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Rated: XGC · Book · Fanfiction · #2328963

Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.

#1091980 added June 21, 2025 at 4:12pm
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Capítulo 97 - Penélope y Minh
El reloj ni siquiera marcaba las siete, pero Penélope ya estaba lidiando con sus capas de invierno. Sabía que Toadette planeaba seguir practicando con su uso de la Superhoja, y Penélope también quería seguir. Pero había algo más importante para ella en ese momento.

Si tan sólo pudiera volver a mirar ese Nintendo DSi y desplazarse por la galería.

Sin embargo, tan pronto como salió de su habitación, sus pies se detuvieron. La regla resonaba en su mente: no salir sin un adulto.

Justo cuando ese pensamiento destruía sus planes, vio a Toadette correr por el piso.

—¡Señorita Toadette!

—Buenos días. Ocupada ahora. —Toadette miró hacia atrás—. Entrenaremos a las cuatro, ¿está bien?

—¿Podría llevarme a la tienda de la señorita T. Minh esta mañana?

—No tengo tiempo para eso, niña.

—¿Por favor? Es muy importante.

Toadette dejó escapar un suspiro profundo mientras sacaba su celular.

—Me estás complicando la vida para mantener el trabajo. —Después de un minuto de teclear rápido, lo guardó—. Y ni siquiera va a estar en la tienda hoy. Se fue al Pueblo Koopa a encargarse de unas cosas de plantas.

—Dígale que espere hasta que lleguemos —suplicó Penélope, cuyos ojos se abrieron de par en par al escuchar un chillido.

—No va a esperar por ti, Penélope.

—Sí, ni de chiste la espero.

—¿Minh? —Toadette se dio la vuelta—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar…?

Minh levantó lentamente un par de sandalias negras: sandalias que despedían un aroma muy característico de Toadette. Se las puso en las manos.

—Y ya sabes que recibieron el tratamiento especial de T. Minh —susurró. Luego, volteando hacia Penélope, sonrió más—. ¿Te vienes conmigo hoy?

—¡Claro!

—Pues tenemos que estar ahí para las ocho y media. —Se inclinó y le dio un beso a Toadette—. Te la regreso a más tardar a las dos.

—Más vale que no te le escapes, Penélope —advirtió Toadette—. Quiero poder darte un abrazo al final del día.

—¡Oiga, ni siquiera fui yo la que me quería escapar! Ésa fue… Yasmín.

—Bueno, andando. —Minh tomó la mano de Penélope, y salieron del castillo.

Aunque Minh prefería la libertad de las chanclas, sus robustas botas eran una necesidad contra la implacable nieve de Ciudad Toad. Cuando se acercaron a un edificio conocido, Minh aminoró el paso. Penélope, cautivada por los tonos rosados del cielo matutino, parecía perdida en sus pensamientos.

—¿Ni siquiera comiste nada? —preguntó Minh.

—No.

—Te agarro algo para el camino. —Minh, curiosamente, se desvió de su tienda. Ahora se dirigían hacia la sección oeste de Ciudad Toad.

—¿No íbamos a su tienda? —preguntó Penélope.

—Tengo lo que necesito aquí mismo —dijo Minh, palmeando su bolso gigante—. Tenemos que sacar el carro de la casa de mis papás.

—¿Vamos a manejar?

—¿A poco crees que soy Toadette? Ni loca me aviento un maratón en esta nieve.

Mientras seguían caminando, un grupo de cuatro humanos se acercó a ellas. Todos iban bien abrigados, con gorros y lentes de sol que ocultaban casi todo su rostro. Uno de ellos aminoró el paso, mirando fijamente a Minh. Ella apenas se dio cuenta.

«Humanos. Probablemente son turistas».

—Disculpe, señorita —dijo el único hombre aparente del grupo. Una de las otras le dio un golpe en la nuca.

—¿Sí? —Minh se detuvo.

—Esperamos visitar el castillo de Peach. ¿Sabe si está abierto? ¿Y si es fácil entrar?

—Ah, sí, ahí como que no tienen seguridad, sobre todo a esta hora —se rio Minh—. Yo me metí corriendo sin que ni siquiera me pidieran que me registrasen.

El joven sonrió a sus compañeras antes de hacer una reverencia a Minh.

—Muchas gracias. Éste será un viaje muy emocionante.

—Disfruten su estancia aquí —dijo Minh, sintiéndose bien por haberlos ayudado.

