Luchan contra Wario. Más amigos, enemigos y pies sudorosos para Toadette, Minh y Toad. |
| Una pared de fuego violeta estalló sobre la madera empapada en alcohol, extendiéndose por las tablas más rápido de lo que Sirope habría podido imaginar. —¡Fuego en la cubierta! —rugió un Gaugau—. ¡Apáguenlo ya! —¡Está quemando los pisos! ¡Apaguen los motores! Era su oportunidad. Penélope y Yasmín corrieron hacia la parte trasera de la nave, esquivando a los piratas corpulentos que ahora se tropezaban buscando cubetas de agua. El humo era bendición y maldición al mismo tiempo; era un buen escondite, pero les hacía arder los ojos. Llegaron a los botes salvavidas. Ocultos bajo lonas, estaban más modernos de lo esperado. Las chicas se deslizaron en el Bote A. En cuanto Penélope vio el panel, se sintió abrumada: aquello parecía la cabina de una nave espacial. Cientos de botones iluminados, muchos con palabras que no comprendía. —¿Qué rayos es un libération d’urgence? —gruñó con frustración. —El botón de emergencia —jadeó Yasmín—. ¡Dale! Sin pensarlo, Penélope estampó la mano sobre el botón rojo. Se oyó un sonido metálico, y las sujeciones del bote se soltaron. El bote comenzó a descender por el costado del barco. Pero justo al empezar la caída, una mano enorme emergió del humo. Sus dedos se cerraron en torno a la cintura de Yasmín, y la arrancaron del bote. Gritó horrorizada; sus pies perdieron el contacto justo antes de que el bote entrara en caída libre. El impacto contra el agua fue un golpe seco que le sacudió el cuerpo de pies a cabeza a Penélope. —¡Yas! —gritó desesperada—. ¿Yasmín? Miró los controles. No sabía cómo, pero tenía que rescatarla. Se limpió el agua de los ojos y oprimió el primer botón azul que vio. El motor rugió. Antes de orientarse, el bote se lanzó hacia adelante, acelerando al máximo y alejándose del Aguadulce que quemaba. —¡No, no, no! ¡Da la vuelta! —exclamó, forcejeando con el joystick. Los controles apenas se movían; cada sacudida sólo la alejaba más en ese océano desconocido. Cada golpe de las olas la estremecía por dentro. De pronto una pared de agua se alzó detrás de ella. La ola cayó con furia, volcó el bote y la arrojó a las aguas heladas. —¡Auxilio! —chilló. Los brazos le ardían del esfuerzo por mantenerse a flote—. ¡Señorita Toadette! ¡Alguien! ¡No quiero morirme! Mientras se hundía en el agua, los pulmones le ardían. Todo se volvió negro y silencioso. Justo cuando no pudo respirar más, notó algo extraño. Había de repente calma. Abrió los ojos, y se vio descendiendo lentamente hacia el fondo. Ya no luchaba ni respiraba. Sabía que moría. Pero la muerte tardaba, como si el tiempo se hubiera estirado. Uno, dos, tres minutos de caída lenta. Al cabo de esos ciento ochenta segundos, sintió el principio del fin. «Los voy a extrañar…», quería decirles. Entonces algo la sujetó. Fue un brazo. La tiró hacia arriba. Salió dando bocanadas, tosiendo agua salada. La arrojaron sin ceremonia sobre el casco volcado del bote. Una figura oscura se alzaba sobre ella. Antes de que Penélope se desmayara, la vio accionar un interruptor. El motor volvió a rugir, y el bote avanzó de nuevo, rasgando la noche. —No era un barco tan bien defendido como pensaba… —La extraña le acariciaba el cabello mojado a Penélope—. Y mira eso… Este «atajo» funciona mejor pa’ los botecitos que pa’ los grandotes… *** —Tanto escándalo por ese amor. Parece que Penélope prefirió una tumba acuática antes que el cielo conmigo… De vuelta en la cubierta del Aguadulce, el fuego fue finalmente controlado por la tripulación