Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies. |
Por mucho que a Yasmín le molestara levantarse temprano, al menos tenía un horario fijo al cual apegarse. Se levantaba a las siete, tardaba una hora en arreglarse, y luego se iba en bicicleta a la Escuela Secundaria Pikari. Su uniforme consistía en un blazer color borgoña combinado con una camisa y falda color ébano, junto con mocasines y calcetas hasta la rodilla. ¿Era mucho decir que a la escuela le encantaba la ropa oscura? —El viernes trece —suspiró, echándose la mochila sobre el uniforme—. Que comience la mala suerte. Mientras tomaba un poco de jugo de naranja del refrigerador, escuchó pasos. Instintivamente se quedó quieta, esperando a que Sofía pasara. O peor aún, a que le hiciera otro comentario sobre sus notas. —¿Te encuentras mejor hoy? —Ah. —Yasmín soltó un suspiro de alivio—. Sí, Minh-Minh. —Sabes, todo el mundo dice que está bien y luego se muere por dentro. —Minh le sacó un vaso y lo llenó con el jugo—. Es broma, Yas. O bueno, espero que no andes así. —Sólo es la escuela. No hay nada por lo que emocionarse. —De verdad que eres una mini Toadette. Según lo que Yasmín sabía de la vida escolar de Toadette, eso no era un cumplido. Aunque ni ella podía negar las similitudes: dos chicas raras teniendo que ir a un lugar que detestaban. Sin embargo, Toadette tenía la suerte de no tener a nadie encima, exigiéndole notas perfectas. —Llamé a tus maestros en cuanto desapareciste, Yas. —Sofía entró pavoneándose en la cocina—. Ya te tienen listas todas tus tareas pendientes. Tienes hasta el lunes para terminarlas todas. —Muchísimas gracias. —El sarcasmo en la voz de Yasmín no podía ser mayor. —Mira el lado positivo: Minh-Minh no es ni la mitad de lista que yo, pero aún así está más que lista para ayudarte con mates. —¿Eso todavía te causa problemas? —preguntó Minh. —No importa. No es que vayamos a volver a usar la mayoría de estas cosas nunca más. —Eso es ridículo —se quejó Sofía—. Puede que nunca necesite usar una fórmula de seno, coseno y tangente, pero mis habilidades de resolución de problemas no serían para nada las mismas sin todos estos ejercicios. «Y a pesar de eso, apenas sobrevivimos. Qué bien utilizas esas habilidades, hermana». —Un muy bueno está bien para mí. —Yasmín terminó su jugo y tomó un pastelito tostado—. Ya me voy. —Las tareas pendientes —insistió Sofía. —Que tengas un buen día, Yas —añadió Minh, lanzándole un beso ruidoso que Yasmín atrapó con una sonrisa. *** —El primer problema es que no sabes mover bien la cola. Ese mismo viernes frío, las orejas y la cola de Toadette se agitaron. Penélope observaba atentamente mientras su tutora la sermoneaba sobre cómo evitar otra situación como la que ocurrió en Ciudad Neón. —Si te limitas a agitarla, es como si no la usaras —le explicó. —Se ve bastante al azar cuando la usa usted —replicó Penélope. —No lo es. —Toadette se detuvo en el otro extremo de los terrenos del castillo—. Presta atención. Dio un paso atrás, lista para lanzarse. Luego corrió y alzó el vuelo. Antes de que Penélope pudiera reaccionar, Toadette estaba elevando. Su cola empezó a moverse rápidamente, tal como Penélope había predicho. Pero al ver la acción de cerca, se dio cuenta de que había algo de verdad en lo que decía Toadette. Su cola no se movía completamente al azar. De hecho, seguía un ritmo cuidadoso que le permitía planear cómodamente. Alcanzó los diez metros antes de descender, moviendo ahora la cola a un ritmo más lento. —No poder controlarte significa que no tienes razón para usar una Superhoja —dijo, dando una voltereta al tocar el suelo—. No es un regalo de vuelo ilimitado, ni te salvará de una caída de cincuenta pisos. —¿Entonces para qué sirve? —preguntó Penélope, ladeando la cabeza. —El vuelo temporal es bien útil. Además, la cola no sólo sirve para volar. Con un grito de