Finalmente llegaron a la casa de los padres de Minh, un poco antes de las siete y media. Cuando Minh abrió la puerta y entró, se escuchó un tintineo seguido de fuertes ladridos.

Penélope gritó cuando una bola gigante saltarina con dientes afilados y ojos se abalanzó sobre ella. Se echó hacia atrás, cayó y se acurrucó para protegerse. Por instinto agarró una chancla y la lanzó.

—¡Ve por la chancla! ¡Lárgate!

—¡Bestia! —Minh aplaudió, deteniendo a la Chomp Cadenas en seco—. ¿Qué rayos pasa contigo? ¡Una amiga mía no es una extraña! ¡A tu cama! ¡Ya!

Bestia retrocedió a saltos, dejando a Penélope temblando. Se encogió más.

—¿No tienen Chomp Cadenas allá en el castillo? —preguntó Minh, ayudándola a levantarse.

—Sí, pero ésos están entrenados —jadeó Penélope, finalmente reconociendo el aroma especiado del hogar—. Una vez estaba en la estación del tren, y uno salvaje apareció de la nada y me mordió en el… —Se señaló el trasero.

—Ay… Afortunadamente nosotros tenemos a Bestia bajo control. —Minh entró más en la casa—. ¡Mamá, papá, me llevo el carro a Pueblo Koopa!

—¡Asegúrate de no quitarte las botas esta vez, mija! —gritó su papá desde la ducha—. ¡Tuve que comprar diez aromatizantes, uno para cada uno de los diez deditos apestosos que te cargas!

Minh hizo una mueca, estremeciéndose. Así comenzaba su mañana. Si bien era fantástico saber que otros podían percibir el olor de sus pies hediondos, se volvía mil veces más vergonzoso cuando sólo sus padres lo notaban. Sobre todo si lo decía de la forma en que lo hacía él.

—Si vas al pueblo, asegúrate de traernos más Té Koopa —dijo su madre, apareciendo con la chancla mordisqueada en la mano—. El auténtico, no las cochinadas superazucaradas que venden en las tiendas aquí.

—Otra cosa más que añadir a la lista…

—¿Y quién es esta jovencita?

—Penélope, una muchacha que vive en el castillo. Es mi responsabilidad por hoy—. Minh empujó ligeramente a Penélope hacia adelante—. Penélope, es mi mamá Violeta.

—Perdóneme por la chancla, señora…

—Ay, esta cosa ya ha pasado por mil batallas, mi niña —dijo Violeta, lanzando la chancla de nuevo hacia la entrada—. Espero que Minh-Minh no te haya estado volviendo loca. ¿Alguna vez te ha robado tu cena?

—¡Mamá!

—Perdón, perdón. —Violeta estrechó la mano de Penélope—. Pero en serio, esconde tus dulces cuando estés cerca de ella.

—Ay, pero su hija es muy linda. Y hermosa. Y no está ni cerca de ser gorda.

Minh le tiró de las trenzas tan fuerte que casi se las arranca.

—Sabes, para nosotros, estar un poquito rellenito se considera bonito. Es ella la que se pone como loca en cuanto le dicen…

—¡Ya fue suficiente! —Minh arrebató las llaves del carro de la pared—. No tengo por qué ser humillada en mi propia casa.

—En el momento en que pones tu pie grandote en esta casa, nos das permiso automático para humillarte. —Violeta pellizcó las mejillas de Minh, riendo entre dientes. No se cansaba de las expresiones de agitación y la cara sonrojada de Minh mientras Penélope observaba.

Minh agarró un yogur y un refresco de limón para Penélope y salió por la puerta.

—¡Los quiero!

Penélope, que ya se subía al asiento del copiloto del carro, levantó una ceja.

—¿Cómo es que todavía los quiere si se acaban de burlar de usted?

—Así es la vida —dijo Minh, encogiéndose de hombros, mientras encendía el motor—. Los que más te quieren suelen ser los que más disfrutan de avergonzarte.

—No sé si mi madre sea así…

—Seguro que eres muy joven para entenderlo. —Minh prendió la calefacción y enseguida se quitó la bota derecha. Sin dudar un segundo, se acercó la bota a la nariz y le dio un olfateo muy bueno. Hizo cara de asco antes de soltar una risita de satisfacción. Lanzó la bota al asiento de atrás y puso el pie en el pedal—. Más le vale a mi papá comprar otro aromatizante. Habrá once en total.