en menos de media hora. Sirope estaba de pie en medio de las tablas humeantes, su rostro con un tic constante mientras un miembro de la tripulación le ajustaba un nuevo parche en el ojo. Su único ojo bueno permanecía fijo en la causante secundaria del desastre: Yasmín, ahora sostenida firmemente por dos Gaugaus mientras temblaba. —Tú —gruñó, arrebatando un látigo a un lacayo cercano—. ¿Tienes idea del lío en que metiste? Parece que necesitas un recordatorio de quién es la capitana aquí. Yasmín se encogió, un gemido escapando de ella mientras Sirope echaba el brazo hacia atrás. El látigo nunca alcanzó a caer. Un destello plateado surcó el aire, seguido por el sonido de un trueno. Un tridente masivo se clavó en el mástil a escasos centímetros de la cabeza de Sirope. Las púas crepitaron con electricidad en la madera. Sirope abrió los ojos de par en par y giró bruscamente hacia la fuente de ataque. —Hija de… —Enderezó su postura—. Vaya, vaya. ¿Cómo demonios nos alcanzaste? —Si usted pierde un solo nudo de velocidad, le juro que la tendré en la mira antes de la próxima marea —replicó Jones. Sus ojos se desviaron hacia Yasmín—. Y ahora, creo que usted tiene algo que me pertenece. —La única forma de que consigas ese amuleto es sobre mi cadáver. —Que así sea. Su tripulación se abalanzó sobre él. Los atravesó con facilidad, lanzando a un pirata desafortunado directamente al camino de Sirope. Ella se hizo a un lado, soltando el látigo mientras desenfundaba su espada: una hoja elegante e iluminada que se extendió a su longitud total con un clic. —Veamos si puede seguirme el ritmo —rió él entre dientes. Chispas llovían mientras danzaban sobre la cubierta en ruinas. Sirope se movía a una velocidad vertiginosa, cada uno de sus mandobles preciso. Jones esquivaba y desviaba los golpes, pero ella presionaba con más fuerza hasta que él estuvo casi contra la barandilla. Entonces él giró y le barrió las piernas con la cola, enviándola a tropezones contra el mástil antes de hacerle un corte en el costado con su tridente. —Nada mal para un alevín —siseó ella. —Yo diría que ya conoce mi calibre. Yasmín observaba con pura incredulidad el combate que se desarrollaba ante ella. «Penélope y yo no hubiéramos durado ni un segundo si hubiéramos tenido que pelear contra ella. Ni siquiera Toadette, con lo genial que dice ser, sería tan buena, ¿verdad?». La pelea se volvió encarnizada. Cuando el siguiente golpe de Sirope casi le arrancó la manga a Jones, él arrojó su tridente. El arma silbó más allá de la mejilla de ella, rozándole la oreja antes de clavarse profundamente en el casco del barco. Usando esa distracción, él se lanzó hacia adelante, atravesó una pared de una patada y siguió el brillo incrustado hasta los aposentos privados de ella. —Otro barco —rió, arrancando el tridente—, pero el mismo diseño de siempre. Predecible, Sirope. Ella fue a por su espalda. Él se giró y la bloqueó, pero ella le estrelló la rodilla en el estómago. Luego le clavó la espada en las entrañas, sujetándolo con fuerza. —Maldito seas —jadeó, haciendo una mueca por su costado sangrante—. ¡Esta noche será la tumba de los Piratas Cerúleos! —Yo que usted, lo cambiaría por la Banda del Azúcar Moreno. —Él asintió hacia algo a su izquierda: una de las granadas de Sirope, parpadeando en blanco y en la aleta de él. Los ojos de ella se abrieron de par en par. —Dios… Jones se liberó de la espada justo antes de que la explosión destrozara el Aguadulce. Una columna de fuego rosa y blanco barrió la cubierta, reventando los paneles. La tripulación