guerra, Toadette lanzó su cola hacia Penélope. Penélope se quedó helada. —¿Viste? Si te hubiera golpeado, te hubiera quedado una marca roja en la cara. —Toadette le agarró la mano—. Ahora te toca a ti. —Señorita… —Antes de que puedas volar, tenemos que lograr que flexiones bien esos músculos de la cola. —Sonriendo, Toadette adoptó una postura de carrera—. A ver si me alcanzas. *** Cada día en la Escuela Secundaria Pikari consistía en ocho clases. La primera de Yasmín era matemáticas. ¿Qué mejor manera de empezar el día que chocar de cabeza contra una pared de ladrillos? Los problemas sencillos no le representaban una amenaza, pero cualquier cosa con fórmulas o gráficas complicadas sí. Ciertamente no se beneficiaba de no mostrar su trabajo en las tareas. La siguiente era historia, en la que le costaba mantenerse despierta. A menudo se encontraba más interesada en hurgarse la nariz que en aprender cómo so formaron los cuatro reinos de Sarasaland. «Mmm… Este moco está bien atorado», pensó, metiendo la uña para liberar esa bolita de moco debajo de ella. Una vez que la sacó, se la frotó en la falda. Su tercera clase era economía, un insulto a su estatus financiero. La cuarta era lengua y literatura, donde era competente para escribir y leer español. Sus calificaciones quizás estaban por debajo del promedio, pero hasta ahora, sus clases iban bien hoy. Llegó la hora de almorzar. Los alumnos tenían cuarenta y cinco minutos para relajarse y comer antes de dirigirse a su quinta clase. Yasmín a menudo se conformaba con los sándwiches de pollo y la leche con chocolate. Sabiendo que Minh le había dado más dinero —o al menos esperaba que Sofía lo usara en ella—, se atrevió a comprar una bolsa extra de papas para llenar el estómago. No, tres bolsas. ¡Cinco! «No recuerdo la última vez que estuve tan llena». Sacando los talones de sus mocasines, dio un mordisco a su sándwich y miró a su alrededor. Observó cómo socializaban sus compañeros. Las chicas chismeaban, las parejas de adolescentes se acurrucaban, los deportistas actuaban revoltosos y, mientras tanto, ahí estaba Yasmín. Rodó los ojos, hurgando en su mochila para leer algo. Era lo único que hacía a esta hora. Pero incluso mientras procesaba cada letra, no podía evitar distraerse con los sonidos que la rodeaban. No porque la sobreestimularan, sino porque todos los demás sonaban cómo si se estuvieran divirtiendo. Divirtiéndose de verdad. Hablaban de cosas nuevas, interactuaban con gente diferente todo el tiempo, etcétera. Por mucho que a Yasmín le encantaba leer cómics, siempre era una actividad individual. —¡Ay! —Una chica tropezó, dejando caer sus carpetas al suelo. Inmediatamente otros corrieron a ayudarla a levantarse. Yasmín suspiró. «Si fuera yo la que estuviera en el suelo, ustedes pasarían de largo». Entonces sintió que alguien le tocaba el hombro. Levantó la vista y vio a un chico humano rubio que la superaba en quince centímetros. —Ah… —Tragó saliva—. Hola, Drew. —¿Te fuiste de vacaciones o qué? Me hiciste creer que no ibas a estar aquí para lo nuestro —dijo, con una sonrisa grandiosa—. Quisiera acceso a la puerta trasera. —Este… No estoy disponible hoy. —¿Eh? —No es nada contra ti —le aseguró—. Es que he tenido una semana horrible, y estoy muy cansada. —¿Es verdad eso? ¿Qué te parece cuarenta monedas? Y si haces mucho esfuerzo, puede que sea lo bastante amable como para subirlas a… —Hoy no. —Yasmín dio otro mordisco a su sándwich. Casi se ahoga cuando le jalaron el brazo—. ¡Ay! —Veo esas papas extra. ¿Así que tienes dinero nuevo? —Su agarre se tensó—. ¿Ahora cuánto falta para que tu hermana se lo gaste todo en verse como un pastel de cumpleaños andante? ¿De verdad eres tan estúpida? Yasmín gruñó. Odiaba que él compartiera la misma predicción que tenía ella. Los miles de monedas sonaban bien sobre el papel, pero no había forma de saber