Luego metió la reversa y puso rumbo al este. Destino: Pueblo Koopa.

***


Mona guió al grupo a través de las puertas del castillo con facilidad. No había guardias armados que les impidieran el paso. Sólo encontraron Toads de aspecto amigable haciendo su vida, ajenos al cuarteto de humanos vestidos de forma distintiva que se abrían paso entre la multitud.

—¿En serio? —se burló Mona—. Estos hongos prácticamente ruegan ser exterminados. Pongo más esfuerzo en defender mi ropa que ellos en defender un castillo.

Detrás de ella, Penny ya tecleaba furiosamente en una portátil, trazando el extenso plano del castillo.

—Causar un daño significativo aquí sería una empresa mayor.

—Por eso es el escenario perfecto. —Mona sonrió—. Vamos a detener a la princesa, destruir un monumento nacional… El desmadre total sería muy chévere.

—¿De verdad es necesario? —preguntó Ana, frunciendo el ceño—. ¿Herir a la princesa y a todos los demás?

—Ah, la princesa va a sobrevivir. No se atreverían a dejarla morir. En cuanto al resto… —La sonrisa de Mona se amplió—. Ésa es la belleza del caos puro, Ana. No puedes controlarlo, pero de que puedes explotar cada olita de esa marea, puedes.

Se adentraron más en el vestíbulo del castillo, mezclándose con los despreocupados Toads. Entonces Mona se congeló. Ana estaba a su lado, también sin aliento. En medio de los diversos colores había un fuerte toque de rosa. Era ella. La misma con la que se habían topado en ocasiones anteriores. La mano de Mona se cerró en un puño.

—Sigan caminando —siseó—. Mézclense. No interactúen con la de rosa.

Aun después de decir eso, Cricket se separó del grupo. Se dirigía directamente hacia la seta rosa. Mona estaba a punto de gritar.

Toadette, intentando abrirse paso por el piso concurrido, acababa de dejar caer una tambaleante pila de carpetas. Dio un gritito, revolviéndose a gatas para recogerlas. De repente aparecieron dos piernas altas ante ella.

—Permítame. —Cricket se arrodilló y recogió rápidamente los papeles. Momentos después, la pila estaba ordenada de nuevo en las manos de Toadette.

—Ay, muchas gracias. —Toadette logró dar una sonrisa nerviosa—. Sabe, es más rápido que yo.

—De nada —respondió Cricket, frotando su sombrero. La vio alejarse apresuradamente. Entonces Mona se le echó encima en un instante, agarrándole el brazo con fuerza.

—Pero ¿qué carajos estabas pensando? ¿Acercarte así a ella? ¿Nunca te han hablado tus tutores sobre el peligro de los extraños?

—¿Tutores? ¿Te refieres a los padres?

—Hablé español claro, ¿o qué? —gruñó, haciendo una mueca.

—Sólo estaba siendo útil mientras también captaba su energía. —Él se giró—. No querríamos que nos atacara por sorpresa, ¿verdad?

Esta revelación sorprendió tanto a Mona como a Penny. Pero Ana parecía bastante indiferente al respecto.

—Ya sé qué buscar. Que me haya asfixiado me lo dejó bien claro.

Mona, resignándose a la imprevisibilidad de su equipo, los guió hacia una gran escalera. Mientras ascendían al primer piso, se sorprendieron por lo abierto que era en comparación con la planta baja. Había menos Toads aquí, por lo que había menos posibilidades de que sospechasen que algo iba mal.

—Si este es el piso intermedio, significa que causará más efectos en todo el castillo, ¿verdad? —Mona miró a Penny—. ¿Dónde crees que una bomba sería más destructiva?

—Una… —El lápiz de Penny se detuvo a la mitad del trazo, rompiéndose—. ¿Una bomba?

—¿Les entró cera en los oídos hoy?

—Mona, no. No vamos a volar a la gente por los aires.

—Me chupaste el dedo gordo. —Mona se inclinó, acorralando a Penny contra la pared—. Ahora ve a encontrarme un punto débil antes de que veas mi lado más feo.

Penny sintió ganas de vomitar con cada paso. Se movió lentamente por todo el piso. Finalmente, concluyó que la única opción sensata era el núcleo central del castillo, que albergaba varias habitaciones importantes. Conectaba cada piso a través de los limitados elevadores y las abundantes escaleras. Por mucho que hubiera querido señalar un lugar menos destructivo, la presión de Mona forzó la respuesta correcta de sus labios.