gritó mientras tenían otro desastre que atender. Aprovechando la distracción, Jones irrumpió de nuevo en los aposentos quemados de Sirope. Pero cuando salió, le temblaba un ojo. —¿Dónde está el amuleto? —bramó él. —Como si fuera a decírtelo. —Pero Sirope comprendió rápidamente la implicación. Corrió bajo cubierta, y un rugido inhumano resonó por todo el barco. Cuando volvió a subir de un salto, agarró a Yasmín por el cuello. —¡Niña! ¡Robaste mi amuleto! ¡Más vale que me lo devuelvas de inmediato! —¿Qué? Pero yo no… robé… nada —tosió Yasmín, con sangre en el labio—. Protege mejor tus chingaderas, pendeja… Sirope la estampó contra las tablas. —¡Encuentren ese amuleto! —rugió a los hombres—. ¡Revuelvan todo el maldito mar si hace falta! Jones se adelantó, su tridente volviéndose un borrón mientras rebanaba a un Gaugau que cargaba. Ahora se interponía entre la tripulación de Sirope y Yasmín. Sus ojos estaban fijos en Sirope. —Deje ir a la niña —gruñó—. Ella no tiene nada que ver con esto. Sirope resopló. Se acercó y plantó su bota firmemente en la espalda de Yasmín. —¡Ella tiene todo que ver con esto! ¿La quieres? Entonces deja que ese precioso amuleto tuyo se hunda hasta el fondo del océano para siempre. El legado de tu familia o esta seta insignificante. Tú elige. Jones se detuvo. Su mirada saltó del rostro aterrorizado y suplicante de Yasmín al agua oscura donde el amuleto de su familia estaba perdido. —Los piratas sabemos lo infinito que es el océano. —Sirope sonrió con suficiencia. —Mil maldiciones caigan sobre usted, bruja —resopló él. Miró a Yasmín una última vez, su rostro lleno de amarga derrota—. Resiste, moza. Sólo resiste. Mi tripulación vendrá por ti, lo sé. —Pero ¿qué? —logró decir Yasmín. Mas él ya le estaba dando la espalda. Se zambulló por la borda, desapareciendo entre las olas. Sirope continuó ladrando órdenes, mandando a la mitad de la tripulación a registrar las aguas y a la otra mitad a mantener el barco en orden. Un robot se acercó, haciendo clics rápidos. —Capitana, debemos dirigirnos a la isla Cocina de inmediato, o nos hundiremos. Al Aguadulce sólo le queda una hora a flote. —¡Bien! ¡Pues muévanse! —Luego agarró a Yasmín por el pelo. Su voz bajó a un susurro helado—. Vas a aprender lo que es el verdadero sufrimiento, hongo podrido. *** —¿Qué es eso? —preguntó Toadette, señalando la nube blanca en la distancia. —Una explosión —dijo Toad, mirando por sus binoculares—. Y es justo en la dirección del barco de Sirope. —Ay, no. —El rostro de Minh se puso pálido. —Bueno, al menos sabemos que nos estamos acercando. —La expresión de preocupación de Toadette cambió a una de satisfacción. Sonrió—. ¿Nos vamos a rendir ahora, o le vamos a seguir dando? —¡Espera un momento, Toadette! —Minh sintió que algo le rozaba el pie en el agua. Lo tomó entre los dedos. Era dorado—. Es como un amuleto. —A ver. —Se lo arrebató Toadette—. Yo me lo quedo, por si las moscas. —Lo que haya golpeado ese barco debió de ser fuerte —suspiró Toad, negando con la cabeza—. Cuiden dónde patean, ¿me escuchan? Todo este mar está lleno de escombros. *** Penélope abrió los ojos lentamente, parpadeando. Al tomar la primera bocanada de aire consciente, le vino un ataque de tos. Sentía que los pulmones le ardían. Instintivamente, intentó lanzarse hacia adelante, pero su movimiento fue frenado en seco. Tenía los tobillos sujetos a un cepo pintado de dorado. —Tranquila —dijo una voz—. Si no te mueves, las ataduras no te apretarán tanto. Giró el cuello hacia la fuente de la voz. Una joven estaba de pie