cómo se usarían para mantenerla. Sabiendo eso, treinta o cuarenta monedas no eran un trato horrible. Asintió lentamente, tomó su mochila y se dirigió al baño con Drew. A diferencia de muchos lugares de la Ciudad Champiñón urbana, Villa Preciosa tenía un código de construcción estricto que exigía varios cuartos de baño privados en lugar de uno compartido. Esto permitía a la gente tener su propia intimidad y la posibilidad de cerrar la puerta con llave. Tras cerrar la puerta, Drew se bajó la falda. —Treinta monedas. Y por ser testaruda, quiero que primero me hagas un pequeño tratamiento de aspiradora. —Casi me desgarraste la boca la última vez… —Seré suave. O al menos lo intentaré. —Sacó su pene erecto, goteando fluidos sobre los zapatos de Yasmín—. Sé más suave con esos estúpidos frenos, seta retrasada. Yasmín hizo un puchero. Sin embargo, se quitó los zapatos, se arrodilló y respiró hondo. —¿Por qué no te disculpas primero por hacerme enojar? —preguntó él. Luego la abofeteó en la cara con la verga—. Bésala. —Lo… Lo siento mucho, Drew. —Yasmín besó el glande expuesto—. De verdad no quise ofenderte. —Entonces lámela. A Yasmín se le aguaron los ojos cuando la verga le rozó los labios. Era extraño lo largo que era el pene de este chico de doce años, pero a su incomodidad se sumaba que no estaba lavado. Al deslizarse en su boca, no sabía qué probaba. Era, a decir verdad, esmega atrapado en su prepucio. Cualesquiera gérmenes que quedaran en ese pene se mezclaban con su saliva y ahora bajaban por su garganta. Ella se atragantó mientras él forzaba el pene más adentro. Sus huevos golpearon su barbilla cuando él consiguió atraerla completamente hacia su entrepierna. La boca de Yasmín ardía. Asfixiada, golpeó las piernas de Drew. Pero no le importó a él. En cambio, se aferró a su sombrero mientras la obligaba a tenerlo en la boca. Los ruidos húmedos de su pene entrando y saliendo de su garganta resonaban en la pequeña habitación, combinados con las arcadas repugnantes de Yasmín. —Trabaja esa lengua, putita —gimió él, mordiéndose el labio—. Mírame a los ojos. Había lujaría dominante en los ojos azules de Drew, pero en los de Yasmín sólo había incomodidad. Era imposible que le entrara aire en los pulmones. Finalmente la soltó, haciendo que ella cayera hacia atrás. Hilos de baba conectaron sus labios con el glande bulboso de su pene. —Vaya, mira eso —suspiró él, tirando de ella hacia atrás—. La putita más cochina no puede con mi gloriosa verga. ¿Sabe riquísima? —Sí… Sí, ¡es deliciosa! —¿Cuánto te encanta? Enséñamelo. —Ay, me encanta lamer tu pene humano, Drew. Un hongo como yo no se merece que me jodes mi sucia boca… ¿Por favor, puedo lamerlo mejorcito? —Saca la lengua —le ordenó. A pesar del asco que Yasmín sintió al decir esas palabras y lamerle el pene, no pudo evitar soltar un gemido entrecortado. Sus bragas se humedecieron, y su vagina se contrajo. Fue esa excitación perturbada lo que le permitió montar tal espectáculo para Drew. «¿Cómo es que las mujeres pueden chupar penes grandes sin problemas?», se preguntó. No sólo el semen le sabía a ácido de batería, sino que incluso un pene más pequeño habría sido demasiado grande para caber cómodamente en su boca. Sentía que iba a vomitar cada vez que Drew la penetraba por completo. En teoría, cuanto más chupara ella, más rápido él se vendría prematuramente. Desafortunadamente Drew siempre sabía cuándo parar y tomar aire. Justo cuando la punta de la lengua de Yasmín cosquilleó su uretra, él le agarró la cara y la apartó. Jadeó, secándose el sudor de la frente. Ella tragó el semen ligero que le quedaba en la boca. ¿Las cosas podrían empeorar? Justo entonces llamaron a la puerta. Yasmín corrió a agarrar sus zapatos, pero Drew la mantuvo en su lugar. —Calma. —Dejó que los sonidos de la cafetería entraran—. Qué bien… ¿Has venido a robármela otra