—Ya veo —dijo Mona, observando el lugar—. Si lo colocamos en una de estas habitaciones y hacemos que el tiempo de la mecha sea lo suficientemente corto, todo saldrá bien.

—Seremos criminales —suspiró Penny.

—Por favor, como si ya no tuviéramos un registro invisible. Miren, vamos a ver el sótano.

***


El terreno en movimiento estaba tan cubierto de nieve que Penélope empezó a sentirse fatigada. ¿Cuánta nieve más necesitaban ver? Sin muchas cosas visualmente especiales, buscó cualquier cosa que capturara su atención.

Miró el pie descalzo de Minh que descansaba sobre el pedal del acelerador. A pesar del olor agrio que llenaba el carro, su pie se veía bastante bonito. Penélope comenzó a imaginar a otra persona en lugar de Minh, y eso hizo que se concentrase aún más.

Finalmente Minh se dio cuenta de que Penélope la estaba mirando.

—¿Qué miras?

—¡Nada!

—No te culpo por encontrar el ambiente un poco aburrido. —Minh movió los dedos en el pedal, lo que hizo que el auto diera una sacudida—. Mi pie apestoso es más interesante, ¿eh?

Deliberadamente curvó los dedos, exagerando el movimiento. Penélope se retorció en su asiento y se sonrojó más. Le pareció muy tierno de parte de Minh, pues le recordaba cuando era más joven y se quedaba embelesada cada vez que veía los pies de su madre.

—Se están moviendo —dijo con un tono juguetón, riéndose cuando Penélope miró al frente.

Seguidamente Minh seguía flexionando el pie. Era demasiado para Penélope. Deseó que Minh bajara la calefacción, porque sentía tanto calor que notaba cómo el sudor se acumulaba en su frente. Sin embargo, Minh repetidamente pisaba y acariciaba el pedal mientras se reía de las reacciones azoradas de Penélope.

Entonces Penélope miró al frente de nuevo, jadeando. Una camioneta negra salía de una calle adyacente, dirigiéndose directamente hacia ellas.

—¡Señorita!

El claxon de la camioneta sobresaltó a Minh. Gritó y dio un volantazo brusco antes de pisar a fondo los frenos. Instintivamente cubrió la cara de Penélope con un brazo, preparándose para el airbag. El carro emitió un chirrido y se detuvo de golpe, esquivando por poco la camioneta.

—¡Santa cielos! ¿Estás bien, Penélope? —Minh tomó la cara de Penélope entre sus manos, observándola.

—Sí.

—¿Segura? ¿Nada roto? Lo siento muchísimo.

—Estoy bien, señorita —dijo rígidamente.

—Ay, tengo que concentrarme. —Minh se limpió el sudor de la frente—. Lleguemos a Pueblo Koopa antes de que desmadre esta cosa.

A partir de ahí, la conducción de Minh fue correcta. Aunque lejos de ser suave, prestaba más atención a la carretera. Penélope seguía mirando fijamente su pie, pero ya no era tan interesante sin la intensa presión repetida en el pedal.

—Tiene unos pies muy hermosos —murmuró—. Eso puedo decir, ¿verdad?

—¿Se te ha olvidado quién soy? Qué bueno que te gusten. —Minh bebió un poco de agua—. Sabes, ni siquiera se me había ocurrido que tienes tu propio fetiche con los pies. Debería haberlo sabido desde el principio, pero nunca me di cuenta.

— Bueno… —Penélope se recostó en su asiento—. Me han estado pasando cosas raras.

—¿Cómo qué?

—Hace unas noches estaba en mi cama y empecé a frotarme contra mis almohadas. Le explico: terminé orinándome, pero ni siquiera era orina normal.

—Ya veo. Quizás deberías hablar con tu mamá sobre…

—¿Me estoy muriendo?

—No, no te estás muriendo —se rió Minh entre dientes—. Si no quieres hablarlo con tu mamá, pídele a Toadette que te lo explique.

—No querría oír eso, considerando que dice que Yasmín es una niña problemática en la que no debería estar pensando. —Penélope se dio una palmada en la frente. ¿Por qué dijo eso?

—¿Toadette le dijo así? —Minh respiró hondo—. Entonces, cuando te pasó eso de orinar, ¿estabas pensando en Yas?

—Lo siento.