allí. Su cabello anaranjado caía sobre un rostro dominado por unos lentes enormes. Sostenía una tabla con papeles y mantenía la mirada fija en Penélope. Antes de que esta última pudiera hablar, la mujer sacó una botella de metal y se la acercó a los labios. —¿Cómo te llamas? —preguntó ella. —Penélope —soltó después de beber un sorbo, con la voz rasposa—. Por favor, ¡yo no soy mala! Sólo busco a la señorita Toadette. Tiene un sombrero rosa. ¿La ha visto, señorita? —Más despacio. —La mujer suavizó su tono. Le acarició el cabello despeinado a Penélope—. No tengo intención de hacerte daño. Créeme, ojalá no estuviera aquí para nada. —¿Dónde estamos? —preguntó Penélope. Antes de que la mujer pudiera responder, la puerta se abrió con un quejido. —¡Oye, Penny! ¿Ya reacciona la niña, o sigue durmiendo? —La voz grave retumbó en el aire con ritmo. —Está consciente. —La expresión de Penny vaciló antes de salir a toda prisa. Al pasar por el umbral, alguien la golpeó en el costado. Soltó un quejido ahogado y se agarró el abdomen. Por un segundo, Penélope vio un vendaje enrojecido bajo su bata de laboratorio. —Culpa mía —dijo la persona misteriosa, estabilizándola. —Estoy bien —susurró ella, con la voz demasiado aguda. Huyó, dejando tras de sí un aroma a cítricos y antiséptico. La habitación se expandió alrededor de Penélope: era una cámara de metal. Dos nuevas figuras ocupaban la entrada: uno era un chico alto, de hombros anchos y con unas gafas de sol muy modernas; el otro era un chico de cara regordeta, más o menos de su misma altura. —Mira nada más quién volvió. —Este último sonrió de oreja a oreja—. Dime que todavía me recuerdas. —9-Volt… —gruñó Penélope. —¡Ja! ¡Te dije que esta cara no se olvida fácil, 18! —Chocó el puño con 18-Volt. —Eres como un mal jingle —intervino otra voz—. Fastidia, pero se te queda pegado. —Era la voz grave que Penélope había oído al principio. Una chica de pelo plateado entró contoneándose, lamiéndose los labios. 13-Amp. —Vamos al grano. —Se agachó para quedar a la altura de los ojos de Penélope—. Conoces a Toadette, y ya has lidiado con 9-Volt. Eso quiere decir que ya sabes de qué va el negocio y quién nos firma los cheques, ¿cierto? —Ustedes… —Los labios de Penélope temblaron—. Volaron mi casa. —Ah, ¿eso? No, fue el otro equipo: el de la jefa esa loca que le cortaría el cuello a su propia mamá con tal de complacer a Wario. —Su sonrisa se ensanchó—. Yo soy la buena. —Claro —bufó Penélope. —Te lo juro. Tú nos dices lo que quiere Wario, específicamente la Estrella Etérea de Peach y el radar nuevo que tienen, y yo me encargo de que salgas caminando de esta nave con tus piernitas enteras. ¿Te parece justo? Penélope negó con la cabeza. 13-Amp hizo un puchero. —¿Por favorcito? ¿Con azuquítar por encima? Hasta te dejo que le pises la cara a 9-Volt con esas patitas apestosas tuyas, pa’ que botes todo ese coraje. —¿Pero qué? —soltó 9-Volt, retrocediéndose—. ¿Por qué yo soy el blanco? —Porque cuando chillas, te oyes bien cómico —rió ella—. Ayúdanos, chulita, y haremos que tu estancia aquí sea bien cómoda. Masajes de pies día y noche, Penélope. ¿Qué me dices? Penélope se inclinó hacia adelante todo lo que le permitieron las ataduras y escupió dentro de la boca abierta de 13-Amp. 13-Amp retrocedió, limpiándose los labios con el dorso de la mano. Su expresión pasó de la sorpresa al asco. La dulzura abandonó su voz, reemplazada por algo mucho más amargo. —Bueno, parece que va a ser por las malas, pequeña caraja. —Señaló a 18-Volt—. Vamos a hacerla cantar. —Soltará todo en cinco minutos, quizás menos —dijo él entre risas. —¿Acaso su plan es matarme a cosquillas? —Penélope rodó los ojos—. Me he vuelto tan fuerte que les tomará semanas sacarme algo útil. Denle las gracias a la señorita Toadette por eso. —¿Y qué se supone que significa eso? —preguntó 13-Amp. —Que la única forma de sacarme algo va a ser a golpes. El trío se quedó de piedra. ¿Habían oído bien? Penélope apenas podía con 9-Volt, y mucho menos con los tres juntos. 