vez? —Iba a agarrala el jueves si no se ausentaba. —Entró una chica, ésta de raza mixta entre humana y Toad. Tenía la piel morena y vibrante, el pelo rizado y un juego completo de orejas colgando de su cabeza. Aun así, también poseía el sombrero gigante que tenían todos los Toads. Se estiró largamente antes de bajarse la falda—. Oye, Yas. ¿Me extrañaste? Yasmín se estremeció. *** Penélope persiguió a Toadette, manteniendo el brazo derecho listo para lanzar un puñetazo potente. Para su decepción, falló. Otra vez. Toadette no sólo era rápida, sino que era capaz de esquivarla con tanta rapidez. —Tómate esto en serio —se rio Toadette. Este comentario sólo enfureció más a Penélope. Sus gritos y gruñidos se hicieron más fuertes mientras empezaba a esprintar. A pesar de la velocidad de sus piernas, Toadette siempre estaba un paso adelante. Cinco minutos sin conseguir golpear a Toadette dejaron exhausta a Penélope. «Si esto ya te tiene moribunda, de ninguna manera te llevo conmigo», decidió Toadette mientras se acercaba a Penélope. Penélope la miró con frustración. Toadette mantenía una sonrisa de suficiencia. —Vamos, mocosita. Pégame de una vez. Penélope intentó dar un puñetazo, sólo para caer hacia delante. Gritó a todo pulmón. —¿Por qué no puedo tocarla? —Buena pregunta. —Toadette miró al cielo, silbando—. O sea, estoy aquí, al alcance cada segundo, y de alguna manera sigues fallando. ¿Por qué será? —¿Qué tal si me da una respuesta directa? Cuanto más tenía que esperar Penélope, más apretaba los dientes. Toadette seguía ahí parada, barriendo lentamente el polvo con su cola de mapache. Penélope jadeó. Lanzó su cola, sólo para golpear el suelo de nuevo. Mirando a Toadette, estaba lista para soltar una palabrota. —Por fin intentas usar la cola en lugar de correr —dijo Toadette—. Genial, quizá esto no nos lleve todo el día. —¡Ya verá que no! —gritó Penélope, balanceando la cola de nuevo, pero sin tocar a Toadette. —No te balancees así con el cuerpo. —Toadette golpeó a Penélope en el costado—. Empieza con tu cola, y que te siga el cuerpo. —Pero siento que me va a partir la columna. —Pues ni modo. ¿Quieres venir conmigo? O te convertirás en una atleta de talla mundial o aprenderás a usar este objeto. Lo segundo es mucho más rápido, déjame decirte. —Sí, señorita —suspiró. —¿Continuamos? —No voy a dejar que usted me canse. —Penélope se agachó, golpeando el suelo con su cola—. ¡Usted es mía! *** —Eso hace cosquillas, Yas. Así, un poquito más despacio. Esta chica, Rachel, estaba en el equipo de baloncesto de la escuela. Y, para el constante pesar de Yasmín, su tercera hora era Educación Física. ¿Qué significaba esto? Sudor de culo. De su trasero brotaba una cascada de sudor fresco, y Yasmín estaba en medio de ella. Lamió repetidamente la raja de Rachel, deteniéndose a veces para plantar beses en sus firmes nalgas. Sabía tan increíble como podría saber el sudor de culo de una alumna de secundaria, si te gustaba la sal rancia. —¡Vaya! —Rachel soltó una risita, moviendo las caderas—. Estás desenrollando esa lengua como una alfombra en mi agujero, chica. Capaz que te dé veinte monedas extra. —No seas tan generosa —jadeó Drew, acariciando su verga mientras las observaba. —¿Por qué no? Me da una buena lamida de culo, así que le voy a pagar como se merece. Sobre todo considerando que no me bañé anoche. —Rachel miró hacia atrás—. ¿Cómo vas, Yas? Yasmín jadeó en busca de aire fresco. —Se nota que has estado trabajando duro. —Es verdad. —Rachel la jaló de regreso hacia su trasero moreno—. Estuve regateando de arriba abajo por toda la cancha durante la hora completa. —Y aun así hueles mejor que Yas —dijo Drew—. Apenas. —¿De verdad? Porque tengo los pies muy apestosos. Ese vestuario queda hecho un desastre total después de que paso. ¿Quieres escuchar una historia de terror? —No me interesan tus asquerosos