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Rated: 18+ · Fiction · Erotica · #2328709
En el desierto, Cheren es humillado mientras los pies de Skyla le brindan hidratación.




—¿Dónde están?

El miembro herido del Equipo Plasma miró a través de sus prismáticos. El árido paisaje lo rodeaba como un océano. Su Watchog estaba en alerta máxima, con sus ojos escrutando en todas direcciones. Por mucho que le doliera ver el equipo de sus amigos caídos esparcido por el desierto, estaba decidido a vengarse.

—Es un desierto. ¿Acaso esos insectos se hundieron en la arena? —se preguntó en voz alta—. Malditos líderes de gimnasio. Créanme, cuando los encuentre, los haré pedazos sin piedad.

—¡Swanna, usa corte aéreo!

El hombre se quedó inmóvil cuando un pájaro blanco surcó el cielo. Con un destello, giró y desató una fuerte ráfaga de viento que se dirigió directamente hacia el Watchog.

Instintivamente, el hombre lo esquivó, maldiciendo. Respiró aliviado al ver cómo su Pokémon también esquivó el ataque.

—Stoutland, ¡inversión!

—¿Pero qué…? —Miró frénicamente—. ¿¡Dónde se están escondiendo!?

Dos Pokémon atacando al mismo tiempo dejaban al hombre con pocas alternativas. Todos sus compañeros habían caído, y el único Watchog que tenía no podía enfrentarse a un Swanna y a un Stoutland. El perro feroz ya se lanzaba hacia su Pokémon, pero el hombre sabía actuar rápido.

—Se creen inteligentes, ¿eh? —Señaló al pájaro—. ¡Trueno!

El Watchog, a segundos de ser golpeado por el poderoso Stoutland, le lanzó un rayo de electricidad a la Swanna. Golpeó de frente a Swanna, haciendo que se precipitara contra la arena.

Pero al mismo tiempo, el Stoutland dejó debilitado al Watchog y estampó al miembro del Equipo Plasma. El hombre carcajeó, capaz de desvanecerse del mundo con una sonrisa retorcida en el rostro.

—Este mundo es nuestro para gobernarlo… Ya lo verán… Apenas comienza esta batalla…

Los dos entrenadores Pokémon salieron por fin, y la figura masculina sacudió la cabeza mientras se acercaba al cadáver.

—No saben cuándo rendirse.

—¡Cheren! ¡Necesito un revivir máximo! —La chica estaba gritando, apuntando a su Pokémon que yacía en el suelo—. ¡No te quedes ahí parado!

Cheren tomó las Pokébolas robadas del miembro de Plasma y usó la vacía para recoger al Watchog.

—No llevo ningún revivir máximo.

—¿Eh?

—No pensé que necesitaría objetos. Después de todo, no son mis Pokémon los que se han estado cayendo, ¿verdad, Skyla?

La líder de gimnasio, con su cabello pelirrojo, apretó los dientes con fuerza. Arrastró a Cheren hacia su derribada Swanna, mientras su miedo crecía más y más.

—Mi Swanna no morirá, pero no trajiste ningún Pokémon que pueda volar, ¿verdad? —Se frotó la cara—. Dios mío…

—Y nuestros videomisores no tienen señal —suspiró Cheren—. Además, el Sol está demasiado alto para que pueda saber qué dirección es cuál.

—¡Deberías haber venido más preparado!

—Lo mismo digo. Ahora mete a Swanna en su bola. Continuamos a pie.

—¿A pie? —El ojo de Skyla se crispó—. Llevará horas. ¡Tal vez días!

—Si solamente tuvieras un plan mejor para nosotros.

El calor del desierto resultaba mortal cuando los dos líderes iniciaron su regreso a la civilización. El sudor se acumulaba en sus cuerpos y se evaporaba casi al instante en el aire arenoso. En la primera hora, Skyla hacía paradas constantes, pero en la segunda, Cheren se retrasó considerablemente. Mientras que la piel morena clara de Skyla le otorgaba cierta defensa contra los rayos intensos, la piel pálida de Cheren lo dejaba tan vulnerable como un helado en un microondas.

«Qué tonto soy», pensó. «Debí haberme dado cuenta de que era necesario llevar agua a un desierto».