—Oye, todos tenemos nuestros enamoramientos al crecer. Sólo me asombra que te hayas fijado en ella. —Minh debatió si continuar—. Te masturbaste, Penélope.

—¿Yo qué?

—Es algo que los humanos hacen para sentirse bien, igual que los Toads. No lo andes presumiendo a nadie, pero todos lo hacemos en privado por diversas razones. No es nada peligroso.

—¿Lo hace usted?

—Eso no importa —dijo Minh casualmente—. Y Yas no es una niña problemática. Sólo que la ha pasado difícil.

—¿Por qué?

—Oye, ¿por qué no eliges qué escuchamos? Todavía nos quedan unos treinta minutos para llegar.

Mientras Minh conducía, se preguntó por qué Penélope y Yasmín podrían llevarse bien siquiera en esa convención. Después de todo, Yasmín era tan solitaria mientras Penélope era tan ruidosa y orgullosa. No obstante, Minh era la chica que entró a la estricta casa de Toadette en contra de sus deseos y salió como su mejor amiga para siempre.

«Sería genial si Yas pudiera hacer un amigo de verdad, pero ésa es una batalla cuesta arriba».

***


Volver a la planta baja era como sumergirse en otro mundo. Los sonidos eran más alegres. Mientras el grupo de Mona se movía hacia un corredor menos concurrido, ahí la vieron de nuevo. A Toadette.

Pero esta vez no llevaba carpetas en las manos. Se acercaba con paso despreocupado hacia un grupo de Toads. Estaba el mismísimo capitán Toad, así como otros tres con manchas de colores distintos en sus sombreros: amarillo, azul y verde. Mona detuvo a sus amigos y observó la interacción.

—¿Me estás evitando, Toady? —le preguntó Toadette.

—No esperaba verte por aquí. Pensé que estarías con Peach. —Toad se ajustó su linterna frontal—. Si no te molesta, estamos como en medio de algo.

—Buenos días a ustedes también, —dijo a los otros Toads—. A ver… Toad Tesorero, Toad Consejero y Toad Amarillo.

—Es Teso —corrigió el Toad verde, molesto.

—Consejero, por favor —suspiró el Toad azul, ajustándose sus enormes lentes.

—Y es sólo Amarillo, chica —espetó el Toad amarillo, señalándola con el dedo en el pecho—. Ni muerto me pondría un título tan genérico como Toad Amarillo.

—Pues podrían meterle más ganas a sus nombres —respondió ella, encogiéndose de hombros—. Y a la ropa. ¿Por qué la de Toady está planchada y la de ustedes parece que la sacaron del cesto de la ropa sucia?

—¿Qué? —Teso se puso las manos en las caderas—. ¿Para qué es necesario?

—Los haría parecer adultos decentes. Mírenme a mí. —Luego dirigió toda su atención a Toad, dándole un codazo suave—. Peach me tiene trabajando como burra todo el día. Antes de que me desmaye esta noche, ¿serías capaz de darme un cariñito?

—¿Un cariñito?

Toadette soltó una risita, señalando sus zapatos bajos rosados. Luego sacó un talón de uno, dejándolo colgar. Una mirada coqueta apareció en su rostro mientras movía los deditos dentro del zapato suelto, amenazando con dejarlo caer al suelo.

—Capitán, ¿en serio le soba esas patas? —balbuceó Amarillo.

—Estás celoso, ¿o qué? —le respondió Toadette. Se inclinó hacia ellos—. Oigan, muchachos, si quieren mimarme después de un día largo, no me negaría. Con ocho manos sí que harían desaparecer el dolor.

Teso, Consejero y Amarillo retrocedieron al unísono. Teso tembló, Consejero pareció que se iba a desmayar, y Amarillo se abanicaba con furia.

Toad tomó suavemente a Toadette de la mano y la giró para que lo mirase de frente. Él sonrió.

—Siempre y cuando no esté exhausto, quizás te ayude un poco con ese dolor. —Se inclinó más, sus labios casi rozando su cara—. Podría, no sé, hacer un poquito más. ¿Me entiendes?

—Ay, ¿tienes una sorpresa para mí? —Toadette soltó un chillido. Su mente ya lo imaginaba olfateándole los dedos de los pies como una rata en busca de queso. Le plantó un beso rápido en la mejilla—. Me tengo que ir, Toady. ¿Teso, Consejero, Amarillo? Un gusto verlos de nuevo.

Les dedicó una última sonrisa y se fue saltando por el corredor, tarareando una canción.