pies, pero esta tonta huele como una vagabunda —suspiró Drew, abanicándose—. Estoy tentado a decirle que se ponga esos zapatos de nuevo para esconder esas horribles medias. Rachel mantuvo a Yasmín comiéndole el culo durante un minuto más. Aunque la humillación persistía, Rachel se diferencia de Drew en cómo usaba a Yasmín. La halagaba más a menudo que no, y algunos días estaba bien con dejar que Yasmín rechazara limpiar su culo sudado. Antes de liberarla, su culo se sentía suficientemente limpio. Luego le entregó a Yasmín cuarenta monedas con una gran sonrisa. —Muchas gracias de nuevo. —Abrazó a la chica—. Oye, después de clases… —Basta, Rachel. Todavía tengo asuntos con ella. —Mmm. —Rachel saludó a Yasmín con la mano y salió del baño. De repente el ambiente volvió a tensarse, y Drew empezó a pasar sus manos por las caderas de Yasmín. —Saquémoste esa falda, puta —gimió. Yasmín se estremeció mientras Drew le bajaba la falda bruscamente. Se la quitó, y luego él la apretó contra el lavamanos frío. Y ella lo sintió: el calor palpitante de su verga picando impaciente en su puerta trasera. —Espera —gimoteó ella—. ¿Y el lubricante? —¿Quién lo necesita? —¡Yo sí! —Está bien. —Drew entró en ella. De inmediato Yasmín sintió como si la partieran por la mitad. Mientras la verga se hundía en su culo, rasgaba sus delicadas paredes. Apretó los dientes, haciendo todo lo posible por tragarse el chillido que estaba desesperada por soltar. La absoluta falta de lubricante hizo de esto un viaje interesante para Drew. La llenó hasta el punto en que podían sentir sus cuerpos tocándose. —Perfecto. —Drew la agarró con firmeza, atrayéndola hacia su verga con cada embestida. Le dio una palmada en el culo, lo que la hizo soltar un pequeño gemido—. ¡Por las estrellas, qué apretada estás hoy! Yasmín sólo pudo aferrarse a la vida mientras comenzaba a llorar. No importaba cuántas veces tuviera sexo así; el sexo anal nunca se sentiría normal. Solamente se sentía normal que salieran las cosas de su ojete, no que entraran, especialmente cuando era un objeto del largo de una regla. Su culo seco estaba más que estresado mientras él lo llenaba. —Deja de llorar —se quejó, tirándole del pelo—. Habría sido un caballero si no hubieras intentado dejarme insatisfecho. —Por favor, más lento —le suplicó ella—. Me duele. ¡Ay! —¿Vas a hacerte la estúpida de nuevo? ¿Eh? —¡No, no! —¿Lo prometes? —Hago una promesa de meñique —jadeó. —Bien. —Drew hizo una pausa—. Te mostraré piedad. Lo que siguió fue cualquiera cosa menos eso. La penetró con tal intensidad de Yasmín chilló. Se mordió rápidamente el labio mientras él eyaculaba en su ojete. Sus paredes internas se tensaron furiosamente a su alrededor, tratando de expulsarlo, pero él parecía ir sólo más profundo. Los dos vibraron por veinte segundos violentos. Para cuando la sacó, Yasmín pudo sentir su semen goteando de su culo. —Con esa cara de ardilla que tienes, deberías estar agradecida de que alguien esté dispuesto a dispara su carga dentro de ti —se burló, buscando en su bolsa—. Aquí tienes tus treinta monedas. Y tu medicina. Normalmente Yasmín se encontraba bien sin medicarse después del sexo. Pero esta vez no había duda de que le sangraba el recto. A menos que quisiera una infección por la sucia verga de Drew, le convenía tomársela esta noche. —Nos vemos en la séptima hora —dijo él, dándole una palmadita en la cabeza como si fuera una mascota. La puerta se cerró, y Yasmín se quedó mirándose en el espejo. Gruñó. Por si llorar no fuera suficiente, ni siquiera se había dado cuenta del semen seco que tenía en la cara. Entonces se metió la mano en el bolsillo y sacudió las setenta monedas. Lo justo para el almuerzo escolar de una semana, y eso que era el almuerzo más barato. «¡Sí solamente Sofí no fuera tan jodidamente incompetente!». *** Al llegar la tarde, las extremidades de Penélope