Para empeorar las cosas, Skyla sorbía de su botella de agua cada dos minutos. La visión de su larga botella sólo hizo que a Cheren se le secara más la garganta.

—¿Te molestaría compartir tu agua conmigo? —preguntó él.

—Me molestaría mucho. —El agarre de Skyla se hizo más fuerte.

—Skyla, esto es serio.

—No dejo que nadie beba de mi botella. Tengo mis motivos, Cheren.

—Eres ridícula.

Tras seis horas de detenerse y caminar, todavía era de tarde cuando ellos pararon cerca de unas rocas. Aunque carecían de sombra, descansar era necesario, sobre todo para el jadeante Cheren. Observó con envidia a Skyla, quien seguía saboreando su líquido, del cual algunas gotas caían por su barbilla. Su color amarillo hizo que Cheren enarcase una ceja.

—¿Limonada? —Se golpeó la frente con incredulidad, haciendo una mueca de dolor—. ¿¡De verdad trajiste limonada a un desierto!? ¡La única bebida que me raspa la garganta!

—Vaya, ¡no todo es culpa mía hoy! —A pesar de que su tono reflejaba frustración, ver a Cheren tan rojo y deshidratado preocupó a Skyla. No se atrevió a darle su bebida especial, pero sabía que tenía que haber algo que podía hacer para ayudarlo.

«¿Le escupo en la boca? No, no funcionará. Bueno… Podría intentar chupar el sudor de mi culo… Quizá hasta beber su propia orina, pero buena suerte haciéndole aceptar alguna de esas ideas», pensó.

La veinteañera comenzó a mover los dedos de sus pies, que se encontraban aprisionados en esas gigantescas botas suyas. Sus botas le llegaban hasta las rodillas y la chica no usaba calcetines. ¿A quién le importan las ampollas? Pero al sentir cómo sus dedos se frotaban y chapoteaban en la humedad, su mente empezó a trabajar más.

—Cheren —dijo, chasqueando los dedos para que dejara de dormitar—. Sabes, mis pies están empapados ahorita. Es como estuvieran metidos en dos saunas.

—Ya sé lo mal que huelen. Elesa me lo contó todo sobre el desfile de moda de prácticas, y cómo todas tenían que taparse la nariz en cuanto te…

—¿Te lo contó? Gracias por decírmelo. —Skyla respiró hondo—. Pero…

—No voy a beber tu sudor.

—¡Oye, no me iré de este desierto sin ti! Vas a beber todo el sudor de mis pies, aunque tenga que obligarte a hacerlo.

Cheren la miró estupefacto. De todas las situaciones humillantes y degradantes en las que podía encontrarse, la idea de acercar la boca a las botas o los pies de Skyla le revolvía el estómago.

—No puedo.

—A diferencia de Elesa, yo sé mantener los labios sellados. Lo que ocurre aquí se queda aquí. Sólo peleamos contra unos matones del Equipo Plasma y nos quedamos varados. Ésa es nuestra historia.

«No te quedan muchas opciones, Cheren», se dijo.

—Sólo entre tú y yo, ¿verdad?

—Te lo prometo.

Sonrojando de vergüenza, Cheren luchaba por quitarle las pesadas botas a Skyla. Pero al escuchar el chirrido resbaladizo, se preparó para lo peor. Y así fue, las botas de Skyla se fueron deslizando de sus pies una tras otra.

El hedor invadió rápidamente las fosas nasales de Cheren, quien agitó la mano frente a su cara. Pero lo único que consiguió fue esparcir más la peste a su alrededor. Las plantas de los pies coloridos de Skyla brillaban como si las hubiera sumergido en un charco de aceite.

—Ustedes son débiles. Creo que mis pies huelen bien —dijo ella. Se llevó el pie derecho a la nariz, olfateó con fuerza y lo volvió a bajar—. Okay, hay un poquito de queso, pero eso es lo que pasa cuando te pasas la mañana caminando por el infierno.

Apretó sus dedos ante la cara de Cheren, enseñándole sus uñas negras.

—Uñas de ébano —se rió—. Hay que tener unos dedos bellos.