18-Volt soltó una carcajada sonora, seguido por 9-Volt. —Oye, 13, si es más rápido, ¿por qué no le damos lo que quiere? —sugirió 18-Volt. —No hay niña tan dura que aguante las cosquillas sin soltar la lengua en un minuto. —13-Amp se tronó los nudillos—. Miren y aprendan, novatos. Rozó el borde del talón de Penélope con las uñas, provocando una tensión instantánea en todo el cuerpo de la chica. Los ojos de Penélope se abrieron como platos y se mordió los labios justo antes de que se le escapara un chillido. La sensación de los dedos de 13-Amp correteando por las plantas de sus pies era enloquecedora. —Ríndete ya —gruñó 13-Amp. Concentró su ataque en las almohadillas justo debajo de los dedos de Penélope. Su dedo índice se retorció entre ellos. Las uñas de Penélope se clavaron en sus palmas, su cara enrojecida. Sintió la risa acumulándose en su interior. Gritaba por salir, pero su boca se negaba a abrirse. Pasó un minuto, luego dos. 13-Amp finalmente detuvo su asalto de cosquillas. —¡Bueno, pues! Puede que la mocosa no esté mintiendo. —Se echó el pelo hacia atrás—. De acuerdo, chiquilla. A la cubierta. Allá hay espacio pa’ que te desahogues. —No sé… —exhaló Penélope mientras 18-Volt la soltaba—. ¿La última cubierta que pisé? La dejé en llamas. —Su sonrisa se desvaneció al recordar a quién había dejado atrás. —Lo que vi de esa nave era pura chatarra rara —se rió 13-Amp—. Éste es el material más fino que podría pedir un pirata. El trío la guió fuera de la estrecha cámara hasta la cubierta principal. La luz del día fue un alivio, pero el barco en sí no era más agradable que el de Sirope. Pintado de fríos negros con adornos amarillos, resultaba opresivo a pesar de su supuesta riqueza. En medio de los diseños oscuros, correteaban monstruos de colores. Pulían el latón y enrollaban las sogas. —Ni te preocupes por esa gente —dijo 13-Amp. Luego silbó—. ¡Arranquen, zánganos! ¡Este espacio es pa’ nosotros! Mientras los monstruos se escabullían hacia los lados, 13-Amp señaló el espacio abierto con un movimiento de su melena. Penélope midió con la mirada a sus captores. A pesar de todo su entrenamiento con Toad y Toadette, sabía que no tendría ni la más mínima oportunidad contra estos tres en una pelea de verdad. Después de todo, fue 13-Amp la que se había bajado a Toad hacía apenas un mes. —A ver qué tienen. —Aun así, flexionó los músculos. —¿Sin armas? ¿En serio? —preguntó 18-Volt—. ¿En modo experto? —¿Tengo cara de bebé? —Le lanzó una mirada fulminante a 9-Volt—. Primero yo contra él. —¿Quieres luchar conmigo así? —9-Volt jugueteaba con un Wiimote que había sido modificado hasta parecer una espada estilizada—. Claro, quién necesita armas cuando tienes furia gamer al máximo, ¿verdad? 13-Amp y 18-Volt observaban desde un lado, ansiosos por ver qué pasaría. 