eran de plomo. Jadeaba, sintiendo incluso dolor en las encías por toda la sangre bombeando a través de su cuerpo. Su cola yacía flácida y se negaba a responder a ninguna de sus órdenes. Toadette llevaba minutos esperando a que volviera a atacarla. —Creía que no ibas a dejar que te agotara. —¡No es justo! —Penélope se cruzó de brazos—. ¿Cómo se supone que la voy a alcanzar si usted va a toda velocidad? —¿Quieres verme ir a toda velocidad? —En dos segundos Toadette se había teletransportado al lado de Penélope. El movimiento repentino hizo que Penélope diera un salto hacia atrás—. E incluso yo tenía problemas con los monstruos a los que nos enfrentamos. La velocidad no te salvará de todo, pero ser una piedra sólo te impedirá. Penélope bajó la mirada, con los labios temblorosos. —No te pongas así —dijo Toadette—. Tu resistencia está bien. Sólo tenemos que trabajar tus músculos. Incluida esta cola de mapache. —¿Y cuánto tiempo va a tardar eso? —Ni idea. Llevo en esto un buen rato. —Toadette expulsó el objeto de su propio cuerpo—. Deberías practicar balanceando esa cosa en tu tiempo libre. Penélope imitó las acciones de Toadette, expulsó el objeto y sintió alivio cuando la presión disminuyó. Entró en el cálido castillo. —¿Por qué no seguimos? —¿Y para que te mueras aquí? —se rió Toadette—. Si te quitas ese abrigo, seguro que ahora mismo tienes los músculos rojos. —Pero quiero… —Silencio. —Toadette le acarició suavemente la frente—. Mañana, te lo prometo. Antes de que Toadette pudiera alejarse demasiado, Penélope la alcanzó de nuevo. Se plantó directamente en su camino. —¡La prima de la señorita T. Minh! —soltó. —¿Qué pasa con ella? —¿Va a volver a venir por aquí? Sólo me lo preguntaba. —Gracias a las estrellas, aparte del cumpleaños de Minh, a sus primas casi ni las veo. Penélope siguió a Toadette hasta el primer piso, donde las preguntas no paraban de salir de ella. ¿Cuántos años tenía Yasmín? ¿Qué le gustaba hacer aparte de leer? ¿Literalmente les escupía a todos los que conocía? —¿De dónde vienen todas estas preguntas? —suspiró Toadette, apoyándose contra las paredes azules mientras pasaba el personal. —Sólo tengo curiosidad —murmuró Penélope—. Eso es todo. —Penélope, hazme caso: esa chica no tiene nada que ofrecerte. —¿Cómo? —Por favor, ¿tú crees que soy tan estúpida? —Toadette señaló las mejillas de Penélope—. Ninguna niña de diez años es puede esconder bien sus emociones más profundas. *** El timbre sonó a las tres, liberando a los alumnos de Pikari. Pocos se dirigieron a los autobuses, muchos más a las bicicletas. Yasmín estaba entre ellos. Cada paso le dolía; apretaba constantemente el ojete, sintiendo cada herida en el recto. Sabía que eventualmente se adormecería, pero el viaje en bici a casa iba a ser como sentarse al desnudo sobre un nido de hormigas bravas. —¡Oye, Yas! Yasmín se sobresaltó, girando bruscamente. Era Rachel, y casi la tumba. Antes de que Yasmín pudiera decir algo, le metió un puñado de monedas en la mano. —Treinta monedas extra —jadeó Rachel—. Sé que Drew no te paga casi anda, así que considera esto como mi agradecimiento extra. Yasmín negó con la cabeza. —Quédatelas. Si le pago bien a mi lameculos, va a estar más motivada a hacer un trabajo de diez cada vez. —Rachel soltó una risita—. Pero en serio, tu situación tiene que mejorar. Yasmín simplemente se encogió de hombros. Se movía inquieta. ¿Qué emoción se suponía que debía mostrar? ¿Felicidad? ¿Tristeza? ¿Confusión? Ahora mismo todo lo que le mostraba a Rachel era una cara en blanco. —Drew tiene un ego tan grande como el castillo de Peach, así que apuesto a que te preocupa que se le escape que la están pasando mal ustedes. —Rachel tomó un sorbo de agua—. Si lo hace, voy a golpearlo en cuanto lo vea. Finalmente Yasmín levantó una ceja. «¿Cómo demonios puede atreverse a atacar al hijo del director? ¿A