—No tengo ni idea de cómo se puede considerar bello cualquier parte del pie.

—Ay, estoy aquí tratando de ponerle un poco de buena onda a este día horrible, y tú sólo quieres aguarme la fiesta. —Cruzó los pies por los tobillos, mostrándole las curvas de sus arcos—. Puedes admitir que no son unos pies feos, ¿verdad?

—Aparte del olor, son pies normales.

—Bien. Me hago la pedicura a menudo.

Levantó la bota derecha y miró dentro. Tras hacer lo mismo con la izquierda, vertió su contenido en la derecha. Cheren se sorprendió al ver que goteaba agua.

—Antes de que chupes mis pies como las jugosas frutas que son —dijo Skyla, entregándole su bota derecha—, abre bien la boca.

Cheren se estremeció. Con una mueca, cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás.

Esa mezcla que le baño la lengua no era refrescante como el agua o el sudor. No, esta vil sustancia tenía una desagradable textura arenosa, como agua contaminada con muchas partículas. Arena, suciedad, polvo y trozos de la plantilla derretida se sumergían en su boca, fluyendo por su lengua y bajando por su garganta como la pulpa de un jugo de naranja que había pasado demasiado tiempo en el calor.

Mientras él hacía gárgaras, intentando no escupir el jugo de la bota, Skyla utilizó sus pies para hundir aún más la bota en su cara. Sus ojos azules brillaban de asombro.

—No he lavado esas botas en mi vida nunca —dijo con una sonrisa suave.

—¿Y por qué rayos me dirías eso? —intentó decir Cheren mientras tragaba.

—Espera, espera, espera…

Una vez que la bota estuvo vacía y fue retirada de la cara de Cheren, sintió que iba a vomitar. La combinación del olor intenso y el sabor le resultaba asquerosa. Sin embargo, en lo que respecta a Skyla, un poco de asco era mejor que estar inconsciente. Cheren se estaba moviendo y parpadeando más que hacía unos segundos.

—¿Ves? Ni siquiera estás muerto. Aunque mis pies estuvieran en su estado más mugriento y apestoso, sobrevivirías. No hay nada que temer.

Pero Cheren sitió algo extraño. Sacó la lengua y dejó ver algo que se arrastraba ligeramente. Skyla se inclinó hacia adelante, dejando escapar una risita nerviosa, antes de apartar al insecto viscoso con sus dedos.

—Eres loca —gimió él.

—Lo dice el que está a punto de desmayarse por un poco de sudor. Lámeme los pies.

Cheren tembló, pues los pies de Skyla olían diez veces peor que sus botas, como a queso mohoso. Y al ver algunas motas de plantilla derretida pegadas a sus plantas, sus labios también temblaron.

No obstante, la chica mayor empujaba sus pies más hacia su dirección, curvando los dedos.

El joven gruñó, arrastrando con desgano su lengua por los extensos pies de Skyla. El sabor salado le hizo fruncir la boca. Aunque las lamidas eran breves —algunas ni siquiera duraban un segundo—, hacían que Skyla estallase en risas. Tuvo que aferrarse las piernas para evitar darle a él una buena patada.

—¡Hace cosquillas! ¡Jajaja! —Apretó el pie derecho contra su cara y flexionó los dedos—. Puedes tomarte tu tiempo, Cheren.

Por mucho que el sabor le provocaba náuseas, tenía que recordar la misión que tenía: mantenerse en buen estado para escapar del desierto.

Entonces Cheren chupó los dedos de Skyla. Sus uñas arañaron ligeramente su lengua, y algunos de sus dedos se pusieron traviesos. Apretaban a propósito su músculo, retándolo a liberarse de su agarre. Pero Skyla no sabía que entre sus dedos había pequeños cañones de sal. A Cheren se le llenaron los ojos de lágrimas cuando la amargura, que era mucho más intensa que la de sus plantas, asaltó su lengua. Todo ello sin mencionar las pequeñas chispas de mugre que tenía que succionar de esas bolsas húmedas y pegajosas.

—Buen chico. Chupa esos deditos —cantó Skyla, moviéndolos dentro de su boca—. Trátalos como si fueran uvas. Quiero decir, tienen las vitaminas B, C y hasta la Z.