9-Volt arremetió. Le lanzó una serie de tajos que ella apenas logró esquivar. Sus reflejos se activaron mientras se movía entre los ataques. Gruñendo, bloqueó uno con el antebrazo, sintiendo el plástico pesado picar, pero sin penetrar su piel. —¡Vaya! —exclamó 13-Amp, genuinamente sorprendida. —¿Quieres jugar? —Penélope se agachó para esquivar un mandoble amplio y torpe: un movimiento que había practicado con Toadette una docena de veces. Cuando 9-Volt se pasó de largo, ella lo desarmó con un giro seco de su muñeca. El Wiimote resonó contra la cubierta y se detuvo cerca de la bota masiva de 18-Volt. Sin dudarlo, Penélope le asestó un puñetazo directo en el estómago a 9-Volt. Él se dobló por la mitad y recibió una patada sucia en plena cara. Se limpió la boca, levantando la vista para ver a Penélope cerniéndose sobre él. Ella le pisó la nuca y le agarró el pelo con los dedos de los pies. —Ay, ¿qué pasa? —le provocó ella. —¿Qué estás haciendo, 9-Volt? —preguntó 18-Volt, inclinándose—. ¡Acaba con ella! Gruñendo, 9-Volt agarró el tobillo de Penélope y tiró. Cuando ella cayó al suelo, aterrizó sobre las manos y rápidamente se impulsó para ponerse de pie. Saltó en el aire y le hundió la cara bajo sus pies. La presión aumentó hasta que se lanzó hacia atrás y lo pateó, mandándolo a volar al otro lado de la cubierta. —Ahora tienen miedo, ¿verdad? —Su cabeza giró bruscamente en dirección a los otros dos. —Pues no es tan mala la chamaquita —13-Amp sonrió con sorna—. Pero tiene ganas de morirse. —¿A eso vamos a llegar? —preguntó 18-Volt. —Intenta mantenerla viva. Pero si muere, que así sea. Ya es sólo una soldada de Peach, no una niñita inocente. Se vale todo. —Como digas —18-Volt se acercó a Penélope. Antes de que pudiera reaccionar, la mano masiva de él se aferró a su hombro. Intentó zafarse, pero el agarre no cedió. Sintió un dolor agudo en el costado cuando él le dio un codazo rápido. Mientras se desplomaba de rodillas, oyó pasos que se acercaban desde otra dirección. —¿Dónde quedó toda esa habladuría de hace un segundo? —9-Volt le dio un golpe en la cara con el Wiimote. Mientras ella se encogía de dolor, él sacó un Nunchuk y lo conectó al control. El largo cable se enrolló alrededor del cuello de Penélope. Tiró de él, bloqueándole el paso del aire. Los dedos de ella se crisparon mientras luchaba por liberarse. —¡No eres más que un mal perdedor! —Desconectó el Nunchuk y presionó el Wiimote contra su pecho, electrocutándola. Salió disparada por la cubierta como una bala de cañón. Apretó los dientes. Pero una mano enorme la detuvo en pleno vuelo. Ahora colgaba boca abajo, mirando la sonrisa amenazante de 18-Volt. Se oía el palpitar de sus músculos. Con una carcajada, le azotó la cara contra los tablones de madera. —¿Por qué…? —Tosió sangre. —¿Por qué, qué? —preguntó una voz femenina—. ¿Por qué será que todavía no nos ganas? Gritando, Penélope se abalanzó sobre ella. 13-Amp la detuvo agarrándola por la muñeca. Se inclinó y soltó un chillido corto y agudo justo en su oído. El mundo de Penélope explotó de dolor y náuseas. Se desplomó sobre 13-Amp, completamente desorientada. —Tratamos de advertirte. Pero los nenes como tú son tan tercos. Entonces 13-Amp forzó la cabeza de Penélope contra la cubierta con su pie, todavía en la sandalia. Lentamente se desabrochó la otra, y Penélope escuchó cómo se soltaba la correa. Justo cuando tomó una bocanada de aire fresco, su cara fue sofocada de nuevo. Fue una sensación horriblemente aceitosa que apestaba a pescado muerto. Se retorció y sollozó mientras los dedos de 13-Amp le apretaban la nariz cada vez más fuerte. —No llores, nena —canturreó 13-Amp, sus labios gruesos temblando en una mueca de burla—. Tú me escupiste en la boca, así que quise devolverte el favor con algo igual de asqueroso. —¡Para! —Justo cuando Penélope abrió la boca, los dedos regordetes de 13-Amp se deslizaron dentro. Uno por uno, fueron obstruyendo su pequeña garganta. El sabor era tan amargo como el de un percebe, y la grasa cubrió sus dientes. Su estómago se revolvió y luego tuvo una arcada. 