poco quiere que la expulsen? Ni que yo fuera alguien por quien valga la pena que la expulsen». —Puedes hablar, ¿sabes? —dijo Rachel, tocándole el sombrero a Yasmín—. ¿Te activa el trasero las cuerdas vocales? ¿Por qué estás tan callada en todos lados? Otro encogimiento de hombros de Yasmín. Se concentró en las monedas en su palma en lugar de mirar a los ojos de Rachel. Justo en ese momento, algo duro golpeó a Yasmín en su trasero, provocando que se pusiera rígida y gritara. Una pelota de sófbol rodó cerca de sus pies, y escuchó risas femeninas que venían de atrás. «La probabilidad de otro ataque es alta. Quédate quieta, Yas, y se irán». Rachel resopló. Agarró la pelota de sófbol, giró su brazo hacia atrás y la lanzó directamente a la chica que la lanzó. En un segundo la agresora estaba en el suelo, con la pelota golpeándola justo en el pecho derecho. —¿Quieres intentarlo de nuevo, Julia? —preguntó Rachel, avanzando. Yasmín, frotándose el trasero adolorido, estaba aún más confundida. Después de todo, si Rachel supiera lo que era normal, habría recogido esa pelota y la habría golpeado con ella. —Muy bien, Yas, eso es todo —suspiró Rachel. —El director… —Yasmín se detuvo. Esas palabras se le escaparon sin permiso. —¡Aja, por fin! —exclamó Rachel, sonriendo—. Dale, termina. —El… —Yasmín tartamudeó—. El director no te va a tomar a bien que hayas destrozado a su hijo. Especialmente porque eres una seta. —Destrozado, ¿eh? Qué vocabulario tan interesante. Pero no sé si eso es una exageración o una subestimación. —Rachel se tocó el zapato—. De cualquier manera, le voy a meter la pata tan adentro del culo que no soñará con mencionarle ese encuentro humillante a su papá. Moveré mis dedos sudados para darle el toque final, ¿oyes? Yasmín sintió un pequeño temblor en el rabillo de los labios. Le costó un esfuerzo consciente no reírse. Guardó las monedas, agradeciéndole a Rachel con un gesto de la mano. —Da nada. —Rachel entonces abrazó a Yasmín de repente. El abrazo envió a Yasmín a un estado de pánico. Afortunadamente Rachel la soltó antes de que pudiera empezar a hiperventilar por el contacto repentino—. Nos vemos, seta. Mientras Rachel se alejaba trotando para practicar, Yasmín se rascó la cabeza. A pesar de lo incómodo que fue ese abrazo, había algo cálido en él. Y esa calidez persistió lo suficiente como para hacer que el dolor en su trasero fuera un poco menos pronunciado. Sin embargo, cuanto más pedaleaba, más se desvanecía esta energía extrañamente positiva. Ese frío familiar regresó a su mundo. Por muy simpática que fuera Rachel, todo tenía que venir por sentir lástima por Yasmín, nada más. Definitivamente no era una amiga, siendo una de las estudiantes más populares. ¿Yasmín? Seguía siendo una pobre nadie. «No te sientas muy cómoda con ella, Yas. No es tu amiga, y nunca la será. Sólo te está usando como todos los demás villanos en tu vida». Una vez que entró en la mansión, pudo oír a su abuela tarareando en la cocina. —¿Cómo te fue en el día, mijita? —Bien. —¡Ya sabía que ibas a decir eso! —gritó una voz chillona desde la sala de estar. Yasmín entro más, viendo a Minh restregando el piso. O más bien, estaba terminando de restregar el piso, porque todo estaba tan brillante que se podían ver reflexiones. La camisa de Minh estaba suelta, y aún más importante, parecía no tener un sostén puesto. Así que, al pararse, sus pechos rebotaron suavemente. Se acercó a Yasmín, sin notar que estaba mirando sus dos contenedores de leche parcialmente expuestos. —Fue un día bueno, ¿verdad? —preguntó Minh. —Sí. —La expresión de Yasmín era neutral—. Sólo estoy atorada con una tarea horrible ahora. —¿Estás segura, Yas? Te ves más cansada de lo que normalmente te veo. —Minh-Minh, eso es porque nunca me ves después de la escuela. *** —¡A mí no me gusta Yas así, señorita Toadette! —Penélope simplemente se miró