El torrente de sal le inundó la boca, especialmente cuando Skyla le introdujo los cuatro dedos al mismo tiempo. La combinación de sudor, mugre de las botas y todo lo que se había acumulado en sus pies era demasiado para Cheren. No obstante, mientras más chupaba esos dedos, más rápido podía pensar. Su mente ahora iba a mil por hora.

«Está disfrutando más de lo que parece. Qué asquerosa es».

—Eso es —gimió Skyla, abriéndole la boca con los dedos gordos—. Y para que bebas todo, será mejor que me chupes los talones.

—¿Y si luego tengo sed?

—¿Hablas en serio? ¿Crees que no me volverán a sudar en la próxima hora?

Lejos de querer pelear, Cheren hundió su cara en el talón derecho de Skyla.

Al morderlo suavemente, comenzó a chupar. Sus talones eran, sin duda, la parte más sabrosa de sus pies. Eran hechos como pomelos, pero con la dulzura de una ciruela. A diferencia de los dedos y las plantas, los talones ofrecían a la lengua de Cheren un verdadero alivio. Tanto que acercó los pies a su cara, incluso con la nariz presionada contra la planta que aún olía a queso.

«¿Por qué recomendaría la única parte tolerable de sus pies para el final?».

Además de chuparle los talones color durazno, Cheren los sorbió repetidamente. Las risitas de Skyla le obligaron a permanecer en un estado de vergüenza, pero estaba tan cerca de la meta que no renunciaría.

La joven adulta giró su pie mientras descansaba en la boca de Cheren.

—Esto es perfecto para los dos —suspiró—. Tú te rehidratas y yo recibo una especie de masaje. Mmm… Sí, roza un poquito mis talones con tus dientes. Eso sí que es agradable.

Después de cinco minutos más en los que le lamió los pies, Skyla sacó el talón de su boca y se llevó el pie a la cara. El resultado la hizo reír. En sus pies había mucha saliva y un rubor brillante. Toda la porquería que había quedado pegada a sus plantas se encontraba ahora en el estómago de Cheren, dándole la energía que necesitaba para seguir adelante.

Ella retrocedió al ser golpeada con sus propias botas.

—Vamos a movernos —gimió Cheren, limpiándose la cara con la camisa—. Tenemos un largo camino por delante.

—Jeje. Reza para que topemos con un oasis, o vas a estar chupándome los deditos toda la noche. —Metió los pies mojados en sus botas, brincando con alegría la arena detrás de ellos—. ¡De nada!

Por mucho que Cheren temblara al pensar que los pies de Skyla le habían manchado la boca, también era consciente de que, si no fuera por ella, no estaría frente a una gasolinera después de dos horas. Mientras esperaban allí, comunicando con los trabajadores del gimnasio de Skyla para que los recogieran, le pinchó el hombro a Skyla.

—Gracias.

—La próxima vez, trae tu propia bebida. —Skyla soltó una risita, quitándose las botas—. O tal vez podríamos usar éstas como tus botellas de agua. Cualquiera de los dos me parece bien.

—Creo que preferiría llevar más objetos curativos.

Mientras Skyla estaba sentada con los pies fuera, no dejaba de mirar la cara de Cheren. Los ojos de él permanecían clavados en los pies húmedos de ella, incluso cuando los movía para intentar que reaccionara.

«¿Estará simplemente pensando en lo que pasó, o le habré despertado sin querer un gusto por los pies? Jejeje, ¿quién sabe?».

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Notas del autor
Me ha gustado mucho escribir esta historia. Es una lástima que en los juegos de Pokémon de Unova (Teselia) haya tan pocos chicos lindos. Skyla casi siempre está con Elesa en Internet, y ella me gusta mucho menos. Pero uno debe se el cambio que desea ver, o algo así.

Aunque los pies de Skyla no son tan sucios, especialmente comparados con otras historias, ésta me parece una de las historias más asquerosas que he escrito. Y estoy contento con eso.

Es una de mis líderes de gimnasio favoritas de Pokémon, sobre todo en cuanto a diseño. Y con la forma en que tiendo a representarla en mis artes, es definitivamente material de esposa. Me comería el queso de sus pies por horas.
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