13-Amp alcanzó a quitar los dedos justo a tiempo para ver a Penélope vomitar por toda la cubierta, arrojando una gran arcada verdinegra sobre la madera. —¡Qué asco! —gritó 9-Volt, retrocediendo. —Ay bendito, la bebita nos devolvió la cena. ¡Qué tragedia! —13-Amp volvió a apoyar el pie al lado de la cabeza de Penélope—. ¿Vas a cooperar pa’ que te curemos, o prefieres que te deje ahogándote? En un último acto de rebeldía, Penélope le mordió la planta del pie a 13-Amp con todas sus fuerzas. 13-Amp soltó un chillido y se echó para atrás a tropezones. —Aunque quisiera, ¡no puedo! —rugió—. ¡No sé dónde está la señorita Toadette! ¡El radar lo tiene ella! 13-Amp le dio una patada fuerte a Penélope, mandándola directo a un mástil. Penélope se desplomó, sollozando. Agotada, derrotada y humillada, sólo pudo quedarse mirando la madera interminable. Frotándose el pie, 13-Amp se volvió hacia sus amigos. —Así que no sabe nada, y nosotros ya sabemos que Sirope tiene la estrella y no está lejos. En vez de ahogarla, digo que la dejemos como rehén por si aparece Toadette. —¿Puedo torturarla? —preguntó 9-Volt con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Porfa, porfa, porfa? ¡Me muero de ganas de vengarme, 13! —Tu versión de venganza seguro es hacerla comerse tus calcetines sudorosos, amiguito —dijo entre risas 18-Volt. —Pues yo le haría peores cosas —dijo 13-Amp con una sonrisa burlona. Luego alzó la voz—. Y tan pronto acabemos con Sirope, dejaremos que la Penélope aquí mire cómo matamos al resto. Primero el capitán, luego la gorda esa y finalmente la estrella del show: Toadette. «Señorita Toadette…». Pensar en que todos iban a morir le nubló los ojos de lágrimas. Ya no habría protección de Toad ni la dulzura de Minh. Y lo peor de todo: ya no habría Toadette en lo absoluto. Su risa, su orgullo por Penélope, sus olores familiares… todo dejaría de existir mientras Wario seguía destrozando el reino. Como si se burlara de ella, oyó la odiosa risa de Wario resonando en su cabeza. Esa risa horrible que sonaba después de destruir su hogar y herir a tantos otros… Mientras estaba sentada allí, convulsionando, una extraña sensación comenzó a brotar desde adentro. Era un frío denso, un peso en la boca del estómago. Lentamente empezó a filtrarse. Hilos negros se deslizaron de su boca y se adentraron en el cielo. —Ya tengo reposapiés para mis largas noches de jugar. Y su boquita será mi masajeador de lujo —dijo 9-Volt entre risitas. Al volver a mirar a Penélope, se quedó helado. Le dio un codazo a 18-Volt. —Oye, pero ¿qué está pasando? —18-Volt miró la oscuridad que se expandía—. 13, mírala. 13-Amp apretó los dientes. El viento empezó a levantarse, agitando su cabello. —¡Oye, nena, responde! —gritó 13-Amp—. ¿Qué demonios te metiste? ¿Fue Penny con mis cigarrillos otra vez? Penélope se tensó y dio un jadeo. Cada convulsión sacudía su cuerpo. Luego, sus ojos se abrieron de golpe. Cambiaron del color del mar al color de la sangre. Ahora brillaban. —Acabaremos esto aquí y ahora —susurró una voz. Era la suya, pero con un eco más profundo y frío. El trío intercambió miradas inquietas mientras la mueca de Penélope se torcía en una sonrisa maliciosa. ---------- Nota del autor: Penélope y Yasmín realmente lo han pasado todo, ¿eh? Como mucha pizza mientras subo este capítulo; la masa gruesa es mi favorita. |