. ¡Suéltame ya! —¡Ya la escuchaste! —gritó una voz aguda. El gorila levantó una ceja. Justo cuando iba a darse la vuelta, un extintor le golpeó en la cabeza. La valiente chica que lo sostenía esparció espuma por todos lados, menos hacia la salida. Tiró de Yasmín hacia la puerta, y las dos salieron disparadas del club. —¡Oigan, se llevan nuestra plata! Mientras los carros pitaban, Yasmín y Penélope empujaron contra el aire helado. Sólo escuchaban sus propios pasos y quejas. —¿Estuviste media hora ahí adentro sólo para conseguir trescientas monedas? —gritó Penélope. —¡Eso es mucha lana! —¡Si le enseñaras eso a mi mamá, le daría mucha risa! —Ah, como si me importara lo que opine la mamá de la idiota adinerada. —Yasmín brincó sobre una bolsa de basura—. ¡Tal vez debiste darle una chance a mi plan del casino! —¡Hubieras perdido más monedas de las que ganaste! —replicó Penélope. Yasmín echó un vistazo por encima de su hombro y se quedó sin aliento al ver que uno de los gorilas les pisaba los talones. Ser un Placapum significaba que tenía más atletismo en el dedo que estas chicas en todo el cuerpo. Parecían volverse más lentas mientras él corría a velocidades supersónicas. —¿Adónde van? —gritó, empujando a una anciana contra un buzón. —¿No tienes un club que vigilar? —chilló Yasmín, ahogándose con el viento frío. —¡Nos está alcanzando! —Penélope por fin sintió miedo, pues el Placapum estaba tan cerca que le pisó la parte trasera de las botas. Gritando, ella aceleró y casi le arranca el brazo a Yasmín. —¿Qué estás haciendo? —preguntó, dándose cuenta de que Penélope las estaba llevando hacia la calle—. ¡Dios mío! La hija de la princesa se deslizó justo al lado de un autobús, apartando a Yasmín por los pelos antes de que la atropellara. Sin embargo, cuando miraron hacia atrás, les dio vergüenza ajena ante la nueva escena. El Placapum no sólo había volcado, sino que ahora estaba atrapado debajo del autobús. Éste siguió pasando por encima de él, arrastrándolo un metro, hasta que volvió a quedar al descubierto, levantándose lentamente. —¡No mames! —maldijo Yasmín. Volvió a calzarse. —Deberíamos tener a los Placaplumes protegiendo el castillo —dijo Penélope, continuando su carrera con Yasmín—. Así Bowser no secuestraría a Peach tan fácilmente. A pesar del fuerte pánico, Penélope sonreía alegremente. Había algo divertido en ser por fin como la señorita Toadette, escapando del peligro por los pelos. Era emocionante. Vigorizante. Las chicas atravesaron varios callejones antes de detenerse cerca de un centro comercial. Yasmín se desplomó de inmediato. —Oye, ¿estás bien? —preguntó Penélope. —Agua —resolló Yasmín—. Dame mi bolsa. Cuando se recuperó, se agarró el estómago que le dolía. Vino a Ciudad Neón en parte para evitar la escuela, y aquí estaba, corriendo un maratón sólo para no ir a la cárcel. La Toad se limpió la frente, por fin capaz de ver las cosas con más claridad. —Ya puedes darme las gracias —dijo Penélope. —Muy gracioso. —Acabo de salvarte. Podrías mostrar un poco de amabilidad. —Me duelen las piernas, siento que se me está derritiendo el trasero, un tipo extraño quería olerme los pies cochinos, ya la neta, no tengo fuerzas ni para darte la gracias. —La señorita T. Minh no aprobaría esa falta de agradecimiento. —Uf, ¡chúpame el dedo gordo! —Yasmín tomó su mochila—. Te compraré un refresco en la máquina que está más cerquita. ¿Eso cuenta como un buen regalo de agradecimiento? —Tengo un poquito de sed. —Penélope se relamió mientras miraba los pies de Yasmín. —Deja de mirar mis dedos feos. —¡Me acabas de decir que los chupe! ¡Decídete ya! —Es un insulto, estúpida. Es como mostrar el dedo corazón, pero para los pies. —Suspiró, agarró a Penélope del brazo y le indicó el camino—. Vamos a la convención antes de que me muera de cansancio. —Ojalá esas trescientas monedas hayan valido la pena —dijo Penélope con un tono desafiante, sin dejar de echar miraditas a los pies polvorientos, pintados de blanco y calzados con sandalias de Yasmín. Se sintió un poco extraño y no sabía por qué. Yasmín respiraba más relajada ahora. Por fin podía volver a concentrarse. «No puedo creer que hacer de stripper fuera más seguro que mi plan de juego». |