Teso esperó dos segundos después de que se fue antes de soltar una risita.

—De ninguna manera me acerco a menos de dos metros de esas cosas. ¿Arriesgarme la salud? Por favor.

—Me daría un escalofrío con sólo pensarlo —dijo Consejero, ajustándose los lentes—. Capitán, es un Toad valiente por tocarla así.

—Muchachos, es más como que sólo la tolero —tartamudeó Toad, el rubor negándose a desaparecer.

—Lo que diga —se burló Amarillo, abanicándose todavía—. Qué puta tan fea. Sentí que se me secaban los pulmones apenas se quitó ese zapato.

—Y todavía tiene el descaro de llamarnos desordenados cuando ella huele a pantano podrido. —Teso, notando el silencio de Toad, finalmente se calmó—. Bueno, tenemos un portón que reforzar.

—Sí. —Toad volvió a la realidad con un sobresalto—. ¡Continuemos, muchachos!

Mona no podía decidir qué era más estúpido: la idea de que alguien voluntariamente interactuara con esos pies tóxicos, o la igualmente desconcertante idea de que aquellos Toads iban a reforzar un portón que parecía fácil de saltar.

¿Acaso le iban a poner un letrerito bonito pidiendo a la gente que no entrara? ¡Qué par de hongos descerebrados! Ahora que habían desaparecido, miró a Penny, Cricket y Ana.

—Al sótano.

***


Pueblo Koopa era como el primo un poco más crecido de Rosedan.

En lugar de casas antiguas de ladrillo, había casitas acogedoras con forma de concha que bordeaban el pueblo. Como el nombre indicaba, los Koopas eran los principales habitantes, aunque de vez en cuando se veían Toads y Bob-ombas. Como éstos eran Koopas comunes, no los Koopa Troopas del ejército de Bowser, Minh no tenía por qué preocuparse cuando salió del carro.

Penélope se estiró como gato en cuanto estuvo afuera. Luego abrió mucho los ojos al contemplar el paisaje nuevo.

—Qué bonito…

—La mamá de Toadette vivía aquí. —Minh abrió el maletero—. Es un lugar tranquilo.

—¿Qué hacemos aquí?

—Un viejito llamado Koopa Koot decidió dejar sus plantas afuera todo el invierno. Todos los años le advertimos que las meta, pero… Ya verás.

Koopa Koot era exactamente como Minh lo había descrito: un Koopa antiguo y polvoriento, cuyos ojos estaban tan nublados que era un milagro que pudiera ver. Estaba encorvado. Su bastón temblaba mientras miraba a Penélope de pies a cabeza.

—¿Por qué fuiste a traer una niña aquí? —le gritó a Minh, agitando su bastón—. Esto no es un parque infantil, jovencita; es un asunto serio.

Penélope hizo un puchero.

—¡No me pongas esa cara, mocosa! Debes mostrar respeto a tus mayores, ¡no desprecio!

—Estoy cuidándola —dijo Minh, interponiéndose entre ellos—. Y créame, si ella no estuviera aquí, esto tomaría el doble de tiempo. ¿De verdad quiere que yo ande por aquí todo el día, cantando?

—No con todos esos chillidos que llamas música. —Él se dirigió cojeando hacia su patio trasero—. Miren esto. Todas mis hijas se están muriendo lentamente. Juré que venceríamos el frío este año, pero esa maldita helada me la tenía jurada.

Minh le echó una mirada a Penélope.

El patio trasero era un desastre de plantas cubiertas de escarcha, todas tan apretadas que sus raíces tendrían poco espacio para expandirse. Eran de todas las formas y tamaños. La idea de que alguien llamara a esto un jardín hizo que Minh se estremeciese.

—Necesito que todas estén adentro, en el primer piso, justo como el año pasado, y el año anterior a ese, y el año anterior… —Se lanzó a una larga perorata sobre su guerra contra el invierno.

—Vaya a prepararse un té, viejo —dijo Minh, ahuyentándolo—. Nosotras nos encargamos de esto.

—Si noto que falta una sola planta, le lanzaré a esa niña una maldición tan mala que…

—Sí, sí, siga diciéndose eso. Ándele, déjenos espacio.

Tan pronto como Koopa Koot estuvo adentro, los ojos de Penélope se abrieron.

—¿Cuántas plantas son éstas?

—Dijo cincuenta.

—¿Qué?