las manos—. Es que… no tengo la oportunidad de estar con muchos niños de mi edad, ¿sí? —¿Acaso este castillo no tiene gente casada con hijos? —Normalmente viven fuera del recinto. No todos los que trabajan aquí viven aquí; no es un hotel. —Es bastante grande para serlo. —Toadette soltó una risita—. Me alegra que hayas encontrado a alguien con quien te puedas identificar. Sólo que ojalá fuera alguien menos problemático. —Es simpática. Toadette le lanzó una mirada preocupada. —Bueno, bueno, sí, a veces es muy grosera. Pero al menos es honesta sobre lo que siente de todo. —Su sonrisa comenzó a ensancharse—. Y es que es tan bonita. Los brackets la hacen ver como una ñoña, pero ¡ya, señorita, se ven lindos! Podría escupirme todo el día si sigue mostrándome esos dientes. —A calmarnos, bicho raro —se burló Toadette, sabiendo que Penélope no tenía ni idea de lo que hablaba—. Mira, es una chica mala. Creo que hasta Minh estaría de acuerdo en que ustedes no deberían verse más. —¿Puedo preguntárselo yo? —Eso depende de ti, niña. —Toadette enderezó su postura—. Sólo sé que cuanto menos tenga que pensar en sus primas fresas, más feliz soy. Toadette dejó a Penélope sola en el pasillo, quien salió corriendo de vuelta a su habitación. Se quitó su pesada ropa de invierno y se desplomó en su colchón, un gemido escapando de sus labios al recolocarse sus doloridos músculos. Mientras intentaba relajarse, la imagen de Yasmín volvía a aparecer en su mente. La forma en que fluía su cabello negro azabache, el contraste de su piel color café con la tez pálida de Penélope, la forma en que su saliva tenía la costumbre de aterrizar en el cuerpo de Penélope... Penélope se retorcía, sintiéndose mucho más confundida de lo que debería a su edad. Nunca se había sentido tan incómoda simplemente pensando en otra persona. Aún podía oler el almizcle de Yasmín a pesar de estar a kilómetros de distancia. Podía recordar cada detalle de su cuerpo, desde sus ojos rasgados hasta sus dedos sucios. Su rostro se sonrojó al imaginarse enterrando su nariz entre esos dedos. «Por muy apestosos que sean, preferiría pegarme la nariz con cinta adhesiva a esos pies que a los de la señorita Toadette». Penélope dejó escapar pequeños jadeos mientras embestía su almohada. Justo cuando estaba a punto de cuestionar lo que estaba haciendo, soltó un fuerte grito. Se sentía como si estuviera a punto de mojar la cama. Entonces se detuvo abruptamente. Pero el pensamiento de Yasmín frunciendo los labios y dándole a Penélope un gran beso húmedo persistía. La ropa interior de la niña se llenó lentamente con una mezcla de orina y fluidos naturales. De repente, la imagen de Yasmín desapareció y Yasmín se quedó tendida horrorizada. ¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué solo soltó un poquito de pipí en lugar de un montón? ¿Pudo alguien escucharla gritar al otro lado de la habitación? —Penélope, ¿estás bien? —La voz de Toadette sonaba preocupada al abrir la puerta. —¡Sí! —Las pupilas de Penélope se encogieron—. Es que… ah, ¡escuché una cucaracha! —¿Escuchaste una cucaracha? —Obvio. Acaba de eructar. —Ni siquiera Penélope tenía idea de lo que estaba diciendo—. ¿No sabe usted cómo funcionan los bichos? —La próxima vez que grites así de fuerte, más te vale que te estén secuestrando como a tu madre. Una vez que la puerta se cerró, Penélope dejó escapar un profundo suspiro. El dolor profundo de sus músculos regresó, pero había tanta confusión en su mente que apenas lo reconoció. ---------- Nota del autor: Un capítulo largo, ¿eh? Siempre me da miedo poner nombre a los personajes secundarios, porque siento que, si tienen un nombre, tienen que ser importantes. ¿Volverán a aparecer Rachel o Drew? No lo sé, pero me la pasé genial escribiendo sus interacciones con Yasmín. También es la primera vez que vemos a una Toad-humana en la historia. |