—Por eso me está pagando.

Mientras Penélope temía la tarea que tenía por delante, Minh preparó sus herramientas.

—Ven acá —dijo—. Te explico esto. Primero tenemos que aflojar la tierra alrededor de la planta para que se pueda mover. Luego la levantamos lentamente y la colocamos en su nueva maceta. Después agregamos un poco más de tierra, la alisamos y le damos un poquito de agua.

—¿Y si rompo las raíces?

—Ay, Penélope, no es como si no tuviera sangre de planta en mis manos. —Minh señaló un girasol—. Empezamos lento para que le agarres la onda.

Fue un comienzo difícil. Penélope casi rompe las raíces del girasol porque estaba muy nerviosa. Afortunadamente, la Doctora T. Minh estaba allí para ayudar, colocando cuidadosamente la planta en su nueva maceta. Después Penélope se enfocó en una margarita, centrándose esta vez en cómo aflojar la tierra correctamente. Con su paleta, se tomó un minuto para cavar alrededor de la planta. Una gran sonrisa apareció en su rostro cuando salió intacta. Después de ponerla en su maceta con tierra fresca, se levantó y se rió.

—Muy bien —animó Minh—. La duda es lo que te va a fastidiar más que cualquier otra cosa.

A medida que avanzaban, Penélope se sentía más segura. Trasplantaba con mejor velocidad, y pronto ya no necesitó la supervisión de Minh. Trabajaron en lados opuestos del jardín descuidado.

En poco menos de una hora habían trasplantado cuarenta de las cincuenta plantas.

—¿Quieres tomar un descanso? —preguntó Minh, secándose el sudor de la frente—. ¿O quieres seguir adelante?

—¡Vamos a terminar! —Penélope lanzó su paleta al aire—. ¡No hay por qué romper el ritmo!

—Je. Bueno, yo voy a descansar cinco minutos. Parece que tienes esto bajo control.

Escuchar esas palabras hizo que una sonrisa apareciera en el rostro de Penélope. Sin pensarlo, rápidamente besó a Minh en la mejilla. Luego corrió hacia la esquina más alejada del jardín, ansiosa por terminar el trabajo. Frente a ella había una gran atrapamoscas. No era tan peligrosa como una Planta Piraña, pero seguía siendo una mordedora.

Cuando hundió su paleta en la tierra, gritó y saltó hacia atrás.

—¡Ay! ¡Me mordió!

—Probablemente fuiste demasiado rápido. Acuérdate de que puedan atacar —rió Minh.

Penélope lo intentó de nuevo, moviéndose a paso de tortuga. De repente la atrapamoscas se lanzó hacia adelante. Sus mandíbulas se cerraron a un pelo de distancia de su mano.

—¡Señorita! ¡Está tratando de arrancarme la mano!

—Ahí voy al rescate. —Minh se dirigió hacia Penélope, sólo para oír otro grito. Cuando vio las plantas restantes, levantó una ceja—. ¿Qué rayos?

El resto de las plantas estaban actuando de una manera agresiva, incluso aquellas que no tenían mandíbulas mordedoras. Un tulipán estaba tratando de disparar sus semillas como misiles. Penélope chilló cuando una rosa extendió de repente su enredadera espinosa. Casi se cae sobre ella, pero Minh rápidamente la apartó.

—¿Acaso el viejo consiguió éstas en el mercado negro o qué? —Entonces Minh se dio cuenta. Apoyada contra la casa había una botella de galón de agua milagrosa. La mayor parte estaba vacía, y no estaba allí la última vez que vino. Gimió con disgusto—. ¡Qué tonto! Le dije que solamente rociara un poco de agua milagrosa sobre ellas, pero no, ¡pensó que podía hacerlo a su manera y las inundó en ella!

—¿Y eso qué significa? —preguntó Penélope, horrorizada al escuchar gruñir una planta.

—Que esas diez están más vivas de lo que deberían estar. —Minh gritó cuando una enredadera se curvó alrededor de su pie izquierdo, arrancándole la bota y arrojándola al denso follaje—. ¡Oye, necesito eso!

Su pie desnudo besó la tierra fría. Ay, caramba. Poner estas plantas bajo control sería una pesadilla y media.

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Nota del autor:
Poner juntas a Minh y Penélope fue muy extraño, ya que hasta ahora era algo rarísimo en los capítulos. La próxima semana, Minh estará a punto de meterse